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Nuestro Planeta

19 de noviembre del 2003

El rostro de Jano del hidrógeno

Jeremy Rifkin
El País
Justo cuando parecía que el presidente Bush había perdido para siempre la capacidad de reunir a los aliados europeos en torno a una iniciativa estadounidense que afecte a la salud del planeta, se le ha ocurrido una idea atrevida que está recibiendo elogios incluso de los más escépticos amigos de Estados Unidos.

La Casa Blanca está a punto de anunciar el plan de Bush para tratar el calentamiento global y la independencia energética. Si piensan que la cosa tiene trampa, la tiene, pero parece como si todos los peces que están a bordo del barco de Bush no hubieran visto el anzuelo, o simplemente no les importase haber picado. Sigan leyendo.

Del 19 al 21 de noviembre, la Casa Blanca albergará en Washington una reunión de ministros de Energía de todo el mundo para firmar un acuerdo que hará época, para compartir la investigación y el desarrollo de la actividad relacionada con el hidrógeno, con la finalidad de abrir las puertas a una economía del hidrógeno para las próximas décadas. EE UU ha propuesto servir de secretaría de este proyecto de investigación y desarrollo global, primero en su clase, al que denomina Asociación Internacional para la Economía del Hidrógeno (IPHE).

La mayoría de los observadores están de acuerdo en que el hidrógeno -el elemento más ligero y abundante del universo- es la próxima gran revolución energética. Los científicos lo denominan "el combustible eterno" porque nunca se agota. Y cuando se utiliza hidrógeno para producir energía, los únicos derivados son calor y agua pura. Este paso a las células energéticas y a la energía del hidrógeno tendrá tanta importancia y largo alcance en sus consecuencias sobre la economía estadounidense y global como tuvieron la máquina de vapor y el carbón en el siglo XIX y el motor de combustión interna y el petróleo en el siglo XX. El hidrógeno tiene potencial para acabar con la dependencia mundial del petróleo del golfo Pérsico. Reducirá drásticamente las emisiones de dióxido de carbono y mitigará los efectos del calentamiento global y, dada la abundancia del hidrógeno, aquellos que antes no tuvieron acceso a la electricidad serán capaces de generarla.

Entonces, ¿por qué se han levantado en armas los grupos ecologistas de todo el mundo contra el proyecto del hidrógeno de Bush? Porque resulta que el hidrógeno, como Jano, tiene dos caras. Aunque se encuentra en cualquier lugar de la Tierra, rara vez está flotando libremente en la naturaleza. El hidrógeno tiene que extraerse, bien de los combustibles fósiles o del agua o la biomasa. Y ésta es la diferencia fundamental que separa la visión del presidente Bush de un futuro del hidrógeno de la que tenemos muchos de los que pertenecemos al movimiento ecologista.

El presidente Bush y el secretario de Energía, Spencer Abraham, dicen que el hidrógeno puede liberarnos de la dependencia del petróleo extranjero. Lo que no han dicho es que su plan exige extraer el hidrógeno de todas las antiguas fuentes de energía: petróleo, gas natural y carbón y, además, utilizar la energía nuclear para la tarea. En resumen, al presidente Bush le gustaría llevarnos al futuro del hidrógeno sin dejar nunca atrás el pasado de los combustibles fósiles y la energía nuclear.

Hoy en día, la mayor parte del hidrógeno comercial se extrae del gas natural por medio de un proceso de regeneración del vapor. Si bien el gas natural emite menos CO2 que otros combustibles fósiles, sigue siendo un recurso finito del que existe una provisión relativamente pequeña y, por tanto, no es un medio viable de garantizar hidrógeno a largo plazo.

El hidrógeno también se puede extraer del carbón y los partidarios señalan que EE UU cuenta con grandes reservas de carbón, suficientes para cubrir nuestras necesidades energéticas en un futuro inmediato. El problema es que el carbón produce el doble de CO2 que el gas natural, lo que significa un incremento espectacular del calentamiento global. La industria del carbón responde que sería posible almacenar de forma segura las emisiones de CO2 bajo tierra o en las profundidades del mar durante miles de años y ha convencido a la Casa Blanca para que subvencione más proyectos de investigación sobre la extracción del CO2. Para muchos ecologistas, el asunto de almacenar de forma segura el CO2 tiene un parecido estremecedor con los argumentos utilizados hace tiempo por la industria nuclear cuando afirmaban que podrían encontrar un método seguro para transportar, eliminar y almacenar los residuos nucleares siempre que se dedicara suficiente tiempo, estudio y subvención del Gobierno a estas investigaciones.

A la industria nuclear también le gustaría producir hidrógeno, pero hay algunos temas sin resolver relacionados con el almacenamiento seguro de los residuos nucleares, con los costes de la construcción de nuevos reactores, que se han puesto por las nubes, y con la vulnerabilidad de las plantas nucleares a los ataques terroristas.

Hay otra forma de producir hidrógeno, una que no utiliza combustibles fósiles ni energía nuclear en el proceso. Las fuentes renovables de energía -células fotovoltaicas, eólicas, hídricas y geotérmicas- se utilizan cada vez más para producir electricidad. Esta electricidad, a su vez, puede ser empleada, por medio de un proceso denominado electrólisis, para dividir el agua en oxígeno e hidrógeno. Una vez producido, el hidrógeno se puede almacenar y ser utilizado para alimentar vehículos y proporcionar fuente de reserva que alimente la red eléctrica.

El hidrógeno podría extraerse también de cultivos de energía sostenible y residuos de la agricultura mediante un proceso llamado gasificación. Prácticamente no hay incremento en las emisiones de CO2 cuando se utiliza la biomasa, porque el carbono que las plantas toman de la atmósfera se libera de nuevo durante la producción de hidrógeno.

El proyecto de la Casa Blanca exige grandes subvenciones a las industrias del carbón y de la energía nuclear para la extracción del hidrógeno. Mientras el secretario de Energía, Spencer Abraham, afirma que la Administración de Bush está igualmente comprometida con la investigación y el desarrollo de fuentes renovables de energía para extraer hidrógeno -una agenda verde del hidrógeno-, la Casa Blanca y el Partido Republicano han bloqueado sistemáticamente todos los intentos del Congreso para establecer puntos de partida y fechas límite para introducir las fuentes renovables de energía en el transporte y la producción de electricidad. En cambio, la UE se ha comprometido a producir en 2010 el 22%de su electricidad y el 12% de toda su energía a partir de fuentes renovables.

La Administración de Bush ya está jugando la baza del IPHE presentándolo como el tan esperado plan alternativo para tratar el calentamiento global y garantizar la independencia energética. En realidad, la Casa Blanca está utilizando el IPHE como cortina de humo para distraer la atención de su deprimente historial en el tema del medio ambiente y como caballo de Troya para promover los intereses de las industrias del carbón, el petróleo, el gas natural y la energía nuclear. El peligro está en que si EE UU tiene éxito y consigue llevar a los países signatarios del IPHE hacia un negro futuro del hidrógeno, podría encerrar bajo llave la economía global dentro del antiguo régimen de energía durante buena parte del siglo XXI, con calamitosas consecuencias para el medio ambiente y la economía.

Los auténticos beneficios de un futuro del hidrógeno sólo se harán realidad si las fuentes renovables de energía se introducen poco a poco y finalmente se convierten en la fuente principal para la extracción del hidrógeno. Mientras tanto, el Gobierno de EE UU debe apoyar normas CAFE (Ahorro Empresarial Medio de Combustible) mucho más estrictas, la introducción de vehículos híbridos, la revisión y nuevo trazado de la red nacional de energía poniendo especial atención en las tecnologías inteligentes que respaldan la transmisión de energía distribuida, la conservación, el Protocolo de Kioto sobre el calentamiento global y acciones encaminadas a la adopción de la energía renovable. Todas estas iniciativas deberán llevarse a cabo conjuntamente con un ambicioso esfuerzo nacional para subvencionar y asegurar la investigación y el desarrollo de una tecnología de la energía renovable, del hidrógeno y de las células energéticas. El objetivo debe ser una economía verde del hidrógeno que esté perfectamente integrada a finales de la primera mitad del siglo XXI.
Jeremy Rifkin
es autor de La economía del hidrógeno: La creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la Tierra
Traducción de News Clips