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Medio Oriente

17 de junio del 2003

Ituri: crímenes sin castigo

CIDAF

Los combates y las matanzas que siembran el luto en Ituri, esta región del noreste de la República democrática del Congo, son un testimonio de la aplastante responsabilidad de los Estados vecinos. Pero, ¿qué gendarme del mundo se preocupa por ello?

Se trata de una región enclavada, adosada a la frontera ugandesa, perdida en el extremo noreste del antiguo Zaire. La tierra es fértil, el subsuelo, trufado de minerales apetecidos. Pero, de las entrañas de Ituri se exhuman sobre todo en estos momentos cadáveres mutilados. Sin que los lamentos ahogados de supervivientes alelados conmuevan, a nada que les lleguen, a los gendarmes del mundo. Desde 1998, desde que el veneno de la guerra gangrena los confines de la República democrática del Congo (RDC), país-continente amenazado de despiece, se recuentan en este "moritorio" tropical 50.000 muertos y medio millón de desplazados. Cada vez que una milicia tribal, guiada o no por sus mentores extranjeros, reconquista Bunia, capital de un Ituri saqueado, deja tras de sí el hedor de los montones de cadáveres .A mediados de mayo, el conflicto que enfrentó los milicianos de la etnia hema, minoritaria, a sus homólogos lendu habría costado la vida a más de 230 civiles. Sucede que, tanto en un bando como en otro, los pistoleros sólo tengan 10 años. Como en Liberia o en Sierra Leona, chiquillos drogados hasta las cejas se embriagan con el placer mórbido de matar, aterrorizar y envilecer.

Kigali y Kampala se enfrentan ferozmente, por medio de movimientos rebeldes interpuestos, por la supremacía regional.

¿Cambiará el viento? La impotencia del contingente local de la MONUC - 700 uruguayos poco armados, a menudo encerrados en sus campamentos y a punto de dejar sitio a una fuerza venida de Bengladesh - resulta obscena. Testigos obstinados, sacerdotes o francotiradores humanitarios, obligan a los tenores del planeta a salir de su apatía. Tanto más cuanto el asesinato reciente de dos observadores de la MONUC hace repentinamente más audibles los gritos de alarma. Conducida por militares franceses, una "misión de reconocimiento" estudia desde el 20 de mayo las modalidades del encauzamiento de los socorros. ¿Una pesadilla logística? ¡Qué importa! A instancia del secretario general de la ONU, Kofi Annan, París consiente en animar una fuerza internacional de urgencia. Pero a condición de que se le dé un mandato un mandato tan claro como preciso y de obtener el aval de todos los actores regionales. La cosa empieza mal: nueve años después de la operación "Turquoise", considerada por Kigali como una especie de salvoconducto ofrecido a los cerebros del genocidio, Rwanda y sus protegidos congoleños rechazan toda "injerencia" tricolor en los grandes lagos. A pesar de que el compromiso esperado de Sudáfrica, Nigeria, incluso Gran Bretaña, contribuiría a suavizar su hostilidad.

Presos por los demonios de la etnología, como Le Trouhadec lo fue por el desenfreno, los "afro-fatalistas, se han apresurado en reducir las matanzas de Ituri a un enésimo episodio de un enfrentamiento ancestral. Sí, hace ya más de un siglo que los litigios por la posesión de la tierra agudizan los enfrentamientos entre Hema y Lendu. Desde entonces varias carnicerías han enlutado la crónica local. Pero el frenesí mortífero en el que han basculado los rivales se debe a sus padrinos exteriores. Cuidado con el genocidio, previenen al unísono los enviados onusianos, Carla del Ponte, fiscal general del Tribunal penal internacional, o Sergio de Mello, alto comisario de las Naciones Unidas de Derechos Humanos y próximo representante espacial en Bagdad. El régimen ruandés arma y manipula así el entorno hema, por medio de la RCD. Tanto más cuanto el poder tutsi del país de las mil colinas y sus aliados de Ituri comparten la misma obsesión: el aniquilamiento de las minorías. Tras haber trabajado en ambos campos, en una confusión que refleja la intensidad de la lucha de clanes en el seno del ejército, Uganda teleguía a los combatientes lendu. Y sus oficiales negociantes, se adaptan perfectamente al caos armado en el que se hunde el distrito desde que se retiraron sus tropas, el 19 de mayo. ¿Por qué extrañarse? Asociados antes contra su antiguo protegido, el difunto Laurent-Désiré Kabila, derrocador de Mobutu y dueño un tiempo de Kinshasa, Kigali y Kampala se enfrentan ferozmente, por medio de rebeldes interpuestos, por la supremacía regional. Sin perder de vista bazas más prosaicas. Diamantes, oro, maderas, cobalto, coltan: los recursos de Ituri azuzan la codicia tanto de los grandes vecinos como de las sociedades privadas americanas, surafricanas o europeas. Y no hablemos de los fabulosos yacimientos de petróleo que habría en el sector… Vista desde esta perspectiva, la riqueza significa una auténtica calamidad.

En noviembre de 2002, la ONU había consagrado al saqueo congoleño un informe demoledor, tanto para la nomenclatura de Kinshasa como para los esbirros del ruandés Paul Kagame y del ugandés Yoweri Museveni. Un detalle: sólo las larguezas anglo-americanas protegen estos dos jefes de Estado del naufragio presupuestario.

(…) Tarde o temprano, habrá que preguntarse por qué las guerras del Congo-Kinshasa han suscitado tan escaso eco. Combates, éxodos, hambrunas, epidemias: en cinco años, han perecido de 3 a 4 millones de civiles. ¿Quién les hará justicia? Rwanda tiene su tribunal ad hoc, Sierra leona el suyo. Pero la República Democrática del Congo, nada.
Vincent Hugeux
(L'Express, 29.05.2003)
Traducido de l'Express