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Internacional

Estados Unidos - Naciones Unidas - Irak
UN NUEVO COLETAZO DEL IMPERIO

Tarcisio Agramonte Ordóñez*

Como estaba previsto, el presidente de los Estados Unidos George W. Bush aspira a quedarse cuatro años más en la Casa Blanca. Y como estaba previsto también, fundamentará su aspiración reeleccionista sobre el único lenguaje que conoce: el de la intimidación, el chantaje y la amenaza en política exterior, sobre el empobrecimiento de grandes masas de norteamericanos y el ejercicio del terror contra su propio pueblo, y sobre la eventualidad brutal de una nueva guerra.
Demostrada hasta la saciedad su condición de mentiroso en el asunto de la supuesta posesión de armas de destrucción masiva por parte del Gobierno Constitucional y Legítimo de Irak, argumentación falaz que utilizó para desencadenar su fundamentalismo torpe y criminal, su racismo y sus ansias de destrucción y de venganza sobre la población inerme de ese país asiático, en donde se encuentra empantanado en un nuevo Vietnam, tal como viene sucediendo en Afganistán desde el año de 2001, y enfrentado a la férrea oposición de su propio pueblo, hastiado de sus guerras de agresión y del desastre económico al que ha conducido a su país, George Bush Jr., Orbis Imperator, terminó por acudir a la única instancia internacional en donde todavía tiene cómplices y amigos deseosos de secundarle en su ruinosa carrera belicista: la Organización de la Naciones Unidas, en donde cosechó palizas verbales en su reciente comparecencia del 23 de septiembre de 2003 ante la 58ª Asamblea General de ese Organismo a donde, aparte de su prepotencia y su ignorancia, llevó la idea de internacionalizar los muertos y los costos económicos de su guerra ilegal y genocida en contra de Irak y su exigencia de recabar fondos y ayudas militares para afianzar su saqueo y su dominio colonialista sobre ese país árabe, estrategia que le permitiría ahorrar dinero, tropas, municiones y equipamiento bélico y le dejaría las manos libres para proseguir su tarea de adueñarse de los puntos estratégicos del mundo, desatar nuevas guerras coloniales con el fin de arrebatarles el petróleo, el gas, el agua, la base alimentaria y los recursos genéticos y de biodiversidad a los países de la periferia del Imperio que poseen estos recursos, y para financiar y llevar adelante sus planes de guerra genocida en contra de la Nación árabe y su campaña mundial de exterminio en contra del Islam.
El Emperador en las Naciones Unidas
El presidente George Bush Jr. sabía lo que hacía, y el escenario no podía ser más propicio. Sin aflojar ni un ápice de su ocupación militar sobre Irak ni su férreo control sobre los recursos petroleros del país y sin pasar de vagas promesas acerca de la reconstrucción, la normalización y el traspaso del poder y del ejercicio pleno de la soberanía a un Gobierno legítimo del país árabe, este hombre obtuso y criminal, marioneta de los intereses judíos, de las empresas petroleras y de los turbios negocios de las empresas dedicadas a la producción y al tráfico de armas, tenía razones para sentirse satisfecho de la eficacia brutal de su política exterior: en un solo año -del 9 de septiembre de 2002 al 23 de septiembre de 2003- había logrado la destrucción de toda forma de convivencia civilizada en el planeta y la vuelta a la ley de la selva y al poder del más fuerte. Bajo el impulso de sus bombas se habían suspendido de facto todas las normas de Derecho Internacional que habían regulado hasta entonces las relaciones entre las Naciones y entre los Pueblos, supeditadas de ahora en adelante a la arbitrariedad de su política de "ataques preventivos"; se había declarado obsoleta la observancia del Derecho Internacional Humanitario y se había infligido un golpe contundente al proceso de consolidadación de la Unión Europea; se había enviado un mensaje intimidatorio de destrucción militar a la "vieja Europa" -Francia, Alemania y Bélgica- poseedora de armamentos y de autonomía militar al margen de la OTAN, a todo el Medio Oriente petrolero, a Cuba, Irán, Siria, Rusia y China; se había golpeado el centro neurálgico del panarabismo y del Islam y al Partido al-Baath promotor de peligrosas ideas de Socialismo y de Nacionalismo panárabes y de nacionalización de los recursos petroleros, y se había propiciado el que a cubierto de su guerra genocida contra Irak su alido Israel hubiera confiscado 300% más de tierras, hubiera expulsado de sus hogares 300% más de población y hubiera demolido 300% más de edificaciones en territorio palestino que lo que habían venido haciéndolo desde el año de 1967; se había tratado de desbaratar con demostraciones de fuerza militar la alianza Francia-Alemania- Bélgica-Rusia y China surgida para enfrentar el unilateralismo de su política imperial. En beneficio de su Agencia Internacional de la Energía -AIE- se había intentado destruir a la Organización de Países Exportadores de Petróleo -OPEP-, creada por la Conferencia de Bagdad de 1960; y se había resquebrajado hasta la médula la legitimidad, la vida institucional y la credibilidad de la Organización de las Naciones Unidas, a cuya sesión inaugural del 58º Período de Sesiones de la Asamblea General, él, George W. Bush, había consentido en la vejación de asistir.
Desde lejos, escuchó con resignado fastidio las vociferaciones de los Jefes de Estado y de Gobierno que le sucedieron en el uso de la palabra y que pedían un papel central para las Naciones Unidas en la llamada "reconstrucción" de Irak, y las desestimó por tres razones poderosas: 1.- Porque esas alharacas y vociferaciones no estaban dirigidas contra él sino que cada Jefe de Estado y de Gobierno las dirigió en realidad fue a calmar -precisamente- el rechazo de la opinión pública de sus respectivos países frente a las políticas unilaterales y brutales de Washington. 2.- Porque no era él quien estaba tratando de reconciliarse ni de congraciarse con la comunidad internacional, teóricamente representada en la Naciones Unidas, sino que eran las Naciones Unidas las que estaban tratando de relegitimarse, de retomar su rumbo y de reconstruir su vida institucional volviendo al redil del Imperio; y 3.- Porque antes de concurrir ante esa Asamblea General del 23 de septiembre de 2003, y neutralizadas Francia, Rusia y Alemania con la promesa de que serían respetados los contratos petroleros pactados por su empresas con el Gobierno Legítimo de Irak, George W. Bush ya había logrado la legitimación a posteriori de su guerra de invasión y de ocupación militar en contra del pueblo y del territorio iraquí y un Mandato colonial sobre Irak, mediante la Resolución 1384 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de fecha 22 de mayo de 2003, que legalizó la ocupación de ese país y su entrega a los Estados Unidos en el peor estilo de los Mandatos del Imperio Británico. Acto de sumisión de las Naciones Unidas que entregó la administración de Irak al Gobierno de los Estados Unidos y la explotación de los recursos petroleros de ese país a las empresas norteamericanas por tiempo indefinido, otra vez bajo la vaga promesa de que esta situación se mantendría "hasta cuando se creara un Gobierno legítimo en Irak"; y que por Resolución 1500 de este mismo Consejo, del 14 de agosto de 2003, le fuera admitida su feria de marionetas y traidores conocida con el alias de "Consejo Gubernativo" como si fuera el Gobierno legítimo de Irak, sin que ésto significara el cumplimiento de sus compromisos de la víspera, es decir, sin poner fin al saqueo de los recursos petroleros de ese país ni dar paso al traslado del poder ni del ejercicio pleno de la soberanía sobre Irak al "Consejo Gubernativo" cuya legitimación el propio Imperio había gestionado y para el que había logrado el reconocimiento de la Liga Arabe y un escaño, a nombre del pueblo iraquí, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Bajo el chantaje de cambiarle de sede a sus fuerzas de ocupación en Europa, léase OTAN, había logrado también que el Tribunal Internacional de Bruselas renunciara al carácter universal que venía atribuyéndole a la legislación interna de Bélgica, y que "gentilmente" accediera a anular las causas y les devolviera los expedientes en los que aparecían los George Bush, padre e hijo, dos veces Collin Powell, dos veces el general Tommy Franks, Donald Rumsfeld, y otros connotados miembros de la pandilla genocida de Washington, al igual que el primer ministro israelí Ariel Sharon, en su verdadera y escueta condición de convictos de Delitos Internacionales y de Delitos de Lesa Humanidad como son los Crímenes de Agresión, de Genocidio y Crímenes de Guerra.
Sin anular las causas ni devolver los expedientes que se siguen en contra de las Organizaciones de la Resistencia Palestina, el Tribunal de Bruselas no había hecho más que ponerse a tono con la Organización de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que pocos días después del 9 de abril de 2003 -fecha de la victoria imperialista contra una de las estatuas de Saddam- había decretado la impunidad total para las fuerzas angloestadounidenses responsables de la invasión a Irak, declarando que en adelante los únicos Crímenes de Guerra que iban a ser objeto de investigación y de castigo serían los cometidos antes de la invasión, es decir, antes de la guerra. De modo que declarada la asepsia absoluta de los crímenes cometidos por las fuerzas "libertadoras" de Irak, los únicos delitos que se iban a investigar y a castigar eran los que hubieran cometido o los que en adelante pudieran cometer en defensa de la integridad y de la independencia de sus pueblos el jurista Saddam Hussein, Presidente Constitucional Legítimo de Irak, y el Ingeniero de Petróleos Yassir Arafat, Jefe del Estado y Presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Todo ello sin mencionar que nadie perseguirá ni castigará a los autores de la destrucción deliberada y sistemática y del saqueo de las Bibliotecas, de los Museos, de los yacimientos arqueológicos y demás bienes culturales e históricos de Irak, que pertenecen por igual a toda la especie humana, menos para los amos neonazis del Imperio empeñados en hacer prevalecer sobre el planeta el "raciocinio" y la "inteligencia" de sus bombas, y en lograr que los pueblos pierdan la memoria.
Para la Humanidad la disyuntiva es clara: perdemos la memoria bajo las explosiones y el ruido de los bombardeos o nos la destruye el Imperio a cañonazos de uranio empobrecido.
Un Aliado Perfecto
Quedaron desairados quienes esperaban que toda esa infame destrucción cometida en contra de la Humanidad -el Emperador, en su insania, creyó que toda la Humanidad habitaba, completa, sobre el devastado territorio de Irak y decidió suprimirla- mereciera siquiera una palabra de excusa. No ocurrió tal cosa, y menos aún en un Organismo como las Naciones Unidas había que dejado de tener importancia desde 1989 con la caída del Muro de Berlín, y que con la disolución de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría carecía ya de sentido y era irrelevante para la política guerrerista y unilateral de Imperio.
Estaba allí, en medio de sus "pares" casi genuflexos, de sus contradictores de la víspera, más preocupados ahora por defender sus contratos petroleros, por propiciar vergonzosos procesos de reacomodación de sus propios intereses imperialistas sobre los hechos cumplidos, y por tratar de recoger algunas piltrafas de los recursos petroleros e industriales de un país puesto en venta hasta sus cimientos por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y por los títeres de ventrílocuo del "Consejo Gubernativo de Irak" -manejados con prepotencia y con desprecio por Paul Bremer, Procónsul del Imperio-, que de hablar, y menos aún, de volver a imponer, olvidados principios como la Búsqueda y el Mantenimiento de la Paz Mundial, el Derecho al Desarrollo, la Libertad y el Derecho a la Independencia y a la Autodeterminación de los Pueblos, que junto con la defensa y la proteccción de los Derechos Fundamentales del ser humano y de los Derechos Económicos, Políticos, Sociales, Culturales, Etnicos y Religiosos de los Pueblos, constituían la razón de ser de la Organización de las Naciones Unidas, un Organismo que aún se dice multilateral pero que de la mano de Koffi Annan -"el morenito ese que grita de rodillas"-, compite hoy con los Departamentos de Estado y de Defensa de los Estados Unidos acerca de cuál de los tres haría mejor el trabajo de atacar, de destruir, de saquear y de controlar a los protectorados y colonias del Imperio.
En su afán de hacerse perdonar su triple condición de tercermundista, de negro y de africano, este hombre cobarde y rastrero ha escogido el camino del servilismo y la vileza, y no ha dudado en secundar -por acción y por omisión- las aventuras guerreras del Imperio en contra de los "Continentes, los países y los pueblos inferiores", exactamente de donde él procede, y ha legitimado el que en nombre de la superioridad del hombre blanco anglosajón y de su autoproclamada misión de llevar "su" civilización y "su" democracia a los pueblos inferiores y salvajes se haya sometido al etnocidio, al genocidio y a la destrucción religiosa y cultural a pueblos enteros, siendo el caso más reciente el de Afganistán y el de las dos parcelas de la Nación árabe llamadas Irak y Palestina.
En el año de 2001 y bajo el argumento de que musulmán y terrorista eran lo mismo, ayudó a conformar una fuerza multinacional de varias decenas de países para atacar y destruir a Afganistán, invasión que él y sus conmilitones norteamericanos legitimaron mediante la afirmación, no comprobada todavía, de que este país de privilegiada posición geoestratégica en el Asia Central estuviese dando albergue a la organización de la resistencia islámica al-Kaidah, supuestamente responsable de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas del Centro Mundial del Comercio en Nueva York. Incendio del Reichstag que le permitió al presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, y a su camarilla gobernante poner en marcha la cadena de agresiones y de guerras que ya estaba prevista y establecida como política de Estado en la "Estrategia de Defensa y de Seguridad Nacional de los Estados Unidos Hacia el Siglo XXI" publicada el 9 de septiembre de 2000, es decir, un año antes de los atentados contra las Torres Gemelas y aún antes de que George W. Bush fuera presidente de los Estados Unidos, como puede leerlo cualquier escolar de educación primaria, y como ya lo había leído Koffi Annan, con sólo asomarse a las publicaciones del propio Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Es la frialdad de la premeditación lo que hace aún más imperdonables los crímenes. Fue en ese fatídico año de 2001 -de ingrata recordación inclusive por el insuceso de la Torres Gemelas-, y a través de la destrucción de Afganistán, cuando se puso en práctica la campaña mundial de exterminio en contra del Islam, calculada y llevada adelante por el fundamentalismo norteamericano y el integrismo judío bajo el pretexto de su combate mundial al terrorismo y de su, para esa fecha recién anunciada, pero de vieja data, política de "ataques preventivos". Y Koffi Annan sabía lo que hacía: no puede atribuirse ignorancia invencible, y menos aún en un asunto tan protuberante y de tan graves repercusiones mundiales, a un hombre que algún mérito y alguna formación universal debía de tener cuando fue elegido Secretario General, es decir, una especie de Director Supremo de la poderosa Instancia Ejecutiva de las Naciones Unidas, ni es dable esperar que algún desconocido fallo en su memoria le hiciese olvidar a él, un hombre proveniente del Africa subsahariana, los siglos de esclavitud, de servidumbre, de explotación y de vejaciones que ha padecido su región bajo las botas y las balas con que adelantó allí su labor "civilizadora" el hombre blanco europeo y anglosajón, y que la fe mayoritaria en todo el Continente africano es el Islam, frente al cual sólo pueden competir lejanamente la comunidad de los coptos en Egipto, grupos minoritarios y dispersos de cristianos y judíos y algunas religiones animistas.
Coludido con los amos del Imperio, para quienes la única importancia de la Organización de las Naciones Unidas estriba en que "por medio de la ONU Estados Unidos crea coaliciones y sigue programas multilaterales que promueven los intereses estadounidenses", como expresamente puede leerse en los documentos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, ninguna de estas realidades entran ahora en los cálculos del Secretario General de la Nacionaes Unidas. El también habló fuerte en la ronda de discursos cosméticos de la 58ª Asamblea General de su Organización, y lo hizo con sus cartas marcadas: frente al rechazo unánime de la opinión pública mundial, inclusive la de los ciudadanos de los Estados Unidos, ya había convocado a nombre de las Naciones Unidas a una Conferencia de Donantes en Madrid, para los día 23 y 24 de octubre de 2003, con el propósito de reunir fondos y ayudas económicas para asegurar en forma absoluta el dominio de los Estados Unidos sobre Irak, y había escogido para sí mismo el papel de director de la subasta que se pretendía hacer de los recursos naturales -distintos al petróleo, comprometido a perpetuidad en favor de las empresas del Imperio-, de los restos de la economía, de la totalidad de los servicios públicos, del suelo, del espacio aéreo y del supremo bien de la dignidad del pueblo de aquel sufrido país.
Con su silencio cómplice, Koffi Annan ya había avalado las amenazas militares, las agresiones económicas y los intentos de desestabilización política de los Estados Unidos en contra de los "Estados díscolos" de Irán, Siria, Corea del Norte y Cuba, a los cuales habría que agregar los cada vez más insumisos Estados de Paraguay y Venezuela, y le había impartido su bendición a los ataques de Israel en contra de los Estados Soberanos del Líbano y de Siria, a las campañas judías de arrasamiento de las Organizaciones de la Resistencia Palestina, a la construcción a través de Cisjordania del Muro de la Infamia israelí, que no resuelve el problema de los ataques suicidas que llevan a cabo los grupos de la Resistencia Palestina, adversarios legítimos de las fuerzas judías de ocupación de Jerusalem Este, de Cisjordania y de la Franja de Gaza, pero que sí sirve de instrumento para que 1.500 km2 de tierras agrícolas, las fuentes y los depósitos de agua palestinos entren a formar parte del territorio de Israel, crea un frontera de facto para que se establezcan a perpetuidad las políticas del Apartheid en contra de la población árabe y la fragmentación territorial de este país, con la finalidad de impedir la creación de un verdadero Estado Nación en la región de Palestina, y a las campañas de limpieza étnica en que se han convertido las políticas judías de demoliciones, de asesinatos y de bombardeos indiscriminados, y de deportaciones masivas de la población palestina.
Ahora, frente a unos hechos cumplidos que horrorizan a la especie humana, él y su Organización de las Naciones Unidas han vuelto por los fueros de la cosmética y de la retórica inútil convocando a la Humanidad a seguirles el juego de emitir a este respecto Resoluciones tras Resoluciones del Consejo de Seguridad, que se suman a las más de siete decenas de Resoluciones groseramente ignoradas y violadas por el Gobierno de Israel o que han sido vetadas por sus mentores y protectores de los Estados Unidos.
Atento a satisfacer las pretensiones del Imperio, Koffi Annan participó de las maquinaciones que condujeron a la aprobación de la Resolución 1511 del Consejo de Seguridad, del día 16 de octubre de 2003, que no fue más que una nueva legitimación y un nuevo endoso por parte de la ONU al proyecto norteamericano de crear una fuerza multinacional para la "estabilización" de Irak, de la cual harán parte ellos mismos y bajo el mando de los Estados Unidos, pero convocada por mandato las Naciones Unidas. Adefesio jurídico que bajo las mismas promesas vacías de las Resoluciones 1483 y 1500 de que la Autoridad -así llama a las fuerzas de invasión- devuelva las responsabilidades y atribuciones de gobierno al pueblo de Irak "tan pronto como sea viable" y de que el "Consejo Gubernativo de Irak" presente un calendario y un programa para la redacción de una nueva Constitución para ese país "tan pronto como las circunstancias lo permitan", criminaliza toda forma de resistencia del pueblo iraquí frente a la invasión de la que es objeto y víctima por parte del Imperio, condena sus acciones en defensa de su integridad y de su independencia presentándolas como si fueran crímenes en contra de su propio país, y da a los Estados Unidos de Norteamérica la oportunidad de apuntalar y de extender por otras manos su dominio colonialista sobre Irak y la de exigir dinero para mantener y extender allí su guerra genocida, fondos que serán manejados por sus entidades financieras o que estarán a disposición del "Consejo Gubernativo de Irak", es decir, de los mismos norteamericanos, por disposición de Paul Bremer, Procónsul del Imperio y suprema autoridad sobre el país asiático.
No se detiene allí este atentado en contra del más mínimo respeto por los Pueblos y de la más mínima idea de un orden jurídico mundial: establece además que por mandato de las Naciones Unidas los Estados Unidos puedan reclutar carne de cañón en otros países, aún en los más reacios a participar en su guerra genocida contra Irak; y en su propósito de desligitimar a la resistencia iraquí y de confundir a la opinión pública mundial apela a la Resolución 1373, emitida por el Consejo de Seguridad el 28 de septiembre de 2001, la que hizo del narcotráfico y del terrorismo un solo fenómeno, y con la cual y mediante el uso del concepto ideológico y libremente endilgable de "terrorismo" o de "terrorista" se trató de satanizar y de deslegitimar desde entonces toda forma de resistencia y toda forma de guerra autodefensiva de los Pueblos. (Narcotráfico y terrorismo de Estado que no sólo son fenómenos dominantes en la sociedad norteamericana sino dos de sus principales productos de exportación en su afán por dominar al mundo por la vía de las armas). Nueva cobardía de los Estados Unidos y de sus aliados de las Naciones Unidas que tiene por objeto presentar las acciones de la resistencia iraquí como simples actos criminales relacionados con el narcotráfico y el terrorismo y ocultar ante los ojos del mundo la lucha heroica y desigual de un pueblo digno en contra de una invasión y de los intentos de fragmentación y de destrucción de su país llevados a cabo por el gobierno más brutal y agresivo que haya tenido la potencia imperialista más poderosa del planeta.
Para rematar este recetario de horrores, la Resolución 1511 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas rescata el concepto inmoral de "la guerra humanitaria", que colocado ahora bajo el patronato de la Naciones Unidas, les servirá también a los norteamericanos para limpiar frente al mundo su imagen de agresores, de invasores y de criminales de guerra, y se constituirá en un mandato para que las empresas norteamericanas y británicas sigan ahondando en su propio beneficio el saqueo al que tienen sometidos a los recursos petroleros que pertenecen al pueblo y al futuro de Irak. Nadie se alegró más ni festejó mejor la aprobación de esta Resolución artera y cobarde del Consejo de Seguridad que el Secretario General de las Naciones Unidas, Koffi Annan. Por si faltaran algunos dinerillos, allí estarían los miles de millones de dólares que, en concordancia con la Resolución 1511, él esperaba recaudar en su Conferencia de Donantes de Madrid.
Las Dificultades del Emperador
A pesar de los entusiastas llamados de ayuda del Secretario General de las Naciones Unidas para enfrentar, ahora sí, "entre todos" la situación de Irak, y a pesar de que tendenciosamente el gobierno de los Estados unidos dejó en 76.000 millones de dólares la cifra real de los 100.000 millones de dólares que se necesitan para situar de nuevo a Irak en el nivel de desarrollo que tenía en 1990 -es decir, antes de las guerras de invasión y de los embargos promovidos y llevados a cabo contra ese país por los Estados Unidos y las Naciones Unidas- y de que esta cifra fuera rebajada a sólo 56.000 millones de dólares por la Naciones Unidas y el Banco Mundial, múltiples factores entre los cuales habría que mencionar la cerrada oposición de la opinión pública, especialmente en España, Francia y Norteamérica, la esperada falta de colaboración a este respecto de Francia, Rusia y Alemania, la eficacia y la reciedumbre de la resistencia iraquí, la crisis económica y otros factores de la política interior de los Estados Unidos, se conjugaron para llevar al fracaso a la Conferencia de Donantes de Madrid.
En el plano de la política interior, el presidente George W. Bush enfrenta el rechazo de la mayor parte de la población norteamericana por su condición de mentiroso en cuanto tiene que ver con la supuesta posesión de armas de destrucción masiva por parte de Gobierno iraquí, argumentación probadamente falsa de la que se valió para arrastrar a los Estados Unidos a su guerra ilegal y genocida contra Irak, no obstante los ofrecimientos estratégicos y las facilidades para las empresas norteamericanas a los que apeló Saddam Hussein -con tiempo de sobra- para evitar los bombardeos y la consumación de la destrucción de su país; a lo cual habría que agregar su catastrófica política económica que ha conducido a los Estados Unidos a una recesión frente a la cual han resultado inútiles el saqueo de los recursos petroleros iraquíes, el precio del barril de petróleo mantenido en forma constante por encima de los treinta dólares y la rebaja de impuestos decretada en favor de los ricos, la mayor en los últimos 43 años, y cuyos resultados han sido la ruina de la tradicionalmente poderosa clase media de los Estados Unidos, el aumento en los despidos de los trabajadores, la supresión de los mecanismos de protección social y hospitalaria, especialmente sensible en el segmento de la población que conforman los 40.000.000 de pensionados y adultos mayores, en donde tiene sólo el 16% de aceptación, el desempleo elevado a sus índices más críticos de entre el 9% y el 16% de la fuerza laboral lanzada al paro forzoso, situación que el Gobierno de George W. Bush ha tratado de paliar recurriendo a deportaciones masivas de mano de obra extranjera y de indocumentados y, más grave aún, el que bajo el ya gastado argumento de la posesión de armas de destrucción masiva por parte de otros países y de supuestas o reales amenazas de atentados terroristas se haya pretendido acallar la potesta de la población y que el Gobierno haya procedido a drásticos recortes de la democracia en los Estados Unidos y a la supresión de las libertades públicas.
Todos estos factores gravitan negativamente sobre la economía de un país que soporta un déficit de 374.000 millones de dólares para este año de 2003 y del cual se espera que para el año de 2004 supere la cifra de 500.000 millones de dólares, cifras que son superiores en ambos casos a los 350.000 millones de dólares que constituyen el Producto Interno Bruto de Rusia, todo ello agravado por los 38.000 millones de dólares del presupuesto autónomo de la CIA y por los 400.000 millones de dólares del presupuesto del Pentágono, centrado principalmente en la creación de armas nucleares tácticas o "mininukes" para guerras convencionales y la construcción de mísiles de fragmentación capaces de lanzar desde una sola rampa de lanzamiento, 10 cabezas nucleares sobre 10 blancos distintos, y de armas nucleares de precisión y de baja radiación que puedan ser lanzadas en sus ya proyectadas guerras "convencionales" en contra de los países del llamado Tercer Mundo, y que junto con su superioridad aérea, en mísiles nucleares estratégicos, en toda suerte de armas convencionales y en artefactos espaciales deberían bastarle a los Estados Unidos para someter al mundo entero por la vía de las armas y para mantener en quietud y en sumisión a sus Estados vasallos.
Parafernalia de muerte con la cual, una vez más, el presidente George W. Bush espera silenciar las cada día más ruidosas y multitudinarias protestas de los contribuyentes norteamericanos que ya resienten en sus hogares, en la merma de su capacidad de ahorro y en el drástico bajonazo de su nivel de vida el esfuerzo económico que les ha impuesto la política imperial de su propio Gobierno y el hecho de tener que mantener a su costa bases militares y fuerzas de combate en todos los Continentes y prácticamente en la mayor parte de los países de la Tierra.
Obligados a defenderse de su propio Gobierno, los ciudadanos norteamericanos marcharon por decenas de miles en las ciudades de Washington y Los Angeles, y unieron sus voces a los españoles, franceses, y demás súbditos y ciudadanos europeos para hecer fracasar a la Conferencia de Donantes de Madrid. De los 56.000 millones de dólares previstos sólo se recogieron en realidad 7.000 millones de dólares, cifra proviniente de préstamos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional y que fue elevada a 33.000 millones de dólares por razones de propaganda y porque en ella se incluyeron 20.000 millones de dólares en préstamos de los Estados Unidos, separados a su vez de los 87.000 millones de dólares que aprobó el Congreso de ese país para renovar armamento y equipo militar para los frentes de guerra de Irak y Afganistán. Lo demás fueron promesas de difícil cumplimiento no sólo por la ya conocida cobardía del millón de dólares, es decir, porque nadie va a invertir dinero en un país inmerso en una guerra generalizada en donde toda inversión del contigente invasor se perderá, sino porque nadie más debe pagar los costos morales, políticos, económicos y humanos de una invasión ilegal y genocida que competen íntegramente a los Estados Unidos, a la Gran Bretaña y a España, menos aún los países cuyos Gobiernos, atendiendo al clamor de sus ciudadanos, se opusieron resueltamente a la invasión y a la ocupación de Irak por los Estados Unidos; una campaña emprendida como el mayor acto de corrupción que registre la historia y en donde 350.000 soldados fueron llevados a matar y a morir en un país lejano para satisfacer las ansias de poder mundial de una camarilla genocida y de unas corporaciones petroleras y fabricantes de armas ligadas a los negocios particulares de la familia Bush, de Dick Cheney, de Condolezza Rice y de Donald Rumsfeld y en donde, para asegurar la reelección de George W. Bush en la presidencia de los Estados Unidos, se repartieron los contratos petroleros y de rencostrucción de Irak entre las empresas validas del régimen -y como si fueran secretos de Estado-, aún antes de que comenzara la guerra.
Bajo esta misma corrupción se han dilapidado 10.000 millones de dólares del programa "Petróleo por Alimentos" que supuestamente manejaban las Naciones Unidas, más 5.400 millones de dólares de envíos de alimentos hacia Irak que fueron frenados por el Gobierno de los Estados Unidos. Cantidad que se haría interminable si le sumamos los 7.000 millones de dólares a los que asciende la cifra total de los dineros incautados a los Bancos iraquíes por las fuerzas de ocupación anglonorteamericanas y los fondos que tenía este país en los Bancos extranjeros y que por rden de los Estados Unidos fueron descongelados y confiscados y pasaron a engrosar una cuenta especial de las Naciones Unidas, quedando, por lo tanto, bajo la administración discrecional de las fuerzas ocupantes, es decir, de Paul Bremer, Procónsul del Imperio en la región iraquí, de la Comandancia militar de las fuerzas invasoras y del "Consejo Gubernativo" de Irak.
Para alimentar esta corrupción que el Gobierno de los Estados Unidos y las Naciones Unidas tienen instalada en Irak las fuerzas de ocupación han echado mano también de los dineros producto de más de 1.800.000 barriles diarios de petróleo, a 30 dólares el barril, que vienen exportando por los puertos del sur de ese país, agravada por la circunstancia de que, en un país en el cual desde el mes de abril de 2003 no se han restablecido servicios básicos como los hospitalarios, de agua potable y alcantarillado, de recolección de basuras, de energía eléctrica, ni los servicios telefónicos, estos dineros se estén repartiendo por paquetes de hasta 400 millones de dólares para pagar los daños que supuestamente infligió Irak a las empresas petroleras kuwaitíes durante la Primera Guerra del Golfo, que no son otras que las mismas empresas norteamericanas que están explotando y robándose en la actualidad los recursos petroleros iraquíes.
En forma incondicional, Estados Unidos de Norteamérica debe salir cuanto antes de Irak. No sólo porque Irak ya ha pagado la mayor parte de los costos de su reconstrucción sino porque lo más costoso en ese país no es la tal "reconstrucción" que no ha empezado por ninguna parte sino el sostenimiento de los 165.000 soldados de las fuerzas de ocupación, que a un ritmo de 5.000 millones de dólares mensuales hará que el presupuesto de guerra de los Estados Unidos se agote en el mes de marzo de 2004 y que habrá consumido, en la sola campaña de Irak, todos los fondos destinados por el Gobierno de George W. Bush para su cruzada mundial contra el terrorismo.
Por eso sonaron a hueco las proclamaciones desvergonzadas del Secretario General de las Naciones Unidas en Madrid en el sentido de que "esta ayuda no debería estar sujeta a la instalación de un Gobierno legítimo" en Irak y sus promesas según las cuales "los países que atorguen ayuda ahora recibirán un trato preferente en comparación con los que vengan después". El pueblo de los Estados Unidos, por encima de las campañas de desinformación y del terrorismo de Estado que contra él adelanta su propio Gobierno, también ha entendido la patraña: siete de cada 10 ciudadanos están inconformes con la política de Bush y no creen que la guerra contra Irak tenga algo que ver con el terrorismo ni que sirva para contrarrestarlo, mientras el 60% de esos mismos ciudadanos está decididamente en contra de la reelección presidencial de George W. Bush, y sólo un lánguido 38% volvería a votar por él para un segundo período presidencial en los Estados Unidos.
En el frente de Irak, empieza a fracasar la 7ª operación de gran envergadura lanzada por las fuerzas de ocupación en contra del pueblo iraquí. Traducida, como las seis operaciones anteriores, en masacres, bombardeos, arrestos masivos de personas, destrucción y demolición de viviendas y en ataques indiscriminados en contra la población civil, la operación "Martillo de Hierro" está siendo neutralizada y derrotada por una resistencia iraquí cada vez más unida, más eficaz y más organizada.
Más de medio millar soldados norteamericanos han debido pagar con sus vidas la aventura colonialista de los Estados Unidos en tierras de la Mesopotamia. De ellos, 493 han muerto -350 en acciones de guerra y 127 fuera de combate, en acciones de la resistencia, y 16 por suicidio- desde el 1º de mayo de 2003, fecha en que el presidente George W. Bush declaró la cesación de las principales operaciones de su guerra ilegal y genocida contra Irak.
Acicateados por la Conferencia de Donantes de Madrid, los más de 40 grupos de la resistencia iraquí, nucleados alrededor de los cuadros militares y directivos del Partdo al-Baath, han aumentado la cantidad y la eficacia de sus acciones defensivas, pasando de un promedio de entre 15 y 25 ataques diarios a un promedio de 35 acciones militares diarias en contra de las fuerzas de ocupación, como lo admite públicamente el Pentágono, y avanzan cada vez más hacia la creación de un Ejército que estructure y unifique al movimiento popular y masivo que lucha a diario en la Guerra de Liberación Nacional iraquí.
En la tres semanas contadas desde el 26 de octubre al 17 de noviembre de 2003 sumaron siete los helicópteros de combate de las fuerzas invasoras abatidos por la resistencia iraquí, en cada caso con un número de bajas superior al de las acciones de guerra efectuadas durante la invasión anglonorteamericanas en Irak durante los meses de marzo a abril, y que supera a las causadas a las fuerzas de invasión durante el mes de agosto de 2003 -considerado un mes aciago para sus tropas por el Gobierno de los Estados Unidos- bajas a las cuales habría que agregar un número indeterminado de muertos polacos, españoles, húngaros y ucranianos causados por las fuerzas de la resistencia iraquí, a 24 soldados británicos cuyas muertes en el sur de Irak fueron silenciadas por "razones operativas" por la Secretaría de Defensa de su país, a 19 italianos ajusticiados también en la sureña ciudad de Nasiriyah en lo que constituye el golpe más contundente sufrido por las Fuerzas Armadas italianas desde la Segunda Guerra Mundial, entre otro largo etcétera de muertes, determinados como están los miembros de la resistencia iraquí a que las fuerzas de ocupación evacúen cuanto antes a Irak o a que definitivamente se queden a abonar con sus cadáveres los campos de trigo o de cebada que han arruinado con sus municiones de uranio empobrecido o los campos de palmas datileras que han arrancado por millares para acabar de arruinar y de destruir a Irak y en represalia por el apoya de los campesinos a sus amigos, a sus hijos, a sus parientes y hermanos de la resistencia, y porque en su alucinada cobardía creen a estas palmas datileras formando parte también de los contingentes defensores del país y marchando hombro con hombro con el pueblo iraquí, con los soldados de Saddam, que son "Oficiales del Ejército de Irak porque forman parte de la entraña de su pueblo", y con los fedayines árabes e internacionalistas obedientes al llamado de la dignidad humana.
En este corto lapso han sido expulsados de Irak las Naciones Unidas, el Comité Internacional de la Cruz Roja, el personal completo de la Embajada de España, el de Médicos Sin Fronteras y el de otras Organizaciones que quisieron convertir la destrucción de Irak en un acto "humanitario" y que en contubernio con las tropas de ocupación, con los agentes de la CIA y del Mossad israelí que operan en Bagdad y con las marionetas del "Consejo Gubernativo", no hacían más que justificar y legitimar la ocupación de Irak por los Estados Unidos.
Doblegado por la contundencia de la resistencia iraquí, por el profuso y diario número de bajas que le cuesta su ocupación del país asiatico y por la reticencia de sus países amigos que, como India, Pakistán y Turquía, han dado marcha atrás en su promesa de apoyarle enviando tropas al frente iraquí, el Gobierno de los Estados Unidos debe pensar seriamente en salir cuanto antes de Irak. Pronunciaminetos en este sentido se han oído por boca de Paul Bremer, Procónsul del Imperio en la región iraquí, y por parte del mismo presidente Goerge W. Bush, mientras por otro lado, con la duplicidad y la perfidia que les son características, esperan que 14 países más atiendan su llamado a enviar tropas para reforzar su ocupación ilegal y genocida sobre Irak, anuncian la contratación de 121.000 militares del antiguo Ejército iraquí y la conformación de escuadrones paramilitares para enfrentar a las fuerzas de la Resistencia y planean enviar a Irak 120.000 hombres de refresco, tropas que estarían conformadas por miembros de la Guardia Nacional de los Estados Unidos y por reservistas que tendrán que abandonar sus profesiones y sus hogares que tienen ya constituidos para responder al llamado belicista de la política imperial de su propio país, con lo cual se crearía un nuevo foco de perturbación y de rechazo hacia una reelección presidencial que cada día ve más remota.
Algunas Reflexiones Finales
Para creer que todo ese esfuerzo económico, político y diplomático y todo ese despliegue de destrucción militar conduzcan a la instauración de democracia alguna en Irak habría que ignorar la historia de lo que ha sido la presencia colonialista y depredadora de los Estados Unidos y de la Gran Bretaña en el Medio Oriente y en el Cercano Oriente, y específicamente contra Irak; desconocer la importancia política, la ubicación estratégica y el potencial petrolero del país, e ignorar culpablemente y a propósito la brutalidad de la política imperial de los Estados Unidos.
Se requeriría, además, haber olvidado que fue la Organización de la Naciones Unidas la que junto con los Estados Unidos de Norteamérica estableció y mantuvo, desde 1990 y durante 13 años, un bloqueo absoluto por tierra, mar y aire en contra del territorio y de la población de Irak, causante no sólo de la ruina y de la indefensión del país sino de la muerte por física inanición y por enfermedades primarias de 1.800.000 iraquíes, especialmente mujeres, ancianos y niños; haber olvidado que fueron las Naciones Unidas las que convocaron y empujaron a la guerra a la coalición de 28 países que, en abierta violación de su propósito de sacar a Irak del Kuwait invadido, se transformó en instrumento de los norteamericanos en su intento de destrucción política y social, económica, civil y militar de Irak. Y no satisfechos con ésto, la Organización de las Naciones Unidas autorizó o avaló las 10.200 misiones de ataque y de destrucción de las defensas militares, de los campos agrícolas, de las escuelas y hospitales, de las industrias, de las hidroeléctricas, de los servicios públicos esenciales y de la población civil que se perpetraron contra el pueblo iraquí durante esos 13 años de bloqueo.
La Primera Guerra del Golfo frustró la aspiración iraquí de completar su territorio recuperando una de sus antiguas provincias, segregada del territorio histórico de Irak por decisión arbitraria y petrolera del Ministerio de Colonias del Imperio Británico, que deseoso de sembrar problemas y de reservarse a perpetuidad el papel de árbitro en sus antiguos territorios arabes y, en general, en todas sus colonias de Asia, trazó una frontera en el desierto y creó a Kuwait a comienzos del siglo XX con la finalidad de privar a Irak de una salida al Golfo Pérsico, no obstante que esta operación del Gobierno de Bagdad contó con la tramposa anuencia de la Administración de los Estados Unidos. Ello dio pie a la Naciones Unidas para imponer a Irak cuantiosas reparaciones de guerra por un monto cercano a los 270.000 millones de dólares, el mayor de la historia, destinados a engrosar las cuentas bancarias de las empresas petroleras norteamericanas supuestamente afectadas por la toma de Kuwait, y que no se veían en la historia de los Pueblos desde los tiempos de las reparaciones e indemnizaciones de guerra que le fueron impuestas a Alemania al final de la Primera Guerra Mundial.
Consciente de que sus aliados norteamericanos no habían logrado su victoria -como ahora- y de que sonaban mentirosas las proclamaciones acerca de un nuevo orden mundial emitidas por George Bush I sobre las ruinas de Bagdad, la Organización de las Naciones Unidas se dio a la tarea de ayudar a los Estados Unidos de Norteamérica a completar la destrucción física de Irak, empezando por su fragmentación territoria: bajo su patronato, Estados Unidos y sus aliados establecieron zonas de exclusión hacia el norte y hacia el sur del área de Bagdad, con lo cual esperaba colocar a kurdos y a chiítas fuera de la jurisdicción del Gobierno legítimo de Irak, y aliada con los norteamericanos y británicos las Naciones Unidas alentaron intentonas separatistas que fracasaron estruendosamente y cuyos objetivos eran desmembrar y destruir a un país cuya existencia había sido declarada "inviable" por los sabios del Imperio.
Fallida esta treta miserable, al igual que los intentos de atizar sublevaciones en Irak permitiendo a las empresas norteamericanas y británicas despilfarrar y robar los miles de millones de dólares del programa "Petróleo por Alimentos" que pertenecían al pueblo iraquí y que la Organización supuestamente manejaba con base en las disposiciones de la Resolución 986 del Consejo de Seguridad, las Naciones Unidas procedieron a la mutilación territorial del país: entregaron a Kuwait 3.000 km2 del territorio histórico de Irak, precisamente en donde están los pozos y los campos petroleros de Rumaillah cuya explotación ilegal por parte de Kuwait fue una de las causas centrales de la guerra. Motu proprio, la Organización de las Naciones Unidas regaló a Kuwait las islas de Warda y Babiyán y el estuario de Shatt al-Arab, zona agrícola y pesquera por antonomasia y lugar en donde han confluido el territorio, las aguas y la zona estuariana y sedimentaria de la Mesopotamia con el Golfo Pérsico desde hace miles de años y en donde hay 30.000 millones de barriles de petróleo, equivalentes a la totalidad de las reservas comprobadas de los Estados Unidos de Norteamérica, y bajo las condiciones del embargo y de las diarias agresiones militares de que era objeto el ya debilitado Gobierno de Saddam procedió a confiscar y a entregar al Emirato 53 de los 58 kilómetros de costas que Irak tenía sobre el Golfo Pérsico, dejando a este país prácticamente en condición mediterránea y dependiendo para todos los efectos de su comercio exterior marítimo de los 5 kilómetros de costas que están alrededor de la aldea de Umm Quasir.
Se equivocan quienes creen que con este acercamiento a las Naciones Unidas y con esta aparente petición de limosnas para sí mismos Estados Unidos ha retrocedido. Reanudada y fortalecida su alianza con las Naciones Unidas contra Irak, las promesas de participar en el pastel económico iraquí que se esgrimieron como señuelos en la Conferencia de Donantes de Madrid y la conformación de una fuerza multinacional para la "estabilización" de Irak, por mandato de las Naciones Unidas y bajo el comando de los Estados Unidos, tiene propósitos más grandes: conocedores del apoyo unánime de la opinión pública mundial a la Guerra de Liberación Nacional que en contra de su infame invasión adelanta el pueblo iraquí y de que en la batalla de Irak se está jugando la suerte del mundo y la supervivencia de la civilización humana, la Libertad, la Independencia, el Derecho a Existir y la Autodeterminación de los Pueblos, Estados Unidos pretende crear un sólido frente imperialista que le asegure su dominio colonialista sobre Irak y sobre todo el Cercano Oriente y el Oriente Medio, y que a través del aplastamiento de la resistencia iraquí les garantice su posesión de las reservas petroleras de Irak, las segundas más grandes en el mundo, y su control sobre las reservas del Mar Caspio, de las de Irán y de las del resto de países del Golfo Pérsico, en donde se concentra más del 86% de las reservas petroleras mundiales, que le dé piso y fundamento a su aspiración de crear una zona de libre comercio en la región para su propio beneficio y en el de su socio Israel, siendo que en los solos países árabes del Oriente Medio se encuentra el 65% de las reservas mundiales de petróleo y que esta región exporta el 78% del volumen de petróleo exportado por la OPEP; y que les garantice también poder contar con una fuerza equipada, entrenada y provista con los mejores recursos tecnológicos y de armamento que en nombre de su "guerra global contra el terrorismo" y de su política de "ataques preventivos" pueda ser lanzada -y será lanzada- en cualquier momento en contra del resto de la Nación árabe, en contra de los Estados señalados "terroristas" o "díscolos" por Washington, y en contra de cualquiera de los países y regiones que constituyen el mundo musulmán.
La contundencia decidida de la Resistencia iraquí y la oposición mayoritaria de la opinión pública mundial harán que todas estas patrañas estén condenadas al fracaso. Bajo el silencio cómplice de las Naciones Unidas, el mundo pudo ver en directo cómo desde el 19 de marzo de 2003, contrariando la opinión mayoritaria de la especie humana, y ayudados por sus aliados de la Gran Bretaña, los Estados Unidos de Norteamérica arrojaba la mayor capacidad de destrucción de la que se tenga noticia en el planeta, a sus mercenarios, a sus bombas de racimo y de napalm y sus proyectiles de uranio empobrecido sobre los hombres, mujeres, niños y ancianos de un país inerme cuyos delitos fueron el no haberse sometido a los caprichos de la pandilla genocida que gobierna en Washington y el de no permitir el saqueo de los recursos naturales que pertenecen su pueblo para subsidiar el hartazgo, el despilfarro y la prepotencia de una minoría privilegiada de la población norteamericana, de las empresas petroleras y de los sectores financieros de los Estados Unidos. Dolido en lo más íntimo por el estallido de las bombas, el mundo entero pudo ver también cómo, más allá del genocidio premeditado y criminal, de la dolorosa expoliación circunstancial de los recursos petroleros y de la estupefacción inicial que produjo la cadena de traiciones y sobornos que condujeron a la caída de Bagdad, se podía construir en Irak una resistencia masiva, eficaz y organizada y un nuevo Vietnam que sirviera de punto de partida para una globalización de la defensa común, es decir, para una mundialización de la resistencia civil y armada en contra de la política imperial de los Estados Unidos.
En la hoira presente de la Historia humana, los Estados Unidos de Norteamérica y sus aliados, las Naciones Unidas y sus Organizaciones adlátere forman parte del mismo contingente de agresores no sólo en contra de Irak y de los países del Cercano Oriente y del Oriente Medio sino de todos los países y Naciones que sueñen con la paz y con la democracia y con construir formas de desarrollo autónomo para sus Pueblos, acordes con su Cultura y con su Historia y lejos de los dictámenes de Washington, y como tal deben ser combatidos por todos los Pueblos y por todos los hombres y mujeres libres, a todo lo largo y ancho de la Tierra. Porque a todos, aún a los más timoratos e indecisos nos ha quedado claro que la preservación de la civilización humana, la preservación de la paz mundial y la supevivencia misma de la especie humana en el planeta son, en términos excluyentes, incompatibles con la existencia del Imperio.
*Tarcisio Agramonte Ordóñez es Sociólogo, Investigador Social y Analista Político Internacional colombiano. Escritor. Gestor Ambiental y Periodista. Ganador de dos Premios Iberoamericanos de Literatura.