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Movimientos Sociales

Cooperativa Crometal
La increíble historia de los metalúrgicos del nuevo siglo

El jueves que viene habrá una revolución, aproximadamente a las once de la mañana. Después de un año y medio de conflicto, la metalúrgica Acrometálica ha pasado a manos de los obreros asociados en una cooperativa de 19 integrantes. El jueves, entonces, la Cooperativa Crometal formalizará la reapertura de la fábrica de las estanterías industriales y andamios Acrow, en el kilómetro 41 de la Ruta 2. lavaca estuvo recorriendo la planta, escuchando el olvidado estruendo de una metalúgica funcionando, y escuchando también la historia de estos nuevos propietarios de los medios de producción a quienes los medios se ocuparon de hostigar, que cuatro veces ocuparon la fábrica y tres veces fueron desalojados; que vivieron en un colectivo; que aseguran saber qué es la denigración, y a quienes se intentó comprar con tres kilos de carne.

AGENCIA www.lavaca.org

Con bigotazos de los que se estilaban hace 100 años Daniel Martins (50 años) el presidente de la cooperativa, reconoce que después de tantas trampas, incertidumbres y sorpresas, han aprendido a dormir de un modo prudente: con un ojo abierto.
Martins es un presidente de overol: "Acá somos todos técnicos, ingenieros, obreros, lo que sea". La entrevista es en un salón de reuniones ejecutivas, frío por el desuso.
"Esto empezó a fines del 2001, justo con lo del corralito y la caída de De la Rúa. Ahí ya venían con dos o tres meses de atraso salarial. No teníamos un peso. Es algo que te perturba la mente" dice Daniel.
¿Por qué cayó esta empresa?
Tema misterioso, cuando se descubre que tenía 1.700 clientes, entre los cuales pueden mencionarse a Techint, Arcor, Johnson & Johnson, Sancor, supermercados como Carrefour y Coto, Correo, la Armada, Andreani, Oca, Roggio. Una interpretación sobre el derrumbe: "Eduardo Nascimento, el dueño, tiene tres empresas. Una es Enas, de alquiler y venta de andamios, y otra que vende muchos elementos para la construcción. Lo que vimos es que Acrometálica en los últimos años pagaba la materia prima, insumos, impuestos, salarios, servicios, pero no vendía nada, vendía Enas: esa era la que facturaba. Entonces era un lock-out, un vaciamiento. Las otras empresas de este hombre siguen funcionando y esta la tiraron abajo", dice Martins.
¿Cuál era el negocio"
"Vaciar Acrometálica. Incluso pidió un crédito hipotecario. Consiguió 260.000 dólares, ese dinero se lo cargó a la empresa, pero acá nunca apareció nada". Jorge Rodríguez, secretario de la cooperativa, agrega otro elemento: "Se ve que quería terminar con la fabricación, y en las otras empresas tomaba gente pagándoles fuera de convenio, en condiciones muy irregulares".
A fines de 2001, entonces, empezó el conflicto, pero en enero todo pareció que se iría solucionando, porque les ofrecieron comenzar a pagarles 100 pesos semanales a cuenta de la deuda. La promesa duró dos semanas.
Además, se había cortado el servicio eléctrico, el gas y el teléfono por falta de pago (el crédito bancario de 260.000 dólares seguía a resguardo de ser gastado en tales menesteres).
Con ese panorama, el 6 de febrero de 2002 los obreros decidieron ocupar la planta, para exigir que les pagaran los sueldos, o al menos las indemnizaciones si la empresa no estaba dispuesta a seguir adelante.
Como respuesta, dos días después recibieron telegramas de despido con causa justificada por usurpación, con el agregado de la apertura de una causa penal.
Comenzó una extraña danza de conversaciones, negociaciones, presentaciones ante el ministerio de Trabajo y en marzo aparece para hacerse cargo de la empresa el señor Ricardo Rabin. "Vino con una propuesta que discutimos acá mismo, donde estamos sentados ahora" dice Daniel Martins-. "Era representante de una empresa brasileña, Formet, que estaba asociada a Nascimento, según dijo. Y venía para reencauzar la empresa por carriles normales. Nos generó la idea de que podía haber un arreglo pero dijo que tenía que estudiar las cosas para convencer a los brasileños de hacerse cargo".
El señor Rabin les anunció que Formet carecía de capital para pagar los salarios y les propuso pagarles 20 pesos por semana, y tres kilos de carne.
"Cosa que aceptamos -reconoce Martins con el tono de quien se ha sentido humillado- porque veníamos de varios meses sin cobrar, y pensamos que era una forma de remontar la empresa, para conservar los puestos de trabajo".
Jamás les pagaron ni siquiera eso. Al poco tiempo se dieron cuenta de la farsa. Las propuestas eran una forma de desgastar el conflicto, y los trabajadores se enteraron del dato que cerraba el negocio del vaciamiento: "Querían alquilar el predio como bodega de un hipermercado, porque está en un lugar estratégico entre La Plata y Capital Federal. Así se despreocupaban del personal, y todas esas cosas".
El personal, y todas esas cosas, seguían empecinados en no permitir ese proyecto de mutilación de la fábrica. Jorge Rodríguez cuenta que ya a esa altura, la propia Unión Obrera Metalúrgica de Quilmes comenzó a proponerles que pensaran la idea de armar una cooperativa. Se conectaron entonces con Horacio Campos, presidente de Impa (la cooperativa que tomó la fábrica de ese nombre), con el abogado Eduardo Murúa (del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas), y en abril de 2002 se creó la Cooperativa de Trabajo Crometal.
Los obreros consiguieron que el Concejo Deliberante de Berazategui votase por unanimidad declarar a la fábrica -que seguía paralizada- de utilidad pública y sujeta a expropiación. Además, consiguieron apoyo en la legislatura bonaerense para votar el proyecto de expropiación.
La fábrica seguía tomada.
-A la noche se quedaba siempre un pequeño grupo para cuidar las instalaciones, para que no se robaran algo -dice Rodríguez.
-Temían a los ladrones.
-No, al empresario. Nuestro miedo era que se llevaran algo de valor. El compresor, por ejemplo, que hace funcionar a la mayoría de las máquinas, vale 50.000 dólares. Sin las máquinas nunca íbamos a poder poner en marcha la fábrica.
Dos meses después, los desalojaron.
Las fuerzas se distribuyeron así, aquel 19 de junio de 2002. Del lado de afuera de la verja, 115 efectivos policiales, armados para la eventualidad de un choque, y dispuestos a doblegar cualquier resistencia.
Del lado de adentro, 5 trabajadores.
Al rato, los de adentro salieron y los de afuera entraron.
-No, no hubo resistencia. Te imaginás que 115 contra 5, no había nada que hacer- dice Rodríguez.
Ahí quedaron. Del lado de afuera. Les prestaron un ómnibus escolar viejo, anaranjado y blanco. En lugar de carpa, ese fue su refugio. Dice Daniel Martins: "Trasladamos toda nuestra vida al ómnibus. Ahí cocinábamos, dormíamos, hacíamos reuniones, era como una casa rodante".
Con la vida trasladada, miraban a través de la verja cómo la empresa retomaba la fábrica. Se quedaron en el ómnibus. Como seguían temiendo que se llevaran materiales o maquinarias, aprendieron el arte de dormir con un ojo abierto.
El ómnibus era el símbolo de un conflicto no resuelto. La patronal intentó una nueva negociación. El señor Ricardo Rabin propuso dialogar, y ofreció un cheque de casi 9.000 pesos para ir achicando la deuda. "Lo aceptamos porque así no se cortaba nuestro cordón umbilical con la empresa -reconoce Martins-. Al aceptar el cheque que ellos firmaban, estaban ratificando la relación de dependencia entre trabajadores y empresa".
Esto muestra que la idea de cooperativa podía ser una expresión de deseos, pero los trabajadores todavía seguían más cerca de la desesperación, y dispuestos a una solución convencional. Un detalle: nunca se presentaron a cobrar los Planes Trabajar -que les hubieran correspondido- para no dar por convalidados los despidos. El nivel de ingreso de cada uno de estos hombres era igual a cero.
Daniel Martins, con una mueca detrás de sus bigotazos nietzcheanos, marca otro factor: "Cuando llegás a tu casa y te das cuenta de que tu señora no puede armar la cena porque no tiene con qué hacerlo… eso al menos a mí, como hombre, esposo, padre, me hace sentir denigrado".
Martins me mira y me pregunta:
-¿Te das cuenta?
El cheque que les entregó el señor Rabin no tenía fondos. En la fábrica todavía hoy existe un cartel instalado por la antigua patronal que advierte a los operarios: "Toda demora es una pérdida de tiempo". La empresa, sin embargo, sabía que con cada demora ganaba tiempo y producía desgaste. Rabin, hombre de rostro impermeable, reapareció con otra propuesta que -entre sus modales naturales y su desesperación circunstancial- estos hombres tuvieron la paciencia de escuchar. Consistía en renunciar a los reclamos anteriores, y empezar de cero. Recuerdan a Rabin como un individuo verborrágico, pintoresco, capaz de convencerlos de cosas que en el momento parecían lógicas, y a la distancia resultan perversas.
Los trabajadores decidieron en aquel momento que las conversaciones seguían siendo literalmente increíbles, y permanecieron en el colectivo ideando otras soluciones. Como seguían sin cobrar un peso, se acercaban unos metros hasta la Ruta 2 y pedían solidaridad a los automovilistas.
Martins lo dice más crudamente aún: "Vivíamos de la limosna. Pedíamos que los automovilistas se apiadaran de nuestra situación. Alguna moneda nos daban".
También recibían colaboración de Impa, y de la UOM-Quilmes, dirigida por el diputado provincial Francisco "Barba" Gutiérrez. En la provincia el partido Polo Social seguía promoviendo, con apoyo de sectores peronistas, la idea de la expropiación, pero nada avanzaba demasiado rápido.
Así se desencadenó la segunda toma de la fábrica, el 28 de octubre de 2002. El ómnibus ese día fue rodeado por representantes de asambleas barriales de Parque Avellaneda y Pompeya, entre otras, por obreros de Impa, trabajadores de otras fábricas de Beratategui, gente de la UOM y vecinos.
Sencillamente, y todos juntos, reingresaron a la fábrica. "Barba" Gutiérrez fue el encargado de una negociación -ante la policía- con el inenarrable señor Rabin: los trabajadores dejarían cuatro representantes dentro de la planta, y la empresa mantendría su custodia privada.
Un grupo se instaló en la fábrica, y otro quedó en el ómnibus. Seguían en la ruta, deteniendo a los automovilistas para explicar su situación. Calculan que 6 de cada 10 ponían algo en las alcancías de cartón. Los otros 4 seguían su camino, en el mejor de los casos, sin insultarlos.
"Entre las asambleas, los compañeros de otras fábricas, la actitud de muchos vecinos, siempre sentimos que había quienes nos apuntalaban -reconoce Martins-. Sin esos grupos de personas, no hubiésemos tenido contención, y cada uno se hubiese ido a su casa. Esa es la verdad. Pero los trabajadores nos quedamos, custodiando los bienes de la empresa".
La frase de Martins puede parecer paradójica, pero este es uno de esos casos en los que los bienes de una empresa representan algo demasiado importante como para dejar en manos de los empresarios.
En noviembre se logró la media sanción de Diputados para el proyecto de ley de expropiación pero hubo un decreto del gobierno determinando que todas las expropiaciones deberán ser pagadas -llegado el momento- por las cooperativas. Hubo que corregir la redacción de la ley, pero llegaba el verano.
El "Que se vayan todos" se cumplió inexorablemente. Los legisladores se fueron todos de vacaciones. Los trabajadores seguían dependiendo de la caridad de la Ruta 2. Recuerda Jorge Rodríguez: "Ahí Rabin nos mandó a unos periodistas de La Nación. El 2 de enero publicaron una nota diciendo que cobrábamos peaje a los automovilistas. Nosotros no cortábamos la ruta, dejábamos una mano libre. Obstruíamos un poco el tránsito al pedir, y dejábamos seguir viaje. Pero con lo de La Nación, nos escracharon".
Al día siguiente la zona se llenó de móviles radiales y canales de televisión que lograron obstruir realmente el tránsito. "Hubo medios que venían apoyándonos, como El Sol de Quilmes o el Diario Popular, pero la mayoría jugaba en contra. Decían que éramos piqueteros, de todo. Después de lo de La Nación vinieron los canales de televisión y querían mostrar cómo cortábamos la ruta. Te duele muchísimo, porque querían sacar leña del árbol caído. Querían que fuésemos actores de un teatro que armaban ellos mismos. Ahora, cuando nos desalojaban, no había nunca ningún periodista. Ves esa actitud y pensás: ¿en qué país estamos viviendo?"
Martins opta por no dejar correr la mala sangre. Dice: "De lo nefasto es preferible ni acordarse".
La nota de La Nación daba a entender que la propia policía de la zona era poco menos que cómplice de los obreros, con lo cual las denominadas fuerzas del orden tuvieron que sobreactuar en sentido inverso, y cercaron la fábrica para que los trabajadores no pudieran volver a acercarse a la Ruta 2.
Antes, los cercos policiales eran para que no entrasen a la fábrica.
Ahora, para que no salieran.
El 3 de marzo de este año, los obreros decidieron encadenarse a la puerta, como forma de llamar la atención sobre el hecho de que la empresa se estaba llevando material en stock y alguna maquinaria, actividad que cumplían en compañía de fuerzas de choque convenientemente armadas, de la Policía Bonaerense. El señor Rabin argumentó que tenía una orden judicial para retirar materiales.
Para cuando el diputado "Barba" Gutiérrez logró averiguar que tal orden era otra mentira, los obreros e integrantes de la UOM encadenados a la verja ya habían sido trasladados a conocer la hospitalidad de las cárceles de la Bonaerense. Estuvieron presos un día.
Luego la situación volvió al anterior equilibrio inestable: algunos obreros de la cooperativa seguirían en la fábrica custodiándola de un posible vaciamiento. Dos semanas después, a mediados de marzo, todo cambió.
Eran nueve. Uno bajó de un Fiat Duna rojo con una escopeta larga. Otro, corpulento, salió de una furgoneta Citroën con un hacha en cada mano. Los otros siete integrantes también exhibían sus pertrechos. El tercer auto era un Fiat 128 blanco, recuerda Daniel Martins.
Dirigía al grupo el inenarrable señor Rabin. El mismo al que el diario La Nación apoyaba en sus reclamos.
El de la escopeta fue específico -casi una tribuna de doctrina- cuando les gritó: "Váyanse de aquí, o les pego un tiro en las pelotas".
Era al atardecer, la hora de menos custodia de los trabajadores. La patota armada se enfrentaba a la mirada cansada de Jorge Rodríguez y los bigotazos cada vez más canosos de Daniel Martins.
Ambos trabajadores decidieron que lo prudente era volver al viejo colectivo anaranjado y blanco, del otro lado de la verja. "Desde ahí veíamos cómo estos matones andaban con Martins por adentro de la fábrica".
Fue el segundo desalojo.
Dos días después ocurrió la tercera ocupación. Se reunieron nuevamente los vecinos de Berazategui, varias asambleas barriales porteñas, trabajadores de otras fábricas recuperadas. Entre 100 y 200 personas del otro lado de la verja.
Los matones -incluyendo al corpulento de las dos hachas- esa vez no exhibieron armas. Martins no considera que lo hayan hecho por una cuestión formal o legal: "Hubiera sido mucho riesgo sacar las armas con tanta gente. Ni tiempo de recargar iban a tener".
La patota tuvo que salir, y los obreros se instalaron nuevamente en la planta. La empresa, fuera de estas piruetas legales, policiales y violentas, nunca pareció pensar en resolver el conflicto por la vía de reconocer los derechos de los trabajadores.
El 8 de abril, finalmente, se promulgó la ley de expropiación temporaria. Los obreros de Crometal empezaron a trabajar utilizando materiales viejos, para reponer en marcha las máquinas y planear una presentación en sociedad del nuevo emprendimiento. No tuvieron tiempo ni de festejar, y seguían durmiendo con un ojo abierto.
El tercer desalojo se produjo hace muy poco, el 14 de mayo.
El juez provincial Marcelo Goldberg ordenó el allanamiento y desalojo de la fábrica. "Estábamos trabajando y cuando vimos llegar a la policía con la orden de desalojo, ahí sí, ya no entendimos nada" relata Rodríguez.
"Preguntamos qué pasaba, pero la policía dijo que preguntáramos en el juzgado. Pero como ya eran pasadas las 3 de la tarde, en el juzgado no había nadie".
Tiene su lógica: desalojar fábricas no debe impedir el merecido descanso de los integrantes de las llamadas instituciones judiciales.
Las causas penales por usurpación se habían unificado, y el juez Goldberg, el que había ordenado también el primer desalojo (junto con un fiscal de apellido Madina), no se daba por vencido, pese a la existencia de una ley votada por la Legislatura y promulgada por el Ejecutivo.
Con la custodia de la Bonaerense, el inexpugnable señor Ricardo Rabin volvió a hacerse cargo ostentosamente de la fábrica mientras los obreros miraban el espectáculo desde el lado de afuera.
Esa vez se presentó una denuncia contra el propio juez, por prevaricato, lo cual podía llegar a un juicio político.
Al día siguiente el juez Goldberg recibió al diputado Gutiérrez y a los abogados de la cooperativa con aire compungido. "Dijo que no había visualizado el Boletín Oficial, ni la copia de la Ley de Expropiación, pese a que estaban en la causa".
Es cierto que visualizar boletines oficiales y leyes de expropiación puede ser engorroso, pero se supone que de eso se trata el trabajo de los jueces. Este señor había tenido más de un mes para hacerlo. Pero ante una nueva presentación de Rabin y sus muchachos, pidiendo el desalojo, aplicó toda su eficiencia en esa dirección. Como se ve, la justicia no siempre es lenta.
Especula Martins: "Habrá visto la carátula 'Acrometálica contra los trabajadores' y dijo 'desalójenlos y después vemos'. Supongo yo. Se ve que el hombre no es muy competente en su tarea".
Pero esta vez el juez Marcelo Goldberg estaba provocando un conflicto de poderes, desconociendo una ley, y asomando su cuello al juicio político.
Fue así que pidió disculpas a sus interlocutores, y declaró que es un defensor de los derechos humanos y de los recursos sociales.
El juez revocó el desalojo, ratificó la Ley de Expropiación y por cuarta vez, los trabajadores tomaron la empresa, esta vez no sólo con la legitimidad, sino con la legalidad formal de su lado. Por la misma puerta el señor Rabin y los suyos emprendieron la retirada.
El problema, según Martins, es que en estos casos se entra en lo que llama una meresunda legal que demuestra que -además de la decisión, la voluntad y una inestimable dosis de coraje- hay que acompañar estos conflictos con un meticuloso conocimiento jurídico para poder llegar al objetivo.
La planta ya está en marcha. Son 20.000 metros cubiertos en un predio de 70.000 metros cuadrados. Hay túneles de lavado de los metales, cabina de pintura termoconvertible con un par de robots, horno de 40 metros de largo y 180º de temperatura. Me muestran el compresor de 50.000 dólares, los sopletes de 10.000. Las estanterías pesadas que usan los depósitos de los supermercados para almacenamiento, estanterías livianas. Andamios, estructuras y puntales para la construcción.
Para la inauguración del jueves se ha confirmado la presencia del gobernador Felipe Solá, y han invitado al presidente Néstor Kirchner.
Los integrantes de la cooperativa esperan que el hecho les permita ir reinstalándose frente a los posibles clientes. Martins es precavido: "Queremos que vean que el árbol está de pie. De todos modos sabemos que esos grandes clientes son un poco renuentes a trabajar con las cooperativas". El tema queda abierto. Muchas firmas trabajan normalmente con las cooperativas porque saben que ahí encuentran una dosis de seriedad y eficiencia que con los empresarios vaciadores no existía.
Para Daniel Martins la recuperación no es sólo fabril: "Muchos quedamos psicológicamente derrumbados, destruidos. Pero la forma de recuperarnos no va a ser ir al psicólogo, sino trabajar acá".
Otra cuenta que quieren empezar a saldar: "Lo nuestro a esta altura es poder vivir de nuestro trabajo. Pero no es sólo tener plata, te digo la verdad. Ya esto es moral. Queremos demostrarle a los vecinos de Berazategui, a la gente que nos conoce, a los almaceneros, los comerciantes, a todos los que nos dieron una mano, que lo que hicieron fue muy importante. Sin ellos nos hubiéramos venido abajo. Y sin las asambleas, y las fábricas y el sindicato. Queremos decirles esto: no se equivocaron".
Lo dice en voz alta, en medio del estruendo de máquinas que han vuelto a fabricar andamios y puntales, y mirando de reojo al viejo ómnibus escolar anaranjado y blanco que ya ha sido instalado del lado de adentro de la verja.