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Medio Oriente

21 de junio del 2003

Palestina: La destrucción llega a su apogeo
El mejor cómplice de los suicidios

Jennifer Loewenstein
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Alambradas de navajas de alta seguridad, vallas eléctricas y de acero, barreras y bloques de ruta de hormigón, torres de vigilancia y tanques, helicópteros, aviones teleguiados y F-16 en el aire, y la perspectiva de un muro gris que nos rodeará -esas son las fronteras de Gaza y de Cisjordania. Jennifer, eso es lo que nos encierra en nuestra tierra que cada día es más pequeña, lo que deja cicatrices y profana nuestras ciudades y aldeas. Las aplanadoras destrozan el suelo y se tragan nuestros hogares y nuestros huertos. Espantosas garras robóticas desgarran nuestra tierra y el pavimento de nuestras calles y hasta caminar se hace imposible. ¿Cómo puedo escapar? Las fronteras a mi alrededor me atrapan en cada curva. Lo peor de todo es que cuando cierro los ojos la misma alambrada de púas atraviesa mi mente, así que no puedo fugarme. Ni siquiera en mis sueños.

Un universo paralelo corre junto al que es evocado por la prensa. Ahí, donde la Hoja de Ruta a la Paz es analizada y criticada, elogiada o condenada, una dura realidad confronta a los lectores preocupados de que la última violencia va a destrozar todo intento hacia la paz -o restándole importancia mientras las palabras se convierten en trozos de carne humana en las calles. Lejos del comentario crítico, un proceso de cincuenta y cinco años de desplazamiento y destrucción humana continúa interrumpido por la tempestad que se desencadena en los titulares.

Para comprender el conflicto palestino, hay que dejar de lado las palabras que lo oculta. No hay un estado que se prepare, no hay una autonomía que se esté creando, no hay una autoridad palestina soberana, no hay retiro alguno de los territorios en los que se han asentado ilegalmente, no hay cese de la ocupación. Un mapa auténtico mostraría Cisjordania cortada en dos por los crecientes asentamientos de Ariel, estrangulada dentro de puntos de control y puestos militares de avanzada, acuchillada por carreteras sólo para judíos, dividida y rodeada por el nuevo muro del Apartheid, fragmentada en aldeas resecas, cuyos recursos Israel ha robado para sí y los asentamientos que tiene el propósito de conservar.

Un mapa real mostraría la Franja de Gaza roída por los dos lados por aplanadoras, las casas y negocios a los bordes de Rafah y Beit Hanoun convertidos en montones de alambre retorcido y piedras quebradas. Las fronteras de Gaza van cediendo lentamente, ante nuestros propios ojos, mientras las familias huyen al interior, a los campos atestados de gente -aislados también por más puntos de control o carreteras de circunvalación de los colonos. Las piletas de tratamiento de aguas no funcionan mientras los wadis y los pozos de llenan de bacterias y enfermedades, el aire y el agua se pudren por la asfixia medioambiental. La costa pertenece casi exclusivamente al bloque de asentamientos Gush Katif y a los botes patrulleros israelíes en el mar.

La destrucción de la tierra de Palestina llega a su apogeo. Lo que fue reducido a un 46% en 1947 se había convertido en un 22% veinte años más tarde y es menos de la mitad de eso hoy en día. No hay planes, procesos, o mapas que traten de restaurar eso, aunque fuera en parte. El gran problema que queda es qué hacer con los habitantes que se niegan a partir. Lentamente, poco a poco, los están aplanando y dinamitando, los persiguen o los encarcelan, los deportan, detienen, bombardean, entierran, rodean, les disparan, o los transfieren gradualmente fuera de la vista. La comunidad internacional se queda muda, sin intención de intervenir.

¿Por qué no hablan de esto sus periódicos?

Olvídense de la Hoja de Ruta. No se dejen seducir por la verborrea sobre la paz. Israel es una base militar y terreno de pruebas de armas offshore de EE.UU. Es una colonia occidentalizada para suprematistas blancos que buscan manera de librarse discretamente de su población de niggers. Es una franquicia de EE.UU. para la nueva economía global, un negocio para el consumo, un anuncio para un Disneyworld- vuelto-nativo, un campo de entrenamiento de terroristas para fundamentalistas judíos, la organización terrorista mejor financiada del mundo fuera de Estados Unidos continental, un punto de apoyo estratégico en el Medio Oriente para los neoconservadores sedientos de petróleo, hambrientos de poder.

Es el mejor cómplice de los suicidios.

14 de junio de 2003
Jennifer Loewenstein vive en Madison, Wisconsin (EE.UU.) Pasó gran parte de los últimos tres años en campos de refugiados palestinos en la Franja de Gaza, Cisjordania y Líbano. Es miembro de la Palestine/Israel Peace & Justice Alliance (PIPAJA) y fundadora del Rafah- Madison Sister City Project. Su correo es:

jsarin@facstaff.wisc.edu