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Internacional

11 de noviembre del 2003

Vinculados por el Carlyle Group: La familia Bush y los sauditas


Lisandro Otero. Cubadebate
La explosión ocurrida en Riad, la capital de Arabia Saudita, el pasado sábado dejó un trágico resultado de 28 muertos y 122 heridos, según los conteos menos conservadores. Unos días antes la Embajada de Estados Unidos había cerrado sus puertas pues había sido advertida de la proximidad de un ataque de esta naturaleza. La monarquía saudita acusó a Al Quaida de haber instigado las arremetidas. La organización ha expresado su intención de derrocar a la casa reinante y ha rechazado su excesivo sometimiento a los gobiernos en Washington y su concesión de territorios árabes para instalar bases del imperio.

El príncipe regente Abdullah ha expresado la intención de acometer reformas políticas. Arabia es una nación donde el tiempo se ha detenido en el medioevo. Es explotada por una sola familia, enriquecida con los ricos yacimientos petroleros. La evolución anunciada consiste en unas elecciones municipales que se efectuarán el año próximo. Muy poco y demasiado tarde, dicen los críticos de la oposición, que se ha venido fortaleciendo desde mediados de la década del noventa. Los antagonistas de la casa real creen que el tiempo de la familia de Ibn Saud ha terminado. Fue aquél rey, muerto en 1953, quien logró unificar las tribus que emprendían frecuentes guerras entre sí y obtuvo el predominio de su sangre. Actualmente la casa saudita está compuesta de unos 40 mil miembros y ocho mil príncipes que se han enriquecido sin límites. Se considera que en bancos suizos y en islas Caimán hay depositados unos 700 mil millones de dólares de los sauditas.

En Estados Unidos quien maneja los intereses de ese grupo oligárquico es la compañía inversionista de Carlyle Group. Uno de los principales dirigentes de esa sociedad es nada menos que James Baker, quien fuera Secretario de Estado en el gobierno de Bush padre. Cuando Bush hijo instigó el fraude que le llevó al poder, Baker fue su representante ante los órganos electorales que fraguaron el escamoteo. No es de extrañar, pues, que uno de los principales asesores de la Carlyle sea Bush padre.

La desfachatez de la desvergonzada camarilla petrolera que ha usurpado el poder en Washington se revela en este uso de sus vínculos con empresas transnacionales para moldear la política exterior de manera que favorezca sus intereses privados. Es lo mismo que hicieron en Irak para apoyar a la Halliburton de Cheney y la Chevron de Condoleezza.

Tan pronto ocurrió el estallido en Riad el presidente Bush llamó al regente Adbullah para ofrecerle su apoyo y envió al subsecretario de Estado, Richard Armitage, a entrevistarse con los altos jerarcas de la casa reinante con el mismo fin. El pasado doce de mayo otra gigantesca explosión conmovió Riad y en ella murieron 35 personas, entre ellas ocho estadounidenses.

Arabia Saudí es el único país del mundo cuyo nombre proviene de la familia reinante. Es como si llamásemos a Gran Bretaña, Reino Unido de los Windsor o a España, Iberia Borbónica. Produce ocho millones de barriles de petróleo diarios, lo cual equivale al 12 por ciento de la producción mundial del crudo, que le ingresaron 33 mil millones de dólares el año pasado. De esas entradas gastaron 75 mil 900 millones en armamento en los últimos seis años.

Arabia Saudí es el principal exportador entre los miembros de la OPEP. La Guerra del Golfo hizo subir los precios del petróleo pero el régimen de Riad aumentó en un 30 % sus exportaciones y el precio decayó rápidamente, evitándose asi una crisis similar a la de 1973, cuando se dictó un embargo del crudo. Con acciones similares Arabia Saudí se ha convertido en uno de los principales bastiones de los intereses occidentales dentro del mundo islámico y ha fortalecido la conexión con las esferas industrial, energética, militar, de seguridad e inteligencia de las principales potencias capitalistas.