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Latinoamérica

El precario triunfo de la cobardía

Por Luis Casado

Enviado por Maximo Kinast

En su muy interesante biografía de Joseph Fouché, ese gigantesco camaleón de la política francesa que supo ser cura, ateo, moderado, extremista, constitucionalista, terrorista, republicano, monarquista, pobre por origen y millonario por robo, plebeyo de sangre y noble por astucia, el gran escritor Stefan Zweig afirma que "desdichadamente la historia universal no es sólo, como suele mostrarse, la historia del coraje humano. Ella es, mucho más frecuentemente, la historia de la cobardía". Stefan Zweig, instruido por las experiencias de su época y su amor por la historia, asevera que "la política no es, como quiere hacerse creer, el arte de guiar la opinión pública, sino más bien el modo en el que los jefes se inclinan como esclavos ante las corrientes que ellos mismos crearon y orientaron". Y agrega: "así es como nacen los crímenes políticos".
En eso pensaba yo al constatar cómo y de qué manera, la Cámara de Diputados de Chile aprobó el engendro llamado Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Como muchos otros hechos vergonzosos para la historia de la humanidad, la ignominiosa entrega de lo que quedaba de soberanía nacional aconteció casi sin ruido.
Supongo que la conciencia de estar cometiendo un acto vergonzoso le impidió a la mayoría de diputados que aprobó el vasallaje ignominioso correr hacia el palito del corner para celebrar el autogol. No hubo ni conga ni fuegos artificiales. Sólo murga sin carnaval. Y tal vez alguna mirada ansiosa hacia la Moneda para implorar el asentimiento, la aprobación del jefe de la manada. Curiosamente, cuando la infamia se impone por voluntad ramplona de mayorías serviles, nunca falta el ejemplo de un justo que, primero arrastrado en el lodo, termina por trasformarse en la bandera que muestra el camino hacia la dignidad.
En esta copia feliz del edén hubo justos incluso en las fuerzas armadas el día de la felonía y la traición. El sacrificio de quienes rehusaron someterse y ceder al miedo permite albergar la esperanza de una nación reunida en el respeto de los verdaderos héroes. Y no faltan los ejemplos en la historia de Chile y de la humanidad. Cuando el nazismo se impuso en Francia, un Parlamento atemorizado cometió la infamia de auto eliminarse otorgándole plenos poderes a un fascista, un criminal con charreteras de mariscal. Ocurrió en Vichy, ciudad de triste memoria en la historia de Francia, el 10 de julio de 1940, cuando las botas nazis desfilaban arrogantes por los Campos Elíseos. De los 669 diputados y senadores que participaron en la sesión, 569 aprobaron la ignominia. Entre ellos la derecha, los socialistas y los radicales. Veinte se abstuvieron. Mientras que un puñado de justos, acusados de traidores, negaron su asentimiento y votaron contra. De los 80 votos de la dignidad, 36 eran socialistas y 13 radicales. Hoy en día, si los socialistas y los radicales franceses pueden alzar la cabeza con orgullo, se lo deben a esos héroes, muchos de los cuales entraron en la resistencia.
El aciago día en el que la Cámara de Diputados de Chile aprobó el sometimiento al imperio, ocho diputados se abstuvieron. Y ocho diputados votaron contra. El tiempo suele borrar todo. O casi todo. La historia olvida el nombre de los cobardes, de los traidores, y rescata el de los justos. Por eso Salvador Allende es y seguirá siendo una figura universal. Entre los diputados que no se sometieron a la campaña de atemorización y votaron contra el TLC conozco sólo a uno. Le reconozco entre mis amigos sin esperar que él me reconozca como uno de los suyos. Y quisiera decirle a Sergio Aguiló que gracias a él puedo pasearme por el mundo la cabeza erguida. Y no avergonzarme de ser socialista.
Luis CASADO - 10 octubre - 2003