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La vieja Europa

8 de julio del 2003

La mafia rusa
Putin se enfrenta a los nuevos ricos

Lisandro Otero
El pasado jueves la policía rusa arrestó a Platon Lebedev, presidente del grupo financiero Menatep, acusándolo de defraudación del equivalente de 280 millones de dólares al apoderarse de acciones de una compañía que pertenecía al Estado. Lebedev es el principal asociado de Mijail Khodorkovski, considerado el hombre más opulento de Rusia, con una fortuna estimada en ocho mil millones de dólares. Khodorkovski es el dueño de Yukos la segunda empresa petrolera de aquél país. La policía sospecha que el jefe de seguridad de Yukos está detrás de dos recientes asesinatos en las pugnas por el poder de la mafia rusa. Algunos analistas estiman que detrás de este paso se encuentra Vladimir Putin.

Cuando asumió el gobierno, en 1999, Putin hizo un acuerdo con la capa de nuevos ricos que emergió durante el régimen podrido de Boris Yeltsin: se olvidarían sus pasados crímenes, se haría borrón y cuenta nueva si se apartaban de la política. Eso fue lo que no quisieron respetar dos potentados como Boris Berezovsky y Vladimir Gushinsky y por ello se encuentran hoy exiliados y distantes de sus bases de poder. Algo similar está sucediendo con Khodorkovski quien está financiando a dos partidos de oposición el Yabloko y el SPS (Unión de Fuerzas de Derecha). En marzo de 2004 habrá elecciones en Rusia y es probable que Putin se postule para otro período de cuatro años. Las maniobras políticas de Khodorkovski tienden a capturar una mayoría en la Duma, o parlamento, y algunos estiman que se ve como un probable competidor para el cargo de presidente.

Los neomafiosos son muy jóvenes. Khodorkovski tiene cuarenta años. Roman Abramovich, otro de los nuevos potentados quien acaba de comprar el club de fútbol británico Chelsea, tiene treinta y seis años. Yukos es el cuarto consorcio petrolero a nivel mundial.

Tras el torpe gobierno de Gorbachov y el asalto del poder del corrupto Yeltsin la redistribución de la propiedad se realizó con prisa. Se privatizó el 71 % de los pequeños negocios, o sea, más de 85 mil empresas pasaron a manos particulares. Anatoly Chubais, quien fuera viceprimer ministro, realizó un puente furtivo hacia la economía de mercado, fue el organizador de la mayor transferencia de propiedad a manos privadas en la historia de las relaciones económicas.

Estructuró el 85 por ciento de la economía rusa en compañías capitalistas después de haber transferido 120 mil empresas estatales a firmas particulares. descapítalizó el Estado, vendió propiedades de un valor inmenso por un monto irrisorio, favoreció a compañías foráneas y a mafias internas y destruyó la acumulación de riqueza de varias generaciones del pueblo ruso. No convocaron a subastas las propiedades, no disolvieron primero los monopolios estatales sino que los adjudicaron íntegros a los neocapitalistas. Ninguno de los nuevos propietarios pensó en reinvertir utilidades para mejorar tecnologías o ampliar la capacidad de producción sino en beneficiar su estilo de vida. Todo fue puesto en venta y no hubo autoridad que verificase ni restringiese nada.

El Estado controlaba todos los medios de producción del país, la tierra, las fábricas, los comercios y los burócratas del régimen, sus hijos y parientes, se apoderaron de ese inmenso caudal por una ínfima fracción de su verdadero valor. El régimen de Yeltsin convirtió a los hombres del partido, a los miembros del gobierno, y de la seguridad, en negociantes y propietarios. Se calcula que ciento cincuenta mil millones de dólares en propiedades pasaron a manos privadas El capitalismo que Yeltsin construyó en Rusia fue una mezcla de bandidaje, saqueo, corrupción, despojo indiscriminado, inmoralidades y violencia.

Esa mafia es la que se ha convertido en un segundo poder contra el cual Putin tiene que combatir, sin enfrentamientos abiertos, si quiere que subsista el capitalismo con fachada democrática que han construido en la nueva Rusia.