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Internacional

28 de diciembre del 2003

Es codicia, no ideología, lo que gobierna a la Casa Blanca

Naomí Klein
The Guardian
Traducido de www.irakwar.ru para Rebelión por Ángel Cristóbal Colmenares E.

Contrariamente a las predicciones, las puertas de la Vieja Europa no fueron cerradas violentamente en la cara de James Baker cuando él pidió la condonación de la deuda externa de Irak la semana pasada. Alemania y Francia parecen haber firmado, y Rusia se está ablandando.

En los días que llevan a la gira de Baker por bajar la deuda, hubo virtual acuerdo en que el ex-Secretario de Estado de los Estados Unidos había sido saboteado por el subsecretario de la defensa, Paul Wolfowitz, quien se mueve para dejar afuera a los socios de la "no-coalición" de los contratos de reconstrucción en Irak por 18.6 millones de dólares, al parecer diseñada para dejar a Baker como un hipócrita.

Ahora resulta que Wolfowitz puede no haber estado minando a Baker, sino más bien actuando como su refuerzo. Él mostró un gran garrote para señalar "la amenaza de exclusión económica de la potencial reconstrucción de Irak por 500 millones de dólares" tal como Baker estaba comenzando a decir en voz baja.

El pueblo irakí "no debe ser agobiado con la deuda de un régimen brutal", dijo el vocero de la Casa Blanca, Scott McClellan. No hay argumento al respecto. Pero cuando escuché acerca de la "noble misión" de Baker, según lo describió George Bush, no pude menos que pensar en una poco publicada historia de comienzos del mes. El 4 de diciembre, el "Miami Herald" publicó citas de la trascripción de una reunión del Departamento de Estado del 7 de octubre de 1976 entre Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado bajo Gerald Ford, y el Almirante César Augusto Guzzetti, por aquel tiempo Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina bajo la dictadura militar.

Estaba en su apogeo la guerra sucia en Argentina para destruir la "amenaza marxista" mediante la tortura sistemática y el asesinato no solo de las guerrillas armadas sino también de los pacíficos organizadores de sindicatos, de los activistas estudiantiles y de sus amigos, familias y simpatizantes. A finales de la dictadura, aproximadamente treinta mil personas habían sido "desaparecidas".

Al momento de la reunión, en el Waldorf Astoria en Nueva York, mucha de la izquierda de Argentina había sido ya borrada, y las noticias de cuerpos blanqueándose en los estuarios del Río del Plata se incrementaban en medio de urgentes llamados por sanciones. La trascripción de la reunión revela que el gobierno estadounidense no solo sabía acerca de las desapariciones, sino que abiertamente las aprobaba.

Guzzetti informa a Kissinger de "buenos resultados en los últimos cuatro meses. Las organizaciones terroristas han sido desmanteladas". Kissinger afirma: "Nuestra actitud básica es que nos gustaría que ustedes tuvieran éxito... Lo que no se entiende en los EE.UU. es que ustedes tienen una guerra civil. Leímos acerca de problemas de derechos humanos pero no el contexto. Mientras más rápido tengan éxito, mejor".

Y es aquí donde la misión actual del señor Baker deviene relevante. Kissinger sigue al tema de los préstamos, alentando a Guzzetti a la aceptación de tanta ayuda extranjera como fuera posible antes de que "el problema de los derechos humanos" de Argentina atara las manos estadounidenses. "Hay dos préstamos en el banco", dice Kissinger, refiriéndose al Banco de Desarrollo Interamericano. "No tenemos ninguna intención de votar contra ellos... Nos gustaría que su programa económico tenga éxito y haremos lo que esté a nuestro alcance para ayudarlos".

El Banco Mundial estima que aproximadamente $10 billones del dinero solicitado por los generales se gastó en compras del ejército, incluyendo los campos de concentración de los cuales miles nunca volvieron, y equipos para la guerra de las Falklands (las Islas Malvinas, N. del T.) También fue a cuentas suizas numeradas, una suma imposible de rastrear porque los generales destruyeron todos los archivos.

Sabemos esto: bajo la dictadura, la deuda externa de Argentina fue inflada desde $7.7 billones en 1975 hasta $46bn en 1982. Desde entonces, el país ha estado sumido en una escalada de crisis, pidiendo prestado billones para pagar intereses de esa original e ilegítima deuda que hoy, en límite de $141 billones, es apenas ligeramente mayor que la mantenida por los acreedores de Irak.

La trascripción de las palabras de Kissinger demuestra que los Estados Unidos dieron dinero y estímulo político a la campaña criminal de los generales. Y todavía, a pesar de su ahora irrefutable complicidad en la tragedia de Argentina, los EE.UU. se han opuesto a todos los esfuerzos por cancelar la deuda de ese país. Y Argentina es escasamente excepcional. Los Estados Unidos han usado su poder en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial para bloquear las campañas por cancelar deudas aumentadas por el apartheid en África del Sur, por Marcos en las Filipinas, por el brutal régimen de Duvalier en Haití y por la dictadura que lanzó a Brasil a una espiral deudora de $5.7 billones en 1964 a $104 billones en 1985.

La posición estadounidense ha consistido en que borrar las deudas sería un precedente peligroso (y despojaría a Washington de la influencia que necesita para presionar a los inversionistas amistosos a las reformas económicas). Entonces, ¿por qué Bush está tan interesado en que "el futuro del pueblo irakí no debe hipotecarse a la enorme carga de la deuda"? Porque está tomando el dinero de "reconstrucción" que podría ir a Halliburton, Bechtel, Exxon y Boeing.

Se ha popularizado la denuncia de que la Casa Blanca ha sido secuestrada por los ideólogos neo-conservadores enamorados del dogma del libre-mercado. No estoy convencida. Si hay una cosa que la riña Wolfowitz/Baker puede aclarar es que la ideología de la Casa Blanca de Bush no es el neo-conservatismo, sino la añeja codicia. Hay sólo una regla que parece importar: si eso ayuda a nuestros amigos a hacerse aun más ricos, hágalo.

Visto a través de esa lente, la aparentemente errática conducta originada en Washington comienza a tener mucho mayor sentido. Efectivamente, el voraz contrato de Wolfowitz abiertamente se burla de los principios de competencia del libre-mercado. Pero tiene un beneficio directo para las empresas más cercanas al gobierno. No sólo es que ellos están comprando un Irak libre de deudas, sino que serán librados de competir con sus rivales corporativos en Francia y Alemania.

El proyecto completo de la reconstrucción desafía los dogmas más neo- conservadores, elevando el déficit de Estados Unidos este año al caricaturesco monto de $500 billones, con abundancia de evidencias de contratos no licitados, creando el tipo de monopolio que permitió a Halliburton sobrecargar en $61 millones un estimado para la importación de gasolina a Irak.

Aquellos en búsqueda de ideología en la Casa Blanca deben considerar esto: para los hombres que gobiernan nuestro mundo, las reglas son para las otras personas. Los poderosos alimentan de ideología a las masas con comida rápida mientras ellos cenan con la más exquisita "delicatesse": la impunidad.

NOTA: Todas las frases en negrita fueron resaltadas por el traductor.
Fuente original del artículo: http://www.guardian.co.uk/usa/story/0,12271,1112129,00.html