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Internacional

8 de julio del 2003

Socios en el crimen: El gran capital de EE.UU. y los nazis

Yosef Mikhah

"In Defence of Marxism", julio de 2003
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Hace casi seis décadas, los GIs (soldados) de EE.UU. que combatían a los ejércitos de Hitler en Europa se sorprendieron al descubrir que los alemanes conducían camiones Ford. Si los GIs hubieran alzado los ojos, hubiesen visto a los nazis volando en aviones construidos por Opel, una subsidiaria a parte entera de General Motors. En 1939, las filiales alemanas de GM y Ford suministraron un 70 por ciento de los coches vendidos en el mercado alemán. Las subsidiarias alemanas de ambos gigantes del automóvil continuaron produciendo material militar para los ejércitos del estado fascista alemán. La investigación en los archivos ha determinado que algunos directores en ambas firmas, ciudadanos estadounidenses, no se opusieron a la conversión de las plantas de GM y Ford en Alemania y en Francia y Polonia ocupadas por Alemania, para servir el aparato militar alemán.

Un investigador, Bradford Snell, comparó la importancia relativa de Suiza, que facilitó la actividad financiera nazi durante la II Guerra Mundial, con la importancia de GM para los fascistas alemanes. Snell escribió: "Suiza fue sólo un depósito de fondos saqueados. GM formó parte integral del esfuerzo de guerra alemán. Los nazis podrían haber invadido Polonia y Francia sin Suiza. No lo podrían haber hecho sin GM".

En 1998, la investigadora Miriam Kleinman comentó sobre las relaciones entre Ford y los nazis: "Cuando se piensa en Ford, se piensa en béisbol y en torta de manzanas. No se piensa en que Hitler tenía un retrato de Henry Ford sobre la pared de su oficina". En realidad, la conexión entre Henry Ford y el dictador alemán es anterior a la toma del poder por los nazis en Alemania en 1933. Henry Ford se había distinguido entre los antisemitas estadounidenses, con la publicación de numerosas calumnias contra los judíos en un periódico de su propiedad en Dearborn, Michigan, así que Hitler declaró en 1931 a Detroit News: "Considero a Henry Ford como mi inspiración".

Evidentemente la admiración era mutua. En julio de 1938, Henry Ford aceptó una medalla del gobierno fascista alemán, la mayor condecoración que los nazis podían otorgar a un extranjero. Un mes más tarde, James Mooney, un ejecutivo máximo de GM, también recibió una medalla nazi "por servicios distinguidos al Reich". El escritor británico Charles Higham cita a Mooney diciendo en 1940: "Hitler tiene razón y no voy a hacer nada que pueda enojarlo".

Al final de la guerra, un investigador del ejército de EE.UU., Henry Schneider, calificó a la subsidiaria alemana de Ford de ser "un arsenal del nazismo, por lo menos en lo que a vehículos militares se refiere", una situación que, según Schneider, había sido aprobada por la central de Ford y la gratitud fascista a Ford y GM tenía buenos motivos: desde 1939, el camión "Blitz", producido en una fábrica construida por GM en Berlín, formó parte del Blitzkrieg, la agresión alemana contra los países vecinos: Polonia, la URSS y Francia. Opel, la subsidiaria alemana de Opel y Ford de Alemania fueron el mayor y el segundo productor de camiones para las fuerzas fascistas alemanas.

La relación mutuamente ventajosa entre los dos gigantes automovilísticos de EE.UU. y el estado fascista alemán puede haber incluido más que camiones. El investigador del ejército de EE.UU., Schneider, afirmó que Ford en EE.UU. posibilitó que los alemanes obtuvieran grandes cantidades de caucho, vital para asegurar la movilidad de los ejércitos fascistas contra los pueblos de Europa. El escritor Snell acusó a GM de haber suministrado a los hitleristas la tecnología necesaria para producir combustible sintético. Snell afirma que el jefe de los armamentos alemanes, Albert Speer, le informó que sin esa tecnología, Hitler "jamás hubiese considerado la invasión de Polonia". El estallido de la guerra en 1939, no puede haber sorprendido a GM o Ford; ambas firmas habían competido por el mercado alemán desde los años 20. En los seis años precedentes a la II Guerra Mundial, los nazis se habían lanzado a perseguir y encarcelar a los enemigos del fascismo en Alemania sobre todo a comunistas y socialdemócratas, y a los judíos.

Al iniciar la guerra el objetivo del Estado de Hitler fueron simplemente sus enemigos externos: los pueblos europeos. El ataque alemán contra Polonia en 1939, que enfrentó los tanques alemanes a la caballería polaca, no representó el fin de la estrecha cooperación entre las subsidiarias alemanas de GM y Ford y el estado fascista. El jefe de GM Alfred P. Sloan, en cuyo honor se bautizó la Sloan School of Business en el MIT, señaló en 1939, sólo unas semanas antes de que los militares nazis capturaran Checoslovaquia, que la producción y las ventas de GM en Alemania eran "altamente rentables". James Mooney, que estaba a cargo de las subsidiarias de GM en ultramar, mantuvo conversaciones con Hitler dos semanas después de la invasión nazi de Polonia y subsiguientemente la subsidiaria alemana de GM continuó produciendo material bélico para el ejército alemán.

El investigador Charles Higham sostiene que la subsidiaria de Ford en Francia ocupada por los alemanes continuó produciendo camiones para el ejército nazi después de 1941 y que Ford estableció otra subsidiaria en Argelia, para suministrar al general Rommel con camiones y vehículos blindados. En abril de 1943, el Secretario del Tesoro de EE.UU. Henry Morgenthau llegó a la conclusión que la producción de la subsidiaria francesa de Ford "es sólo en beneficio de Alemania", lo que había "mostrado claramente el deseo de proteger los intereses de Ford".

Para cualquier que tenga ojos para ver, el futuro planeado por los nazis para los pueblos del mundo era sin duda alguna evidente: la guerra perpetua, el antisemitismo, el racismo, la dictadura, un desdén por la cultura. El que esto no haya disuadido a Ford o a Sloan, cuyas subsidiarias alemanas continuaron en un importante, si no irremplazable, papel para la factibilidad de la agresión nazi contra Europa, dice mucho sobre la clase capitalista.

Que Sloan y Ford hayan continuado la participación de sus subsidiarias con Alemania durante ocho de los doce años en los que Alemania estuvo bajo el régimen fascista (1933 a 1941), sugiere fuertemente que los súper ricos, los dueños de los mega-medios de producción, carecen de la brújula ética que posee la mayor parte de la gente. Pero no son los únicos -el patriarca de la familia Bush, Prescott Bush, también tuvo negocios bien documentados con los nazis. El entusiasmo por Hitler que mostraron numerosos estadounidenses acaudalados en los años 30 muestra claramente que la clase que gobierna no es adecuada.

La capacidad productiva de un país debería ser utilizada para hacer avanzar la humanidad, para defender y realzar la cultura y la paz, la base de la cultura. La cultura de una sociedad dada debería poner énfasis en la solidaridad, basada en nuestra humanidad compartida, no en el racismo ni la xenofobia, esas dos bases de la demagogia fascista. Que dos de las más poderosas corporaciones en EE.UU. hayan estado dispuestas a considerar al Estado de Hitler como un socio en negocios lleva a la conclusión de que los llamados al patriotismo de las corporaciones no tienen sentido. Lo que era importante en los años treinta, lo que importa ahora para el capital, son los beneficios -obtenidos de cualquier modo. En un futuro artículo describiremos las lucrativas conexiones entre las familias bin Laden y Bush.

Los lazos entre el gran capital y los elementos más reaccionarios, enemigos de la clase trabajadora en todo el mundo, son numerosos por un motivo -son inherentes al funcionamiento del sistema capitalista. Que GM y Ford y toda su clase de sanguijuelas sedientas de beneficios continúen dirigiendo las cosas en este país y en el mundo clama al cielo que un cambio total es indispensable.