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Internacional

17 de septiembre del 2003

Uno de los análisis más inteligentes, poderosos y absolutamente fascinantes de por qué hay que detener a Bush & Cía
Un héroe estadounidense del sur de la frontera

Jorge Mariscal
Rebelión
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Una de las voces más elocuentes contra la locura de la invasión y ocupación de Irak por George W. Bush & Cía. es Fernando Suárez del Solar. De tamaño mediano, ojos grandes y expresión serena, Suárez habla un inglés imperfecto y se disculpa frecuentemente ante su público. Pero lo que tiene que decir en su español nativo no es nada menos que uno de los análisis más inteligentes, poderosos y absolutamente fascinantes de por qué hay que detener a Bush & Cía.

El pasado 27 de marzo, el hijo del señor Suárez, el soldado de primera clase de los marines Jesús Alberto Suárez del Solar Navarro murió en Irak cuando pisó sobre una bomba de fragmentación de EE.UU. que no había estallado. Debido a que su unidad no había sido informada de la presencia de las pequeñas bombas, Jesús y sus compañeros entraron al campo repleto de minas. La mirada de Suárez se pierde en el vacío al volver a contar como su hijo herido fue abandonado durante más de dos horas porque el comandante a cargo no permitió que otros marines volvieran a la escena del accidente.

"Otro héroe mexicano/vuelve a casa/Bajo las Barras y las Estrellas"
-María Herrera Sobek

La familia Suárez enterró a Jesús, y el señor Suárez, que en privado se había opuesto a la guerra antes que comenzara, decidió que debía hablar por la paz. Durante toda la historia de EE.UU., los inmigrantes mexicanos se han mostrado reacios a adoptar posiciones políticas por temor a represalias. Estigmatizados a menudo como "extranjeros" y objeto de actos personales e individuales de racismo incluso después de llegar a ser ciudadanos de EE.UU., estos recién llegados prefieren tratar de pasar desapercibidos. Pero Fernando Suárez de Solar no es un inmigrante típico.

Si la vasta mayoría de los inmigrantes mexicanos vienen a EE.UU. con bajos niveles de educación y urgentes necesidades económicas, Suárez no compartía esas características. Nacido en la Ciudad de México en 1955, su padre fue un destacado político que envió a su hijo a estudiar primero con los padres católicos LaSalle y luego en una academia militar perteneciente al ejército mexicano. Durante más de dos años y medio, Suárez vivió los rigores de la carrera militar. A fines de los años 90, Suárez, su mujer Rosa y sus cuatro hijos, Karla, Olivia, Jesús y Claudia, se sumaron a los millones de compatriotas en busca de nuevos horizontes y se radicaron en Tijuana, Baja California, la ciudad de crecimiento más rápido de México.

Una vez establecido en Tijuana, Suárez se convirtió rápidamente en uno de los principales activistas de base que trabajaban a favor de los pobres. Organizó incansablemente comités vecinales que elevaban peticiones a los funcionarios locales y federales reivindicando necesidades básicas tales como agua potable y sistemas de alcantarillado. En 1995, recibió un premio de "Servicio Cívico" como ciudadano destacado del año. Con su mente perspicaz y su capacidad de oratoria pública, el señor Suárez parecía predestinado a una exitosa carrera política.

"He pasado la vida/explorando otras tierras/
para darles a mis hijos/un mañana mejor."
- Los Tigres del Norte

Dos años más tarde, la familia Suárez cruzó la frontera hacia Estados Unidos a la ciudad de Escondido al noreste de San Diego. La razón para la mudanza fue poco usual y llevó a dramáticas consecuencias. Como jóvenes adultos que habían crecido a lo largo de la frontera entre EE.UU. y México, Olivia y Jesús querían hacer una contribución a la mejora de la sociedad. Los corridos que escuchaban en la radio reflejaban lo que veían a diario en Tijuana - la perniciosa influencia del narcotráfico. Juntos, Olivia y Jesús, convencieron a su padre de que se trasladaran a Estados Unidos para unirse a los militares de EE.UU. en la guerra contra la droga.

La justificación del traslado suena falsa en la actualidad, después de la pérdida del único hijo de la familia en la invasión de Irak por EE.UU. Suárez padre comprende hoy muchas cosas sobre el poderoso vecino norteño de México. Cuando llegó al país y comenzó a ver los anuncios de reclutamiento militar en la televisión, cometió el error de pensar que formaban parte de una campaña especial de publicidad. Tardó en comprender que tales anuncios constituyen una parte permanente del paisaje cultural de EE.UU. Me dijo recientemente: "Después de un cierto tiempo me di cuenta de que el gobierno tiene una campaña continua para reclutar jóvenes para las fuerzas armadas, que va más allá de lo que yo consideraría sano. Es irónico que se desvíe dinero hacia el reclutamiento militar cuando no alcanzan los fondos para escuelas. Tengo la impresión de que el gobierno considera que es más importante que los jóvenes sean soldados que estudiantes universitarios. Pareciera que el gobierno quiere una sociedad militarizada, en vez de una sociedad civil, educada y culta".

El señor Suárez es un observador especialmente perspicaz de la fiebre patriótica que invadió Estados Unidos después del 11 de septiembre. "En Estados Unidos", subraya, "ser patriota significa para la mayoría de la gente apoyar al presidente no importa quién sea y colocar una bandera en tu coche o en tu casa. En México, por otro lado, el patriotismo forma parte de toda acción emprendida por un ciudadano. Puede ser cuando adopta una posición crítica hacia la política del gobierno o simplemente cuando lucha por sobrevivir económicamente. Puede ser cuando le pide cuentas al gobierno cuando las acciones de éste pisotean los derechos básicos".

"Es mejor morir de pie
que vivir de rodillas."
--Emiliano Zapata

Durante los últimos meses, Suárez ha vivido un curso acelerado en la enorme insensibilidad de los medios estadounidenses y el ciego patriotismo típico de un gran sector de la comunidad latina en Estados Unidos. En la conferencia de prensa de "Que vuelvan casa ahora" realizada en Washington DC el 13 de agosto, un periodista preguntó: "Pero, señor Suárez, esas familias tienen hijos e hijas en Irak y su hijo ya murió. ¿Qué está haciendo aquí?"

Las sandeces de los medios parecen nimias comparadas con la dura crítica que Suárez recibe a menudo de algunos miembros de la comunidad latina. Sus suegros se oponen a su crítica pública de la administración Bush, y hay inmigrantes que lo denuncian a menudo por ser un "ingrato" que no muestra suficiente gratitud hacia el país por lo que califican de "darle un sitio decente donde vivir y educar a sus hijos". Para esas personas, cuyas vidas en México eran infinitamente más difíciles, el Sueño Estadounidense derrota cualquier injusticia que puedan enfrentar actualmente.

En un chat en idioma español, los cubano-estadounidenses derechistas son especialmente crueles. Lo acusan de odiar a Estados Unidos y sugieren que sólo la ayuda religiosa o psicológica podrá curarlo de su necesitar de decirle la verdad al poder. Pero Suárez se niega a guardar silencio. Si respuesta a sus críticos latinos es simple: "No odio a nadie y no odio a este país. Yo y mis hijos y mis nietos formamos parte de este hermoso país con sus diversos habitantes. Respeto sus opiniones pero no estoy de acuerdo con ellas."

"Estamos convencidos de que la no-violencia
es más poderosa que la violencia."
--César E. Chávez

Suárez es un nuevo tipo de estadounidense, es decir un americano, héroe. Mexicano de nacimiento, su mensaje de paz está dirigido a todo joven en las Américas. A pesar de lo que cree la mayoría de los "Americans" en este país, América se extiende más allá de los fronteras creadas por Estados Unidos hace menos de doscientos años. América se extiende desde los Andes hasta las Rocallosas, desde la cuenca del Amazonas hasta el Caribe y hasta el estrecho de Bering en el norte.

El señor Suárez es uno de los primeros de una nueva clase de inmigrantes del siglo XXI que ha viajado hacia el norte de América a "America" para realizar el "American Dream" sólo para ver cómo su familia se precipita de manera trágica en la amplia brecha que separa la promesa de la "democracia americana" de la realidad diaria confrontada por los trabajadores.

Se considera un ciudadano corriente obligado a denunciar sin amargura las mentiras e injusticias perpetradas por el actual régimen. Sus objetivos más inmediatos son ayudar a las familias de inmigrantes que tienen hijos que vuelven de la guerra y educar a la juventud latina sobre cómo puede crear un mundo mejor. Sin permitir que lo quebrante el dolor de su pérdida y los obstáculos que confronta, Fernando Suárez del Solar continúa su viaje por la paz. No duda de que su hijo Jesús se sentiría orgulloso.

* Jorge Mariscal es veterano de Vietnam y enseña en la Universidad de California, San Diego. Es miembro activo del Proyecto YANO, una organización antimilitarista que trabaja por desmilitarizar las escuelas públicas