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Latinoamérica

29 de octubre de 2003

Bolivia ante un examen de identidad

María Galindo- Mujeres Creando

Mensaje enviado desde el Cementerio de Villa Ingenio, en el Alto hasta la Casa Blanca en Washington

¿Se imaginan las españolas y los españoles qué hubiesen sentido si la cantidad de movilizaciones realizadas contra la guerra hubiesen terminado en una dimisión de Aznar o acaso en que esas voces salidas desde todos los sitios hubiesen sido escuchadas, sumadas y respetadas?

¿Se imaginan las norteamericanas y los norteamericanos si todo el movimiento contra la guerra y todas las denuncias de corrupción contra el gobierno de Bush se hubiesen extendido desde un barrio en Chicago o en Washington al conjunto del país y de los medios de comunicación y de todos y todas sin excepción y Bush hubiese enfrentado una guerra dentro de su país contra una opinión pública fiera y firme?

¿Se imaginan una protesta que engorda y crece desde abajo donde cada esquina bloqueada es una suma incontrolable de resistencia, donde tu barrio sin nombre ni lugar en la historia se convierte en interpelación ineludible?

¿Se imaginan que "un nunca más" como el del pueblo gallego después de la grave contaminación de sus aguas, fuese algo más que una frase?, ¿se imaginan pueblos que dejan de ser clientes baratos y ocasionales de los partidos políticos?.

Es eso lo que hemos vivido en Bolivia, el milagro parido con dolor de un pueblo que se hace escuchar si o si y a cualquier precio, el milagro de saltar la impostura de todos los partidos políticos para hacerse escuchar de manera directa y sin concesiones.

En ese contexto no es desenlace aquel en el que se han quedado medios de comunicación nacionales e internacionales. Carlos Mesa es presidente, goza del consenso social, gobernará sin los partidos políticos y su gobierno está compuesto por una compleja trama de conciliaciones con sectores de intelectuales, empresarios, lideres regionales y gente con prestigio personal en diversas ramas.

Y si bien esos son elementos importantes, sobretodo porque el compromiso entre el gobierno y el movimiento popular es un compromiso que implica un control social y un control ético contra la corrupción de magnitudes inéditas, así y todo no creo de ninguna manera que ahí quede ni tampoco que ahí resida el fondo de esta historia aún inenarrable.

Contentarnos con estos datos como desenlace es redundar en que los procesos sociales giran en torno del Palacio de Gobierno, cosa justamente que el movimiento social boliviano ha demostrado que no es así. Y no le pregunten por favor a ningún dirigente , a ningún caudillo ni grande, ni mediano, ni pequeño ¿cuál es la receta?, no sólo porque la desconocen, sino porque no la hay. Bolivia es un país donde las calles están vivas y esa vitalidad política es la que una sociedad en su conjunto ha podido utilizar para gritar su hambre de justicia y de pan. Es esa vitalidad política la que ha hecho que los medios de comunicación abandonen sus líneas editoriales y abran sus micrófonos a las vendedoras de pan, a los choferes de taxi, a los y las invisibilizados para que todos y todas a su tiempo relaten lo que sucedía en cada cuadra. La rebelión popular no tenía voceros, ni representantes y su magnitud era tal que era imposible cubrirla desde ninguna objetividad, por eso la subjetividad de las lágrimas y los gritos histéricos de quienes estaban velando a las y los muertos se convirtió por la fuerza del dolor en la línea editorial de canales de televisión, cadenas de radio y periódicos.

Contra todo escepticismo

Hierven hoy en Bolivia en grandes ollas todos los escepticismos, y salen de los hervores voces que confirman el valor de las marchas, el valor de la palabra colectiva, el valor de la iniciativa grande y pequeña y es ese el regalo que Bolivia les ofrece a todas y todos quienes se hayan sentido mínimamente conmovidos por el proceso que hemos vivido.

Los y las, las y los amantes de la revolución en todos los sitios han sido y hemos sido permanente abrumados y abrumadas por figuras legendarias y muy caricaturescas de las revoluciones. Figuras, diría yo como feminista, patriarcales de lo que el cambio social significa. Por eso esas búsquedas han estado tan mediados por el heroísmo y el vanguardismo.

La Revolución a la que hemos asistido en Bolivia es una revolución sin frentes, ni ejércitos libertadores, revolución sin caudillos y sin toma del poder, ni pasamontañas.

Revolución que nos deja como gran conquista la desnudez de una sociedad racista y clasista sensibilizada ante sí misma sobre su propia deshumanización.

Este proceso ha colocado a Bolivia entera frente a un examen de identidad, examen de respuestas incompletas donde empiezan a cobrar sentido todas aquellas identidades que desde la invisibilidad y desde la negación toman la palabra.

Estamos hablando de la gente "común y corriente" que con los pies puestos en la tierra empieza a confrontarse consigo misma.

Por eso la conquista de esta revolución es la necesidad de transformar las relaciones sociales que han sustentado nuestra propia humillación como sociedad.

Nosotras como feministas conocedoras de la fragilidad de toda identidad, sabedoras de que piel y cuerpo es antes que tierra y territorio, sabedoras de las formas como las identidades se mezclan, entremezclan y confunden, conocedoras de la tiranía que encarnan todos los fundamentalismos culturales y todas las pugnas de poder, somos en medio de esta revolución una vertiente de frases interpeladoras, somos la vertiente capáz de aglutinar a un sujeto complejo como es el universo de las mujeres para pasar de ser la autonegación colectiva a ser un sujeto históricos. en eso estamos.

Por eso la primera frase con la que salimos a las marchas fue: "las putas amantes de la vida declaramos que no queremos guerra", y aquella con la que regresamos a nuestras casas a descansar y recuperar fuerzas fue: "la lucha es fiera mujer sin partido, ni caudillo".

Y antes de prepararnos un te caliente para reconfortar nuestros cuerpos, les recordamos a los medios de comunicación que la primera huelga de hambre la iniciaron "unos indios" en la ciudad de El Alto, la segunda en la ciudad de La Paz la iniciamos una puta y una lesbiana, la hicimos como pequeño espejo reflejante de la masiva participación de las mujeres en todos los sectores, y la tercera la hicieron los intelectuales de la clase media. El orden de ellas no es un azar, es una expresión que hay que explicitar, porque explicita las inciativas, esta revolución ha replanteado también el papel de los intelectuales.