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Internacional

29 de enero del 2003

Abuso de posición dominante

Francisco Morote Costa
Rebelión

El derecho comunitario europeo define el concepto de posición dominante como " la posición de fortaleza económica de una empresa, que le permite evitar que en el mercado en cuestión se mantenga una competencia real por conferirle el poder de conducirse en buena medida con independencia de sus competidores, clientes y en último extremo de los consumidores"..
Por su parte el derecho mercantil define el abuso de posición dominante como aquella " actividad comercial prohibida, realizada en perjuicio de otra empresa o de los consumidores, que se prevale de una situación de ventaja"..
Cuando no hace mucho tiempo escuché esta última expresión a la que con anterioridad, lo confieso, no le había prestado excesiva atención, no pude por menos que asociarla, esta vez, al panorama más reciente, en términos históricos, de la política mundial, de eso que llamamos, indulgentemente, orden político internacional. ¿ Por qué? Porque si hay algo que define exactamente lo que viene sucediendo o los riesgos a los que estamos expuestos desde que, a partir de 1991, los Estados Unidos son la única superpotencia político-militar del mundo, son esas expresiones de posición dominante y de abuso de posición dominante. En efecto, no hay la menor duda de que tras la desaparición de la Unión Soviética vivimos en un mundo unipolar, en el que la posición dominante de los Estados Unidos es incuestionable. Pero, además, la tendencia que con la presidencia de Clinton pareció dibujarse a disminuir o, al menos, a no aumentar la diferencia con el resto de los posibles estados competidores de la superpotencia americana, esa tendencia no sólo se ha quebrado, sino que se ha convertido en su opuesta. Desde que G. Bush ( hijo) llegó a la Casa Blanca, el propósito de consolidar e incrementar la posición dominante de los Estados Unidos, con iniciativas como el aumento del gasto militar o la puesta en marcha del proyecto antimisiles, es evidente. Parece como si los actuales gobernantes norteamericanos se dispusieran a establecer una situación de posición dominante prolongada y a sacar el consiguiente partido de ella..
En mi opinión, es inútil lamentarse del hecho de que los Estados Unidos disponga de una posición dominante que hoy por hoy está fuera de cualquier duda. Es, en suma, el resultado de un proceso histórico del capitalismo y del imperialismo modernos que llevó de un mundo multipolar ( Triple Alianza - Triple Entente = Primera Guerra Mundial; Eje - Aliados = Segunda Guerra Mundial), a otro bipolar ( Estados Unidos - Unión Soviética = Guerra Fría ), y de este al actual mundo unipolar. La cuestión no es si Estados Unidos tiene una posición dominante en la política internacional, que la tiene y la puede tener durante mucho tiempo, sino si va abusar de esa posición y si nada ni nadie se lo va a impedir o a hacer algo para impedírselo, puesto que el riesgo de que lo haga es manifiesto..
Ya con Clinton y su equipo, mucho más moderado, se dieron episodios de uso injusto e indebido de esa posición dominante, como el brutal ataque sobre Bagdad de diciembre de 1998, sin el aval de la ONU, en fecha tan sospechosa como la víspera del debate en la Cámara de Representantes norteamericana sobre un juicio de destitución en su contra a propósito del " caso Lewinsky". Pero, por aquel entonces, el gobierno estadounidense parecía, por lo general, querer contar con el consenso de otros gobiernos. Se hablaba de multilateralismo para definir una situación en la que Estados Unidos actuaba, más o menos, de común acuerdo con sus aliados europeos y no europeos. La novedad es que con el equipo Bush ( hijo) todas esas consideraciones y cautelas parecen haberse esfumado. Del multilateralismo los Estados Unidos han pasado al unilateralismo, ignorando o pretendiendo ignorar a sus aliados y a la misma ONU cuando determinados intereses geopolíticos y económicos entran en juego..
Quizá, por ello, no esté de más recordar a aquellos gobiernos europeos y no europeos y a quienes soñaron, ingenua o interesadamente, con el multilateralismo lo que dijera en su día el secretario de Estado republicano Foster Dulles: " Estados Unidos no tiene amigos, sólo intereses", o más recientemente la también secretaria de Estado Madeleine Albright: "los Estados Unidos son la única nación indispensable"..
Así es que, a la vista de los aires que corren por Washington, es imprescindible plantearse qué hacer para detener los más que probables excesos de la política exterior norteamericana. Debilitadas, hasta extremos penosos, las imprescindibles pero casi inútiles Naciones Unidas, es responsabilidad de la comunidad internacional, de los estados, en especial de los más sólidos, frenar los ímpetus bélicos y expansionistas de los actuales mandatarios de los Estados Unidos. Eso es lo que parecen estar intentando hacer algunos estadistas europeos ( Alemania, Francia), aún a riesgo de que se llame " vieja Europa" ( Rumsfeld dixit) a la posición de defender la prioridad de la legalidad internacional frente a las guerras preventivas y a las luchas interminables contra el terrorismo, excusas con sabor al más rancio de los imperialismos. Ahora bien, si de verdad se quiere actuar con eficacia para parar el neoimperialismo del actual gobierno de los Estados Unidos, la barrera que de verdad lo puede contener es la opinión pública internacional, la intelectualidad responsable y la movilización ciudadana. Por mucho que puedan hacer los gobiernos, no siempre responderán a la causa de la paz, que es la de la gran mayoría de la población. Intereses económicos, acuerdos secretos, que escapan al conocimiento de la opinión pública, pueden hacer cambiar las posiciones de los gobernantes que en un momento determinado parecían estar dispuestos a frenar la locura belicista. Sólo los ciudadanos, empezando por los de los propios Estados Unidos y siguiendo por los del resto del mundo, con su compromiso y su presencia activa en los medios, en los foros, en las calles, pueden y tienen que desbaratar los planes para otro siglo de guerras. Es justo y es posible..
Las Palmas de Gran Canaria, enero de 2003