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Internacional

15 de agosto del 2003

Choque de intereses por el reparto del botín iraquí
¿Golpe de Estado en la Casa Blanca?

Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada

Existe una lectura diametralmente opuesta de la muy sagaz Maureen Dowd -columnista estrella de The New York Times (6 de agosto)- a la que formuló Bajo la Lupa (6 de agosto) sobre el presunto "beso del diablo" del general Colin Powell a Baby Bush, por medio de la filtración de su renuncia anticipada al concluir el cuatrienio de la actual administración enfrascada en una guerra civil interna. Sin tapujos, Maureen afirma que los "neoconservadores dieron un golpe de Estado en la Secretaría de Estado". Con su sarcasmo inigualable comenta que los "neoconservadores" (los "straussianos" para los amables lectores de Bajo la Lupa) se movieron para llevar adelante su "guerra preventiva" en el "abismo brumoso" donde buscan un "cambio de régimen" para instalar a uno de los suyos. ¿Quién mejor que Paul Dundes Wolfowitz, el polémico subsecretario del Pentágono y verdadero diseñador de la "guerra preventiva imperial" en medio de la "guerra permanente"?

Un día después de la filtración de The Washington Post (4 de agosto) sobre la renuncia anticipada de la dupla Powell-Armitage, baby bush los recibió, con su esposa Laura, a una cena en su rancho de Crawford, Texas. La filtración tenía algo de perversa porque aseveraba que Powell tiraba la toalla por presiones de su esposa Alma, también invitada a la cena. The Daily Telegraph (5 de agosto) - hermanado a The Jerusalem Post, de los cuales es director el israelí- estadunidense Richard Perle, íntimo de Wolfowitz- recuerda que Powell no participó en la carrera presidencial de 2000 por presiones de su esposa Alma, quien lo amenazó con abandonarlo. (Ya empezaron a meterse con las esposas; que no se quejen mañana Wolfowitz y Perle.) Los dos grupos antagónicos que luchan por el alma de la política exterior de Estados Unidos (Powell-Armitage vs. Wolfowitz-Perle-Cheney- Rumsfeld, en ese orden, en nuestra apreciación del poder) se quitaron los guantes de seda y se están dando con todo, y Baby Bush parece haber permanecido "neutral", para no decir catatónico, dándole a cada uno por su lado, a riesgo de si no desgarrarse, por lo menos llevar su presidencia a un impasse sin rumbo que ha desconcertado a tirios, sirios y troyanos. Dos días después de la cena a la pareja Powell, sumada de Armitage, Baby Bush recibió al vicepresidente Dick Cheney, quien se quedó un día más para esperar la visita del septuagenario Donald Rumsfeld, secretario del Pentágono.

De por sí el equipo Bush tiene en su seno el germen de su propia descomposición: dos civiles, Wolfowitz y Rumsfeld -quienes en su vida han usado una pistola ni de agua siquiera- al mando de los militares, frente a un general hecho y derecho a cargo de la diplomacia, quien se ha consagrado a arreglar, cada día con menor margen de maniobra y éxito, el caos de la aplicación de la "guerra preventiva imperial". En medio de la desconexión entre la expansión militar y la diplomacia, ¿no estarán chocando por el reparto del botín iraquí los intereses corporativos de la dupla Halliburton-Bechtel con el Grupo Carlyle? La esquizofrenia en el equipo Bush, en medio del naufragio del Titanic de la globalización financiera, parece haber alcanzado a la misma familia Bush: Daddy Bush pertenece consustancialmente al Grupo Carlyle, mientras el hermano del actual presidente, John Ellis (alias Jeb), se encuentra conectado a la "santa alianza" de los straussianos con el partido Likud. A los otros hermanos, Neil, Jonathan y Marvin, los tienen escondidos en el clóset, por sus presuntas fechorías. Ni a quién irle. Sin desear ofender a sus ingenuos seguidores en el Tercer Mundo, quienes se comen todos los cuentos chinos que les cuenten (¡el de la "tercera vía", el summun del sadomasoquismo "ofertista-fiscal" del mitómano Tony Blair, no tiene nombre!), Powell tampoco es una perita en dulce, pero, sin duda, en el trato y en sus alcances conceptuales es menos tóxico que los straussianos, quienes salieron a tragarse al mundo por la vía militar para intentar impedir -en forma ilusa, a nuestro juicio- la quiebra financiero-económica de Estados Unidos y su decadencia ineluctable. A menos que se trate también de una ruptura generacional preocupante, Michael Powell (hijo de Colin Powell), presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés), se encuentra con un pie en la puerta de salida después de haber promovido la ominosa desregulación de los omnipotentes multimedia de Estados Unidos que hubiera beneficiado en especial a la superbélica Fox News y que, por fortuna, fue frenada por el Congreso (The Salt Lake Tribune, 5 de agosto).

Maureen asegura que Baby Bush "no siempre está al tanto de los esquemas grandiosos de los neoconservadores (...) quienes cuando desean realizar las cosas, las hacen, sin importar lo que el Sr. (nota: así viene) Bush piense". De ser así, entonces, no es solamente un "golpe de Estado en la Secretaría de Estado"; es más grave: ¡se trataría de un verdadero golpe de Estado, pero en la Casa Blanca misma! Bajo la Lupa nunca hubiera osado ir tan lejos en su interpretación. Después de aseverar que Alma, la expuesta esposa del general de a de veras, estaba furiosa de que la hubieran embarrado, Maureen cita a un confidente de Powell, quien declaró que "se trataba de una venganza de los neoconservadores, por sus dos malos meses en Irak, donde se cayeron". Conste que no dijo que se tropezaron, sino que "se cayeron". La cena del probable desagravio se llevó a cabo el día del aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre la población civil de Hiroshima, y al día inmediato, la amazona y aliada de los straussianos, Condi Rice, la asesora de Seguridad Nacional, quien también asistió a la histórica cena de Crawford y a quien alcanzó la radiactividad de las mentiras de las inventadas "armas de destrucción masiva" de Saddam, publicó un insulso artículo "Transformando el Medio Oriente" en The Washington Post (7 de agosto).

¡Pero claro que hasta ahora lo han "transformado", para lo peor! Maureen detecta las "huellas de los neoconservadores" y su "golpe preventivo" en ocho frentes: 1. "La demonización" por medio del artículo de Newton Leroy Gingrich, uno de los políticos contemporáneos más tóxicos de Estados Unidos, quien ideó la "revolución conservadora" y quien en Foreign Policy (julio de 2003) reclamó la reforma de "arriba abajo", además de un "choque cultural", en la Secretaría de Estado; 2. "Hacer más sexy la filtración de inteligencia": tanto Powell como Armitage desecharon la filtración sobre su renuncia anticipada como "absurda"; 3. Echarle la culpa a Alma, cuando es bien sabido que la dupla Powell-Armitage no repetiría; 4. Obligar a un "cambio de régimen"; 5. Preparar a Gingrich como secretario de Estado, lo cual equivale, a decir de un alto funcionario de la Secretaría de Estado, a "un infierno"; 6. "Hacer lo que le convenga a Ariel Sharon": según sus partidarios, "la amenaza de cortar los préstamos a Israel -nota: por la erección del muro- vino de la Secretaría de Estado, no de la Casa Blanca"; 7. "Ignorar la verdadera amenaza": los neoconservadores "preocupan al país con Irak y un golpe de Estado en la Secretaría de Estado, mientras Al Qaeda pudo haber demolido el hotel Marriott en Indonesia y conspira otros ataques aquí", y 8. "Cambiar el tema: próxima parada, Norcorea".

No es importante coincidir con Maureen. Lo relevante radica en los puntos ultrasensibles que toca y en el concepto mismo del "golpe de Estado" que el ensayista Gore Vidal da a entender que sucedió en la Casa Blanca el 11 de septiembre cuando el Pentágono ocultó a Baby Bush en las montañas de Nebraska, mientras Cheney daba instrucciones desde un búnker en Washington y quien, a su decir, desde ese entonces preside de facto la "junta" que se hubo apoderado del destino de Estados Unidos. ¿Será? Son cosas muy delicadas, proferidas por Vidal y Maureen, dos genios de la pluma, pero tampoco se puede soslayar que en medio del cataclismo (no nos referimos a la debacle de los bonos del Tesoro ni al multiestallido de las burbujas financieras, sino a la renuncia anticipada de Powell) haya reaparecido en forma por demás extraña, el mismo día de la cena histórica de Crawford -en medio de rumores ensordecedores en Washington que no viene al caso expresar-, el suspirante presidencial Al Gore (justamente familiar de Gore Vidal), no solamente para arremeter sin clemencia contra toda la política de Baby Bush (ambiental, financiera, económica, militar, social, etcétera), sino, más que nada, para enfatizar que no sería candidato presidencial para el año entrante, cuando ya lo ha externado hasta el cansancio. What is going on?

No es normal; pero nada de lo que pasa este verano ardiente es normal en Washington ni en Crawford, donde el editorial del periódico de la localidad, The Waco Tribune Herald (30 de julio), recibió a su huésped supremo, Baby Bush, con la solicitud de la renuncia de Cheney. De ese tamaño andan las cosas por Crawford. Un editorial del St. Petersburg Times (6 de agosto), de Florida, asevera que "la historia de la renuncia" del popular Powell representa una "señal" para que Baby Bush se desembarace de los impopulares "miembros halcones de la administración, como el vicepresidente Dick Cheney y el secretario del Pentágono Rumsfeld". Se trata de una lectura más acorde con la tesis del "beso del diablo" de Bajo la Lupa, y aquí no hay que casarse con las ideas cuando el editorial refiere - después de acreditar que la única figura que le brinda credibilidad doméstica e internacional a Baby Bush es Powell (Wolfowitz es un aburrido burócrata de salón que jamás sería presidente municipal de ningún lado)- que "todo Washington sigue especulando si la filtración vino de los aliados o los enemigos de Powell. Bush seguramente desea que se quede Powell por un rato, así sólo fuese para prestarle prestigio a su campaña de relección". Este es un muy buen punto que Maureen no abordó, quizá por ser obviamente antistraussiana: sin Powell, y sólo con Wolfowitz y su séquito de antipáticos (dicho sea mercadológicamente), Baby Bush puede perder, al menos que ya tengan planeado a su sustituto en la persona del superhalcón Schwarzenegger, quien se seguiría derechito a la Casa Blanca, como da a entender el periódico británico The Guardian (7 de agosto), si llegase a ganar la gubernatura de California en el famoso recall, el carnaval del "referendo revocatorio". Así las cosas, existen dos lecturas diametralmente opuestas sobre la "renuncia anticipada", lo cual es muy sano para elucidar los enigmas de la lucha sin cuartel que libran dos grupos antagónicos para controlar el poder de la Casa Blanca, donde queda exageradamente prístino que Baby Bush reina pero no gobierna.

¿Quien es el verdadero ventrílocuo de Baby Bush? ¿Tendrá dos ventrílocuos diferentes, uno matutino y otro vespertino? ¿Quién triunfará en la lucha entre los dos ventrílocuos enemigos a muerte? Those are the real questions! Pero más que en Crawford o en Washington, como un signo inequívoco adicional de la decadencia, la verdadera batalla del milenio por el alma estadunidense se decidirá en California: donde un mexicano de origen, el vicegobernador Cruz Bustamente, puede enderezar 153 años después el barco de Estados Unidos, que se precipita a la deriva.