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Latinoamérica

26 de julio del 2003

Empeora la vida de los bolivianos


Econoticiasbolivia.com
Hay más familias sin techo y tres millones de bolivianos que no tienen luz eléctrica ni agua potable en sus viviendas
Un informe gubernamental confirmó lo que ya era certeza en las calles: la calidad de vida de los bolivianos se ha deteriorado en los últimos años al influjo de un creciente desempleo, el estancamiento de importantes sectores de la economía y la reducción del ingreso.

Las condiciones de vida son peores que las verificadas hace cinco años y la cantidad de familias sin techo propio y que habitan en condiciones de precariedad aumenta sin cesar.

El porcentaje de familias que carece de energía eléctrica en sus viviendas aumentó significativamente entre 1998 y el 2002. Según las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 1998 existían 2,3 millones de ciudadanos que no disponían de energía eléctrica en sus domicilios, mientras que en el 2002 "los sin luz" ya superaban los 3,1 millones de personas. Esto quiere decir que la población sin luz eléctrica domiciliaria aumentó en 800 mil personas en el último quinquenio.

En este mismo periodo, la cantidad de personas que no dispone de conexión de agua potable en sus domicilios aumentó en más de un millón. En 1998, el INE calculaba que habían dos millones de personas sin acceso al agua potable domiciliaria, en tanto que en el 2002 ese número ya superaba a las tres millones de personas.

Del mismo modo, el porcentaje de familias con vivienda propia disminuyó desde el 68 por ciento en 1998 hasta el 64,5 por ciento en el 2002. Entre el 2000 y el 2002, el porcentaje de hogares sin servicio sanitario aumentó en 2,4 por ciento y el de los hogares sin sistemas de eliminación de aguas servidas en 3,3 por ciento, agrega el informe del INE.

Uno de los principales factores explicativos del significativo deterioro en las condiciones de vida de los bolivianos ha sido el pronunciado aumento del desempleo abierto en las ciudades y el virtual descalabro de la economía campesina en el occidente y los valles rurales del país.

Según los datos del INE, el desempleo abierto urbano aumentó persistentemente desde finales de 1998. En 1999 la tasa de desempleo era de 7,21 por ciento, mientras que en el 2002 esta tasa se elevó a 8,69 por ciento, según el registro oficial. Analistas y especialistas independientes consideran, sin embargo, que la tasa de desempleo es mucho mayor.

La migración del campo a la ciudad y la pérdida del empleo, en algunos casos, y la reducción de ingresos, en otros, habrían empujado a importantes segmentos de la población a concentrarse en las zonas más deprimidas de las ciudades, conformando verdaderos cinturones de miseria y pobreza. En estas zonas, las condiciones de habitabilidad de las viviendas son muy precarias.

Allí solo reina la inseguridad, la pobreza extrema y la falta de oportunidades económicas.

En muchos casos, la virtual agonía en la que está la economía campesina aceleró el traslado de familias desde el agro a los barrios marginales de las ciudades, en asentamientos ilegales y precarios, carentes de los más elementales servicios como son el agua potable, alcantarillado y luz eléctrica.

Según la explicación oficial, el reducido crecimiento de la economía, de sus sectores productivos y de los servicios básicos, así como las pronunciadas falencias y debilidades de los principios municipios no habrían ido a la par del crecimiento poblacional y de las necesidades ciudadanas, por lo que la calidad de vida habría empeorado en los segmentos poblacionales más desprotegidos y vulnerables.