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La vieja Europa

2 de julio del 2003

Entrevista a Javier Cercas. Con Soldados de Salamina se propuso comprender y no juzgar la Guerra Civil
"El pasado de España se debe asimilar sin olvido ni venda en los ojos"

La Jornada
El escritor buscó, en esa novela, entender el fascismo y ponerse en su piel. ''Si no hubiera ciertas reglas, todos acabaríamos siendo Cavallos''.

El escritor Javier Cercas prende fuego a su Nobel, la marca de cigarrillos que fuma. Viene casi del aeropuerto, de Italia, estará en la ciudad de México un par de días, volará a Tijuana y de ahí de nuevo a Europa para cumplir con sus cada vez más numerosos compromisos. Para ser uno de los autores más leídos en España, con una decena de premios por Soldados de Salamina y con una obra traducida a 13 idiomas, se toma las cosas con absoluta calma:

''Si ya no publico más, no pasa nada, me lo agradecerán los árboles de la Amazonia".

Da una calada al cigarro, toma un trago de agua, se dispone a responder no sin antes preguntar sobre lo más reciente que ocurre en México, como la extradición de Sérpico, y sentencia sin dogmatismo: ''Todos llevamos un Cavallo dentro". Este miércoles a las 19 horas estará junto con Elena Poniatowska y Germán Dehesa en el Centro Cultural de España (Guatemala 18, Centro Histórico), a fin de presentar Soldados de Salamina.

Nacido en Cáceres en 1962, Cercas escribió Relatos reales, El inquilino y El vientre de la ballena antes de que Soldados de Salamina lo sacara de lleno de su vida de catedrático. Al pasado, sobre el que se ocupa en la ya célebre novela, es necesario pasarlo a examen. Explica: ''El proceso que ha seguido España es peculiar y el país no es muy consciente de ello. A la muerte de Franco lo que todo el mundo esperaba era una guerra. El desafío era pasar, sin ese conflicto, de la dictadura a la democracia. La transición consistió en un pacto mediante el cual no se pedían cuentas a nadie. De esa forma todos miraban hacia delante con la idea de ser europeos y construir en paz a la nación. Pero esto me parece muy mal porque era necesario hacer cuentas y determinar qué había sucedido. Sin embargo, el método funcionó aunque a un costo muy alto: el olvido. Mientras la población buscó a toda costa ser posmoderna nunca resolvió su pasado inmediato".

Lo interesante es el mal

-En el caso de Soldados de Salamina ocurre lo opuesto: el pasado actúa en el presente y prueba de ello es la cantidad de lectores que ha generado.

-Cuando apareció la novela me comentaron en la editorial que cuando mucho iba a ser leída sólo por 5 mil personas, todas mayores de 60 años. La realidad ha sido distinta y la sorpresa es que la novela es leída sobre todo por los jóvenes. Me parece claro que hay un nuevo interés por conocer lo que hemos sido. Hoy que ya no estamos hipotecados por lo que sucedió antes podemos asumir que algunos de nuestros antepasados fueron fascistas: es una dura realidad, pero no puede ignorarse como si no hubiera existido. Si hablo de asimilar al pasado lo incluyo todo: ahí está comprendido el hecho de que los republicanos cometieron atrocidades, lo mismo que el Partido Comunista, y que hubo un descontrol generalizado al inicio de la Guerra Civil.

Eso no significa decir, como señala la moda de la derecha, que todos eran iguales. En términos históricos no hay duda de que hubo un golpe de Estado fascista contra un régimen elegido democráticamente. Ahora bien, hace falta señalar que tanto los llamados buenos como los llamados malos eran humanos. En la novela busqué entender a un fascista, ponerme en su piel y saber por qué actuó de cierta manera.

-Es una posición que costará lo suyo mantener.

-Es la posición de un escritor que busca entender y la mantendré aunque en Alemania alguien me llamó revisionista. Para mí es una obligación desentrañar por qué un país como Alemania, tan culto y refinado, de repente se convirtió en un infierno colectivo. No basta con decir que Hitler era un loco, sino que es indispensable entenderlo. Hay que saber por qué una persona común y corriente como mi abuelo se hizo fascista y por qué Hitler era la moda en su momento.

Además, entenderlo sin prejuicios para de verdad no repetirlo. Por eso no vale el olvido ni la venda en los ojos. En Soldados de Salamina pretendí comprender y no juzgar, busqué humanizar al monstruo, porque el malvado no es un monstruo sino un hombre que un buen día comete una atrocidad.

-Parece que ésa es la condición humana.

-Desde luego, lo raro entre nosotros es la bondad. Si no hubiera ciertas reglas, todos acabaríamos siendo Cavallos. Nadie lleva dentro un San Francisco de Asís, nadie. Alguien logra parecérsele a partir de esfuerzo, pero la naturaleza humana tiende al mal. Cuando era muy joven leí una frase de Gide que decía: ''Con los buenos sentimientos no se puede hacer buena literatura, lo interesante es el mal". Para mí eso es como la Biblia y hoy entiendo que lo habitual en la vida cotidiana es el mal; el bien es el milagro, lo misterioso y lo enigmático.

Tener lectores es un hecho casi perfecto

-Además de los viajes de promoción de la novela o de su trato con los medios, ¿qué le cambió el buen recibimiento de Soldados de Salamina? -Me gustaría responder que nada, pero no es cierto, la realidad es que muchas personas esperan mi próximo libro para cortarme literariamente el cuello y algunos más para leerme. He trabajado toda mi vida en la universidad, apenas tenía contacto con los círculos literarios, conocía sólo a dos o tres escritores y escribía porque no era capaz de hacer otra cosa.

''Giorgio Manganelli decía escribir porque no sabía atarse las agujetas de los zapatos. Eso mismo me sucede: no soy arquitecto ni fotógrafo. Si no escribiera quizá habría sido un asesino en serie. Jamás pensé en el reconocimiento, nunca participé en un premio literario. Tener lectores es un hecho maravilloso, casi perfecto. Existe la presión, claro, ¿pero qué voy a hacer?'' -¿Qué hace? -Escribo igual que siempre, si decepciono a quienes esperan un libro mío parecido a Soldados de Salamina, pues ni hablar. No voy a complacer a todo el mundo. El deber conmigo mismo es escribir de manera distinta siempre, porque de otra manera no hay progreso.