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La vieja Europa

18 de julio del 2003

Repeticion y resistencia

Santiago Alba Rico
Gara
Resulta penoso, sin duda, tener que repetir una y otra vez, invariablemente, el mismo artículo. Pero mucho más penoso es que se repitan una y otra vez, invariablemente, los mismos hechos. Al monótono repertorio de los gobernantes -ocupaciones, leyes de excepción, torturas, corrupción, saqueo económico- deberíamos responder los escritores con un nuevo arco iris cada día; si se repiten los tanques y las bombas, hablemos del nuevo planeta descubierto en el universo; si se repiten criminalmente las multinacionales del agua en Bolivia y en Brasil, comentemos las últimas terapias contra la impotencia; si se repiten los jueces y la Guardia Civil, analizamos el nuevo fichaje del Real Madrid; y si hay algo malo en este mundo, si alguien se opone conscientemente a la general felicidad, si el mal se repite en algún sitio, será en Cuba, donde es saludable tenerlo al mismo tiempo aislado y concentrado. Como no se trata de evitar que los hechos se repitan, como hay más bien interés en que sigan repitiéndose, lo mejor es impedir que se repitan las palabras que registran su avasalladora monotonía. Por eso el monótono repertorio de los gobernantes acaba por incluir también -si no queda otro remedio- la repetición del gesto que pone fin al discurso de los que se repiten (o resisten); es decir, el cierre de periódicos. Como corolario de la violencia armada, la tortura, el encarcelamiento sin pruebas, la corrupción y el chantaje económico, el cierre de un periódico repetitivo (o resistente) repite la realidad al mismo tiempo que la borra. Y así los hechos imponen libremente su monotonía, mientras el arco iris se expresa libremente en El País, El Mundo y La Razón.

En estos últimos meses, por ejemplo, se han cerrado varios periódicos en Uzbekistán. También a principios de julio el gobierno sudanés, criatura de un ya viejo golpe de Estado, clausuró el diario A-Sahafa. Y esta semana, sin darnos tiempo a olvidar el caso Lmrabet, el gobierno marroquí ha suspendido la publicación de Al-Usbwa, dirigida por Mustafá Alaui. De todos estos atropellos contra la libertad de expresión se ha hecho eco -discretamente, es cierto- la misma prensa española que aplaudió o silenció el cierre de Egin, Ardi Beltza y Egunkaria. Pero también la prensa marroquí, por su parte, se ha mostrado sensible a los problemas del gobierno español con sus medios díscolos o disidentes. En un artículo del pro-gubernamental Liberation del pasado 14 de junio, Amina Talhimet se preguntaba si la libertad de prensa está en peligro en Marruecos y recordaba el cierre de Egunkaria para tranquilizar a sus lectores. "El único diario de información general en lengua vasca", dice la periodista magrebí, "fue clausurado mediante una simple orden de un juez de instrucción en febrero del 2002. Una de las razones invocadas: 'el periódico es un instrumento de ETA y difunde en sus páginas ideología terrorista'". A continuación Amina Talhimet recuerda los precedentes del cierre de Egin y de Egin Irratia, así como "el encarcelamiento durante meses de una veintena de periodistas", acusados de "pertenecer a la red financiera de ETA". ¿Está, pues, en peligro la libertad de prensa en Marruecos? Amina comprende claramente que la situación no es tan alarmante: "la respuesta es que no está más en peligro que en algunos de los países más democráticos del mundo". En Marruecos, como en España, el "límite" a la libertad de expresión lo determina "el respeto a la dignidad del Hombre, independientemente de su posición social" (¡incluso la dignidad de los reyes!) y el hermanamiento entre dos países que comparten tantas cosas alivia del otro lado del estrecho las inquietudes de muchos intelectuales orgánicos a los que entusiasma comprobar que la clausura de periódicos es perfectamente compatible con (y hasta una condición de) la libertad de expresión y la democracia. De este lado, sin embargo, no se sacan las mismas conclusiones. Los periodistas e intelectuales españoles, independientes incluso de las reglas del silogismo, no sucumben a la evidencia de que en España hay tanta (poca o mucha) democracia como en Marruecos. No, ellos quieren que los jueces españoles, manoplas del pacto anti-terrorista, cierren periódicos como en Marruecos, pero que todo el mundo reconozca, al mismo tiempo, que el gobierno de Marruecos cierra periódicos contra la libertad de expresión y el nuestro para defenderla.

(Incluso en esto se parecen España y Marruecos. Podría ser ésta una pregunta del Trivial: "Monarquía constitucional en la que hay presos políticos que hacen huelga de hambre, se procesa a periodistas y políticos por injurias al rey y se cierran medios de comunicación por orden judicial". Aparte las consabidas -perseguidas o silenciadas- excepciones, intelectuales españoles y marroquíes coincidirían en no reconocer a su Estado en esta definición. Los españoles pensarían inmediatamente en Marruecos y los marroquíes inmediatamente en España.

Lo que prueba, sin duda, hasta qué punto es todo relativo, y que democracia, libertad, derecho, pueden ser patrimonio de todos los Estados del mundo a partir de una decisión subjetiva de los gobernantes y sus propagandistas. Una decisión subjetiva suficientemente poderosa puede permitirse bombardear Irak, ilegalizar partidos e incluso cerrar periódicos; una decisión subjetiva suficientemente poderosa puede ser cualquier cosa, incluso democrática).

Nuestro umbral de tolerancia democrática es altísimo: toleramos invasiones, guantánamos, crímenes de guerra, torturas, legislaciones especiales. ¿Por qué no ibamos a tolerar magnánimamente también el previsible cierre del Gara? Personalmente no me escandaliza que la historia se repita y no voy a insistir -porque sería de algún modo aceptar al menos que es discutible- en la inconsistencia jurídica de la sentencia de la Seguridad Social. Pero no todo es relativo.

Precisamente porque la democracia no puede depender de ninguna decisión subjetiva, porque todos podemos recordar, salvo que no queramos, lo que significa la libertad de expresión, porque ningún arco iris puede suprimir la lluvia, hay que decir muy alto y muy claro que los que denuncian la situación de Lmrabet en Marruecos (o, cómo no, el encarcelamiento de "disidentes" en Cuba) y aceptan, en cambio, "las disposiciones judiciales" en el Estado español para tolerar el cierre de Egin, Egunkaria o ahora -quizás- el de Gara, no se engañan a sí mismos por patriotismo o chovinismo cultural, lo que sería una culpable debilidad; no, los que permitirán el cierre de Gara sin alzar la voz, salvo para invocar una vez más la democracia, son todos unos conscientes bellacos que quieren rentabilizar su cobardía.

Saben, como yo, por qué se va a cerrar el Gara; saben también que nada distingue esta medida de las tomadas en Marruecos contra Al-Usbwa o Ali Lmrabet; saben que están empujando al Estado español y a Euskadi hacia la dictadura y la violencia; y a sabiendas de todo esto, eligen engañar deliberadamente a los ciudadanos haciéndoles creer que lo que en Uzbekistán, Sudán y Marruecos es condenable, en el Estado español es una garantía de democracia.

Creo que no puede haber verdadera libertad de expresión en las condiciones de oligopolio capitalista y así lo demuestra precisamente la amenaza que se cierne sobre Gara. Pero por eso mismo considero vital defender su supervivencia, como ejemplo de esa resistencia-repetición que permitirá algún día, quizás, que no se sigan repitiendo los hechos.

Incluso si no fuese -como es, no obstante sus defectos- el mejor periódico del Estado, incluso si fuese tan sesgado como El País, tan desvergonzado como la Razón o tan amarillista como El Mundo, incluso si no aceptase la modesta colaboración de quien esto escribe, la desaparición de Gara sería una tragedia. De mal en peor, tampoco esto le saldrá bien al gobierno y a sus pinches de propaganda. A estas alturas deberíamos ya saber que el campo de la autodeterminación y la democracia en Euskadi es tan monótono como los hechos y tan repetitivo como la tiranía que combate. Repetir es resistir y junto a las vocecitas chillonas o atronadoras de los cruzados del arco iris se seguirá oyendo, de un modo u otro, la voz firme, y a veces un poco áspera, del pluralismo y la resistencia. Entre tanto, aumentará sin duda el dolor y disminuirán las libertades.

La izquierda democrática del Estado español debería vocear, encabritarse, agitar al viento las crines de la protesta. El sábado una cadena humana unirá dos puntos de Donosti en una manifestación de rechazo por la nueva tropelía contra la libertad de prensa. De un modo u otro, todos estaremos, todos deberíamos estar allí. Nada tiene de raro que encadenen sus manos los que reclaman libertad de expresión; tampoco que los que presumen de libres quieran encadenarla. Este artículo es el humilde eslabón que añado desde aquí a la trenza; en este periódico me repetiré y me repetiré hasta que los gobiernos dejen de repetirse.