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Internacional

4 de abril del 2003

La primera víctima

Roberto Bardini

En tiempos de guerra o bajo censura militar, mientras los disparos resuenan a miles de kilómetros de distancia, la información se reduce a estadísticas falsas, verdades a medias, comentarios vagos e historias trucadas.
En los conflictos anteriores a la Primera Guerra Mundial (Crimea, Francia-Prusia, Rusia-Japón y bóers en África del sur) la censura fue relativamente flexible. Durante la ocupación colonial inglesa en la India, el general Hector MacDonald saludó a los enviados de prensa europeos, mientras esperaba un ataque, con las siguientes palabras:.
"Caballeros, encantado de poder darles la bienvenida. Creo que podré ofrecerles un buen espectáculo"..
Pero en febrero de 1856, sir William Codrington, comandante general del ejército británico en Crimea, firmó un comunicado que prohibía la publicación de datos que pudiesen servir al enemigo. La medida contemplaba la expulsión de corresponsales que –a juicio de oficiales de alta jerarquía– violaran esa norma. Hay quienes sostienen que esta circular de mediados del siglo XIX constituye el primer antecedente de censura en épocas de guerra..
Desde la perspectiva militar, la desinformación se transformó en un arma más y la guerra psicológica fue un complemento –tras las líneas de combate– del frente de batalla. A partir de entonces, muchos columnistas comenzaron a citar una conocida frase, aunque casi ninguno puede indicar quién la dijo ni cuándo: "Al comenzar la guerra, la primera víctima es la verdad". Lo dijo el senador norteamericano Hiram Warren Johnson en 1917, poco antes de que finalizara la primera conflagración internacional..
Nacido en Sacramento en 1866, Johnson fue elegido gobernador de California en 1910. Seis años después, ganó una banca en el Senado y fue reelecto cuatro veces. Falleció 6 de agosto de 1945, el mismo día que un avión norteamericano arrojó una bomba atómica sobre Hiroshima..
Cuando Estados Unidos invadió Afganistán, luego de los atentados aéreos al World Trade Center de Nueva York en septiembre de 2001, desde México hasta Buenos Aires algunos analistas atribuyeron la mencionada frase a... ¡Mark Twain, Abraham Lincoln y Winston Churchill! .
Días de Judas, Gengis Khan y Frankenstein .
Desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el gobierno británico comprendió que en el enfrentamiento contra Alemania el mejor instrumento de propaganda y reclutamiento lo constituía el conjunto de propietarios y jefes de redacción de los periódicos más poderosos, con el respaldo de algunos escritores..
"A medida que la guerra progresaba, a medida que la carnicería mecanizada alcanzaba unas cotas jamás previstas (casi 10 millones murieron en la lucha o como resultado directo de ella y hubo 21 millones de heridos), y a medida que el cadáver putrefacto enganchado en la alambrada se convirtió en símbolo de un mundo enloquecido, la máquina de propaganda que había permitido que se pasara de la paz a la guerra, se multiplicó como un tumor en el cerebro de Europa", escribe Phillip Knightley en Corresponsales de Guerra, publicado en 1975..
Para la prensa de la época, el emperador Guillermo II era "el mal", así como años después para los medios de comunicación estadunidenses lo serían Moamar Khadafi, Yasser Arafat, el ayatola Khomeini, Osama Bin Laden y Saddam Hussein. Knightley describe la situación: "Se pintó al kaiser como a una bestia con forma humana. En un solo artículo del 22 de noviembre de 1914, el Daily Mail lograba calificarle de «lunático», «bárbaro», «loco», «monstruo», «Judas moderno» y «monarca criminal». Los alemanes eran poco menos que las horas de Gengis Khan, violaban monjas, mutilaban niños y eran los destructores de la civilización"..
El 10 de junio de 1915, un editorial del Financial Times, de Londres, afirmaba que el emperador concedía doble recompensa a las tripulaciones de los submarinos germanos que hundían barcos con mujeres y niños. También aseguraba que el monarca había ordenado personalmente que se torturase a pequeños de tres años..
Desde la acera de enfrente no se quedaban atrás. El Norddeutsche Allgemeine Zeitung del primero de diciembre de 1914 había publicado que los soldados gurkhas, de Nepal, y sikhs, de la India, que combatían bajo las órdenes de los británicos se deslizaban por las noches hasta las trincheras alemanas "para degollar a los soldados y beber su sangre"..
H. G. Wells, el creador de La Guerra de los Mundos, habló de "la Alemania frankensteiniana" y aseguró que el conflicto bélico era inevitable debido a "la perversidad germana". El 22 de junio de 1915, Rudyard Kipling escribió en The Morning Post: "Sólo hay dos divisiones en el mundo actual: seres humanos y alemanes"..
Unos pocos personajes lograron mantener una actitud en favor de la paz, pero a un precio elevado. Bertrand Russell perdió su puesto de profesor de Matemáticas en Cambridge, fue privado de su pasaporte, le prohibieron hablar en público y pasó seis meses en la cárcel por escribir un artículo "sedicioso". Russell reconoció con amargura:.
"Mientras siga la guerra, debemos ser nuestros propios censores"..
El novelista Ernest Hemingway (1899-1961) lo dice en pocas palabras: "La última guerra fue la escabechina más colosal, criminal y disparatada que se haya producido sobre la Tierra. Todo escritor que dijese otra cosa mentía. Los escritores escribieron propaganda, o lucharon o se callaron"..
El bien y el mal .
Los casos de desinformación colectiva abundan en aquella contienda. Al poco tiempo de iniciada la guerra, en agosto de 1914, se llevó a cabo la llamada Batalla de las Fronteras, que terminó con el triunfo alemán y el aniquilamiento de casi 300 mil soldados franceses. La cantidad de bajas equivalía a cerca del 25 por ciento de los combatientes de esa nacionalidad. La pavorosa cifra de pérdidas no llegó a igualarse durante el resto de la guerra en ningún frente. El hecho, sin embargo, fue totalmente ignorado en Gran Bretaña hasta después del conflicto armado..
The Times tenía un corresponsal en el ejército francés, pero los editores no publicaron ni una palabra sobre la Batalla de las Fronteras,. Tiempo después, el periódico se disculpaba: "Si en Inglaterra se hubiese sabido que Francia había perdido más de un cuarto de millón de hombres de su ejército regular en el primer mes de guerra, la voluntad de lucha del pueblo inglés se habría debilitado gravemente"..
Para entonces Gran Bretaña había creado una maquinaria propagandística que sirvió de modelo al filólogo alemán Joseph Goebbels para construir la suya 20 años después. Muchos columnistas y analistas citan hasta el cansancio una frase atribuida a Goebbels: "La mentira, de tanto repetirse, se convierte en verdad" o "miente, miente, que algo queda". Ninguno de ellos, sin embargo, podría citar en qué articulo, ensayo, libro o discurso lo dijo. Y curiosamente, todos olvidan mencionar quiénes fueron los maestros del ministro de Propaganda nazi..
En febrero de 1917, Washington rompió relaciones diplomáticas con Berlín y dos meses más tarde se sumó a los ejércitos aliados. El primero de abril de ese año, el presidente Woodrow Wilson dijo en un discurso: "Cuando este pueblo entra en guerra, olvida que haya existido alguna vez una cosa llamada tolerancia. Para luchar, uno ha de ser brutal e implacable"..
Knightley explica: "Por la influencia de lo que leían en sus periódicos, los norteamericanos llegaron a considerar la guerra como una simple batalla entre el bien y el mal y, pese a que la mayoría del pueblo deseaba que Estados Unidos mantuviese su neutralidad, se creó en las mentes de los dirigentes norteamericanos un odio tan ciego hacia todo lo alemán, que la guerra llegó a ser inevitable"..
El miedo a la verdad .
Desde el punto de vista informativo, la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) comenzó como una reedición de la Primera. En Gran Bretaña, todo mensaje comercial o privado que saliese por correo, cable, telégrafo o teléfono, era censurado. Los estados mayores aliados, alarmados por el desarrollo de la radio de onda corta, habían decidido ya en 1938 que –si estallaba la guerra– no debía darse ninguna noticia de los futuros combates. El ministerio de Información, concebido en 1936, pasó en un mes de una nómina de 12 personas a otra de mil funcionarios..
La situación de los corresponsales ingleses destinados en el ejército francés era lamentable. El enviado debía escribir su entrevista, crónica o simple nota informativa por cuadruplicado. Luego, un mensajero llevaba el despacho al cuartel general aliado, donde se censuraba. Después, iba al estado mayor francés, donde se censuraba de nuevo. De ahí, pasaba al hotel Continental, en París, donde un representante del ministerio de Información inglés se hacía cargo de los despojos y los telefoneaba a Londres. Allí, sufrían nuevos cortes o eran descartados..
Todo este proceso, si llegaba a buen término, duraba entre 48 y 72 horas. Cualquier noticia valiosa que contuviese el despacho de prensa quedaba invalidada por el retraso después de pasar por cuatro censores. Por esa época, la revista Fortune se quejaba y describía "un tejido de verdades a medias, vagos comentarios editoriales, estadísticas envenenadas, historias trucadas, rumores y rumores de rumores"..
En octubre de 1942, el trasatlántico Queen Mary embistió a un crucero inglés, que se hundió en siete minutos y de sus 439 tripulantes sólo se salvaron 110. El hecho se conoció al final de la guerra, en mayo de 1945..
En el Frente del Este era igual o peor. Quentin Reynolds, del Collier's escribió una crónica de 2 mil 500 palabras sobre la vida de un corresponsal en la Unión Soviética. Con un gran poder de síntesis que ya quisieran muchos editores a la hora del cierre, el censor se la rebajó a 400..
Estados Unidos se sumó a la guerra –y a la campaña desinformativa– en forma acelerada. El 15 de noviembre de 1941, el general George Marshall, general de Estado Mayor del ejército norteamericano, declaró en una conferencia de prensa en Washington que si su país se incorporaba al conflicto tenía medios para "prender fuego a todas las ciudades de papel de Japón"..
El Imperio del Sol Naciente tomó al pie de la letra las palabras de Marshall. El domingo 7 de diciembre la fuerza aérea japonesa bombardeó Pearl Harbor, en Hawai: hundió cinco acorazados y dañó tres, averió tres cruceros y tres destructores, destrozó 200 aviones y mató a más de 2 mil hombres. La aviación nipona perdió 29 aparatos pero prácticamente aniquiló la flota estadounidense en el Pacífico. Este aplastante éxito militar es considerado desde entonces como "un golpe a traición" y los japoneses quedaron relegados como "los malos de la película". El 7 de diciembre pasa a ser conocido como "El día de la infamia"..
Inmediatamente después del bombardeo a Pearl Harbor se estableció la censura militar. La oficina de la agencia de noticias United Press en Honolulú fue incomunicada. Los boletines oficiales señalan que sólo fueron hundidos un "viejo" acorazado y un destructor. El secretario de Marina, coronel Frank Knox, anunció el 16 de diciembre que la flota del Pacífico "está intacta y se ha hecho a la mar en busca del enemigo"..
Al día siguiente, el británico The Times manifestó: "La plena revelación de las pérdidas que ha hecho el secretario de la Marina ha tenido un efecto fortalecedor. Los norteamericanos tienen tan poco miedo a la verdad como los ingleses, y como hombres libres tienen derecho a conocerla. Sólo los tiranos mantienen a su pueblo en la ignorancia"..
Bombardeos aéreos, ciudades mártires .
Fue el general italiano de aviación Giulio Douhet (1869-1930) quien concibió la idea de reducir una nación por el bombardeo sistemático de sus ciudades. Al final de la Primera Guerra, Douhet publicó sus teorías bajo dos títulos: Como Acabó la Gran Guerra y El Dominio del Aire, un libro que anticipa la función de la fuerza aérea. Adolfo Hitler retomó sus ideas para fundar la Luftwaffe..
A lo largo de la "blitzkrieg" (guerra relámpago), entre agosto de 1940 y mayo de 1941, los aviones alemanes arrojaron unas 50 mil toneladas de bombas sobre Inglaterra y mataron a unos 40 mil civiles. Durante la llamada Batalla de Inglaterra, la capital soportó el mayor peso. Entre septiembre y noviembre de 1940, durante 57 noches consecutivas, Londres fue bombardeada sin cesar del anochecer al amanecer..
La Real Fuerza Aérea inglesa, a su vez, bombardeó Alemania de noche durante los primeros 18 meses de la guerra, y preferentemente centros industriales. Más del 80 por ciento de las 60 ciudades alemanas con más de 100 mil habitantes fueron destruidas o dramáticamente afectadas..
Pero después la guerra aérea incorporó otra modalidad. Ingleses y norteamericanos, causaron estragos indiscriminados. En enero de 1943, los aliados decidieron "destruir y desmembrar la organización militar, industrial y económica del país, así como minar la moral del pueblo alemán hasta el punto de infligir un golpe mortal a la resistencia armada". Ese año se arrojaron sobre Alemania 120 mil toneladas de bombas, que causaron más de 100 mil víctimas; más de una tonelada por persona..
El ministerio de Guerra británico impulsó los bombardeos a zonas civiles alemanas, aunque en Londres se informaba que la fuerza aérea sólo atacaba objetivos militares. Estados Unidos, a su vez, aseguraba que en Japón sus aviones sólo destruían instalaciones bélicas y "con precisa exactitud"..
Los bombardeos indiscriminados causaron más víctimas que la bomba atómica en Hiroshima. Más de siete millones de alemanes se quedaron sin hogar. El 15 de febrero de 1944 los aliados bombardearon Monte Cassino –un monasterio italiano de mil 400 años de antigüedad, casa matriz de la Orden Benedictina y uno de los monumentos más interesantes de la cultura cristiana– deshaciéndolo por completo. Justificaron ese acto como "necesidad militar"..
Dresde, situada al suroeste de Leipzig, se conocía como "la Florencia del Elba". Era una ciudad histórica, un paraíso arquitectónico donde que estaban muchos de los más hermosos edificios de Alemania, casas medievales de madera, plazas, jardines y barrios universitarios. Su altísima catedral representaba a la ciudad-capital de Sajonia. La producción de porcelana fina constituía la actividad típica. También había más de 26 mil prisioneros, en condiciones mucho más benignas que en los campos de concentración. El testimonio de algunos de estos hombres fue clave posteriormente..
La ciudad no constituía ningún obstáculo para el avance de las tropas aliadas. Hoy se puede decir que hubiera caído prácticamente sin disparar un solo tiro..
La bella Dresde fue arrasada en dos violentas noches. Del 13 al 14 de febrero de 1945, aviones ingleses la bombardearon metro a metro. El alto mando británico informó que el objetivo del ataque era interrumpir la producción industrial militar. No dijo que las bombas se lanzaron contra el centro de la ciudad, constituido en su mayor parte por edificios residenciales de madera. Alrededor de 15 kilómetros cuadrados de la zona histórica, llena de civiles y refugiados, fue totalmente arrasada. Murieron 250 mil personas y muchas más quedaron heridas y mutiladas..
Hamburgo, ciudad-puerto y metrópoli del comercio alemán desde el siglo XIII, también fue bombardeada. Durante tres días y cuatro noches, aviones ingleses y estadunidenses arrojaron nueve mil toneladas de bombas. Otra ciudad, Barmen-Wuppertal, desapareció del mapa en un sólo ataque. En los siguientes meses fueron desvastadas Mannheim, Frankfort, Hannover y Kassel. El bombardeo a Berlín se intensificó entre noviembre de 1943 y marzo de 1944..
Los números son fríos; no dan una idea de la tragedia. No describen a la familia quemada viva, ni al abuelo despedazado, ni al niño mutilado para el resto de su vida. En 1959, Karl Bartz publicó en Alemania Cuando el Cielo Ardía. El libro es un riguroso estudio desde la perspectiva alemana sobre los bombardeos en la Segunda Guerra. El autor confirma que mientras sobre Inglaterra cayeron poco menos de 75 mil toneladas de bombas, las fuerzas angloamericanas arrojaron sobre Alemania casi dos millones de toneladas de explosivos, destruyeron más de tres millones y medio de edificios en las mayores 60 ciudades, mataron medio millón de civiles, y siete millones y medio de personas se quedaron sin hogar..
El 6 de agosto se lanzó sobre Hiroshima la primera bomba atómica: 100 mil personas murieron en el acto. Tres días después, se arrojó la segunda sobre Nagasaki: 73 mil personas perdieron la vida y 60 mil resultaron heridas. Los efectos radioactivos causaron durante los siguientes 20 años nuevas muertes, deformaciones y enfermedades irreversibles. Las secuelas se abatieron fundamentalmente sobre niños y sus efectos alcanzaron a los bebés nacidos después del bombardeo.