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Internacional

3 de februari del 2003

Hawai, 16 de enero de 1893
El amanecer del imperialismo de EE.UU

Gary Leupp
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

En este día hace 110 años, Marines estadounidenses, actuando por invitación de los acaudalados hacendados azucareros haole (blancos), invadieron el Reino de Hawai y derrocaron a la reina Lili'uokalani, octava monarca en la línea del rey Kamehameha I. Un día, para acuñar una frase, que pasó a los anales de la infamia.

Cinco años más tarde, Hawai fue formalmente anexada por EE.UU.; se convirtió en un "territorio" de EE.UU. en 1900, y en el quincuagésimo estado en 1959.

El comienzo del imperialismo de EE.UU. es ubicado generalmente en 1898, y en la adquisición de un imperio en ultramar (Puerto Rico, las Filipinas) como botines de la Guerra Hispano-Estadounidense. Desde ese momento, hubo un vigoroso debate en EE.UU. sobre las ventajas y desventajas del imperialismo (usualmente conceptualizado como una política que el gobierno puede o no adoptar, en lugar de un sistema que constituye, según la frase de Lenin, la "etapa superior del capitalismo"). Globalmente, se considera que el "nuevo imperialismo" se remonta a las décadas de 1870 y 1880. Se distingue de la construcción del imperio en las Américas y en parte de Asia durante los siglos XVI a XVIII por el hecho de que se basaba en la inversión directa que alimentaba las economías capitalistas industriales (en lugar de la búsqueda de oro, plata, esclavos, etc.) Desde la década de 1870, la "rebatiña por África" dividió casi todo ese continente entre las potencias europeas. En Polinesia (una región generalmente desatendida por los historiadores, incluso los "historiadores del mundo"), Fiji, Tahití,, Hawai, Samoa, y Tonga fueron todos colonizados entre 1870 y 1900. La última insurrección maorí importante en Aotearoa (Nueva Zelanda, el límite suroeste de Polinesia) fue reprimida por los británicos en 1870.

Me parece, sin embargo, que uno puede ubicar el amanecer del imperialismo de EE.UU.

por lo menos en 1893 y la acción criminal de los Marines en Hawai, o tal vez en la diplomacia de cañón de la misión del Comodoro Perry a Japón en 1853-4, o tal vez incluso en las acciones de nacionales estadounidenses en Hawai desde la llegada de misioneros protestantes de Massachussets en 1820. Tanto en Hawai como en Japón, EE.UU. trató de imponer lo que hoy se ensalza en el discurso político y periodístico preponderante como "globalización". El impulso o creación de economías de "libre" mercado que aceptaban dócilmente las exportaciones y la inversión extranjera, la privatización, y la adquisición foránea de recursos locales. El "libre flujo" de ideas (judeo-cristianas, greco-romanas, occidentales). La bienvenida a la presencia militar extranjera -para asegurar la "libertad" del tipo de gente adecuada. Ésta era la agenda de los imperialistas occidentales en toda Polinesia.

Los monarcas hawaianos, hay que reconocerlo, secundaron el proceso. En 1821, Kamehameha II, por miedo a arder en el infierno si no lo hacía, abrazó las enseñanzas fundamentalistas de los misioneros y se sometió a sus consejos. Más tarde, las familias de los misioneros (que generalmente poseían tanto la ciudadanía de EE.UU. como la hawaiana, esta última conferida gentil y estúpidamente) llegaron a dominar tanto la economía como la política hawaiana. (Como dicen en Hawai, al comienzo los misioneros tenían la Biblia, y la gente tenía la tierra; ahora la gente tiene la Biblia y los misioneros, la tierra.) Rindiéndose ante la presión de los misioneros y de los hacendados azucareros Kamehameha III aceptó eliminar el antiguo sistema de posesión feudal de la tierra (que aseguraba que los maka'aina o plebeyos realizaran una agricultura de subsistencia -muy productiva y saludable por cierto) reemplazándolo por un sistema de propiedad privada que en poco tiempo desposeyó a la gran mayoría de los hawaianos, cuyas filas estaban siendo horriblemente diezmadas por enfermedades importadas. Permitió que los residentes extranjeros votaran en las elecciones para la legislatura recién creada, en igualdad de condiciones con los hawaianos nativos. Temiendo la creciente influencia de los estadounidenses, incluso comenzó a negociar con ellos la anexión de su nación en condiciones que por lo menos permitirían la supervivencia de los hawaianos.

El rey fue sucedido por dos gobernantes, ambos sobrinos suyos, que terminaron con la discusión sobre la anexión, trataron de disminuir la influencia de los estadounidenses en el sistema de gobierno, y trataron de crear lazos con Japón ("abierto" recientemente, y con mucho futuro, que se convirtió pronto en un poder imperialista) como un contrapeso a su influencia. El rey Kalakaua (de 1874 a 1891) viajó por el mundo, esforzándose por realzar el prestigio de Hawai y asegurar su independencia, en parte a través de una propuesta alianza con Japón. Promovió un renacimiento de la cultura indígena, sobre todo a través de la resurrección de la tradición hula del baile, que los misioneros habían prohibido. (¡Estaban tan terriblemente consternados de no poder aplastar ese bugui nativo pagano, vil, y lascivo!) Por otra parte, negoció un tratado de reciprocidad que mantuvo el acceso privilegiado de Hawai al mercado azucarero de EE.UU. a cambio del uso de Pearl Harbor como base naval. Lo que es aún peor, se rindió ante la presión de los hacendados azucareros y aceptó una nueva constitución (bautizada la "Constitución de la Bayoneta" ya que fue dictada por los misioneros y hacendados y acompañada por la amenaza de derrocarlo), que privó del derecho a voto a tres cuartos de lo que había sido la población votante activa hawaiana.

La hermana de Kalakaua, Lili'uokalani, lo sucedió después de su muerte. Sus esfuerzos, ante el abrumador sentimiento popular, por promulgar una nueva constitución restaurando los derechos nativos y limitando la influencia de los extranjeros, se enfrentaron a la feroz resistencia de miembros de la comunidad empresarial estadounidense. Esta última complotó activamente por lograr la anexión a EE.UU. Su aliado, el ministro plenipotenciario de EE.UU., John L. Stevens, escribió al Secretario de Estado de EE.UU. en marzo de 1892, pidiendo instrucciones sobre cómo proceder. "La hora dorada," declaró, "se acerca". En el siguiente mes de enero, trece importantes capitalistas haole se reunieron para planear un golpe, organizando una fuerza paramilitar para crear la base necesaria. ¿Su nombre? Evidentemente, Comité de Seguridad Pública, no podía ser de otra manera. Stevens, bien informado sobre la conspiración, les aseguró que los infantes de marina a bordo del USS Boston en el puerto de Honolulu estaban "listos a desembarcar en todo momento" para apoyar sus dignos objetivos civilizadores anexionistas. El 13 de enero, el Comité de Salud Pública informó a la reina que tenía la intención de anunciar que el trono había sido desocupado. Horrorizada (como hubiera sucedido a cualquiera en su posición), pidió el apoyo del ministro Stevens, suponiendo que el EE.UU. que había visitado y admirado tanto, y con el que su gobierno tenía excelentes relaciones, se opondría al derrocamiento de su gobierno constitucional. Lili'uokalani era una señora brillante, muy elocuente, compositora de más de cien canciones, incluyendo la inmortal Aloha Oe (e incluso otras más emocionantes escritas durante su posterior encarcelamiento). Pero, por desgracia, muy ingenua.

El 16 de enero, el Comité de Salud Pública envió una carta a Stevens afirmando que la reina estaba intentando "por la fuerza armada y mediante amenazas de derramamiento de sangre" de imponer una nueva constitución. "No podemos protegernos sin ayuda", gemían los barones del azúcar, " y, por lo tanto, imploramos la protección de las fuerzas de Estados Unidos". (Nos recuerda Granada, en 1983, invadida por Reagan para proteger las vidas de los estudiantes de medicina de EE.UU. También deberíamos conmemorar ese aniversario.) En efecto, cargamentos de casacas azules, policías estadounidenses, irrumpieron pronto por la calle Nuuanu hacia la oficina de Stevens mientras Sanford B. Dole, hijo de misioneros, magnate del azúcar, y Ministro de la Corte Suprema, proclamaba una república provisional "hasta que las condiciones de la unión a Estados Unidos hayan sido negociadas." Dole se convirtió en el primer presidente de la República Hawaiana. (Compárese con Texas en 1836.) Así, echaron a un lado a Lili'uokalani, que en un esfuerzo por evitar el derramamiento de sangre, se declaró de acuerdo con "renunciar a mi autoridad hasta que el gobierno de Estados Unidos enmiende la acción de su representante". Pero las simpatías a su favor continuaron siendo fuertes, y mientras las autoridades en Washington discutían las ventajas y desventajas de anexar Hawai, los partidarios de la reina, dirigidos por Robert Wilcox, (previamente enemigo de la monarquía, pero que se decidió por apoyar la causa de la reina contra la agresión extranjera), pasaron, razonablemente, a organizar una insurrección. (Mientras tanto, el racismo dominó todo el discurso sobre la anexión a EE.UU. El lado favorable dijo, "Expandamos hacia el Pacífico siguiendo los designios de Dios, ganemos dinero y civilicemos a todos los salvajes del Pacífico Sur." El lado contrario dijo, "No queremos ni necesitamos más ciudadanos negros, peligrosos y lascivos, en este país." El recién elegido presidente Grover Cleveland, por su parte, condenó enérgicamente el derrocamiento de Lili'uokalani y apeló a su restauración al trono. En respuesta, el matón Dole -han bautizado calles con su nombre-"criticó la "¡ interferencia de Washington en los asuntos internos de Hawai"!) La rebelión de Wilcox a favor de la Reina fracasó en enero de 1894, y el 16 de enero, un año después de su derrocamiento, la reina fue arrestada. Los funcionarios de la república encontraron una cantidad considerable de armas en su residencia, incluyendo 21 bombas (algunas hechas de cáscaras de coco), así como 30 rifles.

(Paréntesis sobre los cocos y su uso. Muchos consideran que la producción de alfarería es un signo de adelanto cultural. Históricamente, el torno de alfarero y la producción de cerámica tienden a acompañar los comienzos de la agricultura; granos y alimentos son almacenados y servidos en platos. Pero aunque los pueblos polinesios innovaron en la producción de alfarería hace unos 3.500 años (la cultura Lapita), la cerámica no se difundió en general en toda Polinesia. ¿Por qué? Porque personas inteligentes decidieron que era más fácil utilizar calabazas, madera de koa, cocos, etc.

para el mismo uso que la alfarería.. Ahora bien, el coco (Cocos nucifera) incorpora una gruesa, dura, granada de cáscara fibrosa. Contiene un fruto que es fácil de extraer, y "leche" que recomiendo para preparar budín de haupia (hay recetas en la red) antes de continuar. Luego se puede utilizar la cáscara para servir o almacenar macadamias, granos de café, bayas de ohelo, ciruelas encurtidas, pulpos secos, materiales explosivos, etc. Mentes creativas, prácticas, que rodeaban a Lili'uokalani se las ingeniaron para producir bombas de coco. No sé qué sucedió con ellas; tal vez haya una en exhibición en el Museo Bishop en Honolulu.) La terrorista potencial Lili'uokalani fue acusada de traición, ¡qué ocurrencia!, y le impusieron arresto domiciliario. Después de nueve meses, y de que cinco de sus partidarios fueran condenados a muerte, aceptó otra "abdicación forzada", en parte para obtener clemencia para sus partidarios. Se hizo justicia; fue condenada a cinco años de trabajos forzados y multada cinco mil dólares.

La sentencia no fue cumplida, pero un excelente corresponsal de United Press, un cierto reverendo Sereno Bishop, de la prestigiosa familia de misioneros Bishop (que fundó el mencionado Museo Bishop, una gran atracción turística de Honolulu), un individuo que había descrito anteriormente a la reina ante el mundo como una piadosa dama cristiana (lo que correspondía a la realidad) pasó a esforzarse por dañar su reputación y justificar así su remoción. La reina había sido manipulada, reveló, por hechiceros (kahunas o sacerdotes nativos). Había sacrificado a la diosa nativa de los volcanes, Pele, e impulsado el lascivo hula. Lo que es peor, era, en realidad, la hija bastarda de un "limpiabotas negro". Pura desinformación, por cierto, del tipo que conocen aquellos que miran CNN y leen el New York Times. La reina Lili'uokalani murió en paz a los 79 años, en noviembre de 1917 (uno de los meses más determinantes y esperanzadores de la historia moderna), habiendo recibido el inestimable obsequio de la ciudadanía estadounidense, y sufriendo por su pueblo colonizado, que había poseído toda la tierra en 1800, 10% de la tierra en 1893, y casi nada cuando ella falleció.

De manera que ésta es la edificante historia del derrocamiento del reino hawaiano. La codicia, la intolerancia, el racismo, las mentiras, el terror, la traición, el engaño. El Congreso de EE.UU. lo reconoció en gran parte hace diez años, al ofrecer una disculpa formal (Resolución Conjunta 19; véase el Archivo del Congreso, vol. 139). "¿Pero no valió la pena a fin de cuentas?" se preguntará. "Quiero decir, ¿no le va mejor a todos al ser parte de EE.UU.?" Por cierto, ser ciudadano de un país imperialista tiene sus ventajas, por mal repartidas que estén. Habiendo vivido en Hawai durante once de mis años más formativos, puedo testimoniar que la vida puede ser muy, muy, agradable incluso en islas dominadas física y económicamente por los militares de EE.UU., con una industria turística que degrada y prostituye a la gente y a la cultura nativas, y con una agricultura tropical en decadencia. (Las actividades azucareras terminaron por derrumbarse durante la última década, porque ya no eran competitivas en la economía global. El capital azucarero se fue a los bienes raíces, las finanzas, el turismo, las nueces macadamia, el café Kona, etc.) Creo fervientemente que Hawai'i no ka oi (No hay mejor sitio que Hawai.) Pero es a pesar de que el sistema hiede. Es porque la tierra, el cielo, el mar y toda esa gente de múltiples etnias son tan bellas.

La captura de la nación hawaiana, en todo caso, no tuvo lugar porque se quisiera mejorar la suerte de un pueblo sistemáticamente desposeído y privado de sus derechos por los anexionistas, tal como la ocupación de facto de Afganistán no se hizo para ayudar a los afganos, o como la próxima guerra contra Irak no tiene nada que ver con la liberación del pueblo de esa nación. Se realizó para dar más poder a los que ya eran poderosos, y para enriquecer aún más a los ricos, arrancar beneficios del trabajo de los culíes tal como se estruja la savia de la caña de azúcar. Fue un temprano ejemplo del imperialismo de EE.UU., apoyado ideológicamente por el fundamentalismo religioso y el racismo, y justificado por descaradas mentiras. Por desgracia, no es siquiera uno de los peores ejemplos, y con seguridad no es de ninguna manera el último.

Pero más vale tener confianza en que llegará el día en que se acabe el imperialismo. El pasado nos trae enseñanzas en las que nos podemos basar en nuestros esfuerzos por llegar a ese objetivo. Así que rindamos homenaje a la reina antiimperialista Lili'uokalani, al rebelde Wilcox, y a todo uso bien pensado del Cocos nucifera, o de otros productos agrícolas tropicales, para impulsar la causa de la liberación humana, en Polinesia y en todas partes.

* Gary Leupp es profesor asociado, Departamento de Historia, Universidad Tufts y coordinador, del Programa de Estudios Asiáticos. Su correo es: gleupp@tufts.edu 16 de enero de 2003