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Internacional

2 de octubre del 2003

Las Naciones Unidas... ¿o destruidas?

Miguel Ángel Ferrari
Hipótesis
Es muy grande la tentación, y razones no faltan, de proclamar a los cuatro vientos que las Naciones Unidas han dejado de cumplir el rol para el que fueron creadas, que fue desvirtuada una y mil veces su Carta fundamental, que la burocracia y el descrédito corroen sus cimientos y que -finalmente- mejor sería que dejaran de existir.

Si todo esto se podía afirmar antes de la bofetada propinada por los Estados Unidos, Gran Bretaña y España, luego de su reunión en las islas Azores, donde resolvieron invadir a Irak en contra de la opinión mayoritaria del Consejo de Seguridad, donde no se atrevieron a presentar su última propuesta por el temor a perder la votación o a ganarla por escaso margen y sufrir un rotundo veto por parte de Francia, Rusia y China; con más razón se podría haberlo afirmado después de la ilegal, inmoral e ilegítima invasión del 20 de marzo de este año contra el país del creciente fértil.

Sin embargo, y con toda la bronca que ello genera por las injusticias que encierra el incumplimiento de la normativa internacional, especialmente por parte de los países poderosos de la tierra, la existencia de una instancia supranacional que -aunque de un modo más formal que real- se apoya en un reconocimiento de la igualdad de todos los países del planeta, constituye un avance respecto de la ley de la selva reinante desde el comienzo de los tiempos, donde los leones se comen a las gacelas sin ningún tipo de condena moral.

Por estos días, cuando se suceden innumerables discursos en oportunidad de la realización de la 58ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, mientras que el imperio continúa ocupando arbitraria y criminalmente el territorio de Irak o compartiendo las matanzas con la dirigencia corrupta y sanguinaria de Afganistán... por estos días, esos discursos nos resultan poco menos que carentes de sentido. Adquieren el patetismo de un inconducente diálogo de sordos. No obstante ello, mientras exista la posibilidad de dirigirse al mundo, aunque el emperador cierre sus oídos, la palabra de quienes poseen la razón tendrá sentido ser pronunciada.

Preguntado Jorge Luis Borges sobre cuál era su opinión acerca de esta organización mundial, acusada de ser solamente una tribuna de discursos, el escritor respondió: "¿ Les parece poco? ¿Qué facultad humana es más importante que la palabra, la que nos diferencia de las especies animales? Mientras haya un organismo donde los hombres intercambien palabras antes que proyectiles nucleares, habrá esperanza".

Y de eso se trata, de la esperanza. De la esperanza y la decisión de avanzar desde las ruinas a las que redujeron el imperio y su vasallos a la ONU, para lograr su fortalecimiento en simultáneo con su democratización más amplia. Las Naciones Unidas deberán convertirse en otro campo de batalla contra el unilateralismo, contra esa falsa globalización, que no es otra cosa que la concentración en un solo polo del poder económico, político, cultural y militar.

Este combate contra la actitud de los Estados Unidos, cuya relación con la ONU alterna entre la demolición y su ambición hegemónica, dos términos de una contradicción que se sintetiza en el inconfesable deseo del retorno a la época donde el único valor respetable era el de la fuerza, ya ha comenzado. Muchas y muy consistentes son las propuestas de democratización y fortalecimiento del alto organismo internacional.

Con cierta timidez -para evitar correr la suerte de su antecesor Butros Butros Gali, vetada su reelección por el gobierno de Washington- hasta el actual secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, se animó a pronunciar estas palabras en la apertura de la Asamblea General: "Hasta ahora se entendía que cuando un Estado iba más lejos y decidía usar la fuerza, necesitaba la 'única legitimidad' que da la ONU, pero ahora ese principio parece haber cambiado", en alusión a la invasión a Irak.

Durante este nuevo período ordinario no pocos países han manifestado su decisión de promover y respaldar un mundo multipolar, en reemplazo -aunque no lo hayan dicho con estas palabras- de la dictadura mundial impuesta desde el atentado terrorista de las torres gemelas.

Abogando porque la ONU desempeñe un papel central en Irak, el presidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva señaló: "El mejoramiento del sistema multilateral es la contrapartida necesaria a la práctica democrática dentro de las naciones. Toda nación que practique la democracia debe esforzarse por garantizar que, en el ámbito internacional, la toma de decisiones sea asimismo abierta, transparente, legítima y representativa".

Hasta el presidente del Perú, Alejandro Toledo, cuya devoción por la metrópoli es bien conocida manifestó: "El Perú no tiene dudas de que el multilateralismo es el mejor instrumento para encarar los desafíos globales y garantizar la paz y la seguridad internacionales".

Con un mensaje mucho más práctico, el presidente paraguayo, Nicanor Duarte Frutos, abogó enérgicamente por la entrada de Brasil al Consejo de Seguridad como miembro permanente, en representación de "los grandes y legítimos intereses de Latinoamérica". Al tiempo que advirtió que "sin una participación plural y equitativa en las decisiones cruciales", las Naciones Unidas, y en particular su Consejo de Seguridad, habrían de fracasar en su objetivo de mantener la paz en el mundo.

Mucho más claro y contundente fue el canciller cubano Felipe Pérez Roque. En su intervención del día de ayer cuando puntualizó: "Al aprobarse la Carta (de las Naciones Unidas) se estableció el principio de la igualdad soberana de los Estados. ¿Acaso somos iguales y disfrutamos similares derechos todos los Estados miembros? Según la Carta, sí; pero según la cruda realidad, no".

"El respeto al principio de la igualdad soberana de los Estados -prosiguió el ministro de Relaciones Exteriores cubano-, que debería ser piedra angular de las relaciones internacionales contemporáneas, sólo podrá establecerse si los países más poderosos aceptan en los hechos prácticos respetar los derechos de los otros, aunque estos no tengan la fuerza militar y el poderío económico para defenderlos. ¿Están listos los países más poderosos y desarrollados a respetar los derechos de los demás, aunque ello lesione, siquiera mínimamente, sus privilegios? Me temo que no".

"¿Están o no vigentes los principios del no uso ni amenaza del uso de la fuerza, la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, el arreglo pacífico de controversias, el respeto a la integridad territorial y la independencia de los Estados?. Según la letra y el espíritu de la Carta, sí. Pero, ¿acaso lo están según la realidad?", se preguntó Felipe Pérez Roque.

Nadie pone en duda que la Carta de San Francisco, aprobada por unanimidad el 25 de junio de 1945, que dio nacimiento a la organización fue hasta ahora el texto más próximo a la idea de una vida universal civilizada y en armonía. Idea que ha sido enriquecida por las sucesivas declaraciones de derechos que dio lugar en casi sesenta años. Pero esta mirada debe coexistir con la percepción generalizada de que la ONU no ha podido, en la mayoría de las veces, cumplir con eficacia el cometido para la que fue concebida.

El fundamento de seguridad colectiva -mantenimiento o restablecimiento de la paz-, la razón de la existencia del Consejo de Seguridad, fue quebrantado por los doscientos estallidos armados que acontecieron desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, ocasionando la muerte a veinte millones de personas. En la última década han aumentado en progresión geométrica las operaciones de los llamados "cascos azules", pero en la mayoría de los casos estas misiones no alcanzan a lograr el cumplimiento de los objetivos de la Carta de la ONU. En otros casos directamente alcanzan el objetivo contrario, como ocurrió con los destacamentos italianos en Bosnia Herzegovina, imputados de realizar violaciones a mujeres adolescentes, o los batallones uruguayos destacados en la República Democrática del Congo, acusados de torturas, vejámenes y robo, tal como lo publica el diario Clarín en su edición del domingo pasado.

Que la humanidad haya concebido una Carta como la de San Francisco, es un hecho realmente auspicioso. Que su cumplimiento sea imperfecto y muchas veces contrario a los principios de la mencionada Carta, es simplemente el producto de la aplicación de determinadas normas, cuyo resultado no puede ser óptimo en el corto o en el mediano plazo. Desde los tiempos bíblicos reza el mandamiento "no matarás" y no por ello ha sido erradicado el crimen, pero el valor civilizatorio de esas prescripciones, nadie discute que ha sido muy importante.

Lo grave que está ocurriendo en estos momentos con la Organización de las Naciones Unidas, consiste en que algunos gobiernos están empeñados en destruir sistemáticamente los logros alcanzados por la humanidad en el terreno del derecho internacional. Entre esos gobiernos se encuentran muy particularmente el de los Estados Unidos por múltiples y archiconocidas razones; el de Gran Bretaña, absolutamente fiel su amo norteamericano; los gobiernos reaccionarios europeos, como España y Polonia, todos ellos cómplices de la trágica aventura colonialista contra Irak; y el gobierno del Estado de Israel que, no sólo se hace encima de las Naciones Unidas, sino que pretende justificar los asesinatos selectivos, que de selectivos más de una vez no tienen nada. En este último caso, la humanidad ha recibido con alegría la actitud de veintiún pilotos de la Fuerza Aérea Israelí que, en un acto de valentía y de respeto por los derechos humanos, se han negado a asesinar desde aviones o helicópteros a ciudadanos palestinos, víctimas de la ocupación colonialista israelí.

Que la rueda de la historia avanza de un modo lento, a veces exasperante, es algo conocido y pacientemente aceptado por las mentes más brillantes de la humanidad. Que se la pretenda hacer marchar hacia atrás, es un acto de barbarie. Y, esta barbarie, muy lejos de estar asentada en esos "oscuros rincones del mundo" al decir del filósofo George W. Bush, se halla en los luminosos palacios del centro de occidente. Uno de ellos, es la Casa Blanca.

Nota emitida en el programa radial "Hipótesis", LT8 Radio Rosario, República Argentina, el sábado 27/09/03. Publicada en el sitio www.hipotesisrosario.com.ar