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Latinoamérica

25 de julio del 2003

La Reforma previsional en Brasil: La cuenta del otario

Rolando Lazarte
CiuDADAN@S
Ejercitar el derecho de opinión es una de las obligaciones de los ciudadanos. Criticar los actos del gobierno puede ser, en algunos casos, una obligación moral, cuando callar significaría ceder un palmo a la injusticia.

El gobierno Lula pretende imponer a los trabajadores del sector público brasileño una "reforma previdenciaria" que implica, entre otras cosas, que los jubilados sigan contribuyendo al sistema de seguridad social.

Es bien sabido -la prensa ha publicado recientemente la lista-que el estado brasileño en sus distintas esferas -administraciones municipales y estatales, empresas del Estado como Varig-- es uno de los mayores deudores del sistema.

No es justo que el jubilado pague dos veces por lo mismo. No es justo que el Estado y las grandes empresas -estatales o privadas-dejen de contribuir mientras se impone esa obligación al eslabón más débil de la cadena.

El gobierno Lula ha alcanzado el poder gracias a una cualidad que hasta ahora nadie le niega, cualidad que fue su principal bandera en la última campaña electoral, en 2002: la decencia.

Es sabido que la Previdencia Social brasileña, lejos de ser deficitaria, es superavitaria, como lo ha afirmado recientemente la senadora Heloísa Helena, de la llamada ala radical del PT.

Es también sabido, que buena parte de la recaudación del sistema de Previdencia Social brasileño, se destina a otros fines que los establecidos por la Constitución y las leyes vigentes.

Solamente espero que el gobierno reflexione adecuadamente sobre el costo que iremos a pagar si se impone su proyecto. Perder la bandera moral, la bandera de la decencia, puede ser una pérdida irreparable, a apenas seis meses de haber asumido.

Sabemos que Lula está condicionado, entre otras cosas, por la posición minoritaria del PT en el Congreso Nacional. Para gobernar, Lula y el PT deben negociar con grupos fisiológicos y de la derecha más atroz que se perpetúa en este país desde tiempos inmemoriales.

Pero la negociación no puede significar arriar la bandera que hasta hoy nadie consiguió arrebatarle al PT: la de la honestidad y transparencia en el manejo de la cosa pública. Si hubiera desde el gobierno una respuesta a lo que aquí se dice, espero que no sea un proceso por "daño moral", y sí una aclaración al público, al ciudadano.

No quiero tirar sombras de duda sobre la moral de nadie. Pero que no traten de hacernos pagar la cuenta del otario, como bien canta Gardel desde la eternidad.

Muestren las cuentas de la Previdencia Social. Dónde está el déficit. Y cuál es el malabarismo moral que lleva a un gobierno del Partido de los Trabajadores a querer tributar a los jubilados del sector público. La huelga seguirá. No sabemos con qué perspectivas de victoria sobre un gobierno que se muestra intransigente como cualquier gobierno patronal.

Pero a veces hay que decirle a todos -y sobre todo a uno mismo-que uno no está de acuerdo con la farsa y la inmoralidad.

Desde esta misma tribuna cantamos loas al triunfo de Lula en octubre de 2002. Era el triunfo de un sueño, creíamos. No puede ser que en tan poco tiempo se haya transformado en pesadilla, tras la cortina de humo del viejo economicismo con que las clases dominantes esconden sus maniobras de explotación y engaño.

Demuéstrenme que estoy equivocado. Con argumentos, no con sanciones.

* Rolando Lazarte es Sociólogo. Profesor del DCS/UFPB, apose! ntado. Colaborador del PSF-Cabedelo y del Proyecto de Promoción humana, cristiana y profesional de la CPT.
http://www.revistaciudadanos.com