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Latinoamérica

La fe desde la vida del pueblo

Por *Luisa Torrealba y **Andrés Cañizález

Introducción

La tarea evangelizadora ha trascendido los espacios físicos de templos, conventos, colegios y seminarios, para adentrase en los barrios. Allí hombres y mujeres cargados de esperanza y llevando de la mano el estandarte de la fe, se organizan para dar a conocer el mensaje de Dios y simultáneamente promover actividades sociales que buscan otorgar mejores condiciones de vida para los habitantes de los sectores populares.

Comunidades cristianas y Teología de la Liberación

Las Comunidades Cristianas en Venezuela tuvieron en sus inicios una necesaria influencia de la llamada Teología de la Liberación. Se trata de un postulado emprendido por sacerdotes, religiosos y religiosas y que proponía la existencia de una Iglesia abierta a unir evangelización y lucha social a favor de los sectores más desamparados y desposeídos.

En el caso de Venezuela la conformación de los grupos religiosos populares se ha dado sobre principios de cooperación comunitaria, acompañados de una actividad evangelizadora; sin llegar a un esquema impregnado de postulados socialistas.

El sacerdote Bruno Renaud, fundador de la Escuela de Formación Popular de Petare y coordinador de varias comunidades cristianas establecidas en este sector popular del este de Caracas, sostiene que en el caso de las organizaciones eclesiales constituidas en las zonas de mayores carencias económicas, "nadie habla de Teología de la Liberación; sin embargo (lo que hacen) significa que sus integrantes han entendido espontáneamente que, según el evangelio, el amor al hermano es la expresión del amor a Dios".

En el caso de las comunidades cristianas existentes en el país, se trabaja en favor del hermano, "institucionalmente asumido", por medio de: pequeños dispensarios, escuelas de formación, programas de capacitación de adultos y organización de grupos en sectores populares. Los protagonistas de las experiencias y quienes reflexionan sobre ellas prefieren no hablar de "Teología de la Liberación", pero ratifican que la actividad social que se realiza en el seno de las comunidades cristianas es "un esfuerzo de solidaridad, entre pobres".

Para Renaud esa iniciativa de cooperación viene de la interiorización de la fe: "Yo pienso que lo que urge es asumir la vida del otro como en el Evangelio del Buen Samaritano que es una figura de Jesús mismo que asumió la vida de la humanidad herida".

Ese proceso de interiorización de la fe, se habría producido a partir de los años 60, cuando en el continente latinoamericano se produjo una toma de conciencia lenta pero progresiva, cuya expresión mayor fue la Conferencia Episcopal Latinoamericana realizada en 1968 en Medellín (Colombia). Ciertos factores de política económica, con concepciones neoliberales, le han dado mayor relieve en las últimas décadas, debido a que en este periodo el Estado en muchos casos abandonó su competencia de darle beneficios sociales a las comunidades y se ha concentrado en desarrollar estrategias de privatización. Esto ha empujado a que la gente, frente a esta situación, tome iniciativa de construir escuelas, dispensarios y centros cooperativos para ayudarse entre sí mismos.

Con el pasar de los años ese pueblo que habita en los barrios y que cada día debe lidiar con el trabajo en busca de la subsistencia, ha experimentado la necesidad de convertirse en un agente activo que trabaje, más allá de las jornadas laborales establecidas, en procura de un mayor bienestar. Ha sido precisamente la Iglesia, quien a través de la semilla de la fe ha trasmitido las herramientas para que emprendan unas nuevas iniciativas, en las que a través de la cooperación, pobre a pobre, se contribuya con el crecimiento propio y con el del vecino.

En la Asamblea General de Episcopado Latinoamericano realizado en Puebla (México), en 1979, se hizo presente el tema de la acción de la Iglesia en los sustratos de la población de menores recursos económicos. Así, en el encuentro se definió como "Catolicismo Popular" a la forma activa con la que el pueblo se evangeliza a sí mismo.

Con respecto a las ideas sobre catolicismo popular surgidas en el encuentro, el teólogo jesuita Pedro Trigo, señala que, a partir del concepto de Puebla, "el sustrato que hay en Venezuela de Iglesia Popular, es muchísimo mayor que en otros países".

Históricamente Venezuela ha tenido una desigual distribución territorial de la población y al igual que esa distribución poblacional ha sido la distribución de la institución eclesial. Esto produjo que el proceso de conquista en el país se diera de manera retrasada, por cuanto era difícil ubicar los sitios de establecimiento de los nativos criollos. Como consecuencia el proceso de conquista en Venezuela se concretó de manera retrasada, a través del establecimiento de misiones entre finales del siglo XVII e inicios del XVIII.

Después del proceso de independencia nacional, desaparecieron las misiones. Desde ese entonces y hasta muy avanzado el siglo XX, las tres cuartas partes de los católicos venezolanos viven sin la presencia permanente de un sacerdote. Esto ha estimulado que sean los seglares, especialmente a través de la figura del catequista, los que hayan contribuido a mantener y transmitir la fe. "Si en algún sitio se puede hablar de una comprobación absolutamente científica de lo planteado en Puebla, es en Venezuela. Si en Venezuela la gente persiste en decir que son católicos, así mayoritariamente, sin haber tenido contacto con curas, significa que quién ha trasmitido el cristianismo en Venezuela ha sido la propia gente", sostiene Trigo.

En ese sentido, Trigo coincide con Renaud en diferenciar al movimiento de la iglesia popular de la "Teología de la Liberación". Según el teólogo jesuita, autor de numerosos artículos y varios libros, "cuando se está hablando de catolicismo popular en Venezuela, no se está hablando de lo que era la onda liberadora de grupos de la izquierda. Aquí se está hablando de otra cosa totalmente distinta". Renaud remarca que "es cierto que la Iglesia integrada con los más pobres, tiene una forma de pensar, de sentir y de hacer teología diferente de la iglesia conformada por los estratos sacerdotales".

La iglesia que fraguó comunidades cristianas

En el seno de la Iglesia Católica, en especial en la región de América Latina hay dos hechos que fungieron como motorizadores de un proceso de apertura: son las Asambleas Generales del Episcopado Latinoamericano realizadas en Medellín y en Puebla, en 1968 y en 1979 respectivamente. A partir de esos acontecimientos se iniciaron los cambios que condujeron a la iglesia a abrir espacios para la participación de comunidades de bajos recursos económicos en la tarea de la evangelización y en la promoción de actividades de beneficio social, tomando como bandera al Concilio Vaticano II.

En Venezuela, se produjo un acercamiento entre la institución eclesial y el poder político, cuando se acordó, en 1960, el pacto de Punto Fijo. Se trató de un acuerdo político firmado entre los partidos políticos y sectores de poder del país, como: la principal cámara empresarial, Fedecámaras; la mayor central obrera, la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), y las Fuerzas Armadas. Trigo en su libro "Una Constituyente para la Iglesia" sostiene que el sector político que asumió el poder tras la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, acogió a la Iglesia "porque necesitaban a la institución, ya que la democracia social como alternativa al comunismo precisaba una bandera simbólica".

De esa manera, la Iglesia contribuyó a la creación del consenso e inició una tarea de promoción popular en barrios urbanos y entre campesinos. En la década de los sesenta también se concretan dos acontecimientos importantes: se firma el pacto de entendimiento entre la Iglesia católica y el gobierno de Rómulo Betancourt, conocido como Modus vivendi y el Vaticano eleva al arzobispo de Caracas al grado de Cardenal.

Como consecuencia, en dicho período hay un significativo incremento de las diócesis, parroquias, y grupos apostólicos como los Cursillos de Cristiandad, la Legión de María y Mundo Mejor. Simultáneamente se va gestando el trabajo apostólico en los barrios.

Pero, en ese periodo, en el que comienza a germinar una iglesia centrada en la gente, ocurre una fractura en el clero venezolano. Un primer sector se identifica con las líneas de Medellín y Puebla y proponían una "ruptura instauradora" y un segundo opta por seguir el orden establecido y resistirse a las propuestas del Concilio Vaticano II y de las asambleas episcopales latinoamericanas.

Trigo al caracterizar esta época asegura que "se consumó un rechazo práctico de una parte de la Iglesia venezolana al concilio Vaticano II". Sin embargo la ruptura experimentada no condujo a una división en el seno de la Iglesia, sino que "a diferencia de otros países, en Venezuela esta ruptura no dio lugar a bandos, a sectas, sino a proyectos pastorales diversos dentro de la única Iglesia en la que se reconocían todos, aunque fuera a regañadientes".

Un representativo grupo de sacerdotes comienza a realizar, en diversos puntos del país, reuniones informales para discernir en torno a estrategias de pastoral popular. También se efectúan críticas a los sacerdotes que conforman la alta jerarquía eclesial porque "sienten que la institución no ofrece cauce para canalizar sus inquietudes y dinamismo", dice Trigo. Así, el 15 de junio de 1969 un grupo de jóvenes católicos hacen una toma simbólica de la basílica de Santa Teresa, en Caracas. Ellos irrumpieron durante la celebración de una misa, pidiendo participación. Posteriormente, un nutrido grupo de sacerdotes elaboró una carta que envió a cada uno de los obispos venezolanos, el 21 de noviembre de 1969. En el documento los religiosos manifiestan sus críticas a la jerarquía eclesial.

Renaud, corrobora que tras la inicial acogida que tuvo Medellín dentro de un determinado sector de la institución eclesial, se generaron diferencias que apuntaban a frenar el desarrollo de las comunidades cristianas.

"Es cierto que la Conferencia Latinoamericana de Medellín fue recibida aquí por varios sacerdotes y religiosas en forma bastante entusiasta. Después, en toda Latinoamérica y en especial en Venezuela, las nubes se fueron acumulando en el cielo. Aquí concretamente en la Iglesia de Venezuela en el año 1972 de produjo un frenazo brutal", asegura Renaud.

El clero entró a la "casa del pueblo"

Desde la segunda mitad de los años 60, en Venezuela hay un grupo de agentes pastorales, en buena medida ligados a la vida religiosa y a algunas congregaciones, que iniciaron un trabajo activo al interior de los barrios. En palabras de Trigo "entraron a la casa del pueblo".

Renaud explica que en 1968 la Conferencia de Medellín que ya hablaba de comunidades cristianas, "o más bien de comunidades eclesiales de base". Sin embargo considera que este segundo término es un poco un tecnicismo de los países del cono sur de donde vienen, por lo que efectivamente ha sido readoptado especialmente en el Caribe, bajo la palabra más sencilla de comunidad cristiana.

Los 70 es la época de inserción de agentes pastorales en la gente popular, de manera que se van constituyendo grupos de trabajo y reflexión. En la preparación para Puebla es donde más se vio todo esto. Sin embargo, Trigo señala que las agrupaciones, aun no se atreven a hablar de Comunidades Cristianas de Base. En una reunión preparatoria para la Asamblea Episcopal Latinoamericana los agentes pastorales hablan de Grupos Cristianos Populares.

En Venezuela, a diferencia de otros países andinos, abunda la _convivialidad_, por encima de la comunidad. Por ello, según Trigo, dichos agentes, reflexionaron sobre la necesidad de hacer comunidades. Para ello se hacía necesario introducir un ingrediente nuevo que motive a la consolidación de comunidades. Ese elemento sería el cristianismo, la presencia de Dios.

Así, se concretó la construcción de comunidades, a través de un proceso en el cual la gente captó la novedad de ser _una familia nueva_: las comunidades nacen como novedad histórica que, con el paso de los años aumentaban de número. (Recuadro 1)

Por otro lado, las personas comprometidas con el trabajo de las comunidades cristianas de base experimentan trasformaciones profundas y no traumáticas en sus vidas que los convierten en personas de gran respetabilidad dentro de sus zonas. Incluso en los momentos más duros, como cuando ocurren situaciones que ponen en riesgo la vida y la seguridad de los habitantes de un determinado sector, los integrantes de la comunidad continúan gozando de gran respetabilidad.

Pero antes de la consolidación definitiva de los grupos de base en Venezuela, el proceso que vivieron las comunidades cristianas en los sectores populares, transitó por dificultades al inicio de la década de los 70, debido a la no aceptación por una parte del clero.

Se produjo cierta reconciliación entre estas posiciones eclesiales divergentes bajo la pastoral del cardenal José Alí Lebrún, de Caracas, que fue nombrado cardenal en el año 81 y que durante muchos años tendió dentro de su pastoral las dos sensibilidades. Es un hombre que tuvo así como una afinidad especial con el ambiente popular. En Petare recuerdan que en ese período el cardenal Lebrún mantenía permanente contacto con las comunidades y mostraba voluntad de atenderlas cuando era convocado. Las instaba a que lo llamasen cuando fuera necesario.

En febrero del año 1989, cuando el país conoció una inédita explosión social en la capital, conocida como el Caracazo, en la que murieron mas de 300 venezolanos, los grupos cristianos constituidos en Petare se hicieron sentir. En esa oportunidad miles de venezolanos salieron a las calles a manifestar su rechazo a las medidas económicas asumidas por el gobierno de entonces de Carlos Andrés Pérez.

En Petare hubo una represión "severa y drástica", recuerda Renaud. En los barrios populares hubo mucha muerte. Fue una represión "brutal" que se ejecutó para que las personas "pagaran con sangre" por lo que habían saqueado.

La conformación de las comunidades se da por un proceso conjunto entre los agentes pastorales que sirven como motorizadores y los habitantes del sector. Sin embargo, en la actualidad ha disminuido el número de agentes pastorales, lo que ha incidido en que las alianzas no tengan la misma calidad de antes. Por otro lado, en las mismas comunidades, han ido disminuyendo el número de sus miembros y se han dejado de integrar personas nuevas y jóvenes.

A eso se le añade que las congregaciones han asumido nuevas estructuras organizativas que dificultan que las nuevas generaciones de agentes pastorales puedan conocer las vivencias de las comunidades de base y que puedan integrarse al trabajo de las organizaciones cristianas de los estratos populares.

"Al faltar este elemento de interrelación, falta el dinamismo y la creatividad que haría que la vida tomara la dimensión histórica sin dejar de ser la vida", apunta Trigo.

Otro elemento que dificulta la integración a los grupos cristianos es que la cada vez más precaria situación económica induce a que, a diferencia de los años 70, la mayor parte de los miembros de las familias deben trabajar más para obtener los recursos para sobrevivir. En esa situación se impide que la gente pueda involucrarse de lleno en el trabajo comunitario. "Ahora la gente también capta que, si abandona este trabajo, le va a resultar muchos más difícil sobrevivir, porque esto le da mucho ánimo", reflexiona Trigo.

La iglesia popular desde una perspectiva vivencial

En la actualidad, la acción evangelizadora de la Iglesia ha llegado a través de las comunidades eclesiales de base, a los más desposeídos en barrios y comunidades populares.

El sacerdote Bruno Renaud prefiere no utilizar el término "popular". Prefiere hablar de "la Iglesia" en general, aunque reconoce que la coyuntura política y social actual tiende a hacer patente la diferencia que ha habido entre dos sensibilidades diferentes: una sacerdotal, que incluye a los obispos y párrocos, y otra con la gente de barrio adentro. Para Renaud sólo "en ese sentido limitado se puede hablar de iglesia popular".

"Dos sensibilidades no quiere decir que hay motivo para cortar. En el ambiente popular nadie, absolutamente nadie, tiene la idea de una Iglesia aparte, mientras que los sacerdotes o religiosas que espontáneamente nos sentimos de este lado, tampoco tenemos la idea de hacer otro cuerpo o de otro grupo o de dividir a la Iglesia", enfatiza.

Frutos de las Comunidades de Base

En la última década se han celebrado en Venezuela dos Encuentros Nacionales de Comunidades de Base. El primero se celebró en Caracas, entre el 17 y el 19 de noviembre de 2000. El segundo se efectuó desde el 15 hasta el 17 de noviembre de 2002, nuevamente en Caracas. Estuvieron presentes unos 700 representantes de las comunidades cristianas. La tercera cuarta parte de los asistentes eran mujeres.

En estos encuentros se evalúan las actividades realizadas por cada grupo, se identifican las principales carencias y los participantes proponen ideas que pueden ser asumidas por los otros grupos. También se analizan las actividades que se realizan en cada región y se proponen como modelos a los otros equipos de trabajo.

Con respecto a este segundo encuentro realizado en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, Bruno Renaud opina que "ha manifestado la muy humilde pujanza y la claridad de vista de toda una Iglesia conformada por estratos populares y que necesitaría ser reconocida".

Para el sacerdote, en el encuentro se manifestó también "la extrema humildad y fragilidad de estos pequeños grupos (...) que asumen la vida individual y comunitaria del pobre con sus necesidades de formación, de capacitación, de educación para los niños, de salud para todos, de farmacias y cooperativas".

Para Trigo, la atención a los enfermos, la atención a los niños, la visita a los hogares, son un conjunto de "cosas humanizadoras". En medio de los problemas de hoy son algo "grandísimo, sagrado". Cuando se aludía al tipo de Venezuela que queremos, todos hablaban de una Venezuela donde hubiera vida y vida abundante y vida humana y humilde. "Esto es la flor del país, mientras haya gente así todavía no seremos lobos", asegura. (Recuadro 2)

Sin embargo, el teólogo jesuita observa una debilidad, no se están viendo los problemas desde una dimensión histórica y se están remediando los efectos y no las causas.

Rol de las comunidades en la situación actual

Con el objetivo de estar al día con la realidad socio política que se registra en el país, los miembros de las comunidades cristianas, de diversos puntos de la ciudad de Caracas, se mantienen en permanente contacto. Por ejemplo, en los días previos a la crisis del mes de abril de 2002, que implicó un fallido golpe de Estado y posterior retorno al poder del presidente Hugo Chávez, se realizaron varios encuentros en los que planteaban posibles discusiones de los grupos ante la preocupación que generaba la situación de tensión política.

Para Renaud, en las barriadas populares de Petare se desarrolla una vida más espontánea donde priman la "vida y el afán por sobrevivir", por encima de la intolerancia social y política que se siente en otros lugares de Caracas.

En el mes de abril, antes de los acontecimientos de los días 11,12 y 13, los grupos cristianos de Petare realizaron reuniones en función de intercambiar ideas sobre la situación del país. También se realizaron reuniones entre grupos de diversos puntos de la capital venezolana.

"Gracias a Dios toda la sociedad de Petare en conjunto ha tenido una compostura y una actitud optimista", en medio de la crisis, dice Lourdes Pérez miembro fundadora de las comunidades cristianas de Petare.

Por su parte, Renaud destaca que durante la crisis del mes de abril y en los meses siguientes, Petare "ha manifestado, a pesar de la mala fama que tiene, una cordura, un afán de vida y una espontánea tranquilidad; me parece que no hay violencia que lamentar".

Pero más allá de la labor social que desarrollan las comunidades de base, surge una necesidad que la Iglesia venezolana como institución asuma su liderazgo y un papel conciliador ante la crisis política que actualmente atraviesa el país. Se considera que ese liderazgo de la iglesia debe ir acompañado por una presencia activa de las comunidades populares, mientras que los grupos religiosos populares deben trabajar con objetivos claros en favor de la paz, la educación, el respeto, la tolerancia y la convivencia, que requieren el país. (Recuadro 3)

Así, en medio de la tensión que generan las dificultades económicas, sociales y políticas los habitantes de las zonas populares manifiestan un afán de paz, de reconciliación. De acuerdo con Renaud, "en contra de lo que se piense, de lo que se suele decir, la gente de nuestros barrios busca paz y reconciliación. La gente está cansada de marchas, contramarchas, paros y recontraparos. La gente, en realidad, reza afanosamente por la paz. No hay un encuentro o una misa donde no aparezca el tema de la reconciliación a nivel nacional y a nivel local. La gente está consciente de la necesidad de perseguir un provenir que no sea violento y de ir creándolo".

Necesidad de desarrollo

Trigo considera que existen dos elementos complementarios que inciden en el desarrollo de las comunidades. En principio señala que aunque comunidades eclesiales de base han sido avaladas por las reuniones de máximo nivel del episcopado latinoamericano, en nuestro país no existe una elaboración teórica o ideológica que legitime el proceso de constitución y consolidación de las Comunidades Eclesiales de Base y se interroga: "De hecho, ¿cuántos obispos en Venezuela están promoviendo esto? Pues, ninguno, cuando antes si había. ¿Cuántas congregaciones están promoviendo esto? Pues, a lo mejor una o dos y no más, y sin embargo antes había muchas".

Cita como ejemplo el caso de los jesuitas, que aunque tienen establecido en su declaración de principios, no están promoviendo este tipo de acción en las comunidades: "Se ha cambiado el modelo organizativo y eso influye en muchas cosas".

El segundo punto que lleva un cambio y que a juicio de Trigo es necesario percatarse, es terminar con la diferencia entre "agente" y "paciente". Es necesario que se den relaciones mutuamente satisfactorias. Como por ejemplo las relaciones cordiales y sobre la base del respeto que puede darse entre sacerdotes y religiosas o sacerdotes y la comunidad.Trigo insiste en que las relaciones se establezcan partiendo del principio de que tanto los agentes pastorales como los laicos son humanos. Este punto se está trabajando en Venezuela.

"Hay todavía agentes pastorales que yo creo que utilizan a la gente; parten de que, como están liberados para esto, cuando una persona sea más generosa, más cosas les propongo. Sí, ¿y su familia y su trabajo?, estas cosas todavía tienen que trabajarse con compañeros y compañeras", puntualiza Trigo.

Justamente en el plano político se evidencian las transformaciones que ha tenido la gente. Así la tendencia es a que los integrantes de las comunidades cristianas rechazan aquellas relaciones en que ambas partes no tengan un beneficio mutuo y en las que los dirigentes políticos no tengan la disposición de prestar un servicio al colectivo que lo eligió. "Lo social es más denso que lo político y este está al servicio de lo social y no lo contrario (...) La gente se ha acostumbrado a analizar", sostiene el teólogo. (Recuadro 4)

Futuro y proyectos de las Comunidades Cristianas de Base

Las comunidades cristianas de base se han constituido en sitios de encuentro, de cooperación de lucha y de fe. Es una tarea que va más allá de los trabajos en beneficio social. Es la consolidación de comunidades, donde se comprende el sentido de la hermandad más allá de los lazos familiares.

Conjuntamente con los beneficios otorgados por las cooperativas de consumo y de ahorro y los servicios de salud y de atención a niños y ancianos, está la progresiva apertura de una conciencia crítica que les permite discernir y analizar sobre la realidad política, económica y social del entorno. Por otro lado se ha despertado un sentido de independencia y liderazgo de los laicos con relación al sacerdote. Las actividades religiosas van de la mano a la labor social. Toda esta dinámica implica la necesidad de que se establezca un perfil organizativo, que le permita una óptima planificación y ejecución de actividades.

A juicio de Trigo, estructurando a las comunidades con un esquema organizativo, se permitiría la creación de redes de comunidades, que puedan establecer contacto con otras comunidades, entes estatales e incluso con organizaciones de otros países.

Apuntar esto no implica que no se hayan dado pasos en ese sentido. Un ejemplo ha sido en Petare, un grupo que en un mes logró rastrear a 960 jóvenes relacionados con la delincuencia y desincorporados del sistema escolar. Consiguieron maestras para todos ellos, locales y luego financiamiento. Es una actividad, que hecha de esa manera, no es ejecutada por el Estado, y que al ser realizada por las comunidades evidencian un sentido organizativo y de coordinación.

Otro aspecto de peso dentro de las comunidades, son los cambios que se han gestado en las conductas y las motivaciones de las personas que se han involucrado en los grupos. Trigo destaca que las personas de los sectores populares involucrados en las comunidades de base "tienen mucho más capacidad de análisis y matización", al mirar su propio entorno y la realidad del país. Así las personas se han convertido en "sujetos" y han empezado a participar activamente en las actividades y asuntos públicos de sus comunidades.

Sin embargo, el teólogo considera que algunos de los agentes pastorales que coordinan a las agrupaciones han asumido modos de pensar menos abiertos: "Creo que hay gente que tiene una gran capacidad de análisis, pero un déficit democrático".

Aunque ha sido notoria la falta de renovación de "cuadros", entre los agentes pastorales, por la ausencia de religiosos y religiosas que se inserten en las comunidades, en muchos casos este proceso ha dado pie a que grupos de laicos se vayan levantando y vayan asumiendo un rol protagónico de compromiso y a todas luces eso es esperanzador.

Ante esta realidad las comunidades cristianas van a tener que trabajar asumiendo cada vez más sus propias iniciativas. La ausencia de personas de relevos y la falta de interés de los religiosos en los barrios y sectores populares, en opinión de Renaud, podría debilitar a las comunidades cristianas "pero van a tener que tomar nota de esto y seguir funcionando buscando sus propios caminos".

* Luisa Torrealba es licenciada en Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela
**Andrés Cañizález sj es Licenciado en Comunicación Social, director de la revista Comunicación que edita el Centro Gumilla en Caracas