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Nuestro Planeta

14 de enero del 2003

Entrevista con el Doctor Jim Yong Kim
Plagas persistentes, paradigmas persistentes y la responsabilidad de los médicos en la epidemia del VIH/SIDA

Faiz Ahmad
www.zmag.org

La humanidad se está enfrentando a una crisis sanitaria de proporciones sin precedentes. Enfermedades infecciosas están devastando poblaciones pobres en todo el mundo, especialmente aquellas cuya salud ya ha sido antes debilitada por la pobreza y las desigualdades. A estas alturas todos estamos ya acostumbrados a las estadísticas: 40 millones de infectados con el VIH en el mundo, 30 millones en el África subsahariana, 2 millones de muertes por tuberculosis (TB) anualmente, 2.000 muertes por malaria diariamente. Y sin embargo, existe un tratamiento efectivo para cada una de estas enfermedades; en los países ricos, y para los ricos de los países pobres, las drogas antiretrovirales han transformado el VIH en una enfermedad crónica y manejable. Cuando hay tratamientos disponibles, tanto la tuberculosis como la mucho más mortal tuberculosis resistente a múltiples medicamentos (TB-RMM) son curables. A pesar de la enormidad de la crisis, y de la disponibilidad de tratamientos e intervenciones efectivas, el mundo rico simplemente no ha movilizado los recursos necesarios para acabar con esta catástrofe. Para el VIH, el paradigma persistente en la salud pública (durante años obsesionada con la relación costo-efectividad de una intervención en vez de en su efectividad) ha sido el tratamiento para los ricos, la prevención para el resto del mundo -las estadísticas mencionadas proporcionan una idea del éxito de este enfoque-.Mientras que la ONU ha estimado que serían necesarios tan sólo 10.000 millones de dólares anuales para tratar el VIH, la TB y la epidemia de malaria en las naciones pobres (las tres enfermedades suman 6 millones de muertes cada año), los estados ricos han conseguido donar hasta la fecha unos míseros 2.000 millones de dólares. Los EEUU, cuya sola contribución debería ser de 2.000 millones de dólares anuales, hasta hoy ha donado 200 millones de dólares.
Los pobres del mundo no se están muriendo de forma silenciosa (existen numerosas organizaciones de base por toda África que están luchando por acceder a los caros medicamentos retrovirales para luchar contra el VIH), pero sus gritos han caído mayoritariamente en oídos sordos.
El Dr. Jim Yong Kim es médico, antropólogo médico, y co-fundador de Partners in Health ("Compañeros en la salud"); una organización de base de Boston que trabaja solidarizándose con las comunidades pobres de Haití, Perú, Rusia y de barrios del centro de Boston. Es co-editor y co-autor de Dying for Growth: Global Inequality and the Health of the Poor ("Morir por crecer: las desigualdades globales y la salud de los pobres"), disponible en Common Courage Press.
Durante varios años, la gente involucrada en cuestiones de salud internacional ha estado casi obsesionada con las nociones de tratamiento dentro de los medios disponibles y de costo-efectividad.¿Qué impacto ha tenido esto en el financiamiento internacional de la salud?
Bueno, nosotros lo hemos dicho de muchas maneras y en muchos sitios diferentes. Yo lo veo de esta manera: El presidente Bush pidió al Congreso de los EEUU aumentar el presupuesto de defensa para el año entrante en 48.000 millones de dólares. Lo que haría que el aumento de nuestro presupuesto fuera más grande que todo el presupuesto militar de cualquier otro país del mundo. Nuestro presupuesto militar total de 350.000 millones de dólares es casi tanto como lo que gasta en defensa todo el resto del mundo junto. Miremos también los 1.3 billones de dólares de reducción de impuestos concedida, mayoritariamente, a los ricos en los EEUU. A mi entender, la razón subyacente a esta reducción de impuestos es el principio según el cual devolver dinero a los ricos estimulará la economía. Ahora bien, esto puede ser más o menos cierto pero yo no he visto nunca ningún dato que sugiera que devolver dinero a los ricos estimula la economía en modo tal que ésta sea buena para todos. Esa es la teoría, pero yo nunca he visto ningún dato. Ahora, miremos lo que el análisis costo-efectividad exige que la gente pobre y sus defensores demostremos; nos piden que probemos que un dólar o dos dólares o tres dólares -nada, pequeñas cantidades de dinero- resultarán en mejoras dramáticas en la salud de la gente pobre, o, si no, no recibiremos el dinero. Así que la necesidad de aportar pruebas recae de nuevo en los pobres. Esa necesidad casi nunca recae en los ricos en cuestiones como éstas. Los ricos no deben demostrar que un billón de reducción de impuestos conducirá, de hecho, a la estimulación de la economía y a la mejora de la vida para todos. Los militares no deben probar que necesitan aumentar el gasto en 48.000 millones de dólares. Pero los pobres deben siempre probar que, hasta el último céntimo que se les da, tendrá resultados impresionantes, incluso cuando sus condiciones de vida son imposibles.
Hemos hecho algunas investigaciones sobre los orígenes de la idea de costo-efectividad. El análisis costo- efectividad (ACE) fue puesto en práctica inicialmente por ingenieros militares como a un instrumento para ayudar a determinar, por ejemplo, cuál sería la mejor forma de construir un puente; o donde podría ser el mejor sitio para construirlo. Estos fueron ejercicios diseñados para elegir entre diversas opciones más o menos equivalentes. Cuando este concepto apareció, algunos críticos sociales argumentaron que el ACE era peligroso, porque introducía la concepción errónea de que estas importantes decisiones sobre como usar los recursos eran, de hecho, una decisión mecánica y no una decisión moral y ética. Yo pienso que esa es la cuestión fundamental. El ACE es definitivamente importante y ciertamente queremos saber cuál es la forma más efectiva de tratar a nuestros pacientes con TB-RMM, queremos saber cuál es la forma más efectiva, entre las diversas opciones, para tratar a nuestros pacientes con el VIH. Pero para lo que ha sido utilizado es para justificar la denegación de tratamiento a los pobres. Más de un representante de la salud pública, con años de experiencia, me ha presentado el siguiente escenario: "Miremos la situación de un hombre que está infectado con el VIH, cuya mujer también está infectada con el VIH y que tiene hijos infectados con el VIH. Entonces, le preguntas a ese hombre si prefiere recibir tratamiento para él mismo o prevención para asegurar que sus hijos y todos los otros niños de su comunidad no se infecten. Pienso que ese hombre elegiría la prevención, porque pensaría más en el futuro". Y esto fue dicho de forma muy zalamera, halagando el proceso de toma de decisión del hombre infectado con el VIH. Yo simplemente diría que nunca ningún ser humano debería tener que elegir de ese modo. Esa es una pregunta inhumana; son un conjunto de circunstancias inhumanas. Pensar que el ACE nos absuelve de la responsabilidad moral de tratar a esa persona es sencillamente injusto. Tenemos los medicamentos, los precios han bajado dramáticamente y el Global Fund ha dicho que pagará por los medicamentos que estén hechos por productores genéricos. Todas las estructuras legales están en pie para que la gente pobre pueda tener acceso a medicamentos genéricos en cualquier parte del mundo. Las estructuras para la compra y para empezar a distribuir los medicamentos existen. Pienso que si no proporcionamos tratamiento a los pobres, además de programas de prevención completos, estamos eludiendo nuestras responsabilidades morales. Decir que se puede hacer o bien prevención o bien tratamiento, y que el ACE nos ayudará a elegir cuál, simplemente no tiene sentido. El ACE NO nos ayuda a elegir qué hacer: negarle el tratamiento a alguien es una decisión moral. Es una decisión basada en elecciones morales. Significa que uno elige no cuestionar el presupuesto militar, uno elige no cuestionar el billón de dólares en recortes de impuestos, uno elige no insistir en que la gente pobre tenga acceso a tratamientos. Aplicar el ACE a esta situación es simplemente una manera de darle una falsa legitimidad a una elección moral fundamentalmente mal construida.
¿Qué impacto tienen ideas como el ACE y la economía neoliberal en la salud de los pobres?
En vez de insistir en que nosotros (los que trabajamos en la salud internacional) gastemos más, en vez de insistir en que cambiemos radicalmente nuestro paradigma sobre cómo tratar los problemas de la salud global, seguimos pensando que si cogemos una pequeña porción del dinero que queda después de pagar la deuda y la dividimos más eficazmente, de alguna manera esto nos absolverá de la culpabilidad por quedarnos quietos viendo como fracasamos en proveer cuidados sanitarios adecuados a la gente pobre.
El ejemplo que siempre uso es la situación en la República Democrática del Congo (RDC), antes Zaire. Zaire estaba gobernado por uno de los peores cleptócratas de la historia, Mobutu Sese Seko. Era bien conocido en los círculos encargados del desarrollo que Mobutu cogió el 30% de cada dólar para el desarrollo exterior y se lo metió en su cuenta bancaria personal. Esto era bien conocido y sin embargo tuvo el apoyo de Bélgica, Francia, de los EEUU y de otros gobiernos del Primer Mundo porque era anti-comunista. Por mucho tiempo - tal vez todavía hoy en día-, ser anti-comunista y hacer lo que los países poderosos te decían que hicieras eran los únicos criterios importantes para que un líder recibiese apoyo occidental. Por ello, tuvimos a Mobutu robando hasta la saciedad, construyendo aproximadamente una docena de mansiones en Bélgica - aparentemente tenía unas cuantas cuando murió- y nosotros, el mundo rico, apoyándole. Después de su muerte, la gente de la RDC debió devolver la deuda del país, un 30% de la cual fue robada por Mobutu.¿Qué hicimos pues en Zaire durante el periodo del ajuste estructural? Reducimos los gastos globales de salud en un 83%.Los poderosos de la tierra apoyaron a un líder cleptócrata y despótico, siguieron dándole préstamos -incluso cuando supimos que se quedaba en su oficina un 30% por cada dólar dedicado al desarrollo- y después pidieron a los pobres de la RDC que devolvieran la deuda. Y debido a que una mayor cantidad de los recursos gubernamentales debían dedicarse al pago de la deuda, el gasto en salud se redujo en un 83%.Entonces la gente de salud pública vino y dijo: "de acuerdo, hemos reducido los gastos en salud en un 83%, ahora cojamos el 17% restante y dividámoslo de la mejor forma posible de acuerdo con el principio costo-efectividad". Ésta es, para mí, la más vívida ilustración de que el ACE está equivocado. Lo que deberíamos haber dicho como gente de salud pública es: "mirad, no podemos sentarnos viendo como esto sigue adelante. Debéis perdonar lo que es a las claras una deuda odiosa". Y éste es un término que uso muy específicamente, porque deuda odiosa es una deuda que se acumula a través de condiciones que están tan lejos de la esfera de la actividad humana normal, que uno puede declararla ilegal e injusta. Hay un precedente histórico de declarar una deuda como odiosa. Cuando los EEUU se apoderaron de Cuba, hasta entonces española, declararon la deuda cubana a España una deuda odiosa y le dijeron a España que Cuba, de ese momento en adelante, ya no era responsable de devolverla. Así que hay, ciertamente, un precedente para declarar una deuda odiosa y que la gente no tiene que devolverla. El caso de Mobutu es un ejemplo perfecto de deuda odiosa. Pero lo que nosotros hicimos fue pretender que todo eso no había pasado, simplemente seguimos intentando meter más medidas costo-efectividad y reorganizamos los presupuestos de salud; mientras, al mismo tiempo, les robábamos fondos destinados al pago de la deuda. A la gente de la salud pública se le dijo que no preguntaran sobre las políticas, que no preguntaran sobre el perdón de la deuda, que no preguntaran sobre la cantidad total de dinero que se estaba gastando. Se les dijo que sólo hicieran lo mejor con lo que se les daba. La mayor parte aceptamos el precio. Seguimos adelante tratando de hacerlo lo mejor que podíamos, e intentamos conseguir el mayor rendimiento de un presupuesto muy pequeño. Deberíamos haber dicho: "no, somos trabajadores de la salud. Esto es fundamentalmente no saludable y, incluso, tal vez mortal, así que no podemos participar en ello". Creo que muchos de nosotros lo estamos diciendo ahora y, para mí, esto es muy esperanzador.
¿Crees que la gente de las naciones desarrolladas está tomando conciencia de la crisis de salud a la que se enfrenta el tercer mundo?
Están muy lejos de donde deberían estar, pero ciertamente hay más conciencia que antes. Las co-epidemias de SIDA y de TB son los peores desastres sociales a los que nos hemos enfrentado en cientos de años. Pienso que los públicos de los EEUU y de otros países del primer mundo se están dando cuenta, pero ni suficientemente rápido ni suficientemente pronto.
Ahora mismo hay 40 millones de personas viviendo con el VIH en el mundo, casi 30 de los cuales viven en el África subsahariana. ¿Estamos más cerca hoy de proveerles tratamiento de lo que lo estábamos, digamos, hace dos años?
Estamos más cerca, pero también creo que todavía pensamos en una escala que no se adecua a la epidemia.
No hay duda de que el discurso ha cambiado. Solía ser: "bueno, ya sabes que el tratamiento es importante, pero simplemente no podemos hacerlo". Eso era hace sólo un año. En la conferencia internacional sobre el SIDA, en Barcelona el verano pasado, escuchamos a todo el mundo hablar de tratamientos con excusas de mal pagador, diciendo: "no se puede separar el tratamiento de la prevención, pero centrémonos en la prevención". Así que eso es todavía lo que oyes. Nuestro grupo ha tratado, de hecho, a pacientes con el VIH en Haití, hemos hecho intervenciones incluso más complejas, sobre la tuberculosis resistente a múltiples medicamentos en sitios como Perú, Haití y las prisiones de Siberia, así que conocemos lo complejos que pueden llegar a ser los programas de salud en lugares pobres. Pero es cierto que se pueden hacer. La cantidad de compromiso y esfuerzo que se deben poner en conseguir tratamiento para todos es enorme. Y, claramente, no hemos puesto suficiente dinero en ello. La noción de que podemos poner 2.000 millones de dólares, que es lo que actualmente tiene el Global Fund para el SIDA, la TB y la malaria, y después, esperar a ver si funciona, es disparatada. Necesitamos empezar cientos o miles de proyectos-piloto diferentes enfocados a los primeros 6 a 9 meses para después, movernos rápidamente hacia su multiplicación y extensión a una escala nacional. Necesitamos empezar muchos programas diferentes de forma inmediata, y así, con el tiempo -y estoy hablando de los próximos seis a nueve meses-, podremos aprender mucho sobre qué estrategias son efectivas y cuáles no lo son, y sobre cuáles funcionan en Zimbabwe y no en Botswana o en las prisiones de la antigua Unión Soviética. Debemos empezar, y poner en marcha inmediatamente estos proyectos. Y no sólo eso, si no que también debemos montar un sistema en el que el grado de colaboración y comunicación entre los proyectos alcance niveles sin precedentes. Pienso que podemos hacerlo.
¿Cuál es la barrera fundamental que debe ser superada para proveer a los enfermos del Tercer Mundo con tratamiento para el VIH?
Como antropólogo estudio la historia cultural. Según mis lecturas, los últimos cien años, aproximadamente, son notorios por una serie de cambios fundamentales en nuestra noción de los límites de la humanidad. Por ejemplo, se solía considerar que las mujeres eran meros apéndices de los hombres, pero esto ha cambiado - aunque todavía hay un largo camino por recorrer-, y han sucedido cambios reales. Los hombres del mundo empiezan a aceptar la humanidad plena de las mujeres -desgraciadamente debemos admitir que éste es un fenómeno bastante reciente-. Respecto al movimiento por los derechos civiles -de nuevo con un largo camino por andar-, hemos decidido que es inhumano tratar a la gente afroamericana en los EEUU como a ciudadanos de segunda, negándoles su humanidad. Así que en este tiempo, nuestra humanidad se ha expandido un poco más. Si miramos atrás a esos tiempos, muchos de nosotros consideramos que el tipo de racismo y de sexismo que existía es una parte primitiva de nuestro pasado. Pienso que la vasta mayoría de nosotros ve los linchamientos, y el uso de mangueras anti-incendios contra afroamericanos durante el movimiento por los derechos civiles, como primitivo y cruel. Mi conclusión sobre estas observaciones es que nuestra tarea moral colectiva es identificar y arrancar lo primitivo de nuestras vidas presentes. Negar a millones de humanos en toda la Tierra el acceso a intervenciones efectivas para salvar sus vidas será claramente percibido, por nuestros hijos y sus hijos, como a una parte de nuestro primitivo pasado. Necesitamos hacer este cambio en nuestra conciencia de las limitaciones de nuestra humanidad. Necesitamos aceptar completamente la conexión entre nuestras vidas y las de los pobres del mundo. Y después de eso, viene el dinero y mucho trabajo duro, muy duro. Pero creo que una vez que hayamos tomado ese camino y redefinido nuestra humanidad de manera que sea más adecuada a nuestras mejores y más sentidas aspiraciones de lo que queremos ser como sociedad, entonces no será difícil conseguir el financiamiento apropiado. Y no es mucho dinero. Con dos o tres mil millones de dólares anuales de los EEUU, y con 10 o 13.000 millones de dólares al año de todo el mundo rico, podemos proveer la mayoría de los servicios sanitarios básicos que la gente pueda necesitar para poder participar en sus sociedades, para ser capaces de luchar las batallas que deben ser luchadas. El dinero está ahí. Una pequeña reducción en los recortes a los impuestos de los ricos durante los próximos diez años puede pagarlo con creces.
También tendremos que ponernos serios y asumir estas epidemias en toda su complejidad. Esto será una de las cosas más difíciles que jamás hayamos hecho como médicos y especialistas en salud pública. Debemos encontrar el financiamiento apropiado y desarrollar rápidamente los recursos humanos necesarios en todo el mundo. Has mencionado a 30 millones de infectados en África, pero el National Intelligence Council (Consejo Nacional de Inteligencia) de los EEUU predice que el número se puede doblar en cinco años porque Nigeria y Etiopía están en la fase de crecimiento rápido de sus epidemias. Estamos hablando de 60 millones de personas infectadas con el VIH en África en el 2007. En ese momento veremos un declive tan dramático en la esperanza de vida, unos cambios demográficos tan tremendos en las comunidades que nadie será capaz de ignorarlos. Pero tenemos elección. Para el 2007 podríamos tener programas por todo el África subsahariana, India, China y Rusia. Podríamos tener programas que traten a la gente, aprendiendo unos de los otros a desarrollar maneras más efectivas de proveer prevención, apoyo, cuidado y tratamiento. O podremos seguir teniendo las mismas discusiones que estamos teniendo hoy. ¿Debemos tratar o no tratar? Pero para entonces, ya será tan tarde que las catástrofes de los países pobres habrán empezado a tener un impacto global. Tal vez entonces actuemos. Pero lo que ocurre con las enfermedades infecciosas es que no puedes dar marcha atrás a la inacción. Las enfermedades infecciosas siguen su curso, y o bien se paga ahora, o bien se pagará mucho, muchísimo, más después. Y a esas alturas no puedo imaginar cuál será el costo.
Durante la guerra del Viet Nam en 1967, Noam Chomsky escribió un ensayo titulado "La responsabilidad de los intelectuales".En medio de las atrocidades americanas en Vietnam, escribió: "es responsabilidad de los intelectuales decir la verdad y exponer las mentiras".Hoy, en medio de la crisis sanitaria que afecta a cientos de millones de humanos que viven en los sitios más pobres de la Tierra, ¿cuál crees que es la responsabilidad de los médicos?
Bueno, el articulo de Chomsky es verdaderamente interesante porque en la mayoría del articulo dice que la responsabilidad real de los intelectuales, tal y como ésta se manifiesta, se traduce, simplemente, en confirmar el orden social existente y en apoyar a los poderosos, justificando todas las cosas que hacen. Pienso que la situación es hoy similar. Hay mucha sabiduría convencional que dice que tomar una actitud realmente agresiva contra el VIH o la TB o los otros mayores asesinos en los países en vías de desarrollo, es demasiado difícil, demasiado complicado, y no es costo-efectivo. Hay mucha sabiduría convencional que simplemente justifica el estado actual del mundo. Así que, desafortunadamente, esa sigue siendo la responsabilidad real de los médicos. Médicos de diferentes categorías han estado diciendo: "es demasiado difícil, debemos priorizar, y la prioridad es la prevención, no el tratamiento, debemos ser razonables". Pienso que este tipo de razonamiento deja fuera de juego a los asesores políticos, a los políticos y a aquellos con acceso a los grandes recursos en todo el mundo. Debido a que actualmente hay un debate sobre si debemos tratar o no, a la gente con acceso a los recursos les parece perfectamente razonable el aguardar, y esperar antes de actuar; el esperar mientras miles de personas mueren cada día. Ahora con el VIH, la TB y la malaria matando a tanta gente; con el VIH continuando su crecimiento a un ritmo que está más allá de lo que nadie hubiera pensado, con sitios como Botswana perdiendo casi 25 años de esperanza de vida en una década; en un contexto con tales horribles problemas, podemos decir con seguridad que los médicos -particularmente aquellos que entienden estos problemas y la realidad de los tratamientos muy efectivos del VIH-, tenemos una responsabilidad incluso mayor. Debemos comenzar a mirar al impacto que las muertes por SIDA tendrán en sitios como África, y muy pronto en India y China. Debemos prepararnos y decir: "bueno, sí, será difícil tratar a todo el mundo, será difícil obtener servicios preventivos efectivos in situ y funcionando, pero no tenemos elección". Como médicos no podemos quedarnos quietos y dejar que esto pase delante de nuestros ojos. Martin Luther King en su libro Why We Can't Wait ("Por qué no podemos esperar") argumentaba que la gente buena que le rodeaba y que le decía: "ve más lento, vas demasiado deprisa, no podemos esperar tanto cambio tan rápidamente", estas personas que él llamaba "moderados blancos", no sólo estaban equivocadas, sino que, de hecho, argumentaba que podían, incluso, ser el enemigo. En una cita muy famosa dijo que no eran tanto las palabras y las acciones de los hijos de la oscuridad lo que le preocupaba, sino el silencio de los hijos de la luz lo que verdaderamente le turbaba. Esa es la situación a la que los médicos deben enfrentarse. Todos nosotros podemos sentarnos muy cómodamente aquí, en el mundo rico, y debatir con un vaso de vino cuán complejo y difícil puede ser comenzar y sostener programas de tratamiento para el VIH; cuán difícil sería tratar a la malaria resistente a los medicamentos, o a la tuberculosis resistente a los medicamentos; y lamentar la dificultad, lamentar lo poco que se puede hacer. Pero la historia no olvidará. La historia no olvidará que nos sentamos de espaldas y meditamos sobre el problema que estaba destruyendo a una gran porción de un continente entero, y matando a gente pobre en todo el mundo que no tenían acceso a cuidados sanitarios. En quince, tal vez incluso cinco años, la gente mirará atrás y nos preguntará qué estábamos haciendo.¿Qué estábamos haciendo cuando supimos por primera vez de la destrucción que estas epidemias estaban causando en la gente pobre en todo el mundo? Algunos médicos tal vez dirán que la responsabilidad real de los médicos y de los intelectuales en la crisis del SIDA es ser razonables, y advertir de las dificultades de llevar a cabo los programas, y hablar sobre la posible costo-inefectividad de los programas. Esto, esencialmente, es excluir el llevar a cabo las intervenciones que la gente pide a gritos. La cuestión fundamental aquí es que hay medicinas que pueden tratar efectivamente muchas de estas enfermedades, que mientras que las intervenciones son difíciles, no son imposibles, y que cualquiera que sea la dificultad, debemos encontrar el modo de poner en marcha estos programas. Mi punto de vista es que si tomamos seriamente el tratamiento del VIH, la TB, la TB-RMM, y de todas las otras enfermedades que matan a la gente pobre en los países en desarrollo, pero que no matan -o, al menos, no tan rápidamente-, a la gente rica en el mundo rico y en los países pobres, al atacar a estas enfermedades y al establecer programas de tratamiento, tendremos un impacto mucho más amplio sobre todo el sistema de salud, y sobre el sistema social en conjunto. Ésta, creo yo, es nuestra responsabilidad fundamental. Éste es un momento definitorio para la humanidad.Debemos tomar una decisión.¿Vamos a elegir sentarnos a mirar como el África subsahariana y después otras partes del mundo sencillamente se derrumban? O nos vamos a involucrar inmediatamente en un esfuerzo para abordar estas enfermedades, y para establecer tratamiento, prevención y programas sanitarios como nunca antes se ha visto en los países pobres; lo que son, sencillamente, requerimientos para que la gente pobre viva vidas decentes en medio de estas epidemias. Creo que si les damos la espalda, estaremos mandando un mensaje a nuestros hijos, estaremos mandando un mensaje a las futuras generaciones de que hemos elegido el camino de la inhumanidad. Pero si elegimos el camino correcto, que es abordar estas enfermedades, tal vez seamos testigos de un cambio fundamental en el marco en nuestra humanidad. Consideraremos a la gente pobre que vive en los países pobres con infecciones y enfermedades tratables, como a una parte de nuestra humanidad. Eso será un avance y una evolución de proporciones verdaderamente históricas hacia un mundo mejor.
Faiz Ahmad
es un estudiante de medicina en la universidad McGill,
y es coordinador del McGill International Health Initiative
(Iniciativa Sanitaria Internacional de McGill).
Faiz.
ahmad1@elf.mcgill.ca