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Internacional

BUSH DEPENDE CADA VEZ MÁS DE LA GUERRA

Saul Landau*

"Las guerras son malos cinceles para esculpir mañanas pacíficos" -- Martin Luther King Jr.


Felicidades para George W. Bush, ganador y aún campeón después de derrotar a un contendiente de peso completo muy bien ranqueado. Ciertamente la heroica victoria de EE.UU. en Irak debiera grabar el nombre del 43ro. presidente en los libros de historia. La Doctrina Bush significa luchar en guerras "preventivas" contra naciones desarmadas que en un futuro muy distante pudieran amenazar intereses estadounidenses. En lenguaje cristiano, la invasión de EE.UU. a Irak encontrará su justificación en las cuatro primeras palabras del dicho: "Tratad a los demás...
El lenguaje bíblico se desbordó desde la Casa Blanca, pero los jefes militares, cumpliendo órdenes de sus jefes civiles, despacharon tropas para proteger los campos petroleros mientras otros soldados de EE.UU., también cumpliendo órdenes, fueron testigos si no fue que alentaron la destrucción de las mismas reliquias a que se refiere la Biblia. "Alabad a Dios y hablad con reverencia de Sus obras, pero guardad cuidadosamente vuestro tesoro recién adquirido", debía decir la Biblia.
La brecha entre las palabras y los hechos debiera hacer reír a la gente cuando oímos las amenazas de la próxima guerra. Los que gritaron más alto en el Congreso acerca de apoyar a nuestras tropas obtuvieron sus beneficios.
¡No importa! Los titulares y los artículos principales apenas lo reportaron.
En su lugar vimos en TV la bandera americana -- bien empinada y en manos de quienes las agitaban, por supuesto. Una buena parte del ansioso público estadounidense está dispuesto a aceptar como verdad cualquier tontería que salga de la Casa Blanca y sea repetida por los medios. Use a Dios rápidamente y a menudo en cada discurso.
"Dejad salir la palabra". George W. Bush ha escogido la guerra como su (o Su) método de lograr la paz -- y ser reelegido. Al recibir las órdenes de su propio y especial Dios cristiano y de sus brillantes manipuladores políticos, Bush se ha lanzado a una misión divina de "liberación". Es lógico que los mil millones de personas que practican la fe islámica -- ¿compartirán una memoria colectiva de las Cruzadas? -- estén recelosas.
Con los cuerpos de los iraquíes aún sin enterrar y los fabulosos tesoros antiguos desaparecidos o destruidos, el Secretario de Defensa Rumsfeld amenaza a Siria. No es nada nuevo. Es la misma tontería de que "poseen armas de destrucción masiva" y "dan refugio a terroristas". Los sirios debieran comprender que el presidente toma decisiones rápidas. No necesita pruebas para convencerse del curso justo. Actúa con un aire de total confianza. La política depende no de hechos y análisis, sino de sus confiadas corazonadas acerca del bien y del mal. Él explicó a una audiencia de Oklahoma City lo que "nos" distingue de "ellos".
El 29 de agosto pasado dijo: "Miren, nosotros amamos -- nosotros amamos la libertad. Eso es lo que ellos no entienden. Ellos odian las cosas; nosotros amamos las cosas. Ellos actúan movidos por el odio; nosotros no buscamos la venganza, nosotros buscamos la justicia por amor".
Para combatir el mal, para encontrar la justicia y el amor, lo mejor de la naturaleza humana, Bush, por supuesto, depende de la guerra -- para lograr la paz. Y Dios, para Bush, nos hizo la más poderosa fuerza militar. Así que tan pronto las fuerzas de EE.UU. estuvieron listas para la acción después del 11/9, Bush les ordenó que atacaran a los poderosos talibanes de Afganistán. Cuando explotaron las bombas y los misiles, las pérdidas afganas hicieron palidecer las cifras de bajas en la Torres Gemelas y en el Pentágono. Los explosivos llovieron en la tierra dominada por los fundamentalistas apoyados por los saudís, donde los malvados de Al Qaeda tenían campos de entrenamiento.
Pocos de los conocedores vieron a Afganistán como el comienzo de un nuevo orden imperial de EE.UU. Cualquier cosa que Bush dijera lo tomaban como una "venganza" lógica. Seguramente que la elite dominante republicana atemperaría el comportamiento del "jovencito" en el extranjero. Pero el joven emperador, usando el terrorismo como su metáfora para todo mal, continuó utilizando la guerra en la malvada región -- contra Irán, Bush dejó en claro a los otros gobiernos que le importa un pepino texano lo que piensen.
Vaya, dice Hans Blix, el ex jefe de Inspección de Armamentos de la ONU. El 9 de abril Blix dijo a El País de Madrid que "no existe evidencia de que esta guerra haya sido muy planeada de antemano. A veces esto da que pensar acerca de la actitud de ellos en cuanto a las inspecciones de armamento". ¿Fue ingenuo Blix? Quizás él no haya tomado en serio las amenazas de Bush porque tenían ese tono fundamentalista que parecía..., bueno, inapropiado para una potencia moderna y sofisticada como EE.UU. Pero Bush había dejado bien en claro sus intenciones El 5 de septiembre de 2002 Bush se dirigió a Irak, Sitia, Irán, Libia y otros utilizando a una audiencia de Louisville, Kentucky como intermediaria: "Quiero enviar una señal a nuestro enemigo de que han incitado a una nación compasiva y decente y poderosa, y vamos a buscarlos".
Una guerra para obtener sus más profundos deseos religiosos. "Es necesario que les digan a sus seres queridos, en especial a los más pequeños, que cuando oigan a su Presidente hablar de al Qaeda, Irak y otros lugares, lo hago porque deseo la paz".
Para Bush -- que no conoce el 1984 de Orwell -- la paz quiere decir guerra.
"Cuando nosotros tenemos que ser muy duros, nosotros vamos a ser muy duros.
Y ellos (los terroristas) están aprendiendo otra cosa de Estados Unidos.
Cuando nosotros necesitamos ser compasivos, nosotros también podemos ser compasivos y afectuosos".
La mayoría de los expertos y de los políticos aparentemente no se dieron cuenta del cambio en los asuntos mundiales como resultado de los hechos del 11/9. Lo que muchos vieron como un cambio temporal -- el ciclo de la venganza -- se ha convertido en una alteración a largo plazo del orden geopolítico. El 11/9 sirvió como un equivalente estadounidense al incendio del Reichstag en 1933 para Hitler, en el cual "luchar contra el terrorismo" se convirtió en el pretexto para nuevas formas radicales de control en el país y en el exterior.
Fíjense en los cambios. En lugar de la ONU, OTAN y otros tratados, Bush los sustituyó por la pura potencia estadounidense, que él y sus esbirros justifican con galimatías bíblico o con jerigonza a lo Metternich. (El Príncipe Klemens von Metternich situó a Austria en su ruta imperial durante la primera mitad del siglo 19. Metternich insistía en que los jefes de estado deben usar políticas, incluyendo la guerra, para garantizar la paz.
Consideró a la revolución y al comportamiento rebelde o no obediente como enfermedades, y trató de suprimirlos en todas partes.) Para la guerra, Bush necesita suficiente apoyo en el país -- al diablo con el resto del mundo. Así que utilizó el consabido y probado método de demonización, insinuando que el diabólico Saddam había dirigido de alguna manera los ataques del 11/9. En sus discursos y conferencias de prensa demonizó a un hombre verdaderamente malvado sin presentar pruebas de verdaderos vínculos que Saddam tuviera con los terroristas o con armas de destrucción masiva. Estos mismos discursos acusatorios estaban repletos de múltiples referencias a Dios y a la paz.
El invento funcionó. Para el 19 de marzo de 2003, cuando las fuerzas estadounidenses invadieron a Irak, un porcentaje sustancial del público estaba convencido de que Saddam no sólo "atacó con gases a su propio pueblo", sino que había infligido el daño del 11/9 a "nosotros". Por lo tanto, Bush tenía razón en invadir.
La mayoría de nuestros aliados -- excepto Inglaterra, España y Australia -- habían observado con aire de incredulidad la estimulación beligerante antes de la penetración agresiva. Bush en realidad no haría la guerra sin el apoyo del Consejo de Seguridad. Luego, cuando él hizo la guerra, protestaron y rasgaron sus vestiduras.
Ellos creían que el civilizado Colin Powell detendría la maquinaria de guerra. Después de todo, importante sectores de la elite dominante, incluyendo a Papi Bush y sus consiglieri James Baker y Brent Scowcroft, tenían serias reservas acerca de la guerra sin el apoyo de la ONU.
Pero el supuestamente prudente Secretario de Estado demostró que su servilismo era mayor que su cautela. Cuando se realizó el crucial debate en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, los oponentes de la guerra no tuvieron suficientes cojones para oponerse dramáticamente a la descarada guerra no provocada de Bush. Ni tampoco los principales demócratas -- hubo unas pocas excepciones, como el Senador Robert Byrd de Virginia Occidental y el Representante Dennis Kucinic de Ohio -- tuvieron el valor de advertir al presidente y a los inicuos gavilanes polleros que planearon el ataque que estaban a punto de cometer crímenes de guerra.
Los bushistas se rieron de los debiluchos demócratas, se mofaron de la oposición europea sin carácter, despreciaron a los otrora poderosos rusos y a los chinos adictos al comercio. Ocasionalmente daban una palmadita en la cabeza a Blair, el faldero preferido de EE.UU. y se burlaron de esas Casandras que alertaban acerca de la reacción de los "airados árabes" y de la "opinión pública mundial".
"¿Cuántas divisiones tienen?", pudiera haber preguntado Bush, parafraseando la burla que Stalin hizo del Papa, quien desaprobaba sus políticas mientras su administración practicaba la política del poder despiadado.
Los que al principio habían sido en el mejor de los casos temas periféricos -- como que Irak tenía armas de destrucción masiva y vínculos con Al Qaeda como amenazas inminentes a la seguridad de ee.uu. -- fueron convertidos en principales. Simultáneamente distorsionaron hábilmente los hechos que los medios, como era de esperar, no tuvieron la curiosidad de verificar. Pero ellos sabían que podían contar con los medios para presentar andanadas de imágenes cambiantes de "TV Realidad en Irak" para erosionar la memoria.
Cuando la elite dominante lo presionó para que obtuviera el apoyo de la ONU antes de lanzarse a la guerra, los bushistas llevaron la invención a un nuevo nivel. Acusaron a Saddam de violar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. La propia organización que Bush rutinariamente había calificado de inútil, ahora adquiría estado de santidad. El pecado mayor de Saddam era su violación de las resoluciones de la ONU.
Por tanto, la repetición de las acusaciones: armas de destrucción masiva, vínculos con al Qaeda, violación de las resoluciones de la ONU y "él trato de matar a Papi" -- para referirse a un ambiguo intento de asesinato en Kuwait en 1993 -- se convirtió en la mantra de la Administración. En ningún momento el Presidente presentó pruebas. Simplemente repitió las acusaciones.
Vamos, ¿a quién van a creer ustedes, a su presidente o al tipo que lanzó gases contra su propio pueblo? En vez de decirle "vaya a dormir la borrachera", los cobardes demócratas, siempre temerosos de que alguien los acusara de "débiles", se retorcieron las manos, aceptaron públicamente sus trucos demagógicos y en octubre de 2002 le concedieron poderes especiales de tiempo de guerra. (El voto en el Senado fue de 77 a 23.) Los planificadores de Bush ya habían decidido conducir esta guerra sin importarles la ley (en el mejor de los casos una hoja de parra) o la opinión internacional. Pocas personas se sorprendieron que la inmensa superioridad del armamento estadounidense derrotara a una fuerza militar muy inferior -- especialmente una como la de Irak, que básicamente se había desarmado antes de la invasión. En realidad los estadounidenses no necesitaban a los británicos.
La lección: no haga caso de la ley internacional, la ONU y la opinión pública, y emplee la fuerza bruta: el mundo comprenderá las cosas esenciales del orden estadounidense del siglo 21. Viva Estados Unidos, Estados Unidos echa las reglas a un lado.
Por supuesto, sirvió de ayuda que el blanco fuera un villano despreciado y un tonto. Pero Saddam no usó armas de destrucción masiva contra los invasores estadounidenses y británicos. Quizás no tenía tales armas letales.
El tiempo lo dirá.
La historia muestra que las Administraciones estadounidenses entre los años 1979 y los 1980 cooperaron con este ogro cuando les convino a sus intereses.
Los documentos muestran al Secretario de Defensa Donald Rumsfeld dándole la mano a Saddam en 1983 como enviado del Presidente Reagan. Rummy ayudó a entregar la adquisición por parte de Irak de armas químicas y biológicas y ayuda logística de EE.UU. para desplegarlas.
Coincidentemente, varios funcionarios de la administración tienen estrechos vínculos con las compañías que se beneficiarán materialmente de la guerra, como el Vicepresidente Cheney, ex Director General de Halliburton que ganará millones en la reconstrucción de Irak. En la revista New Yorker del 17 de marzo de 2003, Seymour Hersh ofrece evidencia sustancial que muestra que Richard Perle, presidente de la Junta de Política de Defensa de EE.UU., utilizó su cargo para ganar grandes emolumentos No hay razón para que a uno no vaya bien mientras hace el bien.
Estos conservadores neo judíos y estos fundamentalistas cristianos han concertado una boda de belicosa conveniencia, en el cual se jode al resto del mundo -- ellos ven al mundo como algo a su disposición -- a no ser que algo adverso ocurra en las elecciones del 2004 o la economía continúe su descenso en espiral.
¿Consecuencias? Bush no hablado de ellas. Desconoció la aparición de hasta 20 millones de personas en manifestaciones en las calles de ciudades de todo el mundo este invierno y las comparó a un "grupo de opinión".
Pero como reporta Seumas Milne en The Guardian del 10 de abril, los norcoreanos están muy atentos tanto a las políticas de Bush como ala reacción a ellas. "Mientras las manifestaciones contra la guerra y anti-estadounidenses hacían erupción en todo el mundo", escribe, "el Ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Norte dramatizó una lección ejemplar sacada de esta guerra de cuatro semanas".
Un funcionario gubernamental norcoreano dijo: "La guerra iraquí muestra que permitir el desarme por medio de inspecciones no ayuda a evitar la guerra, sino que por el contrario la provoca". Los norcoreanos llegaron a la conclusión de para evitar ataques a naciones que Estados Unidos ha situado en el "eje del mal", se requiere de "una tremenda fuerza militar disuasoria".
Mientras que los sonidos de oración emanaban de la Casa Blanca, Milne ve a los gavilanes polleros que planearon la guerra de Irak volando en círculos "alrededor de Siria e Irán". Ellos han suministrado "un poderosos estímulo a la proliferación nuclear". Concluye diciendo que "los ataques terroristas anti-occidentales parecen inevitables, impedidos sólo por la posibilidad de una creciente movilización internacional contra el nuevo imperialismo mesiánico".
Amén, digo yo a mi manera no religiosa. Yo, al igual que decenas de millones de otros, continuaremos resistiendo.
*Saul Landau da clases en la Universidad Cal Poly Pomona y es miembro del Instituto para Estudios de Política. Su nuevo filme Irak: voces desde las calles, puede obtenerse por medio de The Cinema Guild. 1-800-723-5522
www.saullandau.net