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Internacional

19 de noviembre del 2003

La 'israelización' de EEUU

David Hirst
Comité de Solidaridad con la Causa Arabe


"Lo que EEUU está permitiendo a Israel en Palestina y en Siria inflamará aún más la hostilidad árabe y musulmana por lo que se está haciendo en Iraq. [...] Mientras los despreciables regímenes árabes parecen más incapaces que nunca de cumplir el deber fundamental de cualquier gobierno -la defensa contra cualquier ataque y dominación- los militantes árabes, como Hanadi Jaradat en Palestina, asumen por sí mismos ese deber; se convierten en 'terroristas' y en bombas humanas donde quiera que coincidan más poderosamente la razón y la oportunidad. Iraq y Palestina son una y la misma."

Pocos cuestionaron en su momento que Israel fue un factor que empujó a Bush a lanzar la guerra contra Iraq. La única cuestión controvertida era determinar qué peso tuvo [este factor] entre los otros. Pero lo que está claro es que Israel se ha convertido ciertamente en un factor muy importante en la torpe aventura neoimperial en que se ha convertido Iraq en la actualidad.

La israelización de la política de EEUU ha traspasado un nuevo umbral con los dos golpes recientes contra Siria: el respaldo del presidente Bush al ataque aéreo de Israel contra territorio sirio [1] y la Ley de Responsabilidad de Siria (Syrian Accountability Act), aprobada por el Congreso [estadounidense] el pasado 15 de octubre. Un propósito compartido por Israel y EEUU ha estado presionado en niveles sin precedentes hasta hacerse operativo y también ideológico. Para EEUU, el primer campo de batalla es Iraq y cualquier Estado que patrocine o aliente la resistencia a su ocupación; para Israel es Palestina ocupada, sus terroristas y sus apoyos exteriores: ambos objetivos comunes convergen en Siria.

Por su puesto, con su ataque, Sharon tenía sus propios planes específicos surgidos de la frustración por haber fracasado en acabar con la Intifada. Rompiendo las normas que habían contenido el conflicto sirio-israelí durante los pasados 30 años, [Sharon] ha dado la señal de que está listo para visitar a los vecinos árabes de Israel con las mismas técnicas de castigo que utiliza contra los palestinos. Pero si esa escalada pudo haber tenido alguna lógica disuasoria cuando esos vecinos realmente patrocinaban o apoyaban a la resistencia palestina, ahora no la tiene.

Un rasgo esencial de la Intifada es que, espontánea y popular, deriva casi todo su ímpetu desde el interior; nada lo ilustra mejor que Hanadi Jaradat, la joven mujer de Jenín cuyo íntimo dolor y venganza inspiró la atroz y sacrificada acción que provocó a cambio el ataque [israelí contra Siria]. Así que no consiguió nada más allá que la fugaz gratificación de la conmoción de la opinión pública israelí. Pero eso no disuadirá a Sharon. Habiéndose embarcado en esta deriva no tiene otra elección que continuarla; y lo que es más importante, la violencia ha sido siempre el medio indispensable por el cual, bajo el disfraz de luchar contra el terrorismo, Sharon obra con arreglo a su verdadero objetivo a largo plazo: la construcción del "Gran Israel" y el aplastamiento de toda oposición -árabe y palestina- a su proyecto.

Pero igualmente, y así lo cree [Sharon], está sirviendo a [los intereses de] la agenda estadounidense. Al menos nadie lo niega en Washington. Hubo un tiempo, incluso bajo esta Administración más pro-israelí que ninguna otra anterior, en que la superpotencia se habría distanciado estruendosamente de una acción de su protegido como ésta [del ataque a Siria]; un tiempo en que, consciente de la intrínseca conexión entre las dos grandes zonas de crisis de Oriente Medio, se reconocía que una excesiva proximidad en la identificación de los objetivos y acciones de Israel en Palestina y en su entorno complicaría la política [estadounidense] en Iraq. Eso ya no ocurre al parecer. En la actualidad esos objetivos y acciones o bien preocupan escasamente a EEUU o, incluso, en el caso de Siria, complementan a los suyos propios.

Ciertamente las reserves aún persisten. Bush todavía se resiste a la proyectada eliminación de Yaser Arafat. Pero por otro lado, se ha desentendido, una vez más, efectivamente, de arbitrar negociaciones de paz respaldando el punto de vista israelí de que Arafat es el único responsable de su quiebra y dejando a Sharon más mano libre que nunca para que dirija la parte israelí de su común "Guerra contra el terrorismo" [2].

En cierta medida Sharon se volvió contra Siria porque no pudo ir contra Arafat. Nuevamente, Bush pidió precaución, pero aún así denominó [el ataque como] "legítima defensa", del mismo tipo a la que EEUU habría recurrido. Aquellos a quienes Israel atacó eran palestinos terroristas pero a los ojos de EEUU se trata de algunos de esos terroristas -árabes o musulmanes- que Siria supuestamente permite (o hace poco por impedir) que pasen a Iraq.

El respaldo de Bush al ataque, junto a su explícita disposición a convertir en ley el Acta de Responsabilidad de Siria -contra lo que se ha resistido durante mucho tiempo- significan que, en lo que respecta a Siria, [Bush] ha girado radicalmente a favor de la rama neoconservadora de su Administración. Sus miembros están tan próximamente ligados -personal, ideológica e incluso institucionalmente- a la derecha israelí que resulta imposible desenmarañar de su pensamiento lo que es propiamente estadounidense de lo que es de Sharon y del Likud. Y, como afirman los diplomáticos occidentales en Damasco, en ningún otro asunto es ello más obvio que en lo que respecta a Siria.

El Acta de Responsabilidad de Siria (que reclama [la aplicación de] sanciones contra Siria hasta que deje de apoyar al terrorismo, retire sus fuerzas de Líbano, cese el desarrollo de armamento de destrucción masiva y entre en negociaciones de paz "serias e incondicionales" con Israel) es algo por lo que los neoconservadores han estado trabajando desde mediados de los años 90. Fue entonces cuando propusieron por primera vez una estrategia conjunta israelo- estadounidense para [promover] el cambio de régimen en Siria al igual que en Iraq, que se llevaría a cabo mediante ataques contra Siria por "fuerzas israelíes mandatadas" basadas en Líbano, con ataques israelíes contra objetivos sirios en Líbano y contra objetivos selectivos en la propia Siria.

Palestina e Iraq

La intensificación de la alianza israelo-estadounidense es demasiado prejudicial. Lo que EEUU está permitiendo a Israel en Palestina y en Siria inflamará aún más la hostilidad árabe y musulmana por lo que se está haciendo en Iraq. Los efectos se dejarán sentir a nivel popular. Mientras los despreciables regímenes árabes parecen más incapaces que nunca de cumplir el deber fundamental de cualquier gobierno -la defensa contra cualquier ataque y dominación- los militantes árabes, como Hanadi Jaradat en Palestina, asumen por sí mismos ese deber; se convierten en terroristas y en bombas humanas donde quiera que coincidan más poderosamente la razón y la oportunidad. Iraq y Palestina son una y la misma.

En lo que respecta a los regímenes, Siria ha optado por la moderación. Consciente de que la única esperanza de asegurar su futuro en un arreglo general para Oriente Medio es a través de EEUU, puede incluso llegar a ser más conciliadora de lo que ya es. Pero si Sharon mantiene sus ataques, habrá probablemente un límite a la moderación, que vendrá impuesto por la necesidad táctica, por la opinión pública interna y por su propia percepción de sí misma como último bastión de la firmeza árabe. [Siria] Ha dado a entender que en algún momento devolverá el ataque adoptando quizá de verdad el papel de interferencia en Iraq que EEUU le atribuye ya sin mucho convencimiento, o, lo que es más probable, activando a Hizbullah contra Israel. Obviamente ello sería muy arriesgado, dada la vasta superioridad de Israel en términos militares. Pero -y esto será bien calculado- ¿puede EEUU, habiendo perdido el rumbo en Iraq, afrontar seriamente otra conflagración a cargo de su aliado en Oriente Medio?

La israelización de EEUU, en tanto que ingrediente clave en la más nociva trama de Oriente Medio, no es un término extravagante para una relación en la que típicamente Sharon dirige y Bush respalda sin convicción. El patrón se repite a sí mismo constantemente. Bush puede tener dudas sobre lo que hace Sharon -sus excesos militares, su implacable deriva colonial, su Muro [del Apartheid] y ahora su ataque contra Siria-; puede balbucear admoniciones de moderación, pero al final siempre acaba acomodándose a él. Y con Iraq desgastando sus proyectos de reelección, todavía va a hacerse más acomodaticio que nunca, más deferente hacia todos los "amigos de Israel" en EEUU, de quienes Sharon extrae casi todo su poder para guiarle o llevarle por el camino equivocado.

Cuándo se produzca el siguiente ataque suicida, ¿responderá Sharon contra las oficinas de terroristas en Damasco como ya ha declarado que hará? Una cosa es segura: si por el camino se produce un desastre para EEUU en Iraq y una retirada monumental, el socio israelí de esta extraordinaria y contraproducente alianza pagará más alto precio que el propio EEUU.

* David Hirst es escritor y periodista del diario libanés 'The Daily Star'.

Notas de CSCAweb

1. Véase en CSCAweb: EEUU respalda a Israel en sus ataques contra Siria y Líbano, mientras Arafat decreta el estado de emergencia y nombre un 'gobierno de emergencia' a fin de aplacar a Sharon

2. Véase en CSCAweb: Graham Usher: Simplemente, esperando

5 de noviembre de 2003
'The Daily Star', Beirut, 22 de octubre de 2003
Traducción: Loles Oliván