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Latinoamérica

10 de noviembre del 2003

Chile: Los escritores y el golpe

Alejandro Lavquen
Punto Final
Tras el golpe militar de 1973, una de las primeras armas en defensa de los derechos humanos fue la palabra escrita, tanto desde el interior del país como desde el exilio. Durante los años 80 los escritores se sumaron a la lucha por recuperar la democracia, participando en las actividades de movilización y de solidaridad activa. A 30 años del golpe, Punto Final conversó con algunos escritores de distintas generaciones. Patricio Manns, Oscar Hahn, Pía Barros, Pavel Oyarzún, José Angel Cuevas, Ramón Díaz Eterovic y tres jóvenes poetas: Raimundo Nenen, Daniela Pizarro y Enrique Winter.

PATRICIO MANNS

- A treinta años del golpe militar, ¿cuál es su reflexión?

- "La primera cuestión que me planteo con absoluta seguridad de tener razón, es el fenómeno de la impunidad. Digo fenómeno, porque sencillamente una situación de impunidad no puede existir en países que ya entraron al tercer milenio. La vasta experiencia histórica que esto supone, nos obliga a repensar cómo y dónde la tentación de cometer un crimen de lesa humanidad abriga, al mismo tiempo, la tentación de alcanzar la impunidad, es decir, hacer imposible el juicio de los hombres y el juicio de la historia. Al menos, Augusto Pinochet lo ha logrado, y lo ha logrado de un modo insolente, perentorio y sin ambages. Ha impuesto su voluntad de tal manera, que puede pasearse por las calles de las ciudades chilenas, entrar a los supermercados, saludar a sus partidarios, sin que nadie le enrostre su proceder, sin que nadie pueda mover un dedo en su contra. Es lisa y llanamente un intocable. Y como él, muchos de sus partidarios y sicarios, que comparten la responsabilidad de lo ocurrido, pero que ni siquiera aceptan la posibilidad de reconocer su participación en el crimen horrendo. Es más: desde el Congreso, desafían el clamor de los familiares de los victimados, mienten sobre el destino de los detenidos desaparecidos, quieren hacer creer que ignoran su paradero. Si hasta las fieras recuerdan dónde enterraron el último hueso, estos miserables han superado con creces los hábitos de las fieras. Y a cambio de su arrogancia y su silencio, reclaman borrón y cuenta nueva.

Recomiendan el olvido del pasado -es decir, prescriben la muerte de la historia-. Y no sólo eso: preconizan el cese de las responsabilidades políticas, que por lo demás, nunca han sido asumidas en Chile. ¿Alguien recuerda algún juicio político dirigido contra los responsables de tantas matanzas cometidas por las Fuerzas Armadas, en co-acción con civiles, contra su propio pueblo desarmado? Mi reflexión central apunta a que jamás juzgaremos a los verdaderos responsables, puesto que, por desgracia, nuestra historia es muy clara en esta materia: en Chile, la impunidad es un hábito adquirido, y lo que es peor, profundamente anclado en la conciencia de las clases que cohabitan el país. Tanto el que mata como el que muere sabe de antemano que tanto el victimario como la víctima serán, a corto plazo, pasto para los dientes del olvido".

OSCAR HAHN

- ¿Cómo ve estos 30 años, desde el golpe militar? ¿Qué pensamientos le traen?

- "Después de todos los abusos y atrocidades que se cometieron durante el régimen de Pinochet, finalmente estamos en vías de entender que los derechos humanos son un valor intransable. Antes del golpe militar eran un concepto abstracto y de difusión casi nula, pero ahora se han convertido en un valor universal, que está siendo asimilado por vastos sectores de la población. No hay que olvidar que muchas personas tuvieron que pagar un precio muy alto para que tomáramos conciencia de su magnitud. El mejor homenaje que se les puede rendir a las víctimas es alzar la voz donde quiera que estos derechos son violados".

- Usted nació en la zona norte del país, un lugar donde los trabajadores han sufrido las peores represiones de la historia, y tras el golpe no fue una excepción. ¿Qué piensa que le falta a Chile para que asuma de una vez por todas su compromiso con la verdad y la justicia?

"Efectivamente, nací en Iquique, una ciudad en la que sucedieron dos hechos emblemáticos: el combate naval de 1879 y la masacre de obreros en la escuela Santa María, en 1907. Ahí usted puede ver las dos caras del alma nacional. Por una parte, el chileno capaz de inmolarse en defensa de su patria; y por otra, el chileno capaz de masacrar a miles de sus compatriotas. La matanza no sólo quedó en la más absoluta impunidad, sino que, además, los culpables del crimen cuentan con calles y avenidas nombradas en su honor. Treinta años después del golpe militar, todavía hay una especie de goteo de la verdad, lo que es un verdadero suplicio para los familiares de las víctimas y una herida abierta en el corazón de Chile. Es deseable que en algún punto se alcance el perdón, pero el perdón auténtico sólo puede otorgarse después de la verdad. Primero hay que saber a quién se va a perdonar y por qué".

PIA BARROS

- A treinta años del golpe militar, ¿cuál es su reflexión?

- "Tengo emociones encontradas, fuertemente encontradas. Por una parte, veo que demasiadas cosas continúan igual (problemáticas de clase y género, por ejemplo, cruzando toda la vida política y social de nuestro país, aunque esté maquillado de creciente modernidad). Por otra, la belleza inconmensurable de lo logrado, los gestos, Michelle Bachelet ministra de Defensa, la ley de filiación, y tantas otras cosas que me acortan la rabia. Pero treinta años más tarde, escucho las mismas frasecitas que en los últimos veinte, 'demos vuelta la hoja', 'puchas que son resentidos ustedes', 'hasta cuándo con la misma cantinela'. Pareciera que el discurso no se moderniza para decir que los que recordamos, estamos pasados de moda. Y aún, con esta contradicción, a cada instante se me renueva el amor por mi país, y las broncas, y el dolor por los que no están. Y en estas frases deshiladas, la fuerza profunda y la convicción que encierra una cita de Elena Garro: 'La memoria de los vencidos, es peligrosa para los vencedores'".

- Usted siempre ha defendido con fuerza los derechos de la mujer, derechos que los militares postergaron aún más después del golpe, pero así y todo fueron parte fundamental en la lucha contra Pinochet. ¿Cómo recuerda a aquellas mujeres de los años 80?

"También mis recuerdos son dicotómicos; los de las mujeres de los ochenta, cuando éramos todas una y el enemigo era uno y tan visible que no había trampas, ni clases, ni otro dolor que el dolor por Chile entero. Esas que salían a las calles con carteles orgullosos de su taller de lavandería, o de amasandería, las que ordenaban su casa y su barrio con la fuerza moral de estar en lo justo. Y después, cuando se abrió la brecha entre las profesionales y las otras, cuando los partidos peleaban entre sí las ollas comunes para luego abandonarlas, cuando vino el Papa y cambiaron los curas de lugar, práctica que permanece (¿se han preguntado dónde está Mariano Puga, y tantos otros emblemas?). Y pese a todo, llegar a sentir nostalgia de los 80, de pertenecer y permanecer unidas, de sentir que todo gesto era bello y útil, de enorgullecerme por cada logro de cada mujer en cada lugar de mi país. Yo no sé si hoy me come la tristeza o es que simplemente envejezco y mis sueños se anduvieron fracturando un poco".

PAVEL OYARZUN

- A treinta años del golpe militar, ¿cuál es su reflexión?

- "El paisaje político es desolador, sin duda. Un país en manos de los mercaderes del templo. Estamos en la época del pillaje frenético de quienes se reparten Chile como si fuera un botín de guerra, o más preciso aún, como el botín de un asalto. La derecha y la Concertación, por su parte, santones criollos del libre mercado, intentan devastar el último bastión de dignidad que tiene un pueblo: la memoria. Quieren imponer la amnesia total, que nadie recuerde que en este país, alguna vez, hubo coraje, existió el heroísmo; que aquí nacieron y lucharon hombres como Recabarren, Allende, Miguel Enríquez. Por mi parte espero -y me aferro a esta esperanza como a las tablas de un naufragio- que en Chile, al decir de Steinbeck, las uvas de la ira crezcan y maduren bajo un silencio secreto, y tengan, por fin, su pronta vendimia".

- En Punta Arenas la represión ha existido desde el exterminio de los pueblos originarios y la zona sirvió a los militares para campos de concentración. ¿Cree que en Chile habrá justicia alguna vez?

"La experiencia histórica en Magallanes, en cuanto al genocidio indígena, arroja un solo resultado: impunidad. Tal como los crímenes cometidos tras el golpe de Estado de 1973, en el territorio de Magallanes, décadas antes, por cierto, hubo persecuciones, ejecuciones sumarias, secuestros, despojos feroces, redadas, detenidos desaparecidos, fosas comunes clandestinas. Así se cumplió a cabalidad con la solución del 'problema indígena', según la expresión de ciertos terratenientes ganaderos de Magallanes de aquel entonces. Después, vino el olvido. Sólo quedan algunos gestos literarios de denuncia tardía. Poca cosa, en verdad. Ahora bien, si acaso habrá o no justicia en Chile, creo que, en realidad, se debiera responder si acaso habrá o no una revolución social en Chile; porque, en mi opinión, la única instancia histórica en la que puede un pueblo sentirse en parte resarcido de tanto estropicio, de tanta iniquidad, es en una revolución.

Sólo las revoluciones lavan afrentas, realmente. Lo demás, es lo que tenemos por estos días: una parodia de la justicia, tribunales de opereta".

JOSE ANGEL CUEVAS

- ¿Qué siente a treinta años del golpe militar?

- "Haber vivido esa grandeza del alzamiento del pueblo que tuvo entre la espada y la pared al sistema. Un pueblo que posee raíces, valores, una cultura para construir en torno a sí mismo una comunidad alegre, desplegada, llena de sentido. Lo puede hacer. En vez de esta vida individualista, ratona, manipulada en que nos metieron las FF.AA. y los grupos económicos: la sociedad de mercado. Pero así y todo creo que el pueblo se endureció y cuando salte va a dejar la cagada, como se dice en chileno. Hoy está desorganizado, los trabajadores soportan, pero estoy seguro que se está formando algo fuerte, quizás todavía no existen los partidos, movimientos que lo dirijan, pero hay atisbos de corrección de las caídas de las ex vanguardias, del autoritarismo, la falta de democracia, la dependencia de la teoría exterior. Yo pretendo aportar con anuncios, imágenes, lengua nueva. Así sea".

RAMON DIAZ ETEROVIC

- ¿Cómo ve las cosas a treinta años del golpe militar?

- "Se puede hablar de muchas cosas. De un país quebrado, de una sociedad transformada y banalizada, de una sociedad atada a su pasado, que se niega a asumir la verdad y se miente a sí misma, porque detrás de supuestos logros económicos está la realidad de un país que tiene una pésima distribución del ingreso, con su secuela de miseria y falta de oportunidades. La dictadura sigue presente en muchos aspectos de la vida cotidiana. En los medios de comunicación, en un sistema electoral discriminatorio, en la aplicación estricta de un modelo económico que es administrado de espaldas a las necesidades de la gente. Un modelo que basa su éxito en la explotación indiscriminada de los recursos naturales, en los bajos sueldos para los trabajadores, en la falta de oportunidades para los jóvenes, y garantías ilimitadas para los empresarios. Un modelo que se resquebraja frente a las necesidades de trabajo, salud y educación de las personas, y que significa la imposición de una ideología que no tiene otro norte que establecer un modelo de vida chato, conformista, acrítico, excluyente.

Chile necesita reencontrarse con el pensamiento humanista de Salvador Allende. Hasta el año 1973, vivíamos en un país modesto, pero más solidario y consciente de la importancia de la justicia social y del desarrollo cultural a través de la educación, la literatura, las artes. Hoy olvidamos nuestra historia y nos ufanamos de la riqueza que se cosecha sobre un campo de ignorancia y banalidad. Olvidamos las valiosas conquistas sociales alcanzadas bajo el influjo de líderes como Allende, de quien hoy se distorsiona y olvida su pensamiento, incluso por los que decían compartir su itinerario. El pensamiento de Allende sigue vigente, en todo lo que se relaciona con la necesaria profundización de la democracia. El desafío de hoy, junto con defender nuestra memoria, es generar una real unión de ideas y energías para construir un nuevo proyecto político, que sea una verdadera alternativa frente al neoliberalismo que se impone como una verdad aparentemente incuestionable".




También conversamos con tres jóvenes poetas nacidos a principios de los 80. A Raimundo Nenen (de Punta Arenas), Daniela Pizarro y Enrique Winter les preguntamos:

- Ustedes no vivieron el golpe en carne propia, pero crecieron y se formaron durante la década de los noventa. ¿Qué significa para un joven creador el golpe de Estado de 1973? ¿Les dice algo Salvador Allende?

- Raimundo Nenen: "Primero, significa lo que significa para cualquier joven, y no sólo para cualquier joven chileno, sino que para cualquier joven del Tercer Mundo y de éste, el antejardín del Tercer Mundo. Significa vivir sumergidos en la cultura del miedo, vivir con miedo aunque no se quiera, haber sido criados en el miedo. El norte azota al sur, con más crueldad en unos tiempos y en unos espacios más que en otros. Chile es uno de esos tiempos y espacios donde el azote fue más fuerte. Nuestros padres, la sociedad que nos crió, vivió ese temor. No quiero decir que hayan sido cobardes, pues el valiente se sabe por sus miedos. Y ese miedo se traspasó del que cría al criado: nosotros. Eso es lo que significa entonces para un joven vivir con miedo, quizá inconsciente, quizá no, pero está en nuestros actos, decisiones, etc. Ahora, si este joven es un creador, la creación debería pasar a ser una forma de enfrentar esta cultura del miedo, la creación debería pasar a ser valentía. Y es lo que intento como creador, entre el pasotismo y la indiferencia que son hijos del miedo: tomar posición y no cualquier posición, una posición de pie, creadora y destructora.

Si son 30 años de miedo los que se conmemoran, pues es preciso conmemorarlos con la valentía acumulada de 30 años".

- Daniela Pizarro: "Es cierto que no nací en el tiempo justo, ni levanté piedras en los trabajos voluntarios ni mi mano izquierda frente a una Moneda digna. Pero yo ¡y que nadie me lo niegue! sí viví el golpe y lo viví porque se encargaron de que lo viviera en la espera eterna de la mamá, cuando en la casa veíamos la televisión esperando que no apareciera ella en los últimos asesinatos, en las lágrimas de mis abuelos profesores con quienes me eduqué y crecí, en las conversaciones vacías que hoy en día es posible sostener incluso con los que sí vivieron literalmente esa fecha, porque es innegable que algo de sueños han matado, aunque para algunos sea como un octavo de mal queso. Ya tenemos el cansancio ¡somos tan jóvenes y nos damos el lujo de estar cansados! Es tan injusto que no todos sean creadores o no quieran enterarse, porque sale mal olor de tantas partes y se quedan quietos, no sólo tengo el deber de decirlo... yo tengo la suerte de poder hacerlo. Es una vergüenza que el tiempo pase tan largo y podamos hacer tan poco, estos treinta años los vamos a conmemorar con sangre porque el dolor está más vivo que nunca, yo sé muy bien lo que es llorar".

- Enrique Winter: "Aunque sucedió nueve años antes de mi nacimiento, considero como historia reciente el golpe de 1973. Aún está en etapa de tabúes y sólo me parece claro que marcó un antes y un después en nuestra historia republicana. Sostengo una visión progresista. Creo que el retroceso que significó el 11, en cuanto a la búsqueda de igualdades sociales que se venía dando desde los conflictos obreros de comienzos de siglo, los gobiernos radicales y la UP, es impresentable. La domesticación posterior de los jóvenes que entonces creyeron en una vía democrática hacia el socialismo, dejó a las generaciones siguientes sumidas en una conformidad que nace de saber cuán probable es el fracaso en esas lides. Para mí, es una de las fuentes que hace que mi generación me parezca de utilería, más conservadora que la de nuestros padres. Los más capaces no quieren volver a meter los dedos al enchufe y por ello, los dirigentes políticos de hoy, adultos y jóvenes, no son los más idóneos. Al golpe de Estado lo miro a los ojos cuando veo la superficialidad reinante, que a muchos hace olvidar bajo el concepto 'entretención' cuál es el valor intrínseco de la persona humana. Se da una refundación de la identidad nacional, que me preocupa. Respecto a la poesía, que es lo que me convocó a responder, creo que ha sobrevivido sólo porque tenía una tradición más fuerte que la de nuestra madurez política. Los versos chilenos del siglo XX están a la altura de los de países con raigambre ancestral. Pero es innegable que acusamos el golpe, pues no ha aparecido después de la dictadura una generación como la del veinte o la del cincuenta. Durante ésta aparecieron obras muy potentes, pero aisladas. El hilo creo que recién se está retomando, gracias a que los jóvenes han rescatado con respeto a los poetas antiguos y a que se lee mucho más. Hoy quienes tienen cerca de treinta están publicando poemarios que serán en un futuro entrañables. Respecto a mis compañeros de generación, los veo más dispersos, aún no hay conciencia del respeto que se le debe al lenguaje y veo obras más ligadas a la verborrea que al silencio. Creo que cierta parquedad ha sido una constante en Chile y que se recuperará con quienes no nos vimos coartados por las limitaciones de una dictadura.

La vida de uno no consiste en sí mismo, sino en relación con su entorno, y claro que tiene importancia. Triunfaron los postulados del mercado y del individualismo. Me entristece mucho saber que si uno es realmente democrático debe aceptar el legítimo derecho de las personas a preferir el dinero y esta vida absurda antes que los avances comunitarios.

Salvador Allende es un ejemplo de consecuencia y valentía, eso no lo niega ni un derechista extremo. De él rescato un valor que muchos olvidan, que es su apego a la democracia; la misma que debemos respetar cuando el pueblo se encuentra desorientado y desclasado como hoy. La mejor arma que tuvo el 11 para mantener hoy sus postulados generales, fue despreocuparse de la educación pública. Si ésta no se recupera a la altura de nuestra historia, los cam- bios de mentalidad serán sólo otra quime-ra más"