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Internacional

21 de octubre del 2003

Washington: se buscan mercenarios

Higinio Polo
Rebelión
Tras el éxito político que ha supuesto para la diplomacia norteamericana la resolución 1511 del Consejo de Seguridad de la ONU, el presidente Bush recorre países asiáticos en busca de financiación y de soldados que alivien la carga del hombre blanco, al tiempo que sus embajadores presionan en todo el mundo a diferentes gobiernos para que sigan los pasos de Gran Bretaña, Japón y España, y compartan los riesgos y gastos de una sucia agresión militar. Porque Estados Unidos, pese a la arrogancia de sus gobernantes, pese al orgullo pendenciero de un país que se jacta de su enorme poder, no puede sostener en solitario los costes de la ocupación en Iraq, y, para humillación de Bush, debe pasar el plato para recoger contribuciones. Mientras tanto, desmintiendo cada día el discurso oficial de los guerreros de Washington, las acciones de la resistencia iraquí continúan poniendo en jaque la actuación del ejército norteamericano.

Fiel al guión escrito, Bush insiste en combatir al terrorismo, ignorando la destrucción causada en Iraq por la lluvia de bombas estadounidenses y por la irresponsabilidad de las autoridades ocupantes, que ha alcanzado tras la guerra una dimensión de tal calibre que organismos de la ONU -como la FAO, dedicado a las cuestiones de Agricultura y Alimentación, o como el PMA, Programa Mundial de Alimentos- mantienen que la mitad de los iraquíes viven hoy en condiciones de pobreza y que el desempleo alcanza ya al sesenta por ciento de la población. Más de seis meses después del final oficial de la guerra, el hambre asedia a varios millones de personas y siguen existiendo centenares de miles de ciudadanos iraquíes refugiados lejos de sus antiguos hogares. Esas agencias de la ONU, están alertando al mundo sobre la desesperada situación de las mujeres y de los niños en amplias zonas del país, donde siguen faltando ya no los alimentos, sino incluso el agua, sin disponer de adecuadas instalaciones sanitarias, muchas de ellas destruidas por los soldados norteamericanos.

Ciego a esa realidad, y ante la desagradable evidencia de que sus soldados son odiados en Iraq y de que el mundo entero está comprobando las mentiras de la ocupación, el gobierno de Washington, en un feroz ejercicio de cinismo, ha puesto su maquinaria propagandística a difundir nuevas mentiras. Ahora, Bush y sus ministros, empeñados en presentar a quienes se juegan la vida combatiendo la ocupación militar de su país como seguidores de Sadam Husein, aventureros y terroristas, han acusado a la resistencia iraquí de actuar por dinero, de responder a mezquinos intereses, a turbios propósitos personales. Así, por ejemplo, cumpliendo órdenes, el coronel Frederick Rudesheim, jefe de una de las brigada de infantería que actúan sin contemplaciones contra el pueblo iraquí, ha declarado que los miembros de la resistencia "reciben 160 dólares por dispararnos, y, si dan en el blanco, hasta diez veces más". De manera que un herido o un muerto norteamericano suponen 1.600 dólares para quien los haya causado. La conclusión del coronel era evidente para todos: "La mayoría nos ataca por dinero". De manera que, para el alto mando del ejército de ocupación norteamericano, la resistencia iraquí está nutrida de mercenarios.

Sin embargo, como suele ocurrir, la verdad es otra. Washington acusa a quienes combaten a sus soldados de utilizar los métodos que, en realidad, son los propios de su feroz política imperial: además de los soldados de su ejército regular, Estados Unidos está empleando empresas de mercenarios para ejecutar operaciones sucias, para misiones de espionaje, para adiestrar a los iraquíes que se aprestar a colaborar con los ocupantes, para llevar a cabo asesinatos selectivos en Iraq y en otros países de la zona. Una de esas empresas, la norteamericana Vinnell, que participa en la preparación de fuerzas represivas en diferentes países del mundo, vio como uno de sus centros de operaciones, situado en la capital de Arabia, Ryad, fue atacado el 12 de mayo de 2003: las viviendas de los mercenarios quedaron destruidas y, según algunas fuentes, el atentado con camión-bomba habría causado más de noventa muertos. Vinnell sigue trabajando en Oriente Medio. Otra empresa de mercenarios, la KRB (Kellog Brown and Root), es la que cuenta ahora mismo con mayor número de empleados destinados en Irak. En total, algunas fuentes independientes calculan que hay unos diez mil mercenarios de esas empresas de la muerte destacados en Iraq, colaborando en la represión y la matanza, mercenarios que oficialmente son denominados "asesores", o "contratistas privados militares", y que son considerados civiles, aunque muchos vayan armados y no se diferencien de los soldados convencionales.

Bush miente también sobre el destino de los recursos que ha solicitado al Congreso norteamericano. Esos 87.000 millones de dólares, dedicados a pagar el estacionamiento de las tropas y la reconstrucción de Iraq, tienen también otros destinatarios ocultos. El senador norteamericano Ted Kennedy, acusaba recientemente a Bush de haber tramado todas las mentiras para justificar la guerra en su rancho de Tejas, y afirmaba su temor de que una parte de los miles de millones de dólares solicitados por el gobierno de Bush "acaben siendo canalizados hacia líderes políticos por todo el mundo, sobornándoles para que envíen tropas" a Iraq.

Kennedy sabe de lo que habla: es un hombre de los círculos del poder norteamericano y conoce a la perfección que Estados Unidos ha recurrido en su política exterior no sólo a la mentira, sino también al soborno, a la traición, al asesinato. También lo hace ahora. ¿No es revelador que pequeños países centroamericanos como Nicaragua, El Salvador, Honduras y la República Dominicana, que soportan dramáticas crisis sociales como consecuencia de décadas de corrupto capitalismo y de sumisión a Washington, gasten una parte de sus escasos recursos en enviar pobres soldados analfabetos a Iraq? ¿No es lícito preguntarse cuántos sobornos han realizado ya los hombres de Washington? ¿Cuántos gobernantes han comprado? ¿Qué oscuras negociaciones han llevado a España y Polonia a comprometerse con una ocupación militar a miles de kilómetros de sus fronteras?

Cabalgando en la mentira, nada detiene a Bush, aparentemente, aunque la resistencia siga golpeando a sus soldados: en la propia tribuna de la ONU, en Nueva York -en la que el canciller cubano denunciaba que este mismo año 2003 morirán de hambre en el mundo 17 millones de niños menores de cinco años-, Bush reclamaba apoyo internacional a su lucha contra el terrorismo, porque, para él, quien combate al imperialismo es un terrorista. Los representantes de los pueblos del mundo comprobaban que mientras Bush exigía comprensión y ayuda para sus guerras preventivas, mientras proclamaba la guerra sin cuartel al terrorismo, ni siquiera citaba ese otro terror sordo y letal que siembra la muerte sin que, en Washington, nadie se interrogue por sus causas ni declare la guerra al hambre y a la marginación.

Ahora, en ese Irak liberado, ahogado por las mentiras, en el que sus ciudadanos temen el crimen y la violencia de la ocupación, donde los cómplices de Washington acarician repartirse las riquezas naturales del país, mientras la economía iraquí acaba de desintegrarse y la mugre y la basura cubren las calles de las ciudades, los Estados Unidos se apresuran a buscar mercenarios por el mundo, dispuestos a seguir urdiendo mentiras para justificar la guerra. El plan para completar la victoria en Iraq está decidido desde hace tiempo: se contratan asesinos, se compran gobernantes, se corrompen presidentes y ministros, se embarcan soldados analfabetos para aplastar a la resistencia iraquí, se alistan militares, mercenarios a la fuerza, se enrolan guerreros, para saludar la bandera ensangrentada de las barras y estrellas, para morir por los Estados Unidos.