VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

Recordemos el incidente de la tajada de sandía

Pedimos a Dios que ilumine las mentes de los pueblos para que seamos capaces de luchar por nuestras propias aspiraciones y necesidades

Adela Panezo A.

El capitalismo estadounidense entró en el Istmo con paso firme hacia 1850, con la construcción del Ferrocarril de Panamá; sin embargo, desde antes, en 1846, mediante la firma del Tratado Mallarino-Bidlack la República de Nueva Granada le concedía a Estados Unidos de América el derecho de vía o tránsito a través del Istmo de Panamá.

Desde un inicio, en 1850, se empezaron a dar choques entre los naturales y los estadounidenses, con saldos favorables a los últimos. Es importante destacar que el Artículo 35 del Tratado Mallarino-Bidlack permitía un trato especial hacia los ciudadanos estadounidenses; por otra parte, estos tenían la costumbre de tratar a los latinos y europeos, con excepción de los ingleses, como seres inferiores y de quienes se hacía alarde de tratar mal.

Todos estos hechos crearon en los istmeños un resentimiento contra los yanquis que transitaban a través del istmo en viajes de ida y vuelta a California; eran notables su irresponsabilidad, maltrato, violencia, y sus frecuentes borracheras.

Los protagonistas iniciales del incidente ocurrido el 15 de abril de 1856, fueron el estadounidense Jack Oliver y el pariteño José Manuel Luna, cuando el primero se negó a pagarle al panameño un real, que era el costo de una rebanada de sandía.

El hecho dio lugar a una descomunal riña entre estadounidenses y panameños por los alrededores del ferrocarril, con un saldo de 16 muertos y 15 heridos entre estadounidenses y 13 heridos entre panameños y latinoamericanos que hicieron causa común con los istmeños.

Los informes de ambos gobiernos fueron contradictorios ya que se acusaron mutuamente. Estados Unidos no aceptó los testimonios oficiales de los cónsules en Panamá de Gran Bretaña, Francia y Ecuador, quienes acusaban a los estadounidenses de agresores.

El 18 de julio de ese año Amos Corwine, comisionado especial de Estados Unidos, culpó al Gobierno Neogranadino de ser incapaz de mantener el orden y suministrar protección adecuada, por lo que se recomendaba la ocupación inmediata del Istmo.

Esto motivó una serie de controversias diplomáticas para dilucidar las responsabilidades de estos sucesos, máxime cuando Estados Unidos exigió indemnizaciones para sus coterráneos, lo que dio por consecuencia el Tratado Herrán-Cass, firmado el 10 de septiembre de 1857, mediante el cual la Nueva Granada aceptó su culpabilidad y convino en resarcir la suma propuesta por los estadounidenses de 421 mil 394 dólares.

Sin embargo, no fue hasta 1865 cuando tal problema se resolvió definitivamente.

Pero, además, el incidente de la tajada de sandía permitió a Estados Unidos poner en práctica, ese mismo año, la cláusula 35 del Tratado Mallarino-Biddlack de 1846. De esta forma se sentó un precedente para una cadena de intervenciones estadounidenses en suelo istmeño a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y del XX; a saber: 1860, 1865, 1873, 1885,1902, 1903, 1914,1925, 1964, 1989.

Estados Unidos, creyéndose el dueño del mundo se ha convertido en juez supremo del destino y vida de los pueblos como si fuera un dios; por ello vemos que su última acción de prepotencia e imposición militar y política, la están llevando a cabo en contra de un pueblo cuya región fue la cuna de la primera gran civilización humana, sin tener ninguna válida justificación a su política de guerra, que genera más pobreza, luto, dolor y muerte.

Aquellos que creemos en la justicia, en los derechos humanos, en la libertad de los pueblos por decidir su destino, que creemos en un Dios infinitamente justo y misericordioso, no podemos aplaudir la acción estadounidense en conjunto con los británicos.

No hay mayores terroristas en el mundo que los estadounidenses con su política armamentista, de guerra y muerte, so pretexto de instaurar la democracia; una democracia que ellos desconocen cuando imponen su voluntad caprichosa a todos los pueblos.

Es por ello, que desde ayer, 15 de abril, en que recordamos el incidente de la tajada de sandía de 1856, elevamos nuestra voz de protesta contra el imperialismo y su política de guerra, y pedimos a Dios que ilumine las mentes de los pueblos para que seamos capaces de luchar por nuestras propias aspiraciones y necesidades, y nos esforcemos por sentar las bases sólidas y verdaderas que nos permitan alcanzar una sociedad digna basada en una real y efectiva democracia, independencia y desarrollo integral.



La autora es profesora en el Instituto Coronel Segundo De Villarreal