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Internacional

2 de octubre del 2003

Los ataques del 11 de septiembre le dieron a EE.UU. un pretexto ideal para asegurar su dominación global usando la fuerza
Esta guerra al terrorismo es ficticia

Michael Meacher
Argenpress
La atención masiva se concentra ahora -y muy correctamente- en las razones de por qué Gran Bretaña ingresó a la guerra contra Irak. Pero lejos, se presta muy poca atención a por qué EE.UU. hizo esa guerra, y eso también arroja luz en los motivos británicos.

La explicación convencional es que después de las Torres Gemelas, la venganza contra las bases de al-Qaida en Afganistán era un primero paso natural en el lanzamiento de una guerra global contra el terrorismo. Entonces, desde que Saddam Hussein fue cuestionado por los gobiernos de EEUU y del Reino Unido por mantener armas de destrucción masiva, la guerra también podría extenderse a Irak. Sin embargo esta teoría no encaje todos los hechos. La verdad puede ser un acuerdo mucho más oscuro.

Ahora sabemos que el esquema para la creación de un paz global a la estadounidense implicaba la incorporación de Dick (Ricardito) Cheney (ahora vicepresidente), Donald Rumsfeld (secretario de defensa), Paul Wolfowitz (comisionado de Rumsfeld), Jeb Bush (el hermano más joven de George Bush) y Lewis Libby (el jefe de personal de Cheney). El documento 'Reconstruyendo la Defensa de EEUU', fue escrito en septiembre de 2000 por los 'tanques pensantes' (think tank) neoconservadores, concebido como Proyecto para el Nuevo Siglo estadounidense (Project for the New American Century, PNAC).

El plan muestra que el gabinete de Bush pensó tomar el mando militar de la región del Golfo estuviera o no Saddam Hussein en el poder. Dice 'mientras el conflicto no resuelto con Irak proporcione la justificación inmediata, la necesidad de una presencia substancial de fuerza estadounidense en el Golfo transciende el problema del régimen de Saddam Hussein'.

El esquema del PNAC refuerza un documento anterior atribuido a Wolfowitz y Libby donde se afirma que EEUU debe 'desalentar a las naciones industriales avanzadas a desafiar nuestro liderazgo, incluso a aspirar a un rol regional o global más importante'. Se refiere a los aliados clave, tipo Reino Unido, como 'el medio más eficaz y efectivo de ejercer la dirección global estadounidense'. Describe que las misiones de resguardo de la paz 'exigen la dirección política estadounidense más que la de la ONU'. Dice 'incluso si Saddam debe salir de la escena', EEUU permanecerá indefinidamente en las bases de Arabia Saudita y Kuwait... ya que 'Irán puede convertirse en una amenaza tan grande a los intereses de EEUU como lo fue Irak. Enfocó a China para un 'cambio del régimen', alegando que 'es tiempo de aumentar la presencia de fuerzas estadounidenses en el sureste de Asia'.

El documento también reclama la creación de 'fuerzas estadounidenses del espacio', para dominarlo, y asumir el control total del cyber espacio para prevenir que los 'enemigos' utilicen a Internet contra EEUU También sugiere que EEUU puede considerar el desarrollo de armas biológicas 'con el objetivo de genotipos específicos [y] se puede transformar la guerra biológica de reino del terror a herramienta políticamente útil'.

Finalmente -este escrito de un año antes del 11 de septiembre-, apunta a Corea del Norte, Siria e Irán como regímenes peligrosos y dice que su existencia justifica la creación de 'un comando y un sistema de control del orden mundial'. Este borrador es un modelo para la dominación mundial de EEUU.

Pero antes de desecharlo como una agenda de fantasías ultra derechistas, está claro que proporciona una explicación mucho mejor de qué realmente ha ocurrido con la tesis de terrorismo y guerra global antes, durante y después del 11 de septiembre. Esto puede verse de varias maneras.

Primero, está claro que las autoridades estadounidenses hicieron poco o nada en prevenir los atentados del 11/S. Se sabe que por lo menos 11 países proporcionaron antes a EEUU advertencias sobre los ataques del 11/S. El Mossad envió a Washington a dos de sus más avezados expertos en agosto de 2001 para alertar a la CIA y al FBI sobre una célula de 200 terroristas que, dijeron, preparaban una operación en grande (Daily Telegraph, 16 de septiembre, 2001). La lista que proporcionaron incluyó los nombres de cuatro de los secuestradores del 11/S, sin que ninguno fuera arrestado.

Tan temprano como en 1996 ya se sabía que existían planes con aviones como objetivo. Así, un informe del Consejo Nacional de Inteligencia estadounidense advirtió en 1999 que 'bombarderos suicidas de al-Qaida podrían hacer estallar un avión cargado de explosivos sobre el Pentágono, el cuartel general de la CIA o la Casa Blanca.'

Quince de los aeropiratas del 11/S obtuvieron sus visas en Arabia Saudita. Michael Springman, ex jefe de la oficina estadounidenses de visas en Jeddah, ha declarado que desde 1987 la CIA ha estado emitiendo ilícitamente visas a solicitantes no habilitados del Medio Oriente, trayéndoselos a EEUU a fin de entrenarlos en terrorismo para la anterior guerra en Afganistán, en colaboración con Bin Laden (BBC, 6 de noviembre, 2001). Al parecer, esta operación continuó para otros propósitos después de esa guerra afgana. También se informó que cinco de los aeropiratas recibieron entrenamiento en instalaciones militares seguras de EEUU en los años 90 (Newsweek, 15 de septiembre, 2001).

No se atendieron las advertencias anticipadas sobre el 11/S. El estudiante de aviación franco marroquí Zacarias Moussaoui (ahora se piensa que sea el 20° asaltante) fue arrestado en agosto de 2001, después que un instructor informó que exhibió un interés sospechoso en aprender a conducir grandes aviones de pasajeros. Cuando los agentes de Estados Unidos supieron por la inteligencia francesa que éste tenía vínculos radicales islámicos, tuvieron autorización para investigar su computador, que contenían pistas de la misión del 11 de septiembre (Times, 3 de noviembre, 2001). Pero el FBI desestimó los datos. Un mes antes del 11/S un agente escribió que Moussaoui podrían estar planeando chocar a las Torres Gemelas (Newsweek, 20 de mayo, 2002).

Todo resulta de lo más asombroso -en la perspectiva de una guerra al terrorismo-, igual que la reacción tan lenta que hubo el 11 de septiembre. El primer secuestrador resultó sospechoso no mas tarde que a las 8.20am, y el último chocó el avión secuestrado en Pennsylvania a las 10.06am. Ni un solo avión caza despegó para investigar desde la base aérea estadounidense de Andrews, a sólo a 16 km de Washington DC, hasta después que el tercer avión le había acertado al Pentágono, a las 9.38. ¿Por qué? Antes del 11/S existían procedimientos rutinarios de la Fuerza Aérea para interceptar vuelos sospechosos. Entre septiembre de 2000 y junio de 2001 el ejército estadounidense despachó 67 misiones de cazas para capturar aviones sospechosos (AP, 13 de agosto, 2002). Según un requisito legal estadounidense, se envían aviones caza a investigar en cuanto una aeronave abandona notoriamente su plan de vuelo.

Esta ausencia de acción ¿fue simplemente el resultado de negligencia de personas clave?, ¿o que deliberadamente se ignoró la evidencia?, ¿o que los mecanismos de seguridad aéreos estadounidenses fueron desactivados intencionalmente el 11 de septiembre? En ese caso, ¿por qué y quiénes lo autorizaron? El ex fiscal federal criminal estadounidense, John Loftus, ha dicho: 'La información proporcionada por los servicios de inteligencia europeos antes del 11/S fue tan amplia que, holgadamente, no es posible para la CIA o el FBI alegar su defensa por incompetencia'.

Y no hay ninguna respuesta de Estados Unidos, después del 11/S, que sea mejor. Jamás se hizo esfuerzo serio alguno para agarrar a Bin Laden. Avanzado septiembre y a comienzos de octubre de 2001, los líderes de los dos partidos islámicos de Pakistán negociaron la extradición de Bin Laden para someterlo a juicio en ese país por el 11/S. Sin embargo, un oficial estadounidense dijo significativamente que 'lanzando objetivos demasiado precisos' se arriesgaba 'un derrumbamiento prematuro del esfuerzo internacional, si por alguna casualidad afortunada el señor Bin Laden hubiera sido capturado'. El jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Myers, fue mucho más lejos cuando dijo que 'la meta nunca ha sido conseguir a Bin Laden' (AP, 5 de abril, 2002). El agente del FBI Robert Wright tocó el silbato cuando le dijo a Noticias de ABC (19 de diciembre, 2002) que el cuartel general del FBI no quería ningún arresto.

Y en Noviembre del 2001 la Fuerza Aérea de los Estados Unidos se quejó de haber tenido en la mira a miembros de Al Queda y del talibán por lo menos diez veces, en las últimas seis semanas, pero que no pudo atacar porque la orden llegó demasiado tarde (Time Magazine, 13 de mayo, 2002). Nada de esta evidencia, reunida totalmente en fuentes de dominio público, es compatible con la idea de una lucha real, determinada, contra el terrorismo.

El catálogo de evidencias encaja, sin embargo, cuando se lo vincula con el borrador del PNAC. De ese escrito se desprende que la llamada 'guerra contra el terrorismo' esta siendo usada, en gran medida, como un falso argumento para alcanzar objetivos geopolíticos y estratégicos más amplios. El mismo Tony Blair lo ha señalado cuando dijo, ante el Comité Conjunto de Relaciones: 'Para decir la verdad, no había manera de que pudiéramos obtener autorización del público para lanzar súbitamente una campaña en Afganistán, si no hubiera sido por los sucesos del 11/S (Times, 17 de julio, 2002). De igual modo, Rumsfeld estaba tan decidido a obtener un pretexto para atacar Irak que en 10 ocasiones distintas solicitó a la CIA encontrar evidencias que ligaran a Irak al 11/S. La CIA, repetidamente, no pudo encontrarlas (Time Magazine, 13 de mayo, 2002).

En los hechos, el 11/S ofreció un pretexto extremadamente conveniente para poner en acción el PNAC. Nuevamente es muy clara la evidencia de que al alcance de la mano había planes para una acción militar contra Afganistán e Irak antes del 11/S. Un informe preparado para el Gobierno estadounidense por el Instituto Baker de Política Pública sostenía en abril del 2001 que 'los Estados Unidos permanecían prisioneros de su dilema de energía. Irak continúa siendo una influencia desestabilizadora para... el flujo de petróleo en los mercados del Cercano Oriente'. El informe, entregado al Grupo de Tarea sobre Energía del vicepresidente Cheney, alegando un riesgo inaceptable para los Estados Unidos, recomendaba que una 'intervención militar' era necesaria (Sunday Herald, 6 de octubre, 2002).

Una evidencia similar existe respecto a Afganistán. La BBC informó (18 de septiembre, 2001) que a Niaz Niak, un anterior ministro de Relaciones Exteriores pakistaní, un alto funcionario estadounidense le había señalado durante un encuentro en Berlín, a mediados de julio del 2001, que 'una acción militar contra Afganistán estaría en la agenda para mediados de Octubre'. Hasta julio del 2001 el gobierno estadounidense vio al régimen talibán como una factor de estabilidad del Asia Central que facilitaría la construcción de ductos para transportar gas y petróleo desde los yacimientos de Turkmenistán, Uzbequistán y Kazastán, atravesando Afganistán y Pakistán hasta el Océano Indico. Pero enfrentados al rechazo talibán a las condiciones de Estados Unidos, los representantes estadounidenses les dijeron: 'o aceptan nuestra oferta de una alfombra de oro o los sepultaremos bajo una alfombra de bombas' (Interpress Service, 15 de noviembre, 2001).

Por estos antecedentes no sorprende que algunos hayan visto el fracaso de los Estados Unidos en evitar los ataques del 11/S como la creación de un pretexto inestimable para atacar Afganistán en una guerra bien planeada con anterioridad. Hay más de un precedente para argüir que es posible. Los archivos nacionales de Estados Unidos revelan que el Presidente Roosvelt apeló exactamente a la misma fórmula en relación a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. Se recibieron ciertas advertencias previas a los ataques, pero la información nunca llegó a la flota estadounidense. El consiguiente ultraje nacional convenció de ingresar a la segunda guerra mundial a una opinión pública reacia. Del mismo modo, el borrador del PNAC de septiembre del 2000 advierte que el proceso para transformar a Estados Unidos en 'la fuerza dominante del futuro' será largo en ausencia 'de algún evento catastrófico y catalizador -al igual que un nuevo Pearl Harbor'. Los ataques del 11/S permitieron a Estados Unidos apretar el botón de arranque para una estrategia cónsona a la agenda del PNAC, que de otra manera no habría sido posible llevar a la práctica.

La motivación política avasallante para levantar esta columna de humo es que los Estados Unidos y Gran Bretaña están quedándose cortos de reservas seguras de energía provenientes de hidrocarburos. Para el 2010 el mundo musulmán controlará el 60% de la producción mundial de petróleo y, aún más importante, el 95% de la capacidad global remanente. Como la demanda crece, la disminución de la oferta es constante desde 1960.

Para Estados Unidos y Gran Bretaña, esta situación agudiza la dependencia del petróleo extranjero. Estados Unidos, que en 1990 producía domésticamente el 57% de toda su demanda interna, producirá sólo el 39% de sus necesidades hacia 2010. Un ministro británico ha dicho que el Reino Unido podría estar haciendo frente a una escasez 'severa' de gas para 2005. El gobierno de Gran Bretaña confirmó que para el 2020, el 70% de nuestra electricidad provendrá del gas, que deberá ser importado en 90%. En ese contexto, Irak posee 110 trillones de pies cúbicos de reservas de gas que se suman a sus reservas petroleras.

Un informe de la Comisión de Intereses de EEUU señaló en julio del 2000 que en el Caspio están las más prometedora nuevas fuentes de reservas mundiales que aliviarían la dependencia de Estados Unidos respecto a Arabia Saudita. Para diversificar las rutas desde el Caspio un oleoducto debería conectar, hacia el Oeste -vía Azerbadián y Georgia- hasta el puerto turco de Ceyham. Otra línea debería extenderse hacia el Este, a través de Afganistán y Pakistán, para terminar cerca de la frontera india. Esto salvaría a la sitiada planta Enron de Dabhol, en la costa india oeste, donde esa corporación ha invertido 3 billones y cuya supervivencia económica depende del suministro de gas barato.

Tampoco Gran Bretaña es indiferente en esta reubicación respecto a las reservas de hidrocarburos del mundo y esto explicaría, parcialmente, la participación británica en las acciones militares. Lord Browne, jefe ejecutivo de BP, advirtió a Washington de no apoderarse de todo el petróleo iraquí para sus propias compañías al otro día de la guerra (The Guardian, 30 de octubre, 2002). Y cuando un ministro de Relaciones Exteriores británico encontró a Gaddafi en su tienda del desierto en agosto del 2002 le dijo que 'Gran Bretaña no desea perder ante otro rivales europeos, ubicándose con Libia, cuando el momento llegue, para lucrativos contratos petroleros' (BBC Online, 10 de agosto, 2002).

La conclusión de todo este análisis debe ser, ciertamente, que 'la guerra global contra el terrorismo' tiene todos los visos de un mito político propagado para abril el camino a una agenda totalmente diferente -la meta estadounidense de hegemonía mundial, construida para asegurar por la fuerza las reservas mundiales de petróleo requeridas para impulsar todo el proyecto. La complicidad con este mito y su participación como socio menor, realmente ¿es una aspiración apropiada para la política exterior británica? Si hubo alguna vez necesidad de justificar una posición británica mas objetiva, conducida por nuestras propias metas independientes, esta lamentable historia seguramente nos ofrece toda la evidencia necesaria para un cambio radical.

* Michael Meacher, parlamentario, fue Ministro de Medio Ambiente del Reino Unido desde mayo de 1997 hasta junio del 2003.
THE GUARDIAN
Traducción de Ernesto Carmona