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Medio Oriente

27 de diciembre del 2003

Israel: amenaza para la paz mundial

James J. David
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Pareciera como si todo el mundo estuviera elogiando a las diplomacias estadounidense y británica por sus esfuerzos por convencer al líder libio Mouammar Gadhafi gracias al anuncio de este último de que Libia cesará todo trabajo en sus programas de desarrollo de armas nucleares, químicas y biológicas. Es un logro considerable ya que Libia ha estado en una lista del Departamento de Estado de EE.UU. desde hace más de 17 años como uno de los principales países que apoyan el terrorismo de estado.

Por maravillosas que puedan ser las noticias, Estados Unidos tiene que concentrar sus esfuerzos hacia el verdadero obstáculo a la paz mundial. Libia no constituía un obstáculo para la paz del mundo, ni lo era Irak. Si Estados Unidos dedicara tanto esfuerzo a la solución del conflicto israelí-palestino como lo hizo respecto a las armas de destrucción masiva de Libia, tal vez el pueblo de EE.UU. pueda vivir un poco más tranquilo.

Según un reciente sondeo de la Liga Contra la Difamación [organismo sionista, N.d.T.], un cuarenta y dos por ciento del pueblo de EE.UU. considera a Israel como una amenaza para la paz mundial. Lo que es aún más sorprendente es el resultado de un sondeo reciente en Europa que estableció que un 59 por ciento de los europeos consideran a Israel como la principal amenaza para la paz mundial, y Estados Unidos ocupa el segundo lugar. Libia ni siquiera es mencionada.

Libia nunca ha constituido una amenaza para Estados Unidos y, en realidad, tampoco Irak fue jamás una amenaza para Estados Unidos. La única amenaza que posaban Irak o Libia era la que representaban para la dominación de las armas nucleares israelíes en el Medio Oriente.

Mientras Irak no obedeció una resolución de la ONU suficientemente rápido, Israel ha se ha negado categóricamente a obedecer no sólo a una resolución de la ONU, sino a una cantidad increíble de 69 resoluciones de Naciones Unidas. Las acciones de Israel han provocado la indignación de la mayoría de los estados miembro de la ONU en 69 ocasiones distintas. Han condenado a Israel por la destrucción de aldeas árabes, por el asesinato de mujeres y niños inocentes, por llevar la guerra a estados vecinos, por negarse a abandonar territorios invadidos y ocupados, por asesinar a estudiantes que manifestaban, por matar a civiles que protestaban por haber sido expulsados de sus hogares, por un raid de bombardeo transcontinental contra Túnez y por docenas de otras violaciones. Y en otros 29 casos se habrían adoptado resoluciones de la ONU con verdadero impacto, llamando a Israel a retirarse de tierras robadas y a permitir la autodeterminación del pueblo palestino, entre otras cosas, si no hubieran sido vetadas por el solo voto en disenso de Estados Unidos. Cuando se trata de ejercer algún tipo de poder real contra los que violan las resoluciones de la ONU, parecería que algunos países "son más iguales que otros". Israel se sale con la suya no sólo con una política exterior expansionista, sino que repetida e interminablemente con violaciones de los derechos humanos más elementales de los pueblos sometidos. Aunque los especialistas de las relaciones públicas de Israel nos quieren hacer creer que Israel es una isla de valores occidentales en el Medio Oriente, la verdad es justamente lo contrario. No sólo viola Israel las leyes de los derechos humanos más fundamentales, sino que también es culpable de asesinatos, secuestros, expulsiones, detenciones sin acusaciones ni procesos, confiscación de tierras, y castigos colectivos - para no mencionar la antigua práctica de espionaje contra Estados Unidos, su principal benefactor, y el ataque contra el USS Liberty que mató a 34 marineros estadounidenses e hirió a otros 171.

Apenas pasa un día sin que los israelíes asesinen a inocentes hombres, mujeres y niños palestinos. Hoy mataron a 8 palestinos e hirieron a unos 300. Hace tres días mataron a un niño palestino de 6 años sólo horas antes de que otro niño palestino de 13 años muriera de un tiro a la cabeza. Veinte palestinos han sido asesinados en la última quincena aunque no ha habido ni un solo atentado suicida en más de dos meses. Y justo la semana pasada, los israelíes mataron a tiros a una madre palestina embarazada que trataba de llevar a su joven hijo al hospital. Los israelíes han matado a más de 500 mujeres y niños en los últimos 3 años. Han demolido más de 3.000 hogares palestinos, privando de vivienda a más de 17.000, incluyendo a 2.300 niños.

Estas noticias nunca llegan a los titulares en las primeras planas de su periódico local. Usted no ve al presidente Bush o a Condoleezza Rice en el césped frente a la Casa Blanca condenando a los israelíes por matar a hombres, mujeres, y especialmente niños, inocentes. EE.UU. habla de una política equilibrada para el Medio Oriente, pero miren lo que hacemos en realidad. Tenemos un criterio para el trato de los israelíes que es tan elevado que no pueden ser criticados no importa cuán horribles sean los crímenes que cometen. Tenemos otro criterio para el trato de los palestinos que es tan bajo que financiamos públicamente su limpieza étnica y la tortura.

Puede ser que el presidente Bush se refiera alguna vez a las políticas israelíes como obstáculos para la paz, pero cuando llega el momento de votar en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre los asentamientos ilegales o el muro del apartheid, o sobre los asesinatos, o cualquiera de los demás actos criminales de Israel, Estados Unidos veta toda acción que condene la agresión israelí. Estados Unidos ni siquiera pudo decidirse a condenar la masacre de los campos libaneses de refugiados de 1996 en la que 103 civiles inocentes fueron asesinados. ¿Puede sorprender que el mundo árabe nos odie? ¿Puede sorprender que EE.UU. haya sido atacado? ¿Cómo puede Estados Unidos buscar la paz en el mundo si se permite que Israel haga lo que le viene en ganas? Puede ser que el apoyo a Israel sea lo políticamente correcto, pero mientras más miramos para otro lado, más violencias cometerá. Los políticos de EE.UU. se suben al carro sionista simplemente porque saben que es donde se encuentra el poder. La Liga Contra la Difamación judía y el lobby judío y los grupos de intereses judíos han silenciado efectivamente a todo político que critique la política israelí.

¿Es tan poderoso el lobby israelí y el control judío de nuestros políticos estadounidenses que nuestros funcionarios elegidos han perdido todo sentido del derecho moral? Evidentemente, el ex presidente Jimmy Carter pensó que era así cuando fue llevado a decir, después de dejar su puesto, por supuesto, que ningún político se atreve a oponerse a sus exigencias, porque hacerlo sería un "suicidio político". Toman nuestro dinero, combatimos en sus guerras, y, ya que tienen a ambos partidos políticos en el bolsillo, el pueblo estadounidense no tiene alternativa alguna en el asunto. La protección de Israel es una vergüenza internacional y pone en peligro a los ciudadanos estadounidenses en todo el mundo, además del peligro para nuestra propia nación. Es hora de que el pueblo de EE.UU. confronte el hecho de que el apoyo a las actividades criminales de Israel es el mayor peligro actual para EE.UU. El intento de algunos de disfrazar la amenaza a EE.UU. con otra cosa no es otra cosa que una distorsión política y un señuelo utilizado como un medio de salvar la propia carrera. Si se culpara a Israel significaría el fin de su carrera política.

La reciente decisión de Libia de abandonar sus armas de destrucción masiva es sólo un paso hacia la paz mundial. El paso más importante sería que Israel hiciera lo mismo. Es hora de que Estados Unidos se libere de las garras del lobby judío y tome posición junto a la humanidad. Es hora de que utilicemos nuestra ayuda externa como palanca y de que insistamos en que Israel abandone sus armas de destrucción masiva y respete el derecho internacional. Es hora de que dejemos de engañar al pueblo de EE.UU. Es hora de ser más duro con Israel. Después de todo, Israel es la mayor amenaza para la paz mundial.

24 de diciembre de 2003
*James J. David es general de brigada retirado y graduado en la Escuela de Altos Mandos y del Estado Mayor del Ejército de EE.UU. así como del Curso de Seguridad Nacional, Universidad de Defensa Nacional, Washington DC. Sirvió como Comandante de Compañía con la 101 División Aerotransportada en la República de Vietnam en 1969 y 1970 y también sirvió casi 3 años de servicio activo en el Ejército en y alrededor del Medio Oriente de 1967 a 1969.