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Latinoamérica

Lula dirige el «despegue» de Hambre Cero

Aureliano Rodríguez Larreta
Brecha.

Con una campaña de concientización nacional, un conjunto de programas sociales, la participación del sector empresarial y la colaboración de los municipios, el gobierno de Brasil intenta rescatar su programa de seguridad alimentaria de la acusación de mero asistencialismo.
Porto Alegre.- Pasados dos meses de su lanzamiento, el programa de seguridad alimentaria -conocido como Hambre Cero- del presidente Luiz Inácio "Lula" da Silva ha empezado a encarrilarse por vías que pueden llevarle a huir de la acusación de "asistencialismo" con que fue recibido por amplios sectores de la opinión pública. El rumbo ha sido trazado directamente en la presidencia y se basa en tres pilares que se espera le darán sustentación y extenderán sus efectos en el tiempo: programas sociales dirigidos a atacar problemas básicos, una campaña publicitaria orientada a la formación de una conciencia solidaria, y la asociación de empresas privadas en la ejecución de los proyectos.
Las nuevas ideas, estructuradas por los equipos que asesoran al presidente Lula en el Palacio del Planalto, han sido concebidas con el ánimo de preservar la consistencia y coherencia del programa, tal como a partir del viernes 28 de marzo se vienen conociendo. Tan sólo en el plano publicitario, los medios de comunicación difunden ya una propaganda oficial signada por el lema "O Brasil que come, ajudando o Brasil que têm fome".
En sus primeras semanas el plan Hambre Cero aparecía confuso ante la gente y contradictorio ante los expertos, estimulando toda suerte de dudas e interrogantes, no dirigidas a su vocación de justicia sino a sus efectivos resultados en el largo plazo. La vieja frase "pan para hoy, hambre para mañana" aparecía encriptada en las críticas al espíritu asistencialista que predominaba en las primeras manifestaciones del proyecto. Se hacía necesario encontrar un camino para que la más profunda aspiración de Lula (que al fin de su mandato de cuatro años todos los brasileños puedan hacer tres comidas diarias) pasara del plano de la utopía al nivel terreno de la economía real. De lo contrario, el programa de seguridad alimentaria correría el riesgo de agotarse en una carrera desordenada de donación de alimentos.
EL PLANALTO AL TIMÓN
El Ministerio de Seguridad Alimentaria (creado a tal efecto por Lula) se veía deorientado y hasta entraba en discusiones con instituciones potencialmente colaboradoras, como la Iglesia, lo que alentó rumores de cambio en el comando del programa, mientras podía palparse el descontento del presidente en esa fase inicial. No hubo sustitución de cargos, pero resulta evidente que el timón pasó a ser empuñado en el Planalto, quedando el ministerio con una función más ejecutiva que de gestión y negociación.
No fue casual la presencia en Brasilia, el domingo 30, del director del Banco Mundial, James Wolfensohn, reunido informalmente en Granja do Torto con todo el gobierno de Lula. Además de elogiar las políticas sociales del gobierno de centroizquierda de Brasil, este millonario y mecenas neoyorquino firmó un acuerdo para otorgar a Brasilia un empréstito de 500 millones de dólares para reforzar sus reservas internacionales, y anunció una contribución de la Corporación Financiera Internacional, por 300 mil dólares, para que el Ministerio de Seguridad Alimentaria organice y termine, antes de finalizar el mes de mayo, un banco de datos referente a las mil ciudades más pobres del nordeste brasileño. Éste es uno de los puntos de partida donde se piensa sustentar el "despegue" del programa Hambre Cero.
Ese banco de datos deberá proporcionar "indicadores actualizados de seguridad alimentaria" de aquellas mil ciudades nordestinas. Entre ellos: el nivel de empleo y renta, el estado de salud de la población y el nivel educacional. La información deberá ser suficiente para confeccionar, además, un mapa de las necesidades de esos municipios. Y en la atención a esas necesidades es que entra en juego uno de los tres pilares en que se apoya la concepción del Hambre Cero: la colaboración de las empresas privadas que quieran asociarse al proyecto.
"Vamos a conocer a través del banco de datos las oportunidades de participación empresarial, y con esa información voy a llamar a las mil mayores empresas brasileñas para pedir colaboración", anunció Oded Grajew, un empresario que asesora a Lula en el Planalto y que tiene a su cargo el reclutamiento del sector privado para el programa Hambre Cero. El asesor explicó que las ciudades que entren en el mapa del gobierno serán "adoptadas" por las empresas. La asociación de una empresa con una ciudad adoptada permitirá financiar las necesidades que sean identificadas en ese municipio y las medidas adecuadas para eliminar esas carencias. Algunas empresas ya han comunicado a Grajew, incluso antes de finalizada la confección del banco de datos, que se comprometen a adoptar ciudades. El Planalto considera que esta "adopción" de municipios por empresas es uno de los procedimientos que permitirán convertir al Hambre Cero en un instrumento capaz de mejorar la infraestructura y reducir la dependencia económica de las ciudades más pobres.
PROGRAMAS SOCIALES
La concepción de programas sociales específicos es, junto a la colaboración empresarial y a la campaña de concientización pública, otro apoyo esencial para sustentar el programa Hambre Cero. Uno de ellos, ya acordado con el Ministerio de Educación y la Confederación Nacional de la Industria (CNI), se propone la alfabetización de dos millones de adultos en cuatro años, financiando la CNI las instalaciones, los profesores y el material didáctico. Este proyecto se construirá sobre la experiencia del Programa de Alfabetización Solidaria, realizado durante el anterior gobierno que presidió Fernando Henrique Cardoso.
Otro programa importante es el conocido como proyecto de "cisternas", dirigido a la donación e instalación de reservorios de agua conectados a sistemas de captación del agua de lluvia, que ya han sido utilizados con éxito en algunas localidades del llamado nordeste semiárido. "Es un programa que cambia la situación de la gente en una zona necesitada. Les permite tener agua de buena calidad para beber y para cocinar", comentó Grajew. En programas ya existentes, estas reservas de agua han ayudado a mantener pequeños cultivos de subsistencia fuera de la época de lluvia.
El gobierno quiere aprovechar la buena disposición de los empresarios para apoyar también un proyecto de estímulo al primer empleo, que será lanzado a comienzos de mayo. Las empresas contratarán a jóvenes para trabajar en servicios vinculados al plan Hambre Cero, tales como la orientación a los donantes y la recepción de alimentos, o la atención a las comunidades necesitadas.
Además de donar un millón de quilos de alimentos, Nestlé se ha comprometido a contratar dos mil personas dentro de este proyecto. El equipo del Planalto también ha obtenido la promesa de Shell para contratar a 250 jóvenes; del grupo Pão de Açúcar, que dará un primer empleo a 600 aspirantes; de la federación nacional de revendedores de automóviles, que anunció la disposición de sus asociados a contratar 10 mil candidatos; y de la Caixa Económica Federal, que aseguró la contratación de casi 20 mil.
LA APUESTA MÁS FUERTE
Con este conjunto de iniciativas -construcción de cisternas, primer empleo, alfabetización de adultos y adopción de ciudades por empresas privadas- el gobierno de Lula mantiene la expectativa de huir del asistencialismo. La donación de canastas de alimentos sigue siendo, sin embargo, un fuerte componente del programa. Esas donaciones serán dirigidas principalmente a los centros urbanos y a las periferias de las ciudades, para evitar que el envío en masa de cestas de comida perjudique a los productores de las regiones pobres. El mismo Grajew recordó que ha habido experiencias negativas en África, donde grandes programas de donación han destruido centros locales de agricultura. Las ciudades beneficiadas deberán crear comités gestores, integrados por personas de la comunidad y agentes del sistema de salud.
Una iniciativa complementaria consiste en la creación de "bancos de alimentos" -organizaciones financiadas por los gobiernos locales o por el sector privado-, que estarán encargados de recibir las donaciones y dirigirlas a instituciones sociales, guarderías, asilos, entidades de caridad y similares. Ya existen instituciones financieras interesadas en patrocinar bancos de alimentos, de los cuales, según Grajew, debería existir por lo menos uno en cada estado brasileño. El asesor presidencial informó que en cada ciudad estadounidense existe al menos uno de esos bancos.
Mientras la Caixa Económica Federal comienza a recibir donaciones en su red nacional de agencias, el gobierno entiende que la estructura ahora montada para el programa Hambre Cero le permite mantener el optimismo. Algunos especialistas se permiten dudar, y sugieren otros ejemplos que se deberían tener en cuenta. Una experiencia sin duda audaz, en la cual el gobierno de Lula juega su mayor apuesta.