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Medio Oriente

17 de junio del 2003

El apartheid como clave para entender el pasado y presente sudafricano

Alejandro Fasolis
Observatorio de Conflictos, Argentina

"Todo era tan fácil en los viejos tiempos, cuando los boers eran arrogantes y los cafres unas bestias, cuando los presos políticos se ahorcaban o se tiraban por la ventana de un undécimo piso. Ahora todo el mundo tiene las manos manchadas de sangre"
Rian Malan

Este fragmento de pensamiento de un "sudafricano blanco" podría ilustrar de manera excelente lo que fue y lo que es ese país sin nombre, que desde siempre fue nombrado por una específica situación geográfica. No hay nada que haya ocurrido en Sudáfrica que no aparezca retratado, de alguna forma, en este comentario que realiza un periodista blanco. Racismo, etnocentrismo, subjetivismo, violencia, matanza, segregacionismo. Todo está dentro de unas pocas líneas, todo está dentro de unas pocas palabras. Esto coincide con encontrar una palabra que pueda hacernos recordar y ver de manera distinta. Coincide con el hecho de que una palabra signifique "tanto", tanto, no solo en el aspecto cuantitativo, sino en el ámbito cualitativo. Es el hecho de la universalidad de la palabra, y ya no de la palabra sino del sentimiento que lleva consigo la palabra.

Esa palabra es APARTHEID, y si se quisiera se podría sustituir todas esas líneas anteriormente citadas por estas pocas letras. El apartheid es la bisagra de la historia sudafricana, bisagra no en el sentido de cambio, sino en el sentido de unión, de articulación. Es la forma por la cual se puede entrar al pasado sudafricano, al pasado colonial, y es la forma de entender en presente negro, presente liberto e independentista. Es el apartheid el instrumento que da cohesión al ayer y al hoy sudafricano.

Todo el pasado está minado por una perpetua ruta que lleva a la segregación, a la dominación blanca y a la explotación negra, una ruta que duró siglos, que a través del sufrimiento parecieron milenios. Una ruta que fue poco a poco quitando y quitando hasta utilizar a los sudafricanos al igual que piezas de ajedrez que nunca podrían ganar. Todo el pasado es eso. Y el presente es lo que dejó el apartheid. El presente es el odio, la violencia, el rencor, la sangre. La mirada del pasado y del presente sudafricano es la mirada del apartheid, y viceversa.

Primer momento - Segregación

El apartheid es un despliegue de mecanismos tanto políticos, sociales, económicos, como ideológicos. Estos mecanismos no fueron resueltos e implementados de forma espontánea o arbitraria, son una parte de la línea que atraviesa toda la historia sudafricana. Son el desarrollo de todo lo que se venía dando tanto a escala política, como económico y racial, el reflejo del pasado y la imagen del futuro. El apartheid es una construcción, y como toda construcción tiene un tiempo y una finalidad. El tiempo va a traer consigo el recuerdo del proceso de dicha construcción, y la finalidad va a tratar de darle sentido y significación a cada ladrillo que se coloque.

Se podría ir para atrás todo lo que quisiéramos para encontrar rastros de los que fue el apartheid. Esta "construcción" es fruto, específicamente, de un desarrollo histórico que puede situarse entre 1910 y 1970, y que tiene que ver con dos procesos muy importantes y determinantes para su construcción: uno es el desarrollo del capitalismo y el otro es la formación del Estado.

A partir de la colonización inglesa, no solo en Sudáfrica sino en toda África, los blancos detentaron una supuesta superioridad cultural sobre los pueblos nativos. Sin embargo, esta colonización estaba también gobernada por ideas asimilacionistas, en sentido de tratar de introducir una cierta occidentalización en la población africana, en pos de lograr su aculturación.

La expansión de las ideas racistas y el descubrimiento de las minas de oro y diamantes socavaron la tendencia "asimilacionista" de la colonización. El darwinismo social de fines del siglo XIX sirvió de herramienta para la toma del poder político y la restricción del mismo a la población negra. Es en este momento cuando comienza una política segregacionista, y la superioridad cultural establecida por y para los blancos se hace realidad de la mano del racismo científico.

El descubrimiento de los diamantes en 1869 y del oro en 1886 estuvo regido por una monopolización por parte de capitales británicos desde el principio. Ya se podía hablar de una industria minera, a la cual se le había anexionado un intenso mercado de mano de obra. Este mercado debía ser muy abundante y barato. La minería del oro era demasiado cara, debido a sus propias características relacionadas con el costo de su extracción, por lo cual se debía reducir dicho costo. Esta reducción estuvo orientada por un control centralizado de la mano de obra. La forma de poner en práctica esta coerción fue a través de prácticas estatales, como la legislación. El estado no sólo solucionó la imposibilidad de capturar mano de obra barata, sino que a su vez institucionalizó una coerción extraeconómica sobre toda la población negra.

Este es el punto en donde se ve la separación. Es aquí donde, a través de ciertas legalidades, se diferencia la población nativa. Los nativos fueron perdiendo territorio, debido al cambio de las relaciones de tipo servil y la imposibilidad legal de comprar tierras. Esto significó la creación de las llamadas "reservas" en donde vivían los negros, alejados de la ciudad, y desde donde tenían que emigrar para brindar su trabajo. Estas reservas eran un mecanismo estatal al igual que los demás, tenían implicancias tanto económicas como ideológicas, y fueron el germen principal de lo que después se conoció como apartheid. La rama agrícola de la economía sudafricana, que había monopolizado la producción por mucho tiempo, cayó rendida a los pies de la producción aurífera, que gozaba de un gran esplendor debido a los grandes ingresos que generaba.

Todo este proceso, de industrialización y cambio concreto de la economía sudafricana, se dio en el marco de una cuestión política muy importante como fue la creación de la Unión Surafricana. Como bien lo dice el nombre, fue la unión, bajo la supervisión del gobierno británico, de las provincias de El Cabo, Transvaal, el Estado Libre de Orange y Natal, que permitió la unión a su vez de todos los intereses de la burguesía blanca, e intensificó la explotación de la población nativa. La segregación impulsada por la explotación racial permitió aunar las fuerzas de la raza blanca y cerrar ciertas heridas, las heridas que quedaban abiertas tanto por cuestiones étnicas (ingleses-afrikaners) como económicas (burguesa minera y agrícola).

Segundo momento - Apartheid

El primer momento, que llega hasta la década del treinta, se puede decir que es el del desarrollo capitalista de Sudáfrica. Caracterizado por el surgimiento moderado de una industria; la utilización del Estado (a través del establecimiento de la Unión Surafricana) para asegurar el crecimiento de relaciones capitalistas; y una segregación basada en la explotación del pueblo negro.

Aunque estas características, que se desarrollan hasta la década del cuarenta, tiñen al Estado de intervencionista, es después de esta época cuando interviene de forma más concreta, se hace cargo de la racionalización de la industria y regula la utilización de créditos.

Si el problema del primer proceso de industrialización fue la captación y regulación de una masa de mano de obra abundante y barata, en este segundo momento el problema es mantener la tasa de ganancia despejada de la mano de obra, ya que se venía dando una declinación en la productividad que generaban las reservas africanas.

Es así como, en 1948, surge el Apartheid. Con el triunfo del Partido Nacional se produce la institucionalización definitiva, aquí es cuando se legaliza y cuando la segregación se vuelve más brutal. Más allá de que, a grandes rasgos, se vea una continuación del anterior proceso de segregación, en este momento el Estado trata de extremar todas las formas de racismo. De esta forma, toda la población sudafricana fue dividida de acuerdo a la raza y se alejó a todos los africanos de los espacios políticos.

El apartheid se transformó en el ideal blanco de una vida social sin presencia negra: se prohibió el proceso de urbanización negra; le fue imposible a la población africana la entrada a las ciudades. Esta pretensión de "vida blanca pura" estaba basada en la creencia en que cualquier asentamiento negro provocaría un espontáneo estallido de violencia social. El sistema de influx control era la herramienta principal, era la forma de coerción con la que contaba el Estado para impedir y controlar la entrada de negros a las ciudades y, por consiguiente, de cumplir con el abastecimiento de la mano de obra. Aparte, el propio Estado imposibilitaba la adquisición, por parte de la población negra, de créditos para viviendas.

Otra de las políticas estatales relacionadas con el apartheid, pero que a escala ideológica posee un mayor peso, es la regulación de la educación. Se construyeron distintos niveles educativos, en los cuales (obviamente) los negros ocuparían el estrato inferior. El estado se hacía cargo de la estructura total de la educación, dejando a un lado a las escuelas religiosas, que venían teniendo la mayor parte de la carga educativa hasta 1950. Esta política, como todas las anteriores, fue resuelta por Verwoerd, mentor principal en la estructura ideológica del apartheid y posteriormente (1961) primer ministro de Sudáfrica.

Otro de los puntos de caracterización del apartheid, que adquiere gran importancia por su raíz también racial, es el hecho de una purificación final en la raza blanca con la exclusión de los mestizos. Hasta antes de los cincuenta se permitía la socialización mestiza en las ciudades, pero con la institucionalización del apartheid se produjo, no solo la segregación, sino también (y al igual que a los negros) el quite de todo poder político.

Este sistema de apartheid permitió cuidar los intereses de clase de los blancos, como también la supervivencia de los afrikaners como grupo étnico. También posibilitó un crecimiento económico visible, que tuvo como consecuencia cierta movilidad social, obviamente solo dentro de la raza blanca.

Tercer momento - Desintegración del Apartheid

Han pasado demasiadas cosas en Sudáfrica: la colonización, el segregacionismo, la independencia y el apartheid. ¿Pero en realidad han pasado?.

Es imposible construir una sociedad nueva, una sociedad que olvide todo aquello que vivió y comience su vida de cero. Las heridas no cicatrizan tan rápido, ni de la manera en que nosotros quisiéramos.

La realidad es que ese odio racial y ese enfrentamiento de clase, que se venía dando en Sudáfrica con la utilización del apartheid, salieron a flote en un panorama de liberación económica y de desintegración del mismo apartheid. Se rebalsó el odio. La reforma del apartheid que se realizó en los ochenta inició este proceso de debilitamiento estructural. Este apartheid ya no relacionaba clase social con un espacio geográfico: ahora se planteaba la imposibilidad de la no-urbanización negra, por lo que comenzó un proceso de asimilación en las ciudades de población sudafricana.

Este acercamiento provocó, en un primer momento, la creación de barriadas en los límites de las ciudades y, después, un enfrentamiento entre las razas. Esta urbanización acelerada y el enfrentamiento cara a cara de blancos y negros condujo a una resignificación de la vida sudafricana. La presión que ejerce la población negra es impresionante y totalizadora. La lucha se desató sobre el espacio, las tierras y los trabajos, pero esta lucha ya no va a estar producida por la "población negra", sino que se va a dar sobre la base de una nueva división, a través de la raza, la etnia, el idioma o la clase.

Son estas divisiones las que van a gobernar la nueva Sudáfrica. La desintegración del apartheid, permitió, no una sociedad cohesionada, sino una sociedad dividida hasta el hartazgo. Lo paradójico es que, fue en esa nueva división en donde se desató ese odio. El ataque no se dio en contra de los blancos, sino en contra de la propio jerarquización en las nuevas comunidades emergentes. Son las diferencias más mínimas, como por ejemplo los distintos accesos a los recursos, las que generan conflictos internos, por más mínima que parezca esta diferencia. Las diferencias materiales van a ser brecha que separe a las personas en la nueva Sudáfrica. Lo paradójico es que los sectores más oprimidos durante el régimen del Apartheid serán los nuevos excluidos económicos y sociales (¿nuevos?). La desaparición del Apartheid terminó con la obligación estatal de manutención de la mano de obra y atacó directamente a la supervivencia humana de toda la clase. La desintegración del Apartheid no produjo la desaparición de la segregación, sino que modificó su apariencia y su forma.

La violencia, tanto económica, política, como real (material), se apoderó de todo. Dentro de la población negra se acepta violencia como medio de obtención de ciertas cosas y la hegemonía. Cualquiera de los centros políticos de mayor poder, como son el CNA o el Inkatha utiliza esta aceptación de la violencia para beneficio propio, como una herramienta más para retener el poder. Bajo el apartheid se mantenía el orden social a través de medidas represivas que formaban parte de una construcción sociopolítica monstruosa. La ruptura de ese monstruo permitió la dislocación de todo, la incapacidad de aunar fuerzas, la individualización en extremo, la incapacidad de integrar las diferencias.

Ese es el gran problema de Sudáfrica, la incapacidad de digerir las diferencias. Se necesita una gran conciencia cultural para transformar esta situación y dar a luz un espacio social y político sin diferencia, pero no sin razas, sino sin injusticias, SIN APARTHEID.

Bibliografía

- Herman Giliomee Suráfrica
- María Lis Lange Estado, capitalismo y apartheid. En Anuario 13, Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes.
- Joseph Ki- Zerbo Historia del África Negra. Editorial Alianza. 1980
- Mike Morris y Doug Hindson Violencia política, reforma y reconstrucción en Sudáfrica. En Revista Nueva Sociedad. Nov./ Dic. 1993
- B. Breytenbach El hueso del perro. En revista Debats
- Rian Malan Confesiones de un surafricano blanco. En revista Debats