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Latinoamérica


7 de agosto del 2003

El Estado chileno y la Autonomía del Pueblo Rapa-Nui
La Isla de la fantasía

Pedro Cayuqueo
Kolectivo Mapuche Lientur
En una decisión inédita en la historia de Chile, la comisión que estudia la situación político-administrativa de la Isla de Pascua acaba de acordar una fórmula de autonomía para dicho territorio insular. Es decir, un estatuto de autogobierno para el pueblo Rapa-Nui dentro de la organización político-territorial chilena que ya estaría en manos del Ejecutivo, a la espera de su posterior tramitación por parte de ambas cámaras del Congreso Nacional. Tras este paso, Te pito te Henua -como la llaman sus habitantes- se convertiría así en el primer "territorio especial" dentro de las fronteras del Estado unitario-nacional chileno.

Sin embargo y más allá de los aplausos que una galería de incondicionales han brindado al gobierno por atreverse con tan histórico paso, lo cierto es que tras esta insólita noticia subyacen una serie de interrogantes que bien vale la pena tratar de descifrar. O cuando menos, advertir, especialmente por parte de todos quienes soñamos acá en la zona del territorio mapuche, no sólo con un restringido Estatuto de Autonomía para nuestro pueblo, sino que además con un nuevo marco político- institucional que permita a futuro el ejercicio pleno de nuestro legítimo derecho a la autodeterminación nacional.

Sospechoso respaldo

En el caso de esta posible propuesta de autonomía rapa-nui, las preguntas surgen de manera casi natural al interior del Wallmapu. ¿Estamos ante una "apertura" del gobierno en materia de propuestas de solución a los problemas que aquejan a los pueblos indígenas en Chile?. ¿Implicará esta medida un cambio futuro en el tratamiento hoy eminentemente policiaco-judicial del denominado conflicto mapuche?. ¿Significa este paso un avance verdadero en el reconocimiento de aquellos derechos políticos y territoriales reconocidos a nuestros pueblos por la comunidad internacional?. Considero que la respuesta es ninguna de las anteriores.

No es el objetivo de esta columna hacer apología del pesimismo, pero tanto en la forma como en su fondo la supuesta "autonomía" ofrecida al pueblo rapa-nui no es algo que de buenas a primeras logre convencer. El inusual y amplio respaldo a la iniciativa, proveniente de todo el espectro político e incluso del actual senador designado y ex Comandante en Jefe de la Armada, Jorge Martínez Bush, autor de una novedosa teoría de neocolonialismo de ultramar bautizada eufemísticamente como Oceanopolítica, obliga cuando menos a sospechar de las buenas intenciones y de los discursos respetuosos de la "diferencia" cultural esgrimidos últimamente a coro por las autoridades de la Concertación y los miembros del Parlamento.

El surrealista historiador chileno Sergio Villalobos definió alguna vez a los mapuches como "desconfiados" por naturaleza. No creo que este fuera el caso, si es que lo escrito por Villalobos tuviera algún mínimo de validez intelectual. Lamentablemente, la historia de relaciones fraudulentas y engaños entre las autoridades chilenas y los pueblos indígenas no nos ayuda mucho a erradicar aquel estereotipo. Menos aún en el caso rapa-nui. Que me perdonen los isleños que se han llenado en las últimas semanas de júbilo. No se trata de ser aguafiestas, pero si hacemos un poco de memoria podremos comprobar rápidamente que la historia del Estado chileno con el pueblo rapa-nui ha estado plagada de supuestas buenas intenciones que a la larga sólo han terminado transformándose en renovadas formas de abusos y atropellos.

Una mirada a la historia

Es el caso del histórico acuerdo firmado el año 1888 entre sus antepasados y el capitán de marina Policarpo Toro, cediendo por completo la soberanía de la isla al Estado chileno a cambio del desarrollo, la educación, el progreso y lo más importante, el respeto y la protección de sus tierras prometidas por las autoridades desde el lejano continente americano. Huelga destacar que a poco andar -según nos relata Alberto Hotus, dirigente tradicional de la isla- la primera medida tomada por los chilenos no sería otra que arrinconar a punta de fusil y en una reservación a la perpleja población local, siendo traspasada la propiedad del territorio a una serie de Compañías de Explotación hasta mediados de la década del 60', cuando los escándalos de esclavización hicieron insostenible para el gobierno mantener tan peculiar sistema de relaciones interétnicas.

Lo mismo ha ocurrido con la mayoría de los planes de reconocimiento a su identidad cultural o a sus formas propias de organización social impulsados desde el lejano continente. Es decir, sobre sus formas tradicionales de gobernar y gobernarse. En los hechos, cada vez que los gobiernos chilenos de turno han impulsado medidas para otorgar mayores atribuciones de gobierno a los propios rapa-nui, paradoja del destino, estas medidas han resultado mucho más beneficiosas para los dominadores que para los dominados. Es decir, para los intereses chilenos o extranjeros, transformándose de este modo en renovadas formas de opresión y en oportunas barricadas que han permitido bloquear interesantes procesos de reorganización política interna.

Un caso emblemático de esta última situación ocurriría en los tiempos de la dictadura militar. Corría el año 1980 y como respuesta y rechazo al D.L. Nº 2.885 que amenazaba con la división a sus tierras comunitarias, un amplio sector de isleños decidió organizarse y recuperar el por entonces desaparecido Consejo de Ancianos de la Isla. Por medio de esta instancia, los isleños impulsarían una serie de movilizaciones para exigir a la dictadura el respeto de sus territorios y el fortalecimiento y rescate de sus formas tradicionales de organización. Especial participación tendría en este proceso de reorganización rapa-nui el dirigente Alberto Hotus Chávez, quién producto de su liderazgo en el Consejo de Ancianos terminaría siendo duramente censurado por las autoridades del régimen, quienes no tardaron en reconocerlo como un peligroso y subversivo "antichileno".

La respuesta del gobierno militar ante la complicada coyuntura, sin embargo, fue digna de una estudiada partida de ajedrez político. Para acabar con el levantamiento, Augusto Pinochet decidió dejar de lado las impopulares medidas represivas aplicadas por esas mismas fechas en el continente contra los sublevados mapuches, optando más bien por reemplazar el año 1985 a los hasta entonces rechazados gobernadores militares de la isla por civiles de "sangre" rapa nui y validados medianamente entre sus pares. Resultado de la partida: Jaque Mate. Las movilizaciones bajaron ostensiblemente de intensidad y la bandera chilena volvió a flamear sin mayores cuestionamientos en aquella insular región del territorio nacional. De Alberto Hotus Chávez y el Consejo de Ancianos nada se sabría sino hasta llegada la democracia.

Si bien el discurso del régimen militar enmarcó también esta insólita medida en una especie de "reconocimiento" al pueblo rapa-nui y sus formas "autóctonas" de organización social, el objetivo de fondo no era otro que deslegitimar el mando de los sublevados líderes tradicionales en beneficio de una nueva autoridad local, reconocida medianamente por sus pares, pero que no cuestionara en lo más mínimo la situación de la isla y el destino manifiesto de punto estratégico, avanzada militar y puente aéreo y espacial internacional ideado por los estrategas de la época para aquel lejano e insular territorio chileno de ultramar.

¿Simple coincidencia?

Hoy, casi veinte años después de la estratégica e inteligente medida tomada por el anciano dictador, el gobierno de Ricardo Lagos aparece decidido a otorgar a la isla un publicitado y sospechoso régimen de autonomía político-administrativo, justo en momentos en que la popularidad no sólo de su administración de gobierno, sino de todo aquello que huela medianamente a chileno cae en picada en todos los sondeos de opinión pública realizados entre la descontenta población local.

Y un rechazo a la nacionalidad chilena que ya no sólo se manifiesta en términos simbólicos. Así al menos lo demuestran dos sendas querellas contra el Estado interpuestas por organizaciones rapa-nui -tan sólo en los últimos dos años- ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya y la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra por violación de tratados históricos, anexión colonial y pérdida de soberanía territorial.

¿Mera coincidencia de estrategias políticas en una coyuntura adversa entre uno y otro régimen chileno de gobierno?. No podría responder con certeza, aun cuando los hechos observados hasta el momento inclinan irremediablemente la balanza hacia una teoría con características marcadamente conspirativas. Esto porque en la práctica, el tan comentado Estatuto de Autonomía propuesto para la Isla de Pascua no deja de ser todavía más que un simple espejismo en la inmensidad del océano Pacífico. O una fantasía más dentro de una larga lista de improbables, en un territorio que nada tiene que envidiarle en belleza y surrealismo a aquel otro gobernado en la televisión de los ochenta por Mr. Roarke y su diligente y diminuto ayudante Tatoo. Esto al menos hasta que los distintos poderes del estado logren confluir en una propuesta real de autogobierno, escenario que según los han anunciado las propias autoridades sería imposible de concretar en un plazo menor de tres o cuatro años.

La propia iniciativa presentada públicamente por la Comisión de Notables al Ejecutivo, por lo hasta hoy declarado, no plantea mayores atribuciones para el pueblo rapa-nui que aquellas relacionadas con la administración pública, dejando de lado otros aspectos sumamente vitales en un proceso real de autonomía o autodeterminación interna, como también se la conoce en el lenguaje jurídico internacional. Todo esto, sin considerar todas aquellas nuevas limitaciones a que se verán enfrentados los habitantes de Pascua tras el paso del proyecto de ley por ambas cámaras del Parlamento, limitaciones que ya han anunciado al menos los senadores designados miembros de la denominada "bancada militar", celosos guardianes de la integridad territorial chilena que no dudaron, sin embargo en otros tiempos, en vender gran parte de su patrimonio nacional a empresas transnacionales extranjeras.

En el caso rapa-nui es bueno como mapuches no engañarnos y reconocer desde ya que la desvinculación que se les propone del Estado chileno no llegará más allá de lo referente a la gestión pública. Es decir, de aspectos meramente simbólicos e incluso testimoniales en un real ejercicio político autonómico. Se tratará por tanto, y créanme que esto no es pura política ficción, de un mero recambio de autoridades continentales por otras de carácter local y del reemplazo de su actual dependencia administrativa de la V Región por un trato más o menos directo con La Moneda, situación que a juicio del gobierno debería facilitar la "toma de decisiones y la gestión de recursos" en una isla que no se vería mayormente afectada por más de un siglo de anexión colonialista, sino más bien por su "lejanía geográfica" y la excesiva "burocracia" del aparato administrativo estatal (sic).

Hoy, cuando crece y se propaga en la histórica isla del Manutara un sentimiento de rechazo a la nacionalidad chilena, crecientes oleadas migratorias merman su población local huyendo del empobrecimiento forzado hacia distintos puntos de la Polinesia Francesa y una mayor toma de conciencia nacionalitaria pareciera caracterizar el discurso de parte importante de su dirigencia tradicional, el gobierno de Ricardo Lagos decide apostar por la Autonomía Administrativa de la isla tal como a mediados de la década de los 80' la dictadura apostó reemplazar a sus gobernadores foráneos por autoridades extraídas de las propias filas del pueblo rapa-nui.

Esperemos estar equivocados y que no se trate nuevamente de la legendaria historia de "El Gatopardo", contada por Giuseppe Tomasi de Lampedusa a mediados del siglo pasado a propósito del proceso de unificación italiana. Es decir, aquella historia que nos enseña que en política muchas veces se hace urgente y necesario cambiar algo, para que en definitiva todo pueda seguir igual. Es la trágica historia de los pueblos oprimidos. Una historia que bien podría cambiar si fuera la palabra verdadera y no el mero cálculo político lo que motivase por estos días el accionar de las autoridades chilenas en aquel lejano y maltratado punto del océano Pacífico.

* El autor es periodista.
Kolectivo Mapuche Lientur. http://www.nodo50.org/kolectivolientur