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Latinoamérica

21 de marzo del 2003

Una respuesta necesaria a Lyndon LaRouche
Determinados puntos han de ir sobre la íes, cuando de pueblos se habla

Roberto Cobas Avivar
Rebelión

De las evidencias que ofrece la historia sobre provocaciones políticas articuladas por fuerzas dentro de la sociedad en busca de la legitimación de acciones indecorosas, hasta criminales, convenientes a intereses propios mayores, se destacan per excellence las perpetradas por las corrientes, movimientos, partidos y poderes defensores a ultranza del orden socioeconómico de exclusión burgués..
Ningún otro espíritu se había apoderado de la Asamblea Nacional de Francia en los albores de la toma de la Bastilla sino aquel devenido de la contradicción de clase inherente a la burguesía, debatida entre su rechazo al poder monárquico y el temor al poder del pueblo. El caldo de cultivo de la Revolución y la caída de la Bastilla se cocieron mucho antes del 14 de julio de aquel memorable 1789. La sopa en que hervía el germen de la revolución inevitable era la hambruna que desolaba a los harapientos de los suburbios y los barrios obreros de París, alimentada por la sabiduría callejera sobre la irreductible voluntad monárquica de mantenerse aún a costa del golpe de sangre contra el estado y el espíritu republicano en ciernes. Los preludios de la insurrección parisina se daban con cada vez más determinación ya desde el mes de abril y se evidenciaron con clareza en los motines del mes junio. La conspiración de los revolucionarios burgueses y los comités obreros era la expresión fehaciente del movimiento revolucionario que definitivamente habría de acabar con el retrógrado sistema político monárquico. El papel del ministro de finanzas, Necker, a quien el Sr. Lyndon LaRouche identifica como agente británico y protagonista de la organización de la toma de la Bastilla (sic.), no dejará de ser otro que el de un ministro burgués, si bien con alguna sensibilidad popular, mucho más claramente preocupado con la gobernabilidad del país dado el peligro que significaba para el propio poder burgués la depauperación social del pueblo. El "éxito" de la burguesía a la sazón radicó en la manipulación coyunturalista del movimiento revolucionario. ¿O es que no se recuerda a Baily en el Hotel de Ville - como lo evoca, entre otros, el historiador Pedro Kropotkin - con el sable en alto haciendo la corte al Rey mientras París ebullía?. Los arrolladores días 12 y 13 de julio dieron fe de la fuerza natural de los desposeídos. Amenazado su instinto de conservación, la burguesía a toda prisa se armaba hasta los dientes para, aún bajo el peligro de la corte, tratar de enfrentar y desarmar al pueblo. El Sr. LaRouche asume el maniqueísmo del pensamiento ahistórico para desconocer el papel reaccionario de la burguesía en la alienación del espíritu de la insurrección popular y campesina y de la Revolución misma. El París de la gente de pueblo se había sublevado y su instinto reconocía en la Bastilla el sello de la opresión directa que habría de neutralizarse. Lo que evita decir el Sr..
LaRouche es que con la definitiva toma de la Bastilla por el pueblo parisino, a pesar de la burguesía, el golpe de estado preparado por la Corte había rotundamente fracasado, sin que ello evitara, casi acto seguido, el golpe de la burguesía a la insurrección del pueblo. La radicalización de la Revolución, sin embargo, tenía raíces más profundas que, a diferencia de la Revolución inglesa (1648-1657), convirtieron la insurrección en revolución de alcance nacional. La remoción del régimen feudal y la declaración de los principios básicos ciudadanos de libertad, igualdad y fraternidad, venían a negar las esencias del antiguo régimen..
La historia posee el don de hilvanar hechos aparentemente inconexos en su significación socio política. La conocida provocación del incendio del Reischtag el 27 de febrero de 1933, puso en incontestable evidencia la ideología fascista del nacional socialismo alemán. Un raro instinto de clarividencia fisiológica llevaba a Göring sólo un día después, el 28 de febrero, a propagar un comunicado con la acusación contra los presuntos ejecutores del hecho terrorista. El Estado alemán trataba torpemente de adjudicar al partido Comunista de Alemania, y específicamente al dirigente comunista búlgaro Jorge Dimitrov, la autoría del incendio al Poder. El oportunismo político fascista alemán de la época, fracasada la acusación contra el Partido Comunista, aún con mayor torpeza, fabricó y defendió el cuento del "acto solitario de un pobre anarquista", Van der Lubbe, rehabilitado en tal condición hoy por el Sr. Lyndon LaRouche. Por supuesto, el cuento no impidió que el gobierno alemán lanzara su decreto-ley del mismo 28 de febrero, donde se derogaban artículos de la Constitución acerca de la libertad de prensa y la inviolabilidad de los derechos ciudadanos, al tiempo que se instauraba un régimen de represiones policíacas y reconcentraciones al estilo de lo que vendría a partir del primero de setiembre de 1939. La misma ascensión de A. Hitler y el nacional socialismo alemán al poder estuvo sazonada por la política externa conservadora del gobierno de los EE.UU. En juego estaba no sólo evaporar el movimiento obrero y comunista alemán - Holocausto contra el pueblo judío de por medio -, sino frenar al enemigo mayor, la entonces Unión Soviética..
No parece ser mera coincidencia la presencia de los EE.UU. detrás de hechos llamados a conmocionar a su propio pueblo y a los de otros países, buscando con ello la justificación de acciones ilegítimas de violencia, a favor de los más tenebrosos intereses de sus grupos de poder. El "anarquismo solitario" se corporiza de manera recurrente..
¿Acaso el "incidente" del Golfo de Tonkin en 1964 no ha quedado como un ejemplo clásico en las lecturas de historia sobre cómo fabricar la provocación política necesaria para desencadenar los desafueros y desatinos belicistas más agresivos en pos de hacer valer los intereses propios más oscuros?. ¿Se ha podido desmentir convincentemente el que los EE.UU. conocieran de antemano sobre el ataque japonés a Pearl Harbor durante la II Guerra Mundial, sin que hicieran lo necesario para evitarlo, para luego perpetrar el cruel y único ataque nuclear contra la humanidad hasta ahora ocurrido?. La mutación genética del "anarquista solitario" nos puede seguir sorprendiendo..
Las huellas claras de las conspiraciones políticas de los EE.UU. detrás de "incidentes" que vienen a favorecer la toma de decisiones agresivas unilaterales contra otros estados y naciones es harto palpable en América Latina..
Un 24 de enero de 1898 el acorazado insignia de las Fuerzas Navales de los EE.UU., Maine, explotaba "misteriosamente" en el puerto de la Habana..
Seguidamente, como quien reacciona con la ansiedad de lo premeditado, los EE.UU. le declaraban la guerra a España por la posesión de Cuba. Una acción bélica que está considerada como la primera guerra imperialista que conoce la historia. Como resultado de dicha guerra y hasta 1959 Cuba pasó a ser un protectorado de facto de los EE.UU. Hoy, 44 años después, la "zorra", según el sarcasmo del Sr. Lyndon LaRouche, sigue siendo una molesta piedra en la bota del "gigante de las siete leguas" (1)..
La experiencia del gobierno legítimo de Salvador Allende, elegido por los chilenos en 1970, demuestra que no es necesario contrariar de forma ni siquiera aparentemente radical los intereses capitalistas más obtusos para que éstos lleguen a reaccionar de forma torpe y criminal contra la propia nación y el orden democrático por ellos mismos refrendado. Nadie podría catalogar el espíritu conciliador y constitucionalista de Salvador Allende como un atentado contra el pudor, la moral o la honradez. El atentado se producía en la percepción refractaria de los intereses excluyentes de la burguesa y la oligarquía del país, para los cuales los conceptos de solidaridad social y humana constituyen, como insistentemente se demuestra, un insoportable capricho del prójimo. Con la demostrada participación directa de los EE.UU. el gobierno socialista de S. Allende fue impunemente desestabilizado. Para consumar el apogeo del caos que habría de justificar el golpe de estado, el 11 de setiembre pero de 1973, la provocación política de algún "anarquista solitario" fue sustituida por la provocación colectiva de los tristemente famosos camioneros santiaguinos. De esa forma se armó una de las más vergonzosas y criminales agresiones contra un pueblo de que se tenga razón en América Latina..
La historia se repite como farsa aunque sus consecuencias suelan ser dramáticas..
Veintinueve años después, cuando parecía superada la historia de los gorilatos y golpes de estado de las derechas en Latinoamérica, la oligarquía y la alta burguesía venezolana se alzan contra el gobierno legítimo del presidente Hugo Chávez Frías. No se conoce en América Latina ningún otro caso en que un presidente haya sido elegido y ratificado varias veces democráticamente en su cargo en el transcurso de una gestión. No existe ninguna constitución en el hemisferio occidental cuya construcción jurídica haga honor explícito, como la Constitución bolivariana, al espíritu institucionalista del Contrato Social de J.J. Ruseau. Pero tampoco existe en América Latina grupo social de tan arraigado arcaísmo oligárquico como el de las encumbradas élites venezolanas. Un grupo social detentor cuasi absoluto del patrimonio nacional, el natural y el producido a expensas de la marginación de más del 80% de la propia nación. El petróleo, ese recurso ecológico sobre el cual se asienta Venezuela toda, en su fósil docilidad ha servido para que ese grupo social extorsionara más de 400 mil millones de dólares al país. Contra tal (des)orden de cosas se pronunció el movimiento revolucionario bolivariano en que se inspira el Gobierno democrático del presidente Hugo Chávez. Sin violar ninguno de los preceptos constitucionales, es decir, sin violentar el Estado de Derecho, dicho Gobierno ha venido intentando introducir las reformas estructurales concebidas para transformar el actual, cuasi feudal, Estado venezolano. Sólo la creciente demencia política de los intereses excluyentes afectados podía montar, con la venia de los EE.UU., un golpe de estado de tal naturaleza contra el gobierno legítimo de Venezuela. La provocación política esta vez era la consecuente posición de principios del presidente Hugo Chávez y su determinación de gobernar con el mandato del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Constitución e instituciones desaparecieron por el decreto de un subversivo empresario y acaudalado golpista que en representación de la rancia pero poderosa oligarquía venezolana, y alabado con la premura de la ansiedad de los EE.UU., vino a esclarecer quiénes son los que encarnan la demagogia, el populismo y el espíritu revanchista en Venezuela..
Pero lo que hubo en respuesta no fue un "caracazo" con los cientos de muertos que el burgués gentil hombre del entonces presidente Carlos Andrés Pérez dejó en las calles sino, como fuimos privilegiados testigos, una corajuda pueblada. Bajó de los cerros la Venezuela ignorada y reinstaló en el gobierno a un presidente que, imbuido de la amarga experiencia chilena, ha venido reconstruyendo la auto estima del prójimo humillado. Humillados por esa "demencia clínica" de los usurpadores del Estado y las riquezas naturales del país que, sospechosamente, el Sr. Lyndon LaRouche atribuye al presidente Hugo Chávez..
No harán falta las provocaciones políticas de anarquistas solitarios para que en Brasil los intereses capitalistas más poderosos, esos que generan la marginación social y la miseria de más de 50 millones de sus "compatriotas", se levanten insurrectos dados de mano de la pareja de hurracas financieras que ahora convienen en la adulación al Presidente Luis Ignacio Lula Da Silva, si es que éste osara una transformación radical del estado hereditario brasileño, tal como lo calificara el científico, economista y sociólogo brasilienista, Jerzy Sach. Y nada hace pensar que en ese empeño oligarca contra el intento por un Brasil posible faltaría, si fuera necesario, la mano presurosa de los EE.UU., como no faltó cuando ampararon el golpe castrista de 1964 contra el presidente J. Goulart..
El Sr. LaRouche aconseja: "Trate al pobre de Chávez como el demagogo populista banal e inestable que es, y escape del horrible destino que corrió la Francia posterior al 14 de julio de 1789". La sugerencia devela el empecinamiento nada trivial del oportunismo político. Pero, felizmente, el mensaje del efímero golpe de estado contra el presidente Hugo Chávez y los hechos golpistas sucesivos contra su gobierno legítimo así como la historia precedente de Venezuela, alertan al pueblo venezolano sobre el grado de violencia al que están dispuestas la oligarquía y la alta burguesía del país en aras de preservar su inmenso poder económico y el feudo político en el que llegaron a convertir el estado venezolano..
Para un aspirante a candidato a la presidencia de los EE.UU., ahora más que nunca, cuando el Imperio fabrica bochornosamente los pretextos para su siguiente provocación al mundo, mal encubriendo los propósitos de una guerra de rapiña en pos de las riquezas naturales y la dominación geopolítica en el Medio Oriente, debería ser éticamente esencial romper con la tradición política estadounidense del oscurantismo histórico y el menosprecio a la inteligencia de los pueblos.



1. Así llamó a los EE.UU. José Martí, insigne pensador y revolucionario anti imperialista, poeta cubano, apóstol y héroe de la República de Cuba; inspirador, organizador y mártir de la guerra de independencia de Cuba contra España.