VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Internacional

29 de agosto del 2003

El mundo después del 11 de septiembre

Miguel Álvarez Sánchez
Rebelión
El nuevo concepto de seguridad

La conmoción causada en el mundo por la noticia del atentado terrorista del que fue víctima el pueblo norteamericano, el 11 de septiembre, nos estremeció a todos.

Cualesquiera que sean las causas, factores de orden económico y político, no se puede negar que el terrorismo constituye un peligroso fenómeno que debe ser erradicado y así lo ha expresado Cuba en más de una ocasión, "condenando todos los actos, métodos y prácticas de terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, donde quiera, por quien quiera que los cometa, contra quien quiera que se cometa y cualesquiera que sean sus motivaciones." (1)

El 11 de septiembre produjo un cambio a escala global a partir del cual todos fuimos más inseguros, Estados Unidos consolidó su papel como la única superpotencia ascendiendo a la categoría de "hiperpotencia" y bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo se dispuso a imponer su hegemonía al resto del mundo. En nombre de la justicia se llamó a la guerra, con los más sofisticados medios para matar. La racionalidad inicial para justificar esas acciones fueron el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas que consagra el derecho de los Estados a actuar en defensa propia ante un ataque real o inminente. Estados Unidos informó al Consejo de Seguridad que se preparaba a lanzar ataques militares contra otros países y organizaciones, además de Afganistán y la red Al Qaeda.

Previamente en su mensaje a la nación ante sesión conjunta del Congreso, el Presidente Bush había definido el conflicto para el mundo en los siguientes términos "cualquiera, en cualquier lugar, tiene ahora que tomar una decisión o está con nosotros o está con el terrorismo" (2) y calificó el "conflicto" como una guerra prolongada, de muchos años, sin paralelo en la historia. El concepto de extensión en el tiempo devendría en una constante de la retórica de guerra.

Por su parte el Secretario de Defensa norteamericano Donald Rumsfeld, cuando le pidieron que comparara este período con otros, dijo que sería como la Guerra Fría, que duró varias décadas, fue multidimensional y generó una mezcla de estrategias en el terreno militar, político, económico, diplomático e ideológico, aunque en este caso con acontecimientos menos predecibles y adversarios menos conocidos.

James Woolsey ex director de la CIA, fue más explícito, dijo que los Estados Unidos estaban ya en la IV Guerra mundial (la guerra fría como tercera) y que ésta duraría considerablemente más que las 2 guerras mundiales. Se nos propone así un estado permanente de guerra que justifique cualquier acción en la arena internacional y en su política doméstica.

Con el fin de la Guerra Fría, Estados Unidos se quedó sin un enemigo visible que contribuyese a la cohesión de la nación y justificase los desajustes económico-sociales y su voluntad expansionista. Los Presidentes dejaron de tener amenazas externas que le sirvieran para impulsar sus políticas, frente a un Congreso poco complaciente, fuerte partidismo y el accionar de importantes grupos de presión.

El 11 de septiembre por consiguiente, permitió el diseño de una estrategia, con la idea de un gobierno global, que mediante el predominio militar, de forma unilateral y sin someterse a instituciones internacionales, ejercería su dominio. Se conformaba así una perspectiva neoimperial por la cual Estados Unidos se arroga el papel de fijar normas a escala global, determinar amenazas, usar la fuerza e "impartir justicia" acorde a sus intereses y principios. Un solo jefe, un solo juez, una sola ley.

Ser un poder imperial es mucho más que ser la nación más poderosa de la tierra, significa hacer cumplir ese orden en el mundo y hacerlo sobre la base de sus intereses hegemónicos; significa establecer las reglas en todo, desde los mercados hasta las armas de destrucción masiva, mientras se exceptúan a sí mismos de las reglas internacionalmente establecidas. Es la única nación que controla el mundo a través de 5 comandos militares globales; mantiene más de un millón de hombres y mujeres sobre las armas en 4 continentes; desplaza grupos de batalla que vigilan todos los océanos; mueve las palancas del comercio global, y trata de controlar las mentes imponiendo sus deseos y concepciones a partir de un sistema de propaganda de alcance planetario.

En el plano interno se toman medidas que abren una era sin precedentes en el control y vigilancia sobre sus ciudadanos o cualquier persona que resida en territorio estadounidense temporal o permanentemente, lo que ha generado oposición no sólo entre los tradicionales defensores de los derechos civiles y las libertades públicas en los Estados Unidos, sino entre sectores conservadores del propio establishment, llegando hasta el ciudadano común.

En el pasado medio siglo, la doctrina militar norteamericana había enfatizado la contención como parte del enfrentamiento a países hostiles, concepción basada en la disuasión nuclear y la distensión mutua asegurada. Se produce ahora un cambio fundamental en su estrategia de seguridad nacional de profundas implicaciones. Con la proclamación del derecho a lanzar ataques preventivos, se establecía un peligroso precedente, de consecuencias difíciles de medir hacia el futuro, consagrando un nuevo orden internacional donde se atribuyen además el derecho a cambiar el régimen político y social de cualquier país. La invasión a Irak es prueba fehaciente de ello.

La base de estas ideas no nacieron el 11 de septiembre. Desde hacía mucho tiempo ellas formaban parte del unilateralismo intervencionista preconizado por un núcleo de importantes neo- conservadores agrupados en poderosas fundaciones y "tanques pensantes" que ahora se dan cita en las oficinas del Vicepresidente, del Departamento de Defensa y del Consejo de Seguridad Nacional, todos firmes creyentes del poderío militar norteamericano y opuestos a los desarrollos regionales que puedan contradecir o competir con el poder hegemónico.

Lo que anunció Bush en la sesión conjunta del Congreso, se amplió en el Mensaje de la Unión en enero del 2002 al extender la lucha contra el terrorismo de Al Qaeda y Afganistán a las llamadas armas de destrucción masiva en manos del "eje del mal". Iraq, Irán y Corea del norte pasaron a engrosar la lista de los amenazados.

Unos meses después, el Presidente establecería los principios generales de la nueva concepción cuando declaró que las doctrinas de la guerra fría debían dar paso a un nuevo pensamiento, basado en un concepto radicalmente diferente: el "ataque preventivo": "Si esperamos que las amenazas se materialicen, habremos esperado demasiado", . "Debemos llevar la batalla al enemigo transformar sus planes y afrontar las amenazas antes de que surjan" ,."Debemos descubrir células terroristas en 60 países o más."(3)

La redefinición de la soberanía no resulta particularmente novedosa en el actual esquema hegemónico. Se vuelve más absoluta para Estados Unidos y más condicionada para el resto del mundo. Para nosotros en este hemisferio esto no es nada que sorprenda, John Quincy Adams en 1823 nos había legado la Doctrina Monroe, donde se establecía una América para los americanos y evitar así el restablecimiento de la presencia europea: La Doctrina Monroe no fue un tratado, sino una decisión unilateral del poder emergente. Ejemplos de decisiones similares e intervenciones militares "preventivas" en nuestro continente harían muy extenso este trabajo, la década de los 80 nos recuerdan los casos de Granada y Panamá.

Ahora las limitaciones a la soberanía tienen nuevos condicionamientos y carácter global, los gobiernos que no actúen según los dictados de Washington, la perderán, pueden ser declarados fuera de la ley o se les puede aplicar la decisión unilateral del cambio de régimen.

En la nueva Estrategia de Seguridad Nacional(4), aprobada en septiembre del 2002, el principio de la disuasión desaparece oficialmente y es sustituida por el concepto de "ataque preventivo" basado en el dominio por la superioridad militar para enfrentar de forma rápida y decisiva a aquellos gobiernos que Estados Unidos considera enemigos o que le dan "abrigo" o protección a los terroristas, según el arbitrario parecer norteamericano.

Se establece así como un objetivo de esta doctrina la identificación y destrucción del llamado terrorismo de "alcance global" y de aquellos Estados que el Gobierno de Estados Unidos determine que lo apoyan, o que no satisfacen sus requerimientos ideológicos. Ya no se trata de ataques en virtud de la necesidad de autodefensa como establecía el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas, sino de un concepto totalmente diferente, el derecho a agredir a cualquier país bajo el argumento de su potencial amenaza incluso sin que esté presente un claro y actual peligro, derecho que se extiende, según el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, a la intervención para prevenir las hegemonías regionales que intenten competir con el poder imperial.

Ese mismo año se dio a conocer la versión pública de la nueva Estrategia Nacional para Combatir las Armas de Destrucción Masiva (5), cuyas tareas "sustantivas" aún permanecen en secreto. La estrategia establece por vez primera en un documento oficial la utilización de armas nucleares como parte de "todas las opciones a su alcance".

Durante décadas el Gobierno de Estados Unidos había mantenido una política nuclear deliberadamente vaga, ahora se dice claramente que las armas nucleares son parte de las fuerzas que Washington podría usar para enfrentar amenazas de ataques químicos o biológicos, y se reitera como componente esencial de la misma la doctrina "del ataque preventivo".

Para completar la armazón conceptual imperial de predominio militar, se emitió el documento "Estrategia Nacional para Combatir el Terrorismo"(6), en el cual está nuevamente presente el criterio de la eliminación de las amenazas antes de que lleguen a las fronteras de EE.UU., a sus ciudadanos e infraestructura en el exterior y se reafirma la idea de una guerra larga. Particular atención se asigna a la lista de los "estados terroristas" designados por el Departamento de Estado.

Implicaciones para Cuba en el nuevo contexto internacional

Estas concepciones de guerra preventiva, ataques sorpresivos, cambio de régimen se aplican en el mundo real, con el agravante para Cuba de encontrarse en el hemisferio occidental a solo 90 millas de la superpotencia hegemónica y formar parte de la lista de los que definen como terroristas sin fundamento alguno y sólo por razones de política doméstica. De los 60 países que nos habían anunciado como posibles blancos de su estrategia al menos 7 están claramente determinados y Cuba es uno de ellos.

El Director del FBI en testimonio ante el Comité Selecto de Inteligencia del Senado, previo a que se conociera la Estrategia Nacional Contra el Terrorismo declaró que los países que habían sido designados patrocinadores del terrorismo, -Cuba incluida- "permanecían activos en los Estados Unidos y continuaban apoyando grupos terroristas que tenían a norteamericanos como objetivos"(7).

Las implicaciones de esa lista y los peligros que representa, nos la muestran recientes declaraciones del Secretario de Estado quien señaló que a Cuba se le ha dicho a través de ese informe que se le considera que apoya actividades terroristas y añade que esto no lo tolerarán más a ninguna nación y del Subsecretario de Defensa, Brian Whitman quien señaló: "Hay gente que se pregunta si es válido este concepto de prevención más amplio como el que tenemos con Cuba",. "la situación nos obliga a mirarlos más a ellos"(8).

Desde los primeros momentos del triunfo de la Revolución, la esencia de la política de Estados Unidos siempre fue lograr un cambio de régimen. El programa Cuba que comenzó a desarrollarse desde la primavera del 1959 y fue aprobado formalmente por Eisenhower en los primeros meses del año 60 así lo establecía , y esa política nunca cesó, lo que confirman entre otros hechos, la invasión de Playa Girón, la operación Mangosta, los intentos de asesinato contra los dirigentes revolucionarios o ejemplos más recientes como la aprobación de la ley Helms Burton que plasma jurídicamente en documento público, la obligación gubernamental de lograr ese objetivo. Posteriormente quisieron disfrazar sus intenciones bajo el eufemismo de la "transición a la democracia".

Lo nuevo es que hoy esa política se proclama abiertamente para el mundo, se ha puesto en práctica con la invasión a Irak, y se ha añadido el cambio de régimen como un aspecto crítico de los objetivos estratégicos del nuevo orden mundial que Estados Unidos pretende imponer. Todo ello a pesar de no contar con el respaldo del Consejo de Seguridad, de algunos de sus aliados y enfrentar un significativo rechazo internacional.

Esto tiene lugar bajo una administración en Washington con fuertes compromisos y vínculos históricos con los anti-cubanos de Miami a quienes incluso le agradecen los resultados de la elección y una extrema derecha norteamericana para quien la victoria de la guerra fría no es completa sin el sometimiento de Cuba. Hoy representantes de esos sectores tienen posiciones claves en las diferentes agencias que se encargan de proponer e implementar la política hacia Cuba. El Consejo de Seguridad Nacional, el Departamento de Estado o la Agencia para el Desarrollo son solo alguno de sus lugares más visibles.

Las presiones sobre la Casa Blanca para incrementar la hostilidad y crear condiciones que propicien una crisis que desemboque en un conflicto armado se han intensificado. En ese marco se inscriben las falsas acusaciones sobre la supuesta capacidad cubana para producir armas biológicas, proveniente de altos funcionarios de la Administración; las declaraciones oficiales de considerar los secuestros "como amenaza a su seguridad nacional"; la connotación que han dado a la presencia de Cuba en la lista de países terroristas. En la nueva Estrategia de Seguridad Nacional, cualquiera de estas circunstancias podría desencadenar un ataque preventivo.

Se intensifica el bloqueo y la guerra económica, a pesar de la creciente oposición que el mismo concita dentro de los propios Estados Unidos. Se aumentan los fondos que abiertamente se asignan para financiar la subversión, los cuales declaran no son sino una pequeña cantidad de los que se entregan de forma encubierta, y se realizan acciones provocativas que atentan contra la soberanía del Estado cubano, buscando incluso lograr el cierre de las Secciones de Intereses con la expulsión de diplomáticos cubanos. Todo ello combinado con la manipulación de los hechos y una sistemática y bien articulada campaña mediática para crear las condiciones en la que amplios sectores de la opinión pública norteamericana e internacional entiendan y acepten "la necesidad" de una acción militar contra Cuba.

No son casuales las declaraciones del secretario de Defensa Donald Rumsfeld y del secretario de Estado Colin Powell sobre la posibilidad de una agresión a Cuba, quienes en ningún caso rechazaron esa opción, sino simplemente admitieron que por el momento priorizaban otros instrumentos de política. Rumsfeld matizaría que esa opción no estaba hoy en el radar de Washington "a menos que posean armas de destrucción masiva". Powell después de recordarnos lo que hicieron en Afganistán e Iraq y que a veces ninguna otra solución es apropiada excepto la fuerza militar, señaló: "Ud. no siempre alcanza inmediatamente las herramientas militares" y agregó "no consideramos que es apropiado en este momento usar la fuerza militar para ese propósito"(10). Como puede observarse los adverbios de tiempo marcan las prioridades; pero no excluyen las opciones.

La política imperial se globaliza en la consecución de sus intereses hegemónicos, en un mundo más complejo y peligroso, donde crece la inestabilidad y la inseguridad. En ese mundo los peligros y retos a enfrentar por Cuba resultan evidentes.

* Asesor del Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba. Este texto fue escrito el 21 de mayo 2003.




Notas

(1) Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, 9 de mayo, 2003

(2) Mensaje a la nación, Casa Blanca, 20 septiembre, 2001

(3) Discurso George Bush. West Point 1ro de junio, 2002

(4) The National Security Strategy of the United States of America. White House September 2002

(5) NSPD 17 o Directiva Presidencial No. 4, Septiembre 2002

(6) Estrategia Nacional para combatir el terrorismo, Febrero 14, 2003

(7) Robert S. Mueller, III. Director FBI. Declaración ante el Comité Selecto de Inteligencia del Senado, Febrero 11, 2003

(8) El Nuevo Herald, "E.U. vigila focus terroristas en Latinoamérica". Mayo 20, 2003

(9) A program of covert action against the Castro regime. March 16, 1960

(10) NBC "Meet the Press", May 4, 2003 Los subrayados son del autor