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Medio Oriente

26 de septiembre del 2003

Arafat contra los paleobíblicos

José Steinsleger
La Jornada
De los estadistas vivientes que modelaron la segunda mitad del siglo xx y aún gravitan en la escena política mundial, Nelson Mandela, 85 años, ejerce una autoridad moral indiscutible; Juan Pablo II (83) agoniza entre las intrigas seculares del Vaticano; Henry Kissinger (80) sigue acumulando fortunas; Fidel Castro (77) está volcado a pensar en los rumbos estratégicos de un mundo mejor, y Yasser Arafat (74) cumplió 47 años ininterrumpidos bajo fuego.

El legendario líder palestino continúa desarrollando la antigua especialidad que tuvo como teniente de ingenieros en el ejército anticolonial de Egipto: desactivar bombas (1956). Bombas militares, bombas políticas, bombas diplomáticas. Su vida de entrega a la causa de liberación de su pueblo sería motivo de envidia de la especie gatuna: casi medio siglo de confrontar aciertos, desaciertos, pérdida y recuperación de la fe y enemigos de fuera y dentro de su proyecto político.

Nacido en El Cairo en 1929, año de la gran crisis del sistema capitalista internacional, el joven Arafat fue educado en el seno de una familia que, como tantas otras, cultivó la memoria de la milenaria identidad de los palestinos, bíblicamente maldecidos por el Antiguo Testamento (AT). Desde niño supo que Goliat, el gigante derrotado por David de Judea, era "filisteo" (o palestino), pueblo marítimo que habló la lengua camito semítica de los caldeos, mil 200 años antes de que los hebreos escribiesen el AT (siglos IX-VIII AdC).

Ante la árida geografía de la península arábiga es comprensible que las fértiles tierras irrigadas por el Jordán (Palestina, Israel, Líbano, Jordania actuales) fuesen vistas como "tierra prometida" por todos los pueblos que las cultivaron desde tiempos remotos.

Menos razonable es que allí, acaso con indescifrable ánimo vengativo, algún Dios maligno concibiese las mañas teológicas de las tres grandes religiones monoteístas, negando a la humanidad sus dosis necesarias de tolerancia. Con el triunfo de David sobre Goliat y la unificación de su reino en el siglo X AdC, los judíos fueron los primeros en contar la historia a su modo. Dijeron que los cananeos eran descendientes de Canaán, primogénito de Cam, a quien su padre Noé maldijo por... ¡haberlo visto en la viña desnudo, dormido y borracho, tras celebrar la salvación del Diluvio Universal!

Sem, alcahuete de Noé, fue bendecido y términos como "cananeo", "fenicio", "filisteo" fueron empleados por los escribas hebreos en el AT para satanizar a los otros, llegando invictos a los comicios del 7 de marzo de 2001, fecha en que David, convertido ahora en Goliat, ganó las elecciones en Israel y formó con Ariel Sharon un gobierno de unidad nacional con los aguados laboristas y los ultras de los partidos religiosos ortodoxos y la extrema derecha judía que entre ceja y ceja sueñan con asesinar a Yasser Arafat.

La palabra "paz" es una de las que más se oye hablar en los territorios ocupados por Israel en Palestina. Sin ir más lejos, el vocablo Jerusalén es de origen caldeo y quiere decir "ciudad de la paz". Y uno hace ejercicios con la nuca cuando se entera que entre los meollos de la discordia figura el Barrio Viejo de Jerusalén, que alberga a los Santos Lugares de las tres religiones. O sea, el kilómetro cuadrado que, frente al Monte de los Olivos, conforma lo que los musulmanes llaman Explanada de las Mezquitas (la de Omar o de la Roca y la de Al-Aqsa) y los judíos el Monte del Templo, cuyo lienzo exterior corresponde al Muro de las Lamentaciones, vestigio de la cimentación del templo erigido por el rey Salomón.

La Mezquita de Omar es sagrada porque desde el domo de la Roca -que la tradición hace coincidir con la piedra sobre la que Abraham se dispuso a sacrificar a Isaac por mandato de Dios- ascendió Mahoma en su viaje místico por los cielos. Los judíos reverencian el muro como único resto del templo salomónico. Sin embargo, los ortodoxos que apoyan las campañas genocidas de Sharon creen que el Monte del Templo es además el lugar donde tendrá lugar la Redención cuando llegue el Mesías. Y para entonces, conviene que la limpieza étnica de los palestinos haya culminado.

No es fácil. Inclusive, algunos eruditos de la tradición mesiánica ubican a David como antepasado de Jesús, mientras que el Corán, escrito en el cielo según la tradición musulmana ortodoxa, le fue dictado por capítulos a Mahoma por el arcángel Gabriel, a quien los cristianos atribuyen la Anunciación a la Virgen María.

Israel y Palestina ocupan una superficie similar a la de Nayarit, décimo estado más pequeño de México. Ambas entidades caben diez veces en Chihuahua y 72 veces en todo México. Extenso como Hidalgo, Israel tiene 6.5 millones de habitantes (población menor que la del Distrito Federal). Palestina, que reclama su independencia en un área ligeramente superior a la de Aguascalientes, tiene 3 millones (sin contar a la población de los países vecinos), equivalente a la de las delegaciones de Iztapalapa y Gustavo A. Madero.

Arafat sigue dando la batalla contra los paleocristianos de George W. Bush, los paleojudíos de Ariel Sharon y los paleoislámicos que, desde las propias filas de una causa legítima, se inmolan heroicamente y finalmente coinciden con los genocidas que manejan las riendas de un modelo económico mundial a la deriva.