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Internacional

23 de julio del 2003

Bush: ideología y política

Víctor Flores Olea
En reciente discusión académica intervenimos sobre el tema enunciado arriba. He aquí una síntesis de lo dicho.

Hay práctica unanimidad en que el gobierno de George W. Bush es uno de los más conservadores en la historia de Estados Unidos, inclusive respecto al de Ronald Reagan. Teniendo el de Bush mayor cohesión ideológica, una articulación administrativa compacta y un eficaz control de los medios, en que se propaga su visión fundamentalista del "destino manifiesto".

El gobierno de Bush se ha distinguido por los embustes y su presentación "espectacular" ante una opinión pública mayoritaria dispuesta a tolerar las simplificaciones. Sus "ideas" y "conceptos" son elementales, aunque en ciertos círculos resulten "inspiradores" y "movilizadores". La "simplicidad" de las ideas logra en momentos arraigo popular, convirtiéndose en "idea fuerza" que ha articulado varios de los momentos más dramáticos de la historia.

El ataque terrorista del 11/09/01, con el repudio de la sociedad estadounidense y mundial, proporcionó el detonador publicitario que requerían los ultraconservadores de Washington. Fue la chispa que incendió la pradera. Su "guerra contra el terrorismo" logró apoyo masivo no tanto por el peso de los argumentos sino por la angustia de la vulnerabilidad y el peligro, que facilitó la hegemonía de los ultraconservadores. El sentimiento de frustración convenció de que era indispensable responder y actuar, contraatacar.

Se ha hablado del carácter nazifascista del actual gobierno de la Casa Blanca. No sin razones: el 11/09/01 fue el disparador de ideas relativamente marginales, salvo por el hecho de que sus principales sostenedores se encontraban ya en la Casa Blanca. En la Alemania de Weimer el partido nazi era marginal, pero también contó con el detonador que le permitió movilizar a un pueblo que se sentía excesivamente penalizado por los acuerdos de la Paz de Versalles. A esto se sumó la crisis del 29 que también propició la expansión de la ideología nazi, hasta tomar el poder.

Ciertos rasgos "externos" aproximan a los partidos nazifascistas "clásicos" y a la política ultraderechista de Bush. Uno es el extremo nacionalismo y la disposición a la violencia genofóbica, aún cuando el elemento racial no ha cobrado en Estados Unidos el carácter central que ocupó en las "filosofías" del nazifascismo. A pesar de que la ultraderecha estimula el racismo (sobre todo en contra de la población de color y los hispanos), resulta difícil pensar que tal elemento es constitutivo de la política y "filosofía" de la administración Bush.

La expansión territorial y económica por vía militar no es ajena al gobierno Bush. La ocupación de Afganistán e Irak, aún cuando se diga "provisional", se propuso establecer bases militares y económicas para el control y explotación de las industrias petroleras y las reservas en hidrocarburos, que ahora son manejadas por las corporaciones estadounidenses con intereses de ciertos funcionarios del gobierno Bush y de su propia familia.

Otro rasgo que aproxima a regímenes tan distantes es la imposición de "títeres" como gobernantes en las naciones conquistadas. Los "enviados" por Bush a Afganistán e Irak traen a la memoria a los procónsules y virreyes de otras épocas.

Un aspecto que los avecina es el control sobre los medios de comunicación, con diferencias en el avance tecnológico, aún cuando en los regímenes nazifascistas no había lugar para la crítica y la disidencia, que por fortuna sigue existiendo en Estados Unidos, aunque no a través de los grandes medios de comunicación.

El perfil definitorio del gobierno estadounidense se encuentra más bien en la tradición del imperialismo, con peculiar situación al menos en tres aspectos:

Primero: una economía globalizada en manos de las grandes corporaciones mundiales, la mayoría estadounidenses. La influencia del dinero y los negocios es abrumadora y aparece como el elemento determinante de las decisiones del Estado. El gobierno de Estados Unidos funge como "consejo de administración" de los intereses globales, apenas conservando una "fachada" democrática que, sin embargo, en ciertas circunstancias es capaz de expresarse significativamente.

Segundo: La concentración del mayor poder económico y tecnológico de la historia se traduce en el más grande poderío militar de que se tenga memoria. Ese poder militar, en el lenguaje del equipo Bush, quisiera ser perpetuo y omnipresente, y no permitirá que ningún otro lo desafíe.

Tercero: Estados Unidos no se confronta a ningún poder que le haga contrapeso. Se trata de un unilateralismo sin equilibrios. La caída de los "socialismos realmente existentes" dejó abiertas las puertas a la acción inclusive ilegal de la "hiperpotencia".

Son conocidas las consecuencias:

A) En lo jurídico-político la subordinación de los organismos internacionales a su voluntad: el atropello al derecho internacional y a los organismos de la comunidad de naciones, comenzando por la ONU, pero también la denuncia del Protocolo de Kyoto, del Tratado Antibalístico de 1972, así como el retiro de su firma del Tratado del Tribunal Internacional Penal, para liberar a los militares estadounidenses de toda responsabilidad en materia de genocidio y de violación de los derechos humanos. Estas medidas son ejemplo, en el gobierno Bush, de la "sustracción" de Estados Unidos a los compromisos internacionales. Se trata, en rigor, del abandono del multilateralismo y de una radical vuelta al unilateralismo.

B) Su dominio sobre los organismos internacionales económicos y financieros: la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, el Grupo de los 7 (o de los 8, incluida Rusia). Además de que impone su visión a los organismos regionales como la APEC (relaciones económicas con Asia). Sin mencionar sus esfuerzos para configurar otras alianzas regionales en beneficio propio, como la ALALC, que imponen al conjunto latinoamericano.

El equilibrio posible al poderío de Estados Unidos -la Unión Europea-, resulta en la práctica una frágil hipótesis: más allá de las contradicciones secundarias entre Estados Unidos y la Unión, a ésta le interesa sobremanera mantener las mejores relaciones posibles con las corporaciones estadounidenses y sus líderes políticos.

La globalización neoliberal es una globalización en manos de las corporaciones mundiales, con la "hegemonía" de las estadounidenses. La globalización neoliberal se ha doblado de una "globalización del terror militar" con amplios objetivos estratégicos: las invasiones a Afganistán e Irak logran el control económico y militar del Asia Central, y significan un ariete para dominar esa región del mundo, manteniendo al mismo tiempo una real amenaza contra aquellos Estados que se "aparten", aún cuando sea un ápice, de los intereses económicos y políticos de la "hiperpotencia" (el "Eje del Mal": Irán, Siria, Corea del Norte y, cerca de nosotros, Cuba).

Se trata de un imperialismo que "combina" los estilos del pasado colonial e imperialista con otros nuevos para implantar en las tierras conquistadas nuevas organizaciones sociales y económicas "funcionales" a la globalización. Tal imperialismo de "nuevo cuño" es una constante de la "hiperpotencia" que se expresa más allá de un grupo o partido en el poder, lo mismo sea el republicano que el demócrata.

Sin embargo, resulta esencial el elemento "subjetivo" de tal o cual grupo en los puestos de mando. Ello implica diferencias cualitativas en la agresividad concreta y en los desafíos al mundo y a la propia nación: no es lo mismo William Clinton que George W. Bush. La complejidad de la sociedad estadounidense y sus tradiciones democráticas no "permiten" que el Nuevo Imperio y sus líderes actúen de manera constante en idéntica dirección: se imponen también "correctivos" y limitantes.

Además, se trata de una sociedad en que se multiplican núcleos-sobre todo en los medios universitarios e intelectuales, y en las comunidades artísticas-, hostiles a los ultraderechistas en el poder. No pueden olvidarse las enormes manifestaciones en Estados Unidos oponiéndose a la guerra a Irak.

La hegemonía de la hiperpotencia implica debilidades en aumento que ameritarían otra reflexión. Concluyamos recordando la defensa patriótica, el rechazo al invasor, el repudio a los atropellos a la soberanía que se pueden ver hoy en la creciente resistencia diaria en Afganistán e Irán, y que se manifiesta de muchas maneras en el mundo.