VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Medio Oriente

9 de octubre del 2003

El Muro de la Vergüenza
La jaula de cemento y alambre de espinos para todo un país

Raül Gallego Abellán
Jerusalén. Rebelión
Cada mañana desde su ventana podía ver más allá de lo que los soldados israelíes le permitían andar. Su mirada cruzaba la Línea Verde, la demarcación fronteriza previa a la Guerra de los Seis Días en 1967, y no paraba hasta el horizonte. Más lejos que aquellos olivos que su padre le contó que no hacía muchos años había plantado el abuelo. Pero llegó un día que Hamed, con diez años, desde su ventana tan sólo podía observar el color gris de unos gigantes monolitos de frío cemento de ocho metros de altura. Ensamblados unos a otros formaban una perfecta muralla que tampoco le dejaban contemplar la salida y la puesta del sol. El muro ha convertido la ciudad de Qalqilya en una prisión, una jaula siniestra y cruel que ha limitado vidas, movimientos y miradas. Hamed ya ni tan sólo puede ver parte de las tierras de su padre. El muro se las ha comido. Pero su imaginación continua volando más allá para poder recordar los olivos que un día perdió su abuelo y ahora su padre.

A Qalqilya le han arrebatado la mitad de sus tierras cultivables y está aislada de Cisjordania y de Israel. Si la vida durante la ocupación militar de las Fuerzas de Defensa de Israel era difícil, ahora los más de 40.000 habitantes de esta ciudad tienen la sensación de estar en una jaula de cemento que arruina la economía, la educación, la vida social y dinamita definitivamente las pocas esperanzas de un día poder obtener una vida mejor. Qalquilia es sólo un ejemplo de los centenares de poblaciones afectadas por la construcción de la Barrera de Separación. Una barrera que su visión y materialización revive fantasmas del pasado. Viejos muros que la intolerancia erigió en el corazón de Europa y que más tarde cayeron con un estruendo optimista pero ingenuo de que nunca más volvería a crearse cosa semejante.

Y no ha sido así. La primera fase de la Barrera de Seguridad se ha completado. Se extiende a través de Cisjordania superando los 145 kilómetros de longitud. El Gobierno de Ariel Sharon ha creado la mayor obra de infraestructura construida en Israel hasta el momento. Verjas electrónicas con zanjas, alambres de espino, sensores de movimiento, aparatos de visión nocturna, zonas con muros de 8 metros de altura de cemento armado, torres blindadas cada 300 metros desde donde se parapetan francotiradores al acecho que no dejan que nadie se acerque y carreteras y rutas de circunvalación. Todo, según el Gobierno israelí con un el único objetivo de defender el país y parar y evitar los ataques suicidas. Objetivo que no se ha cumplido. Con la barrera de seguridad que se ha construido no se ha evitado que hombres y mujeres bomba se hayan infiltrado e inmolado dentro de Israel en unos atentados que han sido calificados como los más sangrientos y que han barrido un gran número de vidas inocentes de ciudadanos israelíes.

Para construir esta primera fase de la barrera de seguridad que se extiende desde Salem hasta Kafr Kassem, se han arrancado y cortado miles de olivos, se ha anexionado el 1,6% de Cisjordania, incluyendo 11 colonias israelíes y 15 pueblos con sus 12.000 habitantes palestinos que han quedado atrapados y aislados en la franja comprendida entre la valla y la Línea Verde. Con este panorama los palestinos fácilmente intuyen que esta medida de seguridad se puede convertir en una frontera definitiva que suponga la anexión de un importante porcentaje de territorio. żY qué pasa con estos 12.000 palestinos que han quedado al otro lado del muro? Tan sólo hay que prestar atención en la suerte de dos pueblos afectados para entrever que el futuro de estos palestinos será más gris que el cemento y más punzante y doloroso que el alambre de espino.

El primero es Jayyus, un pequeño pueblo agrícola que solía vender sus productos al mercado de Nablus y que la mayoría de sus tierras de cultivo han quedado en el lado ahora controlado por los israelíes. Muchos agricultores de este pueblo, de forma desesperada, han decidido desde hace tiempo vivir y dormir en sus tierras por miedo a que un día no puedan volver a recolectar sus frutas y verduras. Sólo una puerta en la barrera controlada por colonos y guardas privados israelíes es la forma de unión con su pueblo y sus familias. Viven en pequeñas tiendas y cobertizos apegados a la tierra y a los elementos pero también a merced de los soldados y los colonos. Sharref Mohammad Omar Khalid, no quiere abandonar aquello que tantos años ha trabajado con sus robustas y curtidas manos de granjero y que su padre había también cultivado. Invita orgulloso a probar sus frutas. Mangos, melones, higos que acaricia como el bien más preciado. "Todo es natural, orgánico". Igual que sus compañeros que han decidido vivir en sus campos de cultivo ha sufrido ataques, insultos y vejaciones de todo tipo por parte de colonos y soldados israelíes. "Éste es el precio que tenemos que pagar por ser palestinos y querer trabajar y conservar nuestra tierra" dice Sharref, "Israel no construye puentes hacia la paz si no que impone su Muro del Aparheid. Pero hay que resistir de forma pacífica. Ellos tienen más fuerza militar pero nosotros más fuerza interior". El Muro del Apartheid es como los palestinos denominan al muro que sólo en Jayyous, ha engullido para Israel unos 9.000 dunums (unos 2000 acres) incluyendo 120 casas, 15.000 olivos, 50.000 árboles de frutas, 6 pozos de agua y campos de pasto. El 87% de las familias de éste pueblo, 480 de 550, se han quedado sin trabajo al no poder acceder a los campos que Israel ha anexionado.

Otro caso desesperado es el pueblo de Numan. El Padre de Yusuf Dir vivía en una cueva antes de construir la que ahora es su casa en Numan. Cerca de la cueva erigió el hogar donde ahora vive Yusuf con su propia familia. Pero ahora él y los 200 habitantes de este pequeño pueblo se encuentran amenazados de expulsión y con el peligro de perder todo lo que tienen. La razón es rocambolesca. Numan, a pesar de estar dentro del área de la municipalidad de Jerusalén y dentro de las fronteras israelíes, no está reconocido debido a un error en el censo del 1967 y sus habitantes se registraron como habitantes de Cisjordania y por lo tanto no reconocidos por el estado de Israel. Ilegales en Jerusalén, Yusuf y sus vecinos, tuvieron que volcar sus vidas hacia Bet Shaur, el único pueblo donde los niños pueden ir al colegio, y Belén. Pero con la construcción de la que también califican como Muro de la Vergüenza los habitantes de Numan quedarán aislados sin posibilidad de acceder a Cisjordania y siendo ilegales en Israel. Ysuf cuenta que desde hace tiempo los soldados acosan el pueblo. "Han detenido barias veces a la mayoría de los hombres del pueblo. Nos cortan el agua, la electricidad, y ya han desalojado y dinamitado algunas casas. Quieren que nos marchemos pero yo seguiré aquí, no tengo nada que perder porqué ya lo he perdido casi todo".

Las voces de indignación de la comunidad internacional y de centenares de ONGs no han servido para nada. Incluso las quejas y enojo del presidente de EEUU, Jorge W. Bush, que mostró durante la visita a Washington del ex primer ministro palestino, Abu Mazen, mientras se intentaba calzar la implantación del prácticamente enterrado plan de paz, Hoja de Ruta, tampoco sirvieron. Occidente hace tiempo que ha construido otro muro que ciega a los ojos de lo que sucede en Oriente Próximo y el siguiente turno de visita a Washington fue para Ariel Sharon y para entonces la osadía y indignación del Presidente norteamericano desaparecieron y se convirtieron en una queja marchita. La ONU calificó la edificación de esta barrera como un "acto ilegal de anexión" de grandes extensiones del territorio palestino. Y un día después de esta declaración el Gobierno de Sharon aprobó el nuevo tramo de la barrera con una longitud de 42 kilómetros.

Con dos fases más el muro estará totalmente construido y superará los 650km. Unas 200 comunidades estarán afectadas y la Cisjordania "controlada" por los palestinos quedará en tan sólo un 54% de la actual. Con estos datos la creación de un estado palestino parece diluirse en el laberinto de encalves, guetos y bantustanes que se convertirá Cisjordania si el proyecto de la Barrera de Seguridad llega a completarse. El perfil del muro en un mapa serpentea La línea Verde y anexiona las mejores tierras, encalves ricos en agua y protege y prolifera la creación de más asentamientos. De momento, las críticas y presiones norteamericanas han hecho que el nuevo trazado del muro no incluirá el asentamiento de Ariel, la segunda colonia judía más poblada de Cisjordania, con 18.000 habitantes. Ariel es una colonia situada a 20 kilómetros de la Línea Verde que, eso sí, tendrá su muro especial que nada tendrá que envidiar a la Barrera de Seguridad.

A pesar de la sorpresa, indignación que ha creado el Muro de la Vergüenza no es ninguna novedad en la línea política de hechos consumados del Gobierno israelí. Con el Muro se materializa una pesadilla mitológica en forma de laberinto minotáurico que divide, separa, corta, aísla los pueblos, caminos, tierras y gentes de Cisjordania y Gaza. Las Fuerzas de Defensa de Israel con la ocupación y con más de 50 check point o puntos de control y con la ayuda de los asentamientos y muchos otros muros más silenciosos que se han construido y se siguen edificando, desde hace unos tres años, han convertido la existencia de los palestinos en una pugna del león contra el ratón y en muchas ocasiones lo que está en juego es la vida.