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Latinoamérica

Venezuela-República Dominicana
Carlos Andrés y el petróleo

Mucho soportó Chávez antes de tomar la decisión de detener el suministro de petróleo y retirar temporalmente a su embajador, Belisario Landis. Demasiado. Es impensable que en circunstancias similares Hipólito Mejía hubiera sido tan comedido y tan paciente.

Por NARCISO ISA CONDE

El presidente venezolano le dispensó al país un trato justo y considerado en el suministro de petróleo: ratificó el Acuerdo de San José, que incluye préstamos a bajísimos intereses y mejoró sensiblemente sus condiciones en el caso de República Dominicana, Cuba y otros países caribeños a través de convenios bilaterales.

Expresó además la disposición de financiar la construcción de una nueva refinería de petróleo mediante un convenio de Estado a Estado, la que no es una realidad, porque Hipólito, después de decir que sí, no se atrevió materializar el proyecto por temor a los gringos y por los condicionantes que le imponen las relaciones de la cúpula del PRD con Carlos Andrés Pérez.

Mostró una gran simpatía por el país; a Caamaño lo definió como uno de los inspiradores de su proyecto revolucionario y a Hipólito lo trató inicialmente con afecto y se declaró un amigo incondicional del pueblo dominicano.

En contraste con esa noble actitud, el gobernante dominicano rodeó a Carlos Andrés Pérez de la mayor seguridad, le permitió usar el país para hacer reiterados pronunciamientos sediciosos contra el gobierno de Chávez y toleró que empleara el territorio nacional para la conspiración golpista del 11 y 12 de abril del 2002.

Santo Domingo y Miami pasaron a ser los escenarios logísticos de los conspiradores antes, durante y después del golpe.

La mafia cubano-americana de Miami, los agentes de la CIA destinados para el plan anti-Chávez, los jerarcas de Fedecámaras, los dirigentes opositores venezolanos, el magnate Cisneros los jefes del poder mediático venezolano, los militares golpistas, Carmona, Carlos Ortega, Fernández y Carlos Andrés, iban y venían, van y vienen con absoluta impunidad, convirtiéndose así este país en plataforma de su accionar golpista e intención magnicida.

Meses, años de trajines golpistas sin que el manto protector de este gobierno y de la cúpula del PRD se replegara

Dirigentes de partido y ministro, algunos de ellos socios en inversiones hechas con el dinero robado aquí y allá, colaboran estrechamente con Carlos Andrés y su clan. Hasta parte del hormigón asfáltico suministrado por Venezuela ha sido reembarcado y vendido a sobreprecios para beneficio de esa alianza malvada.

Sólo el ex canciller Hugo Tolentino se atrevió a solicitarle moderación a Carlos Andrés Pérez. Y su pedido cayó en el vacío.

No valieron las declaraciones de los diplomáticos venezolanos en Dominicana, que expresaron hasta públicamente las quejas de su gobierno y país. No valieron las notas ni los encuentros diplomáticos con el mismo fin. No valieron las advertencias echas con marcada elegancia.

Por el contrario, se dio asilo político a dos oficiales golpistas que además habían participado en un complot para asesinar a Chávez.

Y continuó el apoyo a los conspiradores de la derecha venezolana hasta el extremo de permitirles fraguar desde aquí un atentado contra el Presidente Chávez.

Al parecer, Hipólito, en lugar de pensar que Chávez era muy decente y que se resistía a recurrir a medidas extremas, cree que el presidente venezolano es un pendejo.

Ahora está cosechando los resultados de su torpeza, de su complicidad con la escoria venezolana; de su entreguismo respecto a Bush.

¡Qué no se queje y que no se le ocurra culpar a quien no quería llegar hasta aquí!

Ya no era posible tolerar tanto descaro y tanta provocación.