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Internacional

30 de noviembre del 2003

Alí Babá estuvo en Iraq

Juan Carlos Vallejo
Rebelión

No fue una osadía; fue una imbecilidad más. No fue una acto legal ni diplomático, fue una acción imperial que demuestra, nuevamente, su desprecio por el derecho internacional. No llegó como un presidente; entró clandestinamente -como un pillo- en medio de la oscuridad. No fue a brindar apoyo a sus tropas diezmadas; fue a repartir con sus cuarenta el botín del saqueo, a recibir la coima para su campaña presidencial -de los dineros que les consiguió para la "reconstrucción"- y a planear el siguiente asalto: Irán. No despertó admiración distinta a la de sus áulicos; pero sí ha levantado la ira santa del pueblo musulmán. No fue un gesto humanitario de su parte; fue una provocación a un pueblo que se defiende de un sanguinario invasor.

Mientras tanto, en su casa, las cosas marchan muy mal. La "reactivación" del empleo da grima; el déficit fiscal alcanza cifras escalofriantes que vislumbran un país en quiebra. La moneda pierde valor frente a la Libra Esterlina y el Euro se consolida, lejos, como el más estable y comercial. (Pese al "alza" del dólar de hace unos días, los analistas económicos no ven con buenos ojos el futuro económico del país y los inversionistas se van). Para colmo de males, han casado una pelea con el gigante asiático, China, que está como para alquilar balcón: Estados Unidos le ha impuesto restricciones a las exportaciones de textiles y televisores en color fabricados por los chinos, violando abiertamente las reglas de juego de la Organización Mundial del Comercio, OMC; y, por debajo de cuerda, está patrocinando -al estilo "Proyecto Varela"- una "Ley de Referéndum" para emancipar a Taiwán. En respuesta, China analiza seriamente reevaluar su moneda -el Yuan-, lo que le produciría un cataclismo económico a su rival, de incalculables proporciones.

El barco se hunde. Por primera vez, los ciudadanos estadounidenses, hablan de "irse con sus familias a vivir a otro país si ese loco sigue en el poder". Muchos soldados de la reserva y la guardia nacional, se han negado a enlistarse nuevamente. La campaña mediática para el reclutamiento es agresiva (hasta en los inodoros y teléfonos públicos pegan estampillitas de "go army"). Pero la resistencia de muchos a viajar, a una muerte casi segura, lo es también. Corre el rumor que, en su desespero, el gobierno llamaría a una conscripción obligatoria. Howard Dean es, prácticamente, el rival en las próximas elecciones. El choque de trenes es visible, son las dos caras de este país: Por un lado, la de un médico humanista, enemigo de la guerra; y, por el otro, la de un vaquero mesiánico, que ha sumido al mundo en un nuevo oscurantismo y lo está arrastrando hacia un holocausto. El pueblo estadounidense tiene la palabra.