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Latinoamérica

27 de septiembre del 2003

México: Dos de octubre no se... ¿qué?

Sebastián López
Rebelión
"Nadie va a impedir que
pueda ejercer mi derecho a expresarme
en los 70 centímetros de democracia
que a cada ciudadano le corresponden".
José Ramón García Gómez.

Septiembre se acerca ya, por fin, a su fin; y, salvando la redundancia, la idea de la patria se va desdibujando del mismo modo artificioso con que se fue construyendo para llenar de banderitas y luces tricolores las principales arterias de las urbes mexicanas. Pronto, muy pronto, el calendario festivo marcará la pauta de las nuevas vestiduras citadinas de clara inclinación, digamos, macabra y el papel picado y las calaveritas de azúcar ocuparán el sitio que ya abandonan las cornetas de cartón y los sombreros de ala ancha.

Sin embargo, entre una y otra festividad octubre se insertará con sus historias que nos hablan o, por lo menos, nos recuerdan que hay otra patria. Una patria distinta a la de los militares desfilando "pacíficamente" de cara a su comandante supremo y dizque en honor a esa misma patria. Una patria, sí, de soldados, pero que entendieron que resguardarla, a la patria, era sinónimo de reprimir a sus ciudadanos.

Hace 35 años, septiembre adelantaba lo que a octubre signaría con la violación de la autonomía universitaria y la toma del Casco de Santo Tomás a manos del glorioso ejército mexicano. El 2 de octubre no vendría sino a convertirse en la cereza del pastel.

En su documental El caso Pinochet, el cineasta chileno Patricio Guzmán entrevista, entre otras personas, a una mujer secuestrada y torturada por militares. Palabras más, palabras menos, ella preguntaba cómo podían Pinochet y las fuerzas armadas hablar de perdón, si quien tendría que perdonar no eran ellos sino los hombres y las mujeres vejados por la dictadura; además, añadía, para perdonar se necesita que antes te hayan pedido perdón, y ni los militares ni el mismo Pinochet han pedido perdón, por el contrario, repiten una y otra vez que lo que hicieron estuvo bien.

¿Podríamos, en México, reconciliarnos con el ejército como quiere la clase política si ni siquiera permite el claro esclarecimiento de su participación durante el período de la llamada guerra sucia y, al mismo tiempo, resguarda instalaciones petroleras para beneficio de Masiosare y El Extraño Enemigo -famosa pareja-, no para el nuestro?

En Moctezuma II, de Sergio Magaña, el Caballero Tigre da cuenta al tlatoani de lo sucedido en Cholula: el llanto, los gritos, los orines mezclándose con la sangre derramada y, finalmente, de que salvó la vida arrodillándose ante Cortés. "¡Oh, qué valientes son los guerreros! -dice Moctezuma Xocoyotzin- y hace poco nadie los hubiera conocido [...] Hoy por fin quedo asombrado de su magnífica cobardía [...] Guerreros... nadie sacará palomas de los zanates".

Con ese espíritu conciliador que le caracteriza, Cuauhtémoc Cárdenas llegó a declarar que lo sucedido en 1968 fue responsabilidad de individuos y no de instituciones, y terminó exculpando a la fuerzas armadas. El mismo discurso han mantenido quienes encabezan los gobiernos neoliberales para justificar la filtración del narcotráfico en el Ejército, la Marina o la Fuerza Aérea.

La pregunta entonces es ¿por qué las instituciones castrenses no abren en definitiva sus archivos y declaran qué pasó y cómo pasó; quién dio la orden y quién la cumplió? Entonces también, la respuesta se adelanta: porque no fue un crimen realizado por personas en lo individual, sino un crimen de Estado. Un Estado cuyos detentadores hacen todo lo posible por cubrirse las espaldas. Allí están los casos del Pemexgate, el Fobaproa o los Amigos de Fox para dar cuenta de ello.

En un documento que se ha vuelto referencia imprescindible para seguirle la pista al fenómeno de la militarización, Carlos Fazio (El tercer vínculo) sitúa el estrechamiento de la relación militar entre México y Estados Unidos en el intercambio de visitas entre el secretario de defensa zedillista, el general Enrique Cervantes Aguirre, y su homólogo estadunidense, William J. Perry. Unos meses antes, en Williamsburg, Virginia, se había llevado a cabo la Primera Cumbre de Ministros de Defensa de las Américas, supeditada a las reuniones que los presidentes de los países americanos, a excepción de Cuba, sostienen desde 1994 en el marco de la Cumbre de las Américas, donde surgieron los proyectos de acuerdo que se están negociando para la firma del ALCA.

De entonces a la fecha nuestras fuerzas armadas han inclinado la cerviz ante El Malinche participando cada vez más de cerca de la estrategia de seguridad hemisférica dictada por Estados Unidos. De hecho, gracias el gobierno-del-cambio-ya- hoy-hoy-hoy-y-yo-por-qué, después de 40 años de fungir como observadores en la Conferencia de Ejércitos Americanos adquirimos el carácter de país miembro y ya preparamos, para los días 30 y 31 de octubre, la reunión de la Conferencia Especial sobre Seguridad de la OEA.

"¡Soy un jefe guerrero -dice el Caballero Tigre- y la voluntad del pueblo debe ser guiada por la voz de los sacerdotes y por la clase militar!" ¿Será?

Postdata que se viste de comercial para chotear el estilito de la nariz tras el pasamontañas: Moctezuma II, fragmentos de la tragedia de Sergio Magaña, se está presentado a partir de ayer en el Foro del Centro Universitario de Teatro de la UNAM.

redactuar@oficinadecorreo.com