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Latinoamérica

Príncipes: el barro se subleva

Reinaldo Spitaletta

No valió ni la injerencia descarada en los asuntos internos del país del embajador gringo en Colombia, William Wood, al declarar que estaba sorprendido de que no hubiese "mayor protesta en contra de la campaña por la abstención"; ni el discurso maniqueo oficial y extraoficial de calificar de buenos a los que lo apoyaban y de "terroristas" a los que estaban en su contra; ni la arrogancia del Ministro Londoño y su desprecio por el elector colombiano al que consideró cretino ("el referendo no es para leerlo, sino para votarlo"), ni la omnipresencia del Presidente en programas de televisión, en los teléfonos celulares, en las cartas "personalizadas", en los medios de comunicación, en los púlpitos, en los cables, en los audífonos, en la farándula...; ni el poner a su servicio el erario público, carros oficiales, dádivas patronales muy interesadas, ni las amenazas, porque aquí también hubo "guerra sucia" para intimidar ciudadanos para que lo votaran. Y ni así pasó el "referendito" (para entrar en la onda de los diminutivos, tan afectos al señor presidente).
A no ser, obvio, que, faltando sólo el dos por ciento, se prepare un gran fraude, o que se abran paso las leguleyadas, como esas de tornar lo nulo en válido y lo válido en nulo. Nada raro en un país con historias de fraudes y trapacerías sin cuento.
No valió la demagogia oficial de que si el referendo no se aprobaba se perdería gobernabilidad, que sería el apocalipsis, y un vasto etcétera o combinatoria de anzuelos y carnadas. El referendo, que tenía puntos clave para el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, era, ante todo, un plebiscito en torno a la figura y "popularidad" de Uribe, con el estribillo de "contra la politiquería y la corrupción". La propaganda al referendo estuvo, precisamente, signada por la politiquería. Y el populismo. Quizá por todo eso, y por la sobresaturación, fracasó. Como lo señaló este lunes el diario español ABC, que comparó a Uribe con Chávez, "en democracia los referéndum tienen un sentido determinado de consulta popular. No deben emplearse para afianzar dirigentes políticos. Y el uso de la televisión debe limitarse a los mensajes institucionales precisos. Uribe no hizo ni lo uno ni lo otro".
Ahora sí ha quedado en evidencia lo que querían camuflar: que el referendo era un dictado del FMI, y las medidas de respuesta a su derrota (o Plan B) ya estaban planteadas en el mismo acuerdo con el Fondo, e incluyen la congelación salarial por decreto, una reforma tributaria más fuerte y otras medidas fiscales (La República, 21-10-03). Lo dijo el embajador Wood, refiriéndose a los puntos del referendo sobre congelación de salarios y topes pensionales: "Son importantes para el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional..." (El Tiempo, 22-10-03).
Se ha dicho hasta el agotamiento que el embeleco recién caído, era innecesario. Ahora hay una brecha abierta: ya no podrán impunemente poner de mampara al pueblo, ni seguir polarizando la agitada situación social en Colombia. Una lección para los príncipes es que mucha gente ya sabe discernir y está en contravía del modelo que la ha arruinado desde hace más de 13 años. Otra es la de que no es promoviendo el unanimismo y el "pensamiento único" como se construye una democracia. No. Es lo contrario: hay que permitir el florecimiento de los contradictores, sin macartizarlos, ni exponerlos a peligrosas inquisiciones, como lo propugnó -sin éxito- la propaganda oficial al referendo con el maquiavélico "quien no está conmigo está contra mí". Tal vez, esta confrontación en las urnas y fuera de ellas, sea el comienzo de una necesaria civilización política en esta tierra de desamparos.