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Internacional

9 de enero del 2003

La Administración Bush autoriza que se administre a niños sólo esa marca comercial, generosa contribuyente del Partido Republicano
300.000 niños menores de doce años toman Prozac en Estados Unidos, un país donde el 25 % de los menores sufre depresión

Carlos Fresneda
El Mundo/Rebelión

Nueva York.- El Prozac acaba de ser declarado apto para los niños. La FDA, el organismo que regula los medicamentos en Estados Unidos, ha dado su bendición al uso del famoso antidepresivo en pequeños desde siete años de edad. La nueva generación Prozac está servida.
Los psiquiatras norteamericanos, que llevaban años recetándolo a espuertas, han dado la bienvenida a la controvertida noticia.Aunque tampoco han faltado las voces críticas, temerosas de que se dispare el consumo de Prozac entre los niños sin conocer realmente cuáles son sus efectos a largo plazo.
Se calcula que más de 300.000 niños norteamericanos menores de 12 años tomaban hasta la fecha Prozac, sin esperar siquiera el visto bueno de las autoridades sanitarias. En el último año, el consumo de antidepresivos entre los niños se multiplicó por tres, y la presión de las farmacéuticas y de los psiquiatras sobre la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) era cada vez mayor.
«Muchos de nosotros estábamos convencidos de que se podía recetar el Prozac a los niños, pero sentíamos al mismo tiempo una cierta ansiedad porque no teníamos todos los datos sobre sus efectos», declaró Lois Flaherty, portavoz de la Asociación Americana de Psiquiatría.
Según la FDA, el Prozac ha demostrado ser un remedio eficaz contra el tratamiento de la depresión infantil y de las afecciones obsesivo-compulsivas en los más pequeños. Sus efectos secundarios, aparentemente, son los mismos que en los adultos: náuseas, cansancio, nerviosismo, mareos y dificultad para concentrarse.
La única pega constatada en las pruebas clínicas es que los niños de ocho a 17 años que tomaron Prozac y que fueron observados durante 19 semanas crecieron una media de 1,1 centímetros menos y engordaron un kilo menos que los niños a los que le fue suministrado un placebo.
No hacer publicidad
La FDA ha instado al fabricante, Eli Lilly, a que realice nuevos y más detallados estudios sobre cómo puede afectar el Prozac al crecimiento de los niños. Eli Lilly se ha comprometido a no lanzar campañas comerciales promoviendo el uso de Prozac entre la población infantil.
Para el gigante farmacéutico se trata sin embargo de una gran victoria que podrá relanzar las ventas de Prozac, estancadas en los últimos años por la tremenda competencia en el mercado de los «inhibidores de la reabsorción de la serotonina».
Conscientes de que el futuro está en la depresión infantil, que afecta ya hasta el 25% de los niños norteramericanos, Lilly, Pfizer, SmithKline Beecham, Bristol Myers Squibb y otros fabricantes llevan ya años enfrascados en la busca de antidepresivos a la medida de los más pequeños (con sabor a menta o a naranja).
Lilly, generoso contribuyente del Partido Republicano durante las elecciones presidenciales, ha ganado la partida a sus competidores y ha logrado que el Prozac sea el primero de la nueva generación de antidepresivos considerado apto para aliviar la depresión en los niños.
Millones de recetas
La decisión de la FDA permitirá a partir de ahora que cualquier doctor, y no necesariamente los psiquiatras especializados en trastornos depresivos, pueda extender la receta.
Para muchos psiquiatras, el OK médico supone también un alivio.«Prescribir el fármaco era una forma de sentir que estábamos haciendo algo», declaró Joyce Breasure, ex director de la American Counseling Association. «Pero la mayoría de nosotros nos pasábamos la mitad de los días pensando si habíamos hecho bien».
Para otros, sin embargo, el hecho de que los niños de siete años tomen Prozac es el síntoma más evidente de una sociedad enferma desde la base.
Algunos expertos, proclives a tratar a los niños con terapias como la cognitiva- conductista antes de probar ningún medicamento, han manifestado su preocupación sobre la falta de rigor en el diagnóstico de la depresión infantil y los posibles efectos a largo plazo de los reguladores de la serotonina en los cerebros en crecimiento.
«Si estamos dando a los niños medicamentos para regular sus estados anímicos, quizás no aprendan nunca a regular las emociones por sí mismos», advirtió la psicóloga Marsha Levy Warren. «No podemos caer tampoco en el riesgo de dar una píldora a los adolescentes para que dejen de comportarse como adolescentes».
La cuarta enfermedad más extendida
En uno de los ensayos previos a la autorización de FDA, se compararon los efectos del Prozac con los causados por un placebo en un grupo de 96 niños entre ocho y 18 años.
La mitad de los niños mejoró, pero 17 de los que tomaron Prozac desarrollaron depresión a lo largo de un año, y tres de ellos dieron muestras de manías compulsivas o de sensaciones de euforia excesiva.
El Prozac, como otros fármacos de su familia (Luvox, Anafranil, Kolft), actúa directamente sobre los niveles de serotonina, un neurotrasmisor del cerebro.
Algunos expertos lo consideran especialmente útil para el tratamiento de los trastornos obsesivo-compulsivos que afectan al 2% de la población infantil, pero previenen contra los riesgos de su uso en cuadros de depresión leve y consideran que pueden predisponer a medio plazo a los niños y adolescentes para el consumo de drogas ilegales.
Los especialistas previenen también contra el riesgo de querer ocultar los problemas infantiles con fármacos, y recomiendan su uso tan sólo en caso de severa depresión, cuando se detectan en los niños pensamientos recurrentes de muerte o suicidio.
La tristeza persistente, la irritabilidad, la pérdida de interés, los cambios de patrones en el sueño, las neuralgias o los dolores de estómago son algunos de los síntomas de depresión infantil.
Un historial familiar de enfermedad mental, los abusos físicos o sexuales, la pérdida de seres queridos, la separación de los padres, el desarraigo social o incluso un cambio de domicilio y de ciudad pueden hundir en muchas ocasiones a los más pequeños en las simas de la depresión, la cuarta enfermedad más extendida.