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Latinoamérica

El dilema de Pachakutik y la CONAIE

Por Kintto Lucas


El levantamiento del 2001 no solo demostró que el movimiento indígena es la única fuerza social con estructura organizativa y capacidad de movilización en Ecuador, si no la única con restos anímicos para sobreponerse a los golpes del poder. Un movimiento que ha sabido crearse y recrearse a sí mismo con el correr de los años, pasando de entender y reivindicar su propio espacio a entender y reivindicar el espacio de todos.
Sin embargo, esa capacidad de acción y reacción indígena en momentos críticos, muchas veces no alcanza a reflejarse totalmente en una propuesta política.
Pachakutik muchas veces no ha logrado interpretar el movimiento social al que representa a la hora de instrumentar alianzas electorales que reflejen la identidad de un movimiento que salta de la lucha social a la lucha política. Esa incapacidad quedó en evidencia cuando en 1998 se fue a la cola de Fredy Ehlers, y en el 2000 cuando se fue a la cola de la Izquierda Democrática en las elecciones para alcaldes permitiendo que ésta capitalizara en Pichincha la rebelión del 21 de enero, cuando no la representaba. Faltó visión de largo plazo y no existió capacidad para dejar de lado ciertas diferencias internas En las últimas elecciones Pachakutik interpretó el sentido del levantamiento del 21 de enero de 2000 y realizó la mejor alianza de su historia, que además le produjo un buen rédito electoral aunque muchos no lo creían. Sin embargo, a la hora de constituir el gobierno, Pachakutik y la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) parecen no haberse basado en un proyecto político sino en acuerdos coyunturales para acceder a cargos. No se tuvo en cuenta por qué y para qué se asumían esos puestos. Es un error que la CONAIE se dedicara a pelear puestos en lugar de trabajar con su base social sobre el significado del nuevo gobierno y el papel que debe cumplir como movimiento social.
Este es un gobierno mezcladito y bastante contradictorio en el que sectores progresistas se juntan con sectores abiertamente neoliberales y vinculados a Jamil Mahuad, representados por Mauricio Pozo y gente que estuvo con Gustavo Noboa en el Ministerio de Finanzas. Entonces están ahí, además del grupo del Minsiterio mencionado, Guillermo Lasso como embajador intinerante (¿se intenta poner por encima de la canciller un banquero?) e Ivonne Baki como Ministra de Comercio Exterior (amiga de Mahuad y de Benjamín Ortíz, quienes junto a Heinz Moeller cedieron la Base de Manta), para nombrar algunos.
Con esta realidad, lo peor que le puede pasar a Pachakutik y a los sectores gubernamentales progresistas es asumir un discurso que no es el suyo; es salir a dar la cara en defensa de un modelo en el que no cree, mientras otros se esconden; eso puede llevarlos al Pozo y al pozo.
Es necesario que los sectores progresistas dentro del gobierno defiendan todavía la posibilidad intacta de hacer cambios desde el interior sin desconocer su papel, sin despegarse de la base social que representan, sin cambiar su discurso. La CONAIE tiene un papel más complicado, porque no puede perder su independencia del gobierno. Su papel es exigir los cambios y presionar por su mandato, manteniendo su capacidad de movilización permanente. El día que el movimiento social se intitucionalice en un gobierno, sea cual sea, perderá su razón de ser.
Las elecciones últimas fueron un triunfo político del movimiento social en general. Que ese triunfo no se transforme en una derrota, depende de los sectores políticos progresistas que presionen desde adentro del gobierno y de los sectores sociales que presionen desde afuera. El accionar de unos debe complementarse con el de los otros. El gobierno de Gutiérrez no es un gobierno revolucionario, pero es necesario presionar desde adentro y desde afuera para que encamine su rumbo hacia un futuro de cambios.