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Latinoamérica

15 de octubre de 2003

Pobre Bolivia pobre

Javier Ortiz
www.javierortiz.net
Poco importa cuanto se estudien las realidades sociales: los estallidos de ira popular seguirán siendo impredecibles.

¿Por qué Bolivia? ¿Por pobre? Desde luego que no. El pueblo boliviano es pobre de solemnidad desde hace muchísimo. Ya lo era cuando llegó por allí Ernesto Che Guevara y se topó de bruces con el conformismo amedrentado de sus campesinos, que pronto se demostraron más dados a denunciarlo que a prestarle apoyo.

Las masas paupérrimas bolivianas han soportado de todo. Incluso han llegado a permitir la victoria electoral de golpistas de la peor especie, como Hugo Banzer.

Así fue durante largo tiempo, y así siguió siendo hasta que los EUA decidieron que mucho más cómodo que perseguir a los traficantes de coca en su propio territorio era aprovecharse del carácter lacayuno de los gobernantes bolivianos para destruir los campos de coca en origen. El rechazo de los campesinos a la odiada destrucción de sus históricos cultivos -la hoja de coca les ha venido ayudando desde siempre a sobrevivir mejor en la altura- se vio multiplicado por la desidia oficial a la hora de favorecer la implantación de una producción agrícola alternativa. Fuera coca, más miseria.

Aunque por aquí se haya hablado poco de ello, las revueltas populares y los brotes de protesta violentos se vienen sucediendo desde 1999 con creciente intensidad, sin que la sustitución de Banzer por Sánchez de Lozada en las elecciones del año pasado haya propiciado ningún giro significativo.

El actual estallido social tiene, dentro de lo trágico, su tanto de sarcasmo.

Es típico que las clases gobernantes -todas- aprovechen cualquier conflicto exterior, activo o latente, para alimentar mecanismos de «unidad nacional» en la población y frenar la diferenciación y la conflictividad internas. En el caso de Bolivia, la razón -o la excusa- tiene raíces históricas: viene de 1879, cuando Chile arrebató a Bolivia su única salida al mar por la zona de Zarapacá. Desde entonces, las oligarquías bolivianas se han servido del resquemor provocado por aquella derrota y del odio hacia Chile y los chilenos para tratar de proyectar hacia el exterior buena parte de las frustraciones locales.

Pero ahora resulta que, metidos a explotar -y a exportar- el gas que atesora el subsuelo boliviano, a Sánchez de Lozada no se le ocurre mejor idea que aprobar el proyecto de Repsol YPF de hacerlo a través de puertos chilenos.

Es difícil imaginar mayor torpeza. Los sentimientos nacionalistas estaban ya de por sí más que exaltados por el plan de vender a los Estados Unidos el principal recurso energético boliviano a cambio de contraprestaciones de más que dudoso alcance para las masas empobrecidas. Y entonces rematan el disparate anunciando que lo exportarán a través de Chile. ¡La propia criatura de la oligarquía boliviana -el odio a lo chileno- ha acabado por volverse contra sus progenitores!

La confluencia de los tres grandes movimientos sociales existentes en Chile -el campesino, el sindical y el indígena, en no poca medida entrelazados- ha dado origen a la situación prácticamente insurrecional de estos días. La crisis interna de las fuerzas en el poder favorece su desarrollo. En estas condiciones, el factor más inquietante es el Ejército, que parece tan unido como siempre... y más brutal que nunca.