VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Internacional

9 de mayo de 2003

La militarización de la cultura de EE.UU.
"Letal y compasivo"

Jorge Mariscal
CounterPunch, 5 de mayo de 2003
Traducido para
Rebelión por Germán Leyens

"La historia de Jesús González es una advertencia para el futuro. González es un joven chicano nacido en México y crecido en California, que creció rodeado por parientes activos en United Farm Workers, el sindicato fundado por el pacifista César Chávez. En la escuela secundaria, movilizó contra la Proposición 187, la iniciativa contra los inmigrantes, y en apoyo de las causas de los estadounidenses originarios. A pesar de que se formó desde la infancia en círculos progresistas, González sorprendió a todos los que lo conocían cuando decidió abandonar la escuela porque quería ser Marine. "Sé que la educación es importante", dijo a sus padres, "pero tengo que hacerlo" (Jennifer Mena, "Fallen Marine Is Recalled as Pacifist, Activist," [Marine caído es recordado como pacifista, activista] L.A. Times 24 de abril de 2003).
"En la simple frase "Pero tengo que hacerlo" se reflejan las nefastas consecuencias del poder y del éxito de la militarización. Basándose en nociones deformadas de la masculinidad, de la fascinación del uniforme, y del mito del inquebrantable individualismo, los avisos de reclutamiento militar –un Marine solitario escalando la ladera de una montaña, por ejemplo– proyectan un hechizo al que la juventud de la clase trabajadora es especialmente susceptible. Una relativa falta de oportunidades económicas y educativas terminan de sellar el compromiso ideológico. En el caso de González, la fantasía del servicio militar simplemente aplastó los valores humanistas en los que había sido educado. El 12 de abril de 2003, murió a tiros de armas de bajo calibre en un punto de control en algún sitio de Irak.
"El experto John Gillis compara formas más antiguas de militarismo en las que la sociedad civil es separada y subordinada a la autoridad militar con la militarización contemporánea. Según Gillis, la militarización es el proceso por el cual "la sociedad civil se organiza para la producción de violencia". Mientras el militarismo solía ser visto como una serie de creencias que se limitaban a grupos sociales específicos o sectores de la clase gobernante, la militarización es una serie de mecanismos que involucran todo el edificio social.
"En las democracias liberales, en particular, los valores del militarismo no residen en un solo grupo sino que se difunden a través de una amplia variedad de posiciones culturales. En EE.UU. del siglo XXI, nadie está exento de los valores militaristas porque los procesos de militarización permiten que esos valores impregnen el tejido mismo de la vida diaria.
"Los ejemplos son numerosos y nombraré sólo unos pocos. La incursión de reclutadores y enseñanzas militares al sistema escolar público es bien conocida. La proliferación de unidades de JROTC en las escuelas estadounidenses comenzó a principios de los años 90 del siglo XX y continúa en la actualidad. Spots publicitarios en la televisión, anuncios impresos, y sitios en la red de todas las ramas de las fuerzas armadas son herramientas sofisticadas de marketing preparadas para atraer a jóvenes inseguros de su futuro.
"En marines.com, por ejemplo, después de ruidos iniciales de disparos que abren el portal, el recluta potencial lee: "En el corazón de cada Marine está el espíritu del guerrero, una persona imbuida del tipo especial de carácter personal que ha definido la grandeza y el éxito durante siglos. Y en esta organización serás considerado como parte de la familia". "Eres especial, eres un luchador, te cuidaremos" –un mensaje especialmente atractivo para jóvenes hombres y mujeres sin privilegios económicos y que a menudo no gozan de estabilidad en su hogar.
"Para la juventud de la clase media suburbana, uno de los "deportes" que crecen más rápido es "paintball" en el que los adolescentes se acechan y se matan mutuamente en "campos de batalla. (En San Diego, los participantes en paintball pagan 50 dólares más para poner a punto su destreza en la Base de Marines de Camp Pendleton). Lejos de la violencia figurativa de la cultura popular, la administración Bush está rescribiendo la política de armas nucleares, y los planes para militarizar el espacio sideral avanzan sin un escrutinio público. En el ámbito del ritual mediático, el presidente prefiere hablar con audiencias cautivas en las bases militares, en las plantas de la industria de armamentos, y sobre portaaviones.
"Éstas y otras prácticas que glorifican los instrumentos de la violencia real y simbólica tendrán consecuencias imprevistas y a largo plazo. Mientras tanto, miles de millones de dólares para el complejo militar-corporativo-educacional (399.000 millones de dólares sólo para el Pentágono según la Solicitud de Presupuesto Discrecional del año fiscal 2004, codificado "alertas terroristas", redadas policiales y de "seguridad de la patria" en las comunidades de inmigrantes, y boletines de FOX News aun para las informaciones más prosaicas del Departamento de Defensa llevan todos a crear un clima de miedo y de ansiedad sin precedentes en la historia de EE.UU.
"Si me siento menos seguro hoy que nunca antes, es porque toda la cultura se ha organizado con el doble objetivo de perpetrar la violencia o de defenderse contra la violencia. En vista de las reducciones presupuestarias propuestas por la actual administración (incluyendo reducciones importantes en la ayuda a los veteranos), parece que la autodefensa es un objetivo menos digno que el aumento del arsenal. Un comentarista lo resumió recientemente como sigue: "George W. Bush ha inspirado nuevas amenazas terroristas contra Estados Unidos –según el testimonio oficial de su propia CIA– donde éstas no existían anteriormente. Al mismo tiempo, desasiste deliberadamente a las localidades e instituciones en las que recae en última instancia la compleja y onerosa tarea de la protección ante el terrorismo y a pesar de ello los medios cada vez más Foxificados sólo hablan de heroísmo: de los militares de EE.UU., del pueblo de EE.UU. y del Presidente de EE.UU., que hasta ahora ha logrado evitar el servicio en alguna de ellas". (Eric Alterman, "Bush goes AWOL," The Nation 17 de abril de 2003).
"En Estados Unidos, donde existen minuciosas estructuras formales de democracia representativa, una prensa libre, y el pluralismo (por lo menos en teoría), las estructuras primarias de la militarización tienen que ser impuestas mediante la mentira y la tergiversación de la realidad. La administración Bush ha llevado el arte de la mentira y del control de la información, estrategias que todas mantienen inmensas burocracias, a nuevos extremos. La actuación de Colin Powell ante las Naciones Unidas antes de la invasión de Irak fue sólo el ejemplo más espectacular de la voluntad del régimen Bush de mentirle al mundo. Frustrado por el modelo de engaño que condujo a la invasión de Irak, un importante economista fue llevado a formular la pregunta en el New York Times: "¿No se supone que los dirigentes de una nación democrática le digan la verdad a sus ciudadanos?" (Paul Krugman, "Matters of Emphasis," 29 de abril de 2003). O, como predice un periodista: "Vamos en camino a grandes problemas como nación si ni siquiera nos preocupa que nuestros jefes de estado puedan estar manipulándonos al manipular la verdad. En una nación en la que se recompensa la hipocresía, hay que esperar más mentiras". (Robert Steinback, "Did Our Leaders Lie to Us? Do We Even Care?," Miami Herald 30 de abril de 2003).
"La militarización y las sociedades democráticas abiertas, por lo tanto, no forman una buena pareja, la primera produce patologías en los ámbitos tanto individuales como colectivos. La cara de la militarización en el terreno es tal vez tanto más inquietante en cuanto revela un endurecimiento inconexo de los individuos ante el sufrimiento humano. El sector más altamente militarizado de la sociedad de EE.UU.
–"las fuerzas armadas– tratan de negar esto inventando una imagen basada en la preocupación humanitaria por sus víctimas. Desde el Secretario de Defensa Rumsfeld hasta los oficiales en el terreno, la ilusión es que las fuerzas armadas de EE.UU. son las más efectivas y destructivas de la historia aunque son las más preocupadas por evitar muertes civiles.
"De este singular cóctel de misiones contradictorias proviene la novedosa frase "letal y compasivo". La frase es enarbolada para borrar de la memoria histórica los cientos de víctimas civiles iraquíes y afganos (el número exacto jamás será conocido) o para auto-felicitarse por llevar a un niño iraquí a un hospital en Kuwait. No se menciona el lado "letal" de la ecuación –que el niño perdió a toda su familia y sus dos brazos por las bombas de EE.UU.
""Letal y compasivo" podrá funcionar como una consigna de relaciones públicas y un acto de prestidigitación para algunos en las fuerzas armadas, pero los recientes informes sobre combates en Irak sugieren que la brutalidad de la guerra no podrá ser blanqueada eternamente. Basta con leer la aplastante descripción de Peter Maass de las actividades de los marines cerca de Bagdad en la que dos periodistas relatan cómo un jefe de escuadrón, después que sus soldados dispararon sobre varios vehículos civiles, gritó "Mis hombres no fueron clementes. Formidable" ("Good Kills." New York Times 20 de abril de 2003) o la admisión del reservista de marines recientemente vuelto a casa, Gus Covarrubias, de que ejecutó a sangre fría a dos prisioneros iraquíes porque algunos marines habían sido matados y porque "Los marines son mi familia" ("Marine Discusses Execution-Style Killing," Associated Press 26 de abril de 2003).
"O consideremos el caso del sargento de 1ª Clase Jeff Lujan que dio la orden de disparar a un camión civil en un punto de control sólo para descubrir que sus hombres habían matado a una mujer y a una niña. "Me he resignado", dijo Lujan. "Hicimos lo correcto, aunque fue erróneo" (Geoffrey Mohan, "Memories Don't Die So Easily," New York Times 18 de abril de 2003). Para otros soldados estadounidenses, los valores militarizados no pueden reconciliarse tan fácilmente con los valores inculcados por la familia y la iglesia. Los costes psíquicos y sociales de esas horribles ironías están ocultos en el paroxismo de enarbolamiento de banderas y de fanatismo patriotero.
"Como lo formulara brillantemente James Carroll: "Las celebraciones fotográficas de nuestros jóvenes guerreros, las glorificaciones de los prisioneros estadounidenses liberados, los heroicos rituales de los muertos en la guerra toman el carácter de una burda explotación de los hombres y mujeres en uniforme. Primero fueron llevados a actuar en circunstancias dudosas, y ahora ellos mismos son convertidos en mitos como su principal justificación post-facto –como si Estados Unidos hubiese ido a Irak no a capturar a Sadam (desaparecido), o a eliminar las armas de destrucción masiva (que no están), o para salvar al pueblo iraquí (caos), sino "a apoyar a los soldados". Así se convierte a la guerra en su propia justificación. Una semejante confusión sobre un punto de tanta gravedad, como en los demás, denota una nación perdida" ("A Nation Lost," Boston Globe 22 de abril de 2003).
"Suponiendo que no es que la nación no tenga remedio, la gente de buena voluntad que se opuso a la invasión de EE.UU. en Irak debería considerar volcar su atención a las consecuencias a largo plazo de la militarización. A menos que la militarización sea sistemáticamente denunciada e impugnada siempre que ésta aparezca en la cultura, habrá más jóvenes hombres y mujeres que seguirán el camino de Jesús González. ¿Qué debe ocurrir con el movimiento contra la guerra ahora? Tal vez una marcha y una manifestación más serán menos productivas que la concentración de nuestra energía en la preparación de estrategias para desacelerar un proceso que amenaza tanto el futuro de nuestros hijos como el alma de la nación.
"Jorge Mariscal es miembro del Proyecto YANO, una organización de San Diego compuesta de veteranos y activistas que trabajan por desmilitarizar nuestras escuelas. Su correo es: gmariscal@ucsd.edu