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Nuestro Planeta

14 de abril del 2003

De la aldea global a un globo de aldeas

Helena Norberg-Hodge
Para mí, el movimiento de ecoaldeas representa una de las más esperanzadoras e importantes tendencias actuales a nivel global. El deseo de un creciente número de personas de vivir de una manera gratificante en el plano social y espiritual, y sostenible económicamente, puede crear los modelos que necesitamos para el nuevo milenio. De hecho, estoy convencida de que el Norte debe abrazar esta causa porque es quizás la única manera de evitar la catástrofe social y el colapso medioambiental..
Pero para entender el significado de las ecoaldeas, es esencial examinar las tendencias interrelacionadas de la economía mundial y el rápido crecimiento de las ciudades..
Impulsada mediante acuerdos como los de Maastricht, GATT (Acuerdo Global sobre Tarifas y Comercio) y NAFTA, la globalización de la economía constituye la mayor sacudida social desde la revolución industrial..
Las consecuencias de estos acuerdos son tremendas: aumento del crimen, violencia fundamentalista y xenofobia; paro y pobreza crecientes; pérdida de autoestima, de comunidades e incluso de democracia. Pero a pesar de estos penetrantes y poderosos cambios, pocos son conscientes de las derivaciones de estos acuerdos..
Basados en el dogma simplista de que el "libre comercio" es bueno para todos, se están imponiendo estos cambios sistemáticamente (de nuevo, anclados en un paradigma económico estrecho y obsoleto) sin la implicación de la gente y, a menudo sin el entendimiento de sus múltiples efectos por parte de los políticos..
Un problema importante es que el sistema global se ha vuelto tan complejo y vasto que pocos pueden reconocer sus limites. Sin embargo, para invertir la tendencia y ayudar al crecimiento del movimiento de ecoaldeas es esencial saber cómo funciona el sistema económico..
Mucha gente, especialmente los activistas de base y las mujeres, se inhiben en cuanto oyen "comercio" o "economía". Suelen pensar que estos temas tan importantes son tan abrumadores, que creen que no pueden hacer nada..
Pero, precisamente, entender de economía produciría el efecto opuesto, sentirnos más dueños de nuestro poder..
Es necesario conocer la visión de conjunto de un sistema expansionista dirigido por enormes monopolios y basada en la idea de la "ventaja comparativa"..
Esta teoría, en la base del crecimiento permanente, fue formulada originalmente por Adam Smith y Ricardo y dice así:.
"A nivel local no hay que producir una gran variedad de productos para el propio consumo; habrá más prosperidad si la producción es especializada y basada en la exportación"..
En un cierto sentido, la aplicación de estas ideas puede haber producido los efectos opuestos, pues durante casi 200 años los gobiernos proindustriales han estado subvencionando a ciegas y fomentando más y más comercio sin valorar su impacto en la sociedad y el medio ambiente..
Para decirlo sencillamente, este proceso comenzó en la era colonial cuando grandes compañías como la de las Indias Orientales empezó a sacar provecho de las materias primas baratas de las colonias. Al principio, estas compañías vieron sus actividades recortadas por las leyes antitrust, pero con el tiempo (y en parte a causa del avance tecnológico) se hicieron tan grandes que consiguieron el control monopolístico del comercio mundial y, por tanto, de las economías nacionales..
Estas grandes empresas multinacionales no se han hecho poderosas por una actitud conspiradora consciente, pero han acabado por tener más poder y riqueza que los propios gobiernos..
Estas empresas están detrás de las políticas que afectan nuestras vidas; sobre todo, han contribuido a fomentar los tratados de Comercio "Libre"..
Los medios de comunicación de masas están controlados por estos mismos monopolios y fomentan de forma incuestionable las ideas de globalización, así como, a través de la publicidad, la avidez por el consumo que es la base para su subsistencia..
Se nos dice que estos tratados nos unen, pero, de hecho, han elevado la competitividad y el paro increíblemente. Estos procesos no sólo nos separan sino que han creado y exacerbado las tensiones étnicas..
Un cierto grado de especialización en la producción y el comercio global quizás pueda elevar el nivel de vida a nivel mundial. Pero hemos obviado cómo nuestras propias políticas económicas han ayudado a crear y fomentar los monopolios..
Por ejemplo, en Kenia la mantequilla holandesa cuesta la mitad que la nacional..
Cualquier niño se preguntaría: "¿Es esto eficiente? ¿Por qué se transporta la mantequilla a 10.000 millas de distancia? Las grandes empresas son favorecidas mediante subsidios indirectos y con el apoyo de ciertas legislaciones..
El dinero de los contribuyentes se dirige cada vez más hacia el comercio y el transporte en detrimento de los pequeños productores y empresas. En España, por ejemplo, aunque todavía hay preciosos mercados con productos frescos de granjas cercanas, la influencia de los grandes es tal que el ajo importado de China se vende a la mitad de precio que el español..
La presión psicológica para formar parte de la monocultura global es también muy destructiva..
A la gente joven de los países desarrollados se le ha hecho desear los productos importados a través de modelos estereotipados y una estrategia de mercado que inculca en la gente el sentimiento de que "los productos locales son una mierda y los importados buenos" Por ejemplo, las mujeres en China se están operando los ojos para que parezcan occidentales. En Occidente, las mujeres tampoco pueden vivir al nivel de las expectativas creadas para ellas a través de los medios de comunicación de masas. Deberíamos tomar conciencia de cómo la economía global competitiva nos está haciendo sentir "mierda" creándonos una sensación de inadaptabilidad..
De igual manera, se considera "utópico" proponer la ruralización de América o Europa y, en cambio nadie se rasga las vestiduras porque China planee instalar a 440 millones de personas en las ciudades en las próximas décadas..
Esta "modernización" china es parte del mismo proceso que ha provocado crecimientos urbanos incontrolables en todo el Sur, de Bangkok a Méjico, Bombay, Yakarta y Lagos, ciudades donde el paro es muy elevado y hay millones de personas sin casa o que viven en infraviviendas: el tejido social se está deshilachando..
La urbanización continúa incluso en el Norte. Se están desmantelando sistemáticamente las comunidades rurales y su población llevada a megalópolis suburbanizadas. En los EE.UU., donde sólo el 2% de la población vive en el campo, las granjas están desapareciendo a un ritmo de 35.000 al año. Es imposible ofrecer este modelo al resto del mundo, donde la mayoría se gana la vida como granjeros. Sin embargo, quién hay que diga:" ¡Somos demasiados para ir a la ciudad!" Por el contrario, se nos dice que la urbanización es necesaria a causa de la superpoblación, e implícitamente afirmando que la centralización es más eficiente y que las poblaciones urbanas consumen menos recursos..
Pero si estudiamos los costes reales de la urbanización en la economía global, la verdad es la contraria: las ciudades de todo el mundo consumen recursos intensivamente. Los sistemas centralizados y a gran escala son, casi sin excepción, más dañinos para el medio ambiente que la producción adaptada a las necesidades locales, diversificada y de pequeña escala..
La comida y el agua, los materiales de construcción y la energía se deben transportar a grandes distancias mediante infraestructuras de alto consumo energético. Los desechos concentrados de las ciudades deben transportarse en camiones e incinerados con un gran coste para el medio ambiente. Sus torres iguales de aluminio y cristal con ventanas que nunca se abren, hasta se les debe proveer de aire mediante ventiladores, bombas y energía no renovable..
Desde los barrios más ricos de París hasta los arrabales de Calcuta, la población urbana depende del transporte para su comida, de tal manera que cada unidad energética de comida necesita varias de consumo de petróleo y cantidades significativas de contaminación y basura..
Y lo que es más, estos centros urbanos occidentalizados (en el Brasil tropical, el árido Egipto o la Escandinavia subártica) utilizan todos el mismo reducido espectro de recursos y desprecian los métodos que se adaptan mejor localmente y que utilizan los recursos del lugar, el conocimiento y la biodiversidad..
Aunque a los niños de los pueblos pesqueros noruegos les gusta comer bacalao y la gente de la llanura tibetana prefiere su común cebada, cada vez más se les induce a comer lo mismo. A la gente en todo el mundo se la empuja a la monocultura, destruyéndose así la diversidad cultural y biológica..
La economía global urbanizante está creando así una escasez artificial; ignora los sistemas locales de conocimiento y educa a los niños a ser dependientes de una economía altamente centralizada..
Las consecuencias son tasas elevadísimas de desempleo, competitividad creciente y conflictos étnicos en ascenso..
Precisamente porque hay tanta gente, se debe abandonar el modelo de economía global que sólo puede alimentar, dar casa y ropa a una pequeña minoría. Es esencial apoyar sistemas inteligentes y modelos económicos basados en un verdadero entendimiento de la diversidad de las regiones, y sus climas. suelos y recursos. Es esencial apoyar el movimiento de ecoaldeas Como carecemos de formación económica somos inconscientes de las conexiones entre la economía y la dimensión espiritual y psicológica de la vida..
Estoy convencida de que los seres humanos tenemos un gran anhelo de conectarnos con la tierra y entre nosotros. Esta ansiedad por conectarnos se puede ver en casi todos los aspectos de la vida:.
en el campo de la salud, donde la dirección apunta a reconocer la interdependencia entre tierra, cuerpo, mente y espíritu; en arquitectura, donde hay una tendencia a relacionar las estructuras con las peculiaridades del clima y el lugar; en agricultura, que cada vez se aleja más de la industria agroquímica y se acerca a los métodos ecológicos, incluso a nivel institucional; y, por último, pero no menos importante, en el movimiento de ecoaldeas que busca fusionar toda esta ansiedad por conectarse..
Sin embargo, las fuerzas macroeconómicas están minando estos esfuerzos separando a productores y consumidores y expulsando la población rural a las ciudades..
En Occidente hay concepciones muy profundas que coadyuvan a estas fuerzas. Hay una tendencia a pensar que las inquietas áreas urbanas son el centro de la cultura y la diversidad, y las pequeñas comunidades locales puntos aislados donde la estrechez de miras y los prejuicios son la norma..
Tampoco es de extrañar..
El proceso de industrialización ha supuesto la sistemática eliminación del poder político y económico de las zonas rurales, junto con la consiguiente merma de autoestima de su población..
En las comunidades pequeñas hoy la gente está viviendo en la periferia mientras el poder e incluso lo que llamamos "cultura" está centralizado en otro lugar..
Durante generaciones se ha estado marginando la vida rural en Occidente, por lo que los occidentales tienen una visión distorsionada de lo que puede ser la vida en las comunidades pequeñas..
Incluso en el Tercer Mundo, hecho de pueblos, el colonialismo y el desarrollo han dejado una marca indeleble. Para saber cómo son las comunidades cuando la gente conserva el poder económico real, deberíamos retrotraernos (cientos de años atrás en algunos casos) a antes de que estos cambios ocurrieran..
Yo vi con mis propios ojos cómo la cultura comunal y confiada de Ladakh (o el Pequeño Tíbet) se transformó con el desarrollo económico. La cultura tradicional se caracterizaba por su vitalidad, alegría y tolerancia, valores claramente conectados con la autoestima y el control de la propia vida..
El desarrollo económico significó el desmantelamiento de la economía local, o lo que es lo mismo, el poder local de decisión se trasladó de los pueblos y las casas a centros burocráticos en lejanas ciudades; los niños fueron educados en un estilo de vida que nada tenía que ver ni con los recursos locales ni con sus mayores; la gente se vio de repente invadida por los medios de comunicación de masas e imágenes publicitarias que presentaban la vida urbana como excitante e importante y la vida del campesino como atrasada y primitiva. La consecuente pérdida de poder y autorrespeto han generado una mentalidad mezquina y de estrechas miras, así como división y fricciones. Si las fuerzas económicas continúan minando la autoestima y la vitalidad cultural, la vida rural futura en Ladakh no será muy diferente de la de cualquier ciudad pequeña típica de Occidente..
Otro mito manido cuando pensamos en ecoaldeas y economías de escala humana es el de "hay demasiada gente como para volver a la tierra". Se olvida con demasiada facilidad que la mayor parte de esta población (sobre todo del Tercer Mundo) vive en la tierra..
Ignorarla, es decir, hablar de la urbanización como si fuera una condición inherente a las personas, es peligroso pues no hace sino incitar a la urbanización misma..
En el Norte, donde la mayoría nos hemos separado de la tierra y entre nosotros tenemos que hacer grandes avances. Pero incluso en regiones muy urbanizadas, es posible hallar la conexión con el lugar y con las personas..
Las ciudades pueden recobrar su carácter regional, ser más habitables y menos gravosas para el medio ambiente si se rehace de nuevo el tejido de las comunidades pequeñas dentro de ellas y se dirige su actividad económica hacia los recursos naturales locales..
Nuestro trabajo será más fácil si apoyamos las comunidades locales que quedan y a los pequeños granjeros; ellos son la clave para reconstruir la base agrícola sana de unas economías más diversas..
Mucha gente cree que sólo hay dos modelos económicos: el comunismo centralizado y el capitalismo de las multinacionales aún más centralizado..
Hay incluso quien dice que, tras la victoria en la guerra fría del capitalismo de las multinacionales, "la historia ha acabado". Sin embargo, hay una tercera alternativa, una alternativa de descentralización que permite a la gente diseñar el terreno de juego de los negocios a través de procesos democráticos y un gobierno sensibilizado..
De esta manera, la gente podría participar en determinar qué ayudas deben concederse y qué límites poner a las actividades económicas. Para lograr esto, se deberían reformular los tratados de Maastricht y el GATT..
Si se eliminaran los subsidios ocultos, el movimiento de las ecoaldeas podría crecer con bastante naturalidad.



Helena Norberg-Hodge. es directora de la Sociedad Internacional para la Ecología y la Cultura, miembro fundador del Foro Internacional sobre Globalización, y de Codoca (Consejo para el Desarrollo Sostenible de Asia Central). Desde 1975 ha trabajado con los Ladakh en modelos de desarrollo alternativos..
Para conseguir el texto original o para información relativa a la SIEC (incluido grupos de estudios comunitarios) por favor ponerse en contacto con la International Society for Ecology and Culture, o Helena Norberg-Hodge
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