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Medio Oriente

26 de agosto del 2003

Entrevista con Roni Ben-Efrat
La izquierda judía israelí, el Imperio de EE.UU. y el fin de la solución de dos estados

Rebecca L. Stein
MERIP
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Roni Ben-Efrat es editora de Challenge Magazine, un análisis crítico, de izquierda, de la política israelí y palestina. Es una veterana activista por los derechos palestinos dentro de Israel y en los Territorios Ocupados y miembro fundadora de la Organización por la Acción Democrática (ODA, por sus siglas en inglés), un partido marxista con miembros judíos y palestinos israelíes. Desde el comienzo de la segunda Intifada y la elección del primer ministro Ariel Sharon, la sociedad judía israelí se ha desplazado aún más hacia la derecha. Disminuida radicalmente en su cantidad, la izquierda judía se ve más aislada y vilipendiada que jamás antes en su historia. Ante la ausencia de un proceso de paz auspiciado internacionalmente, justo o viable, los pocos activistas radicales judíos que continúan trabajando contra la ocupación se encuentran cada vez más en un dilema conceptual y político. ¿Qué forma debe tomar su activismo después de la reocupación de Cisjordania y Gaza y el colapso de la izquierda laica palestina? ¿Cómo podría trabajar la izquierda israelí con el movimiento más amplio por la justicia global? ¿Cómo enfrenta alguna lucha israelí por la paz y la justicia regionales los radicales cambios dentro de las fronteras de Israel durante la última década? En junio de 2003, Rebecca L. Stein, profesora adjunta en Duke University y editora de Middle East Report, habló en Tel Aviv con Ben-Efrat sobre esos urgentes temas.

Desde otoño de 2000, se ha escrito mucho sobre el colapso del campo de la paz israelí. ¿Ayuda la historia de la izquierda israelí sionista y antisionista durante los años 90 a comprender este colapso?

Es bastante evidente que la Guerra del Golfo de 1991 y los acuerdos de Oslo de 1993 y 1994 fueron momentos cruciales para el campo de la paz israelí, o la izquierda. Después de dos olas de activismo contra la guerra y pro-palestino en los años 80, gran parte de la izquierda sionista israelí y también de la izquierda más radical fueron captados por toda la idea de Oslo, el triunfo estadounidense y el colapso de la Unión Soviética -para llegar a creer que Oslo era "la única alternativa". El problema no fue sólo que muchos malinterpretaron el interés del Partido Laborista en el proceso de Oslo. El verdadero problema fue la incapacidad de la izquierda de ver en toda su dimensión la tragedia de lo que le estaba ocurriendo al mundo: que ahora estaba dominado por una potencia, y que en lugar de ser integrados por esa potencia, tenemos que comenzar a construir una alternativa política aún más rápido, y aún más concientemente, que antes. Otra evolución muy triste fue que, por el lado palestino así como por el lado israelí, la política se convirtió en una mala palabra. Muchos partidos políticos se disolvieron para convertirse en ONGs, que podrán hacer un buen trabajo pero de una manera muy atomizada. No había nadie que pensara en grande.

¿Podría ser más específico sobre las tendencias que apercibió?

El problema con la izquierda israelí de la época estaba vinculado al problema de las organizaciones palestinas, porque la izquierda israelí nunca emergió como una fuerza de por sí. Fue siempre una reacción a lo que sucedía del otro lado. El colapso de la oposición palestina -el hecho de que Fatah se pusiera de parte de todo el sistema de Oslo- creó una situación en la que muchos en la izquierda israelí se dijeron: "Bueno, no podemos ser más papistas que el Papa. Somos la fuerza ocupante y si los palestinos aceptan [Oslo], ¿por qué nos vamos a oponer nosotros? La izquierda no miró más allá del conflicto israelí-palestino. Mirando más allá - el mundo árabe, los países industrializados, Estados Unidos, - se hubiera podido ver que el acuerdo de Oslo no podía ser mantenido porque se basaba en una mentira. No era sólo la mentira de una "solución real" del problema palestino, sino la mentira de un "nuevo orden mundial", la mentira de la globalización: que todos ganarían con este nuevo mundo y que se abrían oportunidades a todos y que ahora no habría fronteras y que la tecnología resolvería todos nuestros problemas. Entretanto, la izquierda israelí se reunía feliz con activistas y académicos palestinos en todo el mundo, y los palestinos en el terreno sufrían terriblemente. No podían ir a ninguna parte, no podían ir a trabajar. Sufrían ahora bajo la doble opresión de Israel y de la Autoridad Palestina. En los territorios, clausuraron periódicos, arrestaron activistas. Quienquiera hablaba contra el jefe de la Autoridad Palestina, Yasir Arafat, era encarcelado de inmediato.

¿Cómo reaccionó la izquierda israelí ante el régimen de Arafat?

Con la excepción de la organización de derechos humanos B'tselem y nosotros, nadie quería criticar a la Autoridad Palestina [AP]. Todos compartían ese tipo de perdón condescendiente: "Bueno, sabe, acaban de comenzar. No podemos cambiarlo todo en un día". Cuando B'tselem publicó un informe sobre las violaciones de derechos humanos de la AP a fines de los años 90, hubo voces en la izquierda radical israelí que decían: "No es cosa nuestra". Fue otra traición a los derechos humanos básicos, no se confrontó efectivamente la realidad en Cisjordania y en Gaza.

Gran parte de la desilusión del campo de la paz por el fracaso de la cumbre de Camp David en julio de 2000 provino de la noción de que con Arafat se había "perdido un socio por la paz". Cuando comenzó la segunda Intifada, fue considerada un nuevo y más grave incidente de esa traición.

¿Participaron los radicales en el campo de la paz israelí en esa historia?

Si Oslo fue un momento crucial, Camp David fue el segundo. La izquierda israelí interpretó mal la situación. Camp David, con el primer ministro israelí de aquel entonces, Ehud Barak, a la cabeza, debería haber sido la culminación del proceso de Oslo. Pero no existía base alguna para esa esperanza, y la gente no quería comprenderlo. Arafat sólo era un jugador secundario en esta historia. La fuerza que no le permitió a Arafat firmar [en Camp David] fue el pueblo palestino. Arafat sabía que no estaba de ninguna manera en condiciones de firmar el acuerdo. El campo de la paz y la izquierda tenía que ver con el pueblo palestino, no con Arafat. Si había que culpar a alguien [por el fracaso de Camp David y la Intifada], había que culpar al pueblo palestino. Esto presenta aspectos más amplios: si se llega al punto en el que se está contra el pueblo mismo que se quiere "liberar" entonces ¿dónde se está? La mayor parte de la izquierda israelí no fue capaz ni estuvo dispuesta a comprender la frustración y el dolor palestinos y la humillación de los años de Oslo, y ese fue el principal problema frente a la segunda Intifada. Repentinamente, la izquierda se desilusionó con el pueblo palestino. ¿Qué causaba tanta desilusión? ¿No comprendían que los palestinos eran los que estaban desilusionados con el proceso de Oslo, con la izquierda israelí y con cómo la izquierda no veía la desproporcionada división de la riqueza en el "Nuevo Medio Oriente" que la izquierda quería construir? Los palestinos estaban desilusionados y los israelíes estaban desilusionados, y eso, por cierto, creaba desconfianza. El fenómeno de las reuniones entre israelíes internacionalistas y activistas palestinos de los años 90 cesó después de Camp David. Ahora se veía a escritores y activistas israelíes muy importantes que de repente se convertían en anti- palestinos y decían: "Ahora comprendemos vuestra verdadera naturaleza".

Díganos algo más sobre la izquierda y la segunda Intifada.

Quisiera concentrarme en la izquierda internacional, que no entendió la segunda Intifada. Creyeron que esta Intifada es un movimiento de liberación nacional -la segunda ola de la primera Intifada de fines de los años 80. Nosotros [la ODA] no apoyamos la segunda Intifada. Al principio, la Intifada no reflejó la seria y genuina frustración con Oslo. Pero, ante la ausencia de cualquier otra alternativa política, se apoderaron rápidamente de esos sentimientos de frustración. Así que terminamos por tener una Intifada con tres cabezas. Una, la AP, no apoyaba abiertamente la Intifada porque continuaba atada por el acuerdo de Oslo, pero la alimentaba entre bastidores y la utilizaba para reconquistar el perdido prestigio de Arafat. La segunda fuerza era el Fatah que quería aprovechar la Intifada para recuperar posiciones que le habían sido arrebatadas -o por lo menos lo creían- por los miembros de la OLP que habían vuelto del exilio. No creo que el Fatah haya tenido un verdadero entendimiento de la situación, o alguna motivación para luchar por una sociedad diferente en Palestina.

Definitivamente nunca tuvieron alguna posibilidad de derrotar militarmente a los israelíes, aunque dijeron que ese era su objetivo. La tercera fuerza fue, desde luego, Hamás, la única organización que no abandonó la lucha armada después de Oslo. Esta Intifada era suya. Hamás prometió al pueblo que dentro de cinco años -con una acción suicida tras la otra - iban a liberar Palestina. Desde luego, esto fue un contrasentido total, y ni hablar de su valor moral y político. La izquierda palestina fue totalmente captada por el elemental discurso de Hamás, y su apoyo disminuyó terriblemente.

Por la oposición de la izquierda internacional al primer ministro Ariel Sharon, malinterpretaron la situación y consideraron esta Intifada como un vehículo para el cambio. Creo que no puede ser, porque no contiene el mensaje, la estrategia, ni el objetivo. Citaré sólo un ejemplo: No pienso que el infame y espantoso linchamiento [de dos soldados israelíes] en Ramala en octubre de 2000] hubiera sido posible antes de la Intifada. Ante la ausencia de una sana dirección de la izquierda laica que formara parte del diálogo político, la sociedad palestina cambió -no cabe duda. En la primera Intifada, las organizaciones progresistas palestinas podían distinguir entre judíos y sionistas, o por lo menos entre los colonos y los activistas por la paz. Actualmente, en parte por el deterioro económico, pero en parte porque ha desaparecido la dirección de izquierda, han colocado a casi todos en un solo canasto: "los judíos".

A su juicio, la izquierda israelí no hizo en ningún momento este análisis.

Sí. Si lo hubieran hecho, hubieran visto que la Intifada fue, ante todo, es ante todo, una manera de decir no a Oslo y a todo lo que condujo a ese resultado. Comprender ese análisis es comprender que los israelíes tienen que buscar una solución totalmente nueva y dejar de considerar el Medio Oriente a través del prisma de la supremacía sionista y de EE.UU. Hasta ahora, la mayor parte de la izquierda israelí sólo quería ver la realidad a través de este prisma.

Después de Camp David y de la Intifada, ustedes comenzaron a utilizar nuevos tipos de estrategias políticas, pero no sucedió lo mismo en gran parte de la izquierda israelí. ¿Qué camino siguió la izquierda israelí después de Camp David?

Un gran sector de la izquierda israelí, sobre todo gente del Partido Laborista y de Peace Now, se concentró especialmente en los asentamientos. Desde el punto de vista político, se retiraron considerablemente y esperaron días mejores, y han sufrido una gran desilusión. La otra parte de la izquierda, muy pequeña, comenzó a tratar de aliviar los sufrimientos causados por la ocupación israelí, especialmente después de la reocupación israelí de los territorios de la AP en abril de 2002 - llevando frazadas, harina y cosas así. La situación en los territorios era muy mala en esos momentos - muchos cierres y pobreza. La gente no tenía acceso a alimentos y medicinas. Pero el problema va mucho allá que algunas frazadas y algo de harina. El problema tiene dos dimensiones: ¿será capaz la sociedad palestina de edificar desde su interior una alternativa a la actual dirección? No importa cuántos sacos de harina lleves, si a la larga, la dirección palestina está dispuesta a firmar otro acuerdo como Oslo. Y por el lado israelí, ¿continuará la izquierda viendo el Medio Oriente a través del prisma de la superioridad? ¿Tiene que ser Israel siempre superior al mundo árabe?

¿Quiere decir que las actividades de solidaridad en realidad podrían consolidar las estructuras de la ocupación?

Realizaríamos trabajo de solidaridad -misiones humanitarias- siempre que estuviésemos construyendo una respuesta política al vacío al otro lado. Si encontráramos actualmente una organización sana de izquierda en los Territorios Ocupados, como fue el caso en el pasado, y supiéramos que al llevar suministros estuviéramos ayudando a que ese grupo construyese una mejor estructura de la sociedad, lo haríamos, como táctica. No se considera que realmente vaya a aliviar el hambre. Se hace porque se desea lograr la atención internacional. Pero si las partes del otro lado no van a convertir esa ayuda en canales políticos que puedan cambiar la realidad, entonces... lo siento, pero si la actual dirección palestina no puede suministrar a su gente frazadas y harina, hay que cambiarla. Pero si uno lleva las frazadas y la harina, ¿cómo va a cambiar?

En todo el mundo, sólo la opinión pública israelí se unió a la opinión pública de EE.UU. en la guerra de Irak. ¿Cómo reaccionó la izquierda sionista y antisionista ante la campaña belicista?

Por desgracia, la izquierda israelí en su conjunto no comprendió el inmenso peligro que refleja esta guerra - de nuevo, porque siguen viendo las cosas a través del estrechísimo prisma del conflicto israelí-palestino. En este caso, vemos una conducción semi-fascista que emerge en EE.UU. Lo que es verdaderamente aterrador es el documento de Dick Cheney [el documento de Guía de la Política de Defensa de 1992 que es ampliamente considerado como el precursor de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2002 adoptada por la Casa Blanca]. Dicen bien claro que están allí para asegurar la dominación del mundo de EE.UU. por todo el tiempo posible. Antes del comienzo de la guerra, tratamos de organizar en este país una coalición contra la guerra, y tengo que decir que fracasamos.

Logramos realizar unas pocas manifestaciones frente a la Embajada de EE.UU. Desde luego, no pensamos que los manifestantes podrían detener la guerra, pero lo consideramos como algo muy, muy, importante para incrementar la oposición. Todos sabemos que, a la larga, el conflicto israelí-palestino no puede ser resuelto dentro de los parámetros de Israel y Palestina, israelíes y palestinos. Sólo será resuelto cuando cambie el equilibrio de fuerzas en el mundo. Las manifestaciones en todo el mundo que comenzaron antes de la guerra fueron señales muy importantes de que existe, en muchas partes del mundo, una percepción del peligro que la administración Bush representa para el mundo. Por desgracia, la izquierda en Israel no llegó a confrontar ese peligro.

¿Cómo vio usted el hecho de que la izquierda radical establecida no se haya unido a las manifestaciones contra la guerra?

Esto puede ser explicado por el hecho de que, a fin de cuentas, ven a EE.UU. como el pacificador. Sin EE.UU., no habría "hoja de ruta", nadie que "obligue" a Israel a algún tipo de paz negociada. No puedes manifestar contra EE.UU. por belicista y luego pasar a pedir a los estadounidenses que vengan a imponer la paz aquí. Si EE.UU. está manejando una ocupación en Irak, ¿porqué iba EE.UU. a disolver otra ocupación que ha durado décadas? La gente espera que EE.UU. solucione el conflicto israelí- palestino, y eso no sucederá. Señalaría que hemos iniciado unas siete acciones creativas y considerables y que se unió a nuestras protestas una comunidad [considerable] de artistas y jóvenes -israelíes sin un pasado de activismo, pero que estaban preocupados por la guerra. El evento de Veto al Teatro, por ejemplo, activó a 30 actores originales y a un público de 250. Sin embargo, hablo de personas, que son en general apolíticas, que sintieron en sus entrañas que la guerra no era correcta y que tenían que expresarse en su contra. Aunque sus acciones fueron muy importantes, no se convirtieron en una actividad continua. Una vez que terminó la guerra, la actividad se acabó.

Históricamente, la izquierda judía israelí no tomó en serio el estatus de los palestinos dentro del Estado, pero ha sido un área en la que ustedes han estado trabajando durante décadas. ¿Dónde ubicaría a la población palestina dentro del conflicto regional en su conjunto en este momento histórico?

Se ha discriminado tradicionalmente a los palestinos como una minoría dentro de Israel. Eso no ha cambiado. Cuando estalló la segunda Intifada, también inflamó a los palestinos en Israel, porque fue una Intifada desde la base. Lo que se vio en las localidades palestinas fue cólera porque la sociedad israelí se enriqueció considerablemente durante el período de Oslo; aunque llegaron inversiones a Israel, la sociedad palestina dentro de Israel no recibió ninguna parte de ellas. Los árabes en Israel pensaron que serían los intermediarios entre el mundo árabe e Israel, pero los echaron a un lado.

Nosotros, en la ODA, comenzamos a preocuparnos del problema del desempleo [entre los palestinos en Israel]. El desempleo en las áreas árabes aumentó a un 20 por ciento, mientras que el desempleo israelí en general fue de un diez por ciento. La estructura de la economía posterior a Oslo fue una de las causas del descontento en octubre de 2000. Toda la industria ligera desapareció e Israel entró a la alta tecnología -un sector del que los árabes fueron excluidos por temas de "seguridad". Los palestinos de Israel y de los Territorios Ocupados han sido siempre la fuerza laboral dominante en la industria de la construcción, pero cuando el primer ministro Yitzhak Rabin declaró la política de cierre en 1993, los palestinos de los territorios fueron excluidos. Israel comenzó a importar mano de obra extranjera y la expulsión de los trabajadores árabes israelíes resultó muy conveniente. Entre 1995 y 2000, 35.000 trabajadores palestinos israelíes en la industria de la construcción perdieron sus puestos de trabajo. Los trabajadores extranjeros beneficiaban económicamente al Estado. Entre 2001 y 2002, comenzamos a buscar medios para resolver el problema del desempleo en la base, negociando sitios para obreros árabes en grandes compañías israelíes. Dentro de un año habíamos negociado 600 puestos de trabajo. Desde luego, no apoyamos la expulsión de los trabajadores extranjeros, pero estamos definitivamente a favor de que se termine con su importación.

Actualmente, la izquierda israelí establecida está comenzando a presentar nuevas dudas sobre la viabilidad de la solución de dos estados. ¿Cómo han enfocado recientemente este tema ustedes, y las organizaciones con las que trabajan? ¿Sigue siendo una alternativa viable la solución de un estado?

Después de la primera Intifada, y durante los años 80, estuvimos muy a favor de la solución de dos estados. Pero quedó en claro, después de Oslo, que Israel no quiere una solución de dos estados. Ven a Israel como un estado soberano con una entidad palestina que existe bajo su influencia. Incluso dentro del contexto de la "hoja de ruta", Israel nunca habla de un estado palestino soberano. Lo que Oslo hizo fue dejar en claro que la solución de dos estados ya no es viable. En el contexto internacional, ¿quién la va a producir, o a imponer? Hay algunos intelectuales, tanto israelíes como palestinos, que siguen hablando de una solución de un estado, pero que piensan que es como un juego intelectual. ¿Si ni siquiera se es capaz de llegar a una solución de dos estados, cómo se va a llegar a una solución de un estado?

Lo primordial es lo siguiente: para que haya una solución justa y equitativa en el Medio Oriente, tiene que cambiar el escenario global. En última instancia, el cambio global tendrá que provenir de los países industrializados. El Tercer Mundo está exhausto. Fue posible contar con el Tercer Mundo cuando existía la Unión Soviética, pero actualmente EE.UU. es la única superpotencia, y no hay un contrapeso, no habrá una solución en el futuro cercano. Por ello, estamos considerando con mucha atención el movimiento contra la globalización y el movimiento contra la guerra, y esperamos que pueda emerger un contrapeso global de esos sectores. Hasta ahora, esos movimientos no han estado dispuestos a convertirse en verdaderas fuerzas políticas. La protesta es buena, pero no basta. Si se quiere cambiar el sistema, hay que cambiar el régimen. No se cambia el régimen rehuyendo el poder.

A su juicio, entonces, la izquierda israelí no ha comprendido el mayor marco global del conflicto. Continúa concentrando sus esfuerzos en el trabajo de solidaridad y en el binario en el que se basa: Israel y Palestina, ocupante y ocupado. Siguen actuando en un paradigma de los años 80.

Por cierto. La izquierda está quemada - están cansados. No ven la perspectiva global. Este conflicto es inmenso, pero hay otro que es mucho más grande: el conflicto mundial. Éste es el conflicto que hay que confrontar si queremos esperar una solución justa para el Medio Oriente.

21 de agosto de 2003