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Latinoamérica

URUGUAY: HERMINIA SANTANA, 74 AÑOS, EX PRESA POLITICA, NARRA COMO LA DETUVO Y TORTURO JORGE 'PAJARITO' SILVEIRA

"A SILVEIRA LE GUSTABA VIOLAR A LA GENTE JOVEN Y A VECES TAMBIEN A LA VIEJA"

Marcelo Falca y Gabriel Mazzarovich

LA REPUBLICA

La publicación, después de 20 años de impunidad y ocultamiento, de la foto del torturador, asesino, secuestrador de niños y violador, coronel (r) Jorge 'Pajarito' Silveira, provocó una cadena de reacciones.
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PUBLICA EL DIARIO LA REPUBLICA LA FOTO DE CONNOTADO TORTURADOR

Esta vez, hubo silencio oficial, a diferencia del 25 de febrero de 2002, cuando La República reveló por primera vez los rostros del coronel Walter Miralles, el coronel Regino Burgueño, el mayor Menotti Ortiz, el coronel León Tabaré Pérez, el mayor Ricardo Arab y el coronel José Baudean. En esa oportunidad desde el gobierno se nos acusó de 'tener los ojos en la nuca', de no contribuir al 'reencuentro y la pacificación nacional'. Es más, el presidente de la República, Jorge Batlle Ibáñez, dijo que habíamos 'violado los derechos humanos' de los seis represores por haber publicado sus fotos. Esta vez la respuesta oficial fue el silencio.
Antes de la publicación de la foto de Silveira, se hicieron muchas consultas y se consiguió información, con Madres y Familiares de Desaparecidos, con sobrevivientes de los centros de tortura en Uruguay y en Argentina. Los testimonios fueron muy duros, el impacto emocional de las víctimas de las artes de Silveira, muy claro, el de los periodistas que los recabábamos, también.
Luego de la publicación, hubo muchas llamadas, sobre todo de ex presas políticas, pero también de jóvenes liceales y universitarios. Estos últimos preguntaban si eso había pasado en Uruguay. Aquellas nos contaban que se habían reunido con sus hijas y nietas, para leer la nota y hablar de lo que pasó. También llamaron militares retirados y en actividad, para decir que era importante decir que la mayoría de los militares en servicio, no respaldan y rechazan a la gente como Silveira. También hubo de las otras llamadas: '¿Cuándo se van a dejar de joder con esto?', '¿No ven que estas cosas descentran los ejes políticos'.
El miércoles, a media tarde, nos avisaron desde la recepción que había una señora que quería hablar con los periodistas que escribieron la nota sobre Silveira.
Y allí estaba, menuda, flaquita y con un rostro decidido y con las marcas del tiempo vivido. 'Me llamo Herminia Santana, fui presa política, tengo 74 años y quiero que me pongan un grabador y me saquen una foto, porque quiero contar lo que hizo este Jorge Silveira'.
Le alcanzamos una silla, pusimos un grabador, Herminia Santana respiró hondo, como para tomar impulso y dijo una frase que se le escaparía varas veces durante la conversación: 'Es bravo recordar, ¿no?, es bravo'.
'La publicación de la foto es un gran aporte, vale la pena hacerlo. Que salgan todos estos, hay que desenmascarar a toda esta gente. Yo sólo quiero que se haga justicia. ¿Qué derecho tienen ellos de haber matado, torturado, hecho desaparecer a tanta gente y seguir tan campantes? Para mí eso no está bien. Está bien aquello del voto que se hizo y ganaron ellos, el pueblo votó a favor de ellos, yo respeto eso, pero ¿nunca va a haber justicia entonces? Ellos tienen que pagar lo que hicieron. A veces por una pavada llevaron a la gente, la torturaron, la enloquecieron, hicieron de todo y ¿ellos siguen paseándose como este que se pasea? Todavía se esconde. ¿Por qué se esconde?, ¿tiene miedo?, ¿de qué tiene miedo?. Nosotros no somos asesinos, asesinos son ellos. No somos asesinos. Ni cuando estaba en el MLN, nunca hice nada, yo militaba. No secuestré a nadie, no maté a nadie'.
Con una convicción que conmueve Herminia explicó lo que sintió cuando vio la tapa de La Repúblicas: 'Sentí bronca, no sé qué, cuando vi la foto de Jorge Silveira. Fue como revivir cosas tremendas, tremendas. Nunca más lo había visto desde que salí del Penal. Me revivió todas las cosas, tanto que recién hoy vengo, porque podría haber venido el lunes mismo o antes, ¿verdad? Pero estaba rememorando todas esas cosas'. 'El fue el que me fue a buscar el 7 de setiembre del año 1976 a mi casa', cuenta Herminia. 'Fue con una cantidad de milicos, llegó como a las cinco de la mañana, gritando como loco, como siempre'.
¿Usted ya lo conocía?, le preguntamos.
'No. No lo conocía fue la primera vez que lo vi'.
Aclarado el punto, Herminia comenzó un relato, que se interrumpió solamente cuando la fuerza de los recuerdos le quebraba la voz o cuando hicimos algunas preguntas para entender mejor. Reproducimos el diálogo textualmente, por su valor como testimonio.
La historia de Herminia
'Silveira entró a casa gritando: 'La Minolta, la Minolta, ¿dónde está la Minolta?'
La Minolta era una máquina de sacar fotos y gritaba: '¿Dónde está la Minolta?'. Bueno, se llevó la Minolta. Revolvió toda la casa y se quería llevar un dinero. Yo no lo dejé porque el dinero era de mi esposo. Se lo iba a llevar y le dije que era del trabajo de mi esposo. No sacaron nada más que la máquina, en otros lugares saquearon, pero en casa no, no pudieron porque había gente. Bueno, de allí me sacó en un jeep, ya vendada, a un lugar que yo no conocía, pero que después supe que era 'El Infierno', el '300 Carlos', allí en el Batallón 13 de Infantería. Ahí empezaron las grandes torturas, de toda clase.
Violaciones, le gustaba mucho violar a la gente muy joven y también a veces a la gente vieja. Bah, vieja no, mayor de edad. Maltrataba mucho a la gente, golpeaba como loco.
Pero, ¿saben una cosa?, yo tengo la gran satisfacción de decir que a mí no me pudo sacar nada, más de lo que él ya sabía. Me fue a detener porque ya sabía cosas, pero más de lo que él sabía no me pudo sacar. Tengo el orgullo de decirlo. Estuve ahí un tiempo largo, siempre nos estaban torturando y torturando, sentía los gritos, los llantos, la radio fuerte, siempre la radio fuerte. Es bravo recordar, ¿no? Es bravo. La colgada, el submarino, patadas, golpes, violaciones, ese hacía de todo. Recordar es bravo, recordar a la gente que uno quiere y supo que le hicieron lo mismo. De allí nos llevaron a otros cuarteles.
En 'el Infierno', en esos días que estuvimos nosotros, mataron una persona, sé que mataron.
--¿Cómo sabe Herminia?
--Porque ellos lo dijeron, 'se nos fue la mano'. En setiembre de 1976.
--¿Era hombre o mujer?
--Hombre. Estoy segura también que a Elena Quinteros la mataron allí en el 300 Carlos.
El diálogo se interrumpe, porque como había pedido Herminia viene el fotógrafo. Mientras con la cámara intenta captar los gestos que refuerzan el relato, Herminia cuenta un episodio que muestra hasta dónde llegó la indenfensión de las presas y los presos políticos durante la dictadura. Al terminar meses de tortura se les exigía que firmaran una declaración de que no habían recibido 'malos tratos', si se negaban, los volvían a torturar hasta que aceptaran decir que no habían sido torturados.
'Al sacarnos del infierno nos hacían firmar un papel en el que teníamos que decir que nunca habíamos sido torturados. Yo les dije: no firmo, porque eso no es así, aquí me torturaron. Entonces empezaron de nuevo con la tortura y me decían 'tenés que firmar, tenés que firmar'. Al final les dije, firmo pero cuando vaya al juez voy a decir la verdad. Y qué iba a pasar, si el juez era de ellos también.
Pasé al kilómetro 14 de Camino Maldonado, después nos llevaron a procesar. Nos procesaron en la Justicia Militar. Dije que me habían torturado y todo, y seguro, no me dieron pelota, si el juez era de ellos. Nos dieron la pena que era más de lo que nosotros pensamos.
Me llevaron al juez y me dieron una pena de 3 a 6 años.
--¿De que delito la acusaron?
--De ser subversiva, con actos preparatorios para delinquir, una cantidad de cosas.
La solidaridad como respuesta
Herminia, aclara que 'han pasado muchos años y algunas cosas se me olvidaron' y pasa a contar lo que ocurrió después de que la dictadura la 'blanqueó', le levantó la incomunicación y la trasladó del centro de torturas.
'Me llevaron al 5° de Caballería y a otros cuarteles. Estuvimos en un sótano y allí había cuatro compañeros más. A uno de ellos lo sacaban, lo golpeaban, le daban.
Después, en el kilómetro 14 de Camino Maldonado pude ver a las compañeras, qué lindo fue eso, no se imaginan. Allí pude ver a la esposa de un compañero que estuvo conmigo en el sótano y que le dio mucha alegría a ella saber que estaba vivo. El me dijo: 'Si llegás salir y vas a algún lado y ves a tal persona decile que estoy bien'. Yo se lo dije y ella quedó muy contenta. Hacía mucho que no sabía nada de su compañero.
Cuando llegué a Punta Rieles no fue tan bravo, pero aunque allí no se torturaba, sacaban para torturar. Cuando caía una persona nueva, ellos sacaban del Penal a las compañeras que creían que lo podían reconocer y eso.
A mí nunca me sacaron. Me sacaron para el velatorio de mi madre, pero cuando me sacaron no me dijeron adónde me llevaban; entonces yo pensé que me llevaban a algún lado para torturarme, pero fue al velatorio de mi madre.
En Punta Rieles vivimos cosas muy lindas con las compañeras: la solidaridad, el apoyo.
--¿Qué compañeras recuerda Herminia?
--Angelita Baueta, Elina Gomensoro, Lía Maciel, Marta Passegi, Marta Valentini, Gladys Castelvechi, tantas, tantas compañeras. Muchas otras. Era tanto el compañerismo, que yo cuando salí las extrañé. Era bravo afuera. Claro cuando estaba adentro estaba deseando salir, pero las extrañaba.
Silveira en Punta de Rieles
Herminia tiene un nítido recuerdo de la presencia y la actitud de Jorge Silveira en el Penal de Punta de Rieles, el campo de concentración para mujeres que creó la dictadura. Silveira, que había torturado a muchas de las presas, era jefe de celdario y hacía notar su presencia.
La anécdota que cuenta Herminia muestra, en toda su dimensión, cómo Silveira usaba permanentemente el hostigamiento y la amenaza como una forma de prolongar el tormento y también la respuesta que las presas desde su dignidad le daban.
'Una vez estábamos en una cola de medicamentos. A mí me daban una inyección todos los días, no sé para qué era, sé que me tenían como una chancha, gordísima, pesaba como ochenta quilos, cuando caí estaba delgada. ¿Para qué esa inyección? Me tenían medio loquita. Bueno, estábamos en la cola de los medicamentos y vino Silveira. Entonces me dijo: '¿Me conocés?'. Yo le contesté: 'Claro que lo conozco, usted es Jorge Silveira, el de la Minolta'. ¡Para qué!, se puso furioso y me dijo a los gritos: 'Todavía tenés el coraje de decirme eso'. 'Sí, claro que se lo digo, es la verdad, usted fue el que me fue a buscar, ¿se acuerda de la Minolta?'. Como me tenían por un poquito loca, quedó ahí'.
No sólo Silveira hacía sentir su presencia en Punta de Rieles, otros represores confiados en su impunidad y en su poder sobre la vida y la suerte de las presas se mostraban por allí. 'Recuerdo a Gavazzo en el Penal, con una fusta, se metía hasta la puerta de la cocina. Era terrible, una cosa impresionante. Cordero, otro sinvergüenza, han pasado muchos años, yo tenía 46 ahora tengo 74 años. Muchas cosas me he olvidado'.
'Pregúnteme más'
Para el final, Herminia dejó un recuerdo de un breve lapso de militancia compartida con Elena Quinteros.
'Con Elena Quinteros militamos juntas muy poco tiempo, iba a casa de vez en cuando. Un día me dijo: 'Haceme una torta para la próxima vez que venga'. Y yo se la hice y vino y comimos torta con mate, fue la última vez que la vi. Al poco tiempo me avisó un compañero que había caído Elena y después supe todo.
Ahí ya me di cuenta que iba a caer, porque estaban llevando a toda la gente, y esperé, hasta que llegó Silveira'. Herminia Santana nos mira desde su físico menudo y reclama: 'Pregúnteme algo. ¿Algo más?'.
Ante nuestra explicación, ella da por terminada la entrevista y dice a modo de conclusión: 'Voy a seguir, con mis 74 años, voy a seguir. Pero espero mucho de la juventud, estoy tan contenta de la juventud, sé que la juventud va a seguir. Por eso estoy acá'.