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Medio Oriente

15 de noviembre del 2003

Un gobierno israelí al servicio exclusivo de los colonos

Michel Warcharski
La Gauche
La decisión del gobierno israelí de ignorar la demanda americana de no hacer pasar el muro de separación al este de la colonia de Ariel confirma tres cosas: que ese gobierno es claramente el gobierno de los colonos y el representante directo de sus intereses y de su voluntad política; que Sharon y su equipo están determinados a poner en marcha su plan de bantustanización de los territorios ocupados; que no temen eventuales sanciones americanas y consideran las amenazas expresadas por el secretario de estado Powel como cortinas de humo.

Con la ratificación de la segunda parte del proyecto, el muro, o más bien la cerca de separación, aparece claramente tal como es: no una frontera entre Israel y un futuro estado palestino en los territorios ocupados en junio de 1967, sino el encercamiento de las zonas de población palestina densa y la constitución, en el 50-60% de Cisjordania, de enclaves separados unos de otros, que puedan ser declarados, más tarde, "estado palestino interino", según la fórmula de la Hoja de Ruta. En otros términos el viejo plan de Sharon de los enclaves, el plan de los bantustanes.

El plan Sharon

Este plan tiene dos aspectos, uno espacial, otro institucional. Desde el punto de vista del espacio, se trata, como afirma sin rodeos el primer ministro israelí, de colonizar lo más rápidamente posible lo que no lo está aún, en Cisjordania (en la banda de Gaza el proyecto está ya acabado), y crear una continuidad territorial judía-israelí desde el mar hasta el Jordán, encerrando varios enclaves palestinos "independientes". Esta parte del plan, comenzada por Sharon en 1980, y proseguida por los diversos gobiernos israelíes, tanto de derechas como de "izquierdas", está conociendo , estos últimos meses, una aceleración sin precedentes, en flagrante violación de la hoja de ruta que ve en la congelación total de la colonización, una primera condición para la vuelta a la calma y al reinicio de las negociaciones.

El segundo aspecto del plan Sharon, por el contrario, está lejos de ser un éxito. En efecto, para el asesino de Qibiya, de Sabra y de Shatilla, la puesta en pie de bantustanes palestinos supone el aplastamiento del movimiento nacional palestino y por tanto también de la Autoridad Palestina, la capitulación de la población palestina de los territorios ocupados y la formación de una "nueva dirección palestina, pragmática y flexible", en otros términos, un equipo de colaboracionistas, idénticos a los que puso en pie Israel en el sur del Líbano, entre 1979 y 1999.

La diabolización de Yasser Arafat y la voluntad, sistemáticamente repetida desde marzo de 2001, de "neutralizarle" están en el corazón de este objetivo político. La popularidad reencontrada del presidente de la OLP prueba hasta qué punto esta política ha tenido el efecto contrario.

La opción de Mahmoud Abass (Abou Mazen) como primer ministro era un compromiso entre la voluntad de Yasser Arafat de impedir a cualquier precio la nominación de cualquiera que pudiera convertirse en una marioneta dócil en las manos de los israelíes, y la de los dirigentes israelíes que querían ver a la cabeza del gobierno palestino a un hombre que estaría dispuesto a llevar a cabo lo que exigen desde hace mucho tiempo: la destrucción de "la infraestructura del terrorismo", un eufemismo para definir el desmantelamiento de todas las organizaciones, políticas y sociales, del conjunto de las formaciones políticas palestinas, desde las fuerzas islamistas hasta el movimiento de los propios Yasser Arafat-Abou Mazen, el Fatah. En una palabra: la guerra civil.

Arafat indomable

Una vez elegido, el viejo compañero de combate del presidente de la OLP fue sometido a inmensas presiones para llevar a cabo los objetivos israelíes. Supo aguantar, entre otras cosas, a causa de las enormes presiones del pueblo palestino, que no comprendía porqué el gobierno palestino debía servir de perro de guardia de los colonos, cuando paralelamente, el gobierno israelí declaraba abiertamente que no se sentía concernido por la tregua y continuaba los asesinatos selectivos de militantes palestinos.

A Mahmoud Abass no le quedaba sino dimitir. Yasser Arafat retomaba el primer plano, personalidad insoslayable para dar una legitimidad a cualquier nuevo gobierno. Este fracaso de la política israelí va a conllevar una nueva ofensiva contra el presidente Arafat: el gobierno decide expulsar, en el momento oportuno, al dirigente palestino; los ministros y los generales hablan abiertamente de neutralizarlo, concepto que, entre los militares, significa liquidar. Si un veto americano impide por el momento realizar ese crimen, el hecho es que la decisión del gabinete israelí ha abierto una discusión internacional sobre la oportunidad o no de asesinar al líder palestino, siendo numerosos los que ni se escandalizan del hecho de la discusión misma.

La ausencia manifiesta de voluntad por parte del gobierno Sharon de llegar a un alto el fuego y las acciones sistemáticas para sabotear la tregua dejan entrever un largo período de violencia en el que los asesinatos selectivos (incluído, quizá, el del propio Arafat), los bombardeos de las ciudades palestinas y las incursiones en las zonas supuestamente autónomas van inevitablemente a provocar una escalada de la resistencia palestina, incluso con atentados contra objetivos civiles en Israel.

Incluso Georges W. Bush lo ha comprendido: un alto el fuego, indispensable para retomar las negociaciones, pasa por la congelación total de toda forma de colonización y la detención de las agresiones israelíes en los territorios ocupados, y ante todo de los asesinatos selectivos. Los palestinos, por su parte, han probado que estaban interesados y eran capaces de realizar la tregua, a condición de no ser provocados sin cesar por el gobierno israelí para ponerla fin.

El obstáculo a toda forma de desbloqueo de la situación dramática en la que se encuentra el pueblo palestino, pero también israelí, es el gobierno de colonos elegido masivamente por el pueblo israelí hace menos de un año para quien "la paz no está al orden del día en los cincuenta próximos años", que deben ser consagrados a la terminación de la colonización de Palestina.

* Michel Warcharski es presidente del Centro de Información Alternativa (AIC) de Jerusalén. Ha publicado, entre otros libros, Israel-Palestina: el desafío binacional. Ed. Los libros de la catarata
Domingo 26 de octubre de 2003